“Hay que saberla hacerla”, o por qué en Chile se premia a un tramposo como Piñera

Encargado reo, investigado en Argentina, haciendo negocios con Perú en medio del juicio de La Haya y con sus colaboradores de confianza enfrentados a la justicia por corrupción, el exmandatario igual se prepara para ponerse nuevamente la banda presidencial. ¿Qué nos pasa?...

Por Daniel Labbé Yáñez

15/11/2016

Publicado en

Chile / Columnas

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Chile parece tener más contradicciones que kilómetros de costa y una de ellas es aquella que se evidencia al observar nuestra relación con “la delincuencia”.

Fott: t13.cl

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Este lunes se dio a conocer que Sebastián Piñera, candidato seguro de la derecha a las próximas elecciones presidenciales, a través de Bancard hizo negocios con una empresa pesquera peruana mientras gobernaba Chile; peor aún, los realizó en medio del litigio de nuestro país con Perú en La Haya, el que terminó finalmente favoreciendo a esa nación con más de 50 mil kilómetros cuadrados de mar chileno.

Sebastián Piñera es el niño símbolo de la trampa. En Argentina, en un caso de cohecho internacional, se indaga el pago de coimas a dirigentes sindicalistas por parte de LAN para poder funcionar en ese país, cuando él era director de la aerolínea. Piñera es el mismo que en 1982 fue encargado reo por fraude al Banco de Talca e infracciones a la Ley General de Bancos y que se mantuvo prófugo por 24 días.

El millonario carga, además, con los muertos que ha dejado el destape de los casos de corrupción político-empresarial en nuestro país. Varios de sus ministros y subsecretarios han debido desfilar por los pasillos de la justicia en los casos Penta, Corpesca y SQM.

Solo por nombrar algunos, ahí tenemos a Ena Von Baer, su ministra Secretaria General de Gobierno, y a Laurence Golborne, quien ocupó las carteras de Minería, Energía y Obras Públicas, involucrados en el financiamiento delictivo de campañas políticas por parte Penta; a Pablo Wagner, su subsecretario de Minería y probablemente el más jodido dentro de todos estos casos, quien fue formalizado por cohecho, fraude tributario y lavado de activos, también en el marco del caso Penta. Wagner está formalizado igualmente por la fraudulenta licitación del litio, adjudicada a SQM, controlada por el yerno de Augusto Pinochet, Julio Ponce Lerou. Y, por supuesto, imposible obviar a Pablo Longueira, ministro de Economía de Sebastián Piñera, quien, entre otros casos, aparece vinculado al pago de 730 millones de pesos también por parte de SQM.

El asunto curioso es que con todos estos antecedentes, Sebastián Piñera continúa liderando las encuestas y ya se prueba la banda presidencial por segunda vez. Una lógica que se repitió, además, en las pasadas elecciones parlamentarias donde la UDI, el partido con más miembros involucrados en casos de corrupción dentro del espectro político, fue finalmente el más votado por la gente.

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Es verdad, resulta injusto sostener que este espaldarazo ciudadano representa el pensar y actuar de los chilenos en general, porque eso significaría obviar a quienes manifiestan una posición distinta a los adherentes de Piñera y la UDI, e ignorar la contundente abstención de un 66% del padrón electoral en las últimas elecciones. Pero lo que sí es cierto es que con todo eso, en nuestro país hay todavía demasiada gente dispuesta a premiar a un tramposo como él. ¿Por qué?

Dejando fuera a aquellos que continúan viviendo en la Guerra Fría y creen que todo esto forma parte de una conspiración del Comunismo en contra del líder de la derecha, a quienes por conveniencia e intereses particulares deciden ignorar el actuar del exmandatario, y a los que juran de guata que si Piñera es millonario “no necesita robar”, lo cierto es que no son pocos los chilenos a los que les gusta, les parece algo plausible, la “astucia”, la “pillería” del que chorea, del que trampea. El tema pasa porque hay que saberla hacerla y Piñera la hizo. Al vío se le aplaude y se le premia.

Al chileno aspiracional, arribista, le da lo mismo el cómo llegaste ahí, cuando lo importante es el dónde estás. El Piñera empresario, millonario, que pilota su propio helicóptero, que llegó a ser Presidente de la República, que no tiene techo en su ambición, representa aquel imaginario del Jaguar de América Latina que a partir de los ’90 parece haberle aclarado el pelo, aumentado unos centímetros más de estatura e hinchado el pecho a una sociedad sedienta de aquel éxito que le vendían por televisión.

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Una sociedad post dictadura absolutamente desideologizada y desclasada, donde hay un montón de hombres y mujeres capaces de amarrar en pelota a un poste de la luz a un cabro chico “lanza” y, a la vez, cruzarle la banda presidencial a un rico tramposo; chilenos y chilenas que legitiman los métodos sofisticados de la élite para enriquecerse, pero le dan una pateadura al que es pillado pelándose una billetera.

Piñera es el candidato de la derecha con lucas pero también el del “facho pobre”, el que pide mano dura pal` delincuente del Cisarro, el que festina con los presos muertos en el incendio de la cárcel de San Miguel, el fan de los pacos, el que los azuza para que apaleen estudiantes, el que cree que las marchas son pa’ los hueones flojos, el patriota, al que le sube la libido fantaseando con que lo llaman los milicos pa’ ir a repartirle balazos a los peruanos.

El mismo que asentía con la cabeza cuando Piñera lo arengaba a tener una sola postura como chilenos frente al juicio en La Haya, mientras él hacía negocios con los vecinos peruanos.

Por Daniel Labbé Yáñez

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