Igualdad de Género: Condición de Vida y no de cuotas

Hemos vivido siglos sumergidos en la noción del poder que somete, que quita la soberanía a los pueblos, que esclaviza a hombres y mujeres

Por Jose Robredo

18/03/2016

Publicado en

Columnas

0 0


Desigualdad de género

Hemos vivido siglos sumergidos en la noción del poder que somete, que quita la soberanía a los pueblos, que esclaviza a hombres y mujeres. Los debates sobre género no son la excepción y una política de este tipo debiera tener como horizonte revertir esa idea del poder como algo ajeno que se padece, para construir en su lugar una noción del poder como herramienta para la vida.

La emancipación de los pueblos ha sido el anhelo de los últimos tres siglos y tiene como la mayor de sus conquistas la constitución de los estados modernos tras el fin de los absolutismos. Sin embargo, las sociedades “modernas” y la concepción de los derechos no acaban de superar las lógicas de dominación o alienación que nos precedían; tampoco de disipar el desmesurado poder de las instituciones tradicionales: el presidencialismo, el capital o la Iglesia. En términos de género estos factores siguen siendo decisivos.

Tanto las luchas obreras como las batallas por la ciudadanía fueron siempre expresadas en función de lo masculino. Tras aquellos modernos derechos políticos, los derechos de las mujeres quedaron en el olvido y nos transformamos en nuevos sujetos oprimidos, exiliadas y relegadas de la política. Sólo a mediados del siglo XX, poco a poco, se ha logrado ir constituyendo la lucha por el rol de la mujer en la política y en lo político.

Ayer, en el marco del debate en la Cámara sobre el aborto en 3 causales, se demostró una vez más cuán marginadas estamos las mujeres de los debates públicos sobre nuestros derechos, entre ellos el de la participación. Vimos a hombres debatiendo y legislando sobre aborto, sobre el destino de los cuerpos y vidas de mujeres. Asimismo, observamos a varios representantes políticos hablando como si fuesen representantes de las entidades religiosas más que de su electorado. Es necesario que lo entiendan: el rol del Estado no es promover a las Iglesias sino proteger a las y los ciudadanos, sobre todo a aquellas que por su condición socioeconómica ponen en riesgo su vida frente al aborto (independiente de las causales). Las ideas religiosas son asunto respetable, pero las opiniones misóginas declamadas ayer son un asunto muy distinto e intolerable.

Aparte de los derechos sexuales y reproductivos, además de la salud pública, lo que aquí también está en juego es lo que Dussel denomina una visión positiva del poder, entendida como voluntad de vivir. esto quiere decir, entender el poder como una herramienta capaz de mejorar y aumentar la calidad de vida de los miembros de la comunidad política a partir de que todas y todos mantenemos parte del poder inherente por ser parte del Estado independiente del sexo o condición sexual, religiosa, étnica, etc., a diferencia de lo que se ha entendido tradicionalmente el poder  como un mecanismo de subyugación, es el estado natural de la corrupción de éste al arrebatarle la condición natural soberana de las y los ciudadanos.

Es aquí cuando el debate ya no solo se trata del posicionamiento de temáticas de género, sino de la necesidad de posicionar liderazgos de género que apunten a deselitizar el debate y revertir la correlación de fuerzas.

{destacado-1}

Durante los últimos 26 años desde el retorno de la democracia se ha dicho que se ha avanzado, pero si se ha hecho ha sido en el marco de la visión tradicional que tenemos de los derechos. Pero también los avances han sido protagonizados por y para las élites femeninas. La institucionalidad política hoy tiene más mujeres que ayer, pero son las mujeres que defienden las ideas de las élites -¿de qué otra manera podemos entender las desafortunadas intervenciones de Soledad Alvear, Marisol Turres, Andrea Molina, entre otras, plagadas de machismo a la hora de hablar sobre las violaciones a mujeres, el aborto y un gran etc?-. También se ha avanzado en derechos para las personas LGTB, pero sobre todo para las élites LGTB, pues el Acuerdo de Unión Civil (AUC) está planteado como una política que busca resguardar bienes de modo contractual, en vez de garantizar el derecho igualitario al matrimonio, la paternidad y maternidad homoparental de niños y niñas. Los asuntos patrimoniales prevalecen por sobre la igualdad de derechos.

Nuestra propuesta es la conquista del poder político como condición necesaria para el ejercicio efectivo de una política por la vida de las y los comunes, es decir, de  los soberanos y soberanas. Porque hoy sólo contamos con el poder como potencia ciudadana, mas no contamos con el poder como potestad de ejercicio efectivo para llevar a cabo una política determinada, en favor de las necesidades y requerimientos de la comunidad. En el debate legislativo sobre el aborto eso se nota, y mucho. Así lo avalan las cifras de representación parlamentaria femenina del orden del 15% en la cámara, y de esta escuálida representación parte importante defiende las ideas de sectores políticos y confesionales en contra de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Necesitamos pasar del estado de potencia del poder a la potestad efectiva y legítima. Eso implica la transformación de las ciudadanas en actores políticos, ello conlleva la conquista del poder como función elemental de la vida democrática.

Respecto y específicamente a la igualdad de género en el desarrollo democrático de la institucionalidad política de Chile, consiste en tener una nueva noción del rol femenino en el ejercicio del poder desde una perspectiva ontológica de la comunidad política, porque no basta con una ley de cuotas, no basta con los bonos o con legislar y penalizar el femicidio. La actual ley de cuotas de género no garantizan el derecho a las mujeres como ciudadanas, más bien representa la reafirmación de la política de la casta a través de las mujeres representantes de las elites políticas y económicas.

Considerando estos antecedentes, es que nos urge el posicionamiento de nuevas actoras políticas como representantes de las comunes, marginadas y negadas por el Estado y la casta política. Personas que se convoquen a reafirmar el poder como vida en la vocación de éste como herramienta de consolidación democrática entre la gente común, con políticas tan elementales y básicas como educación igualitaria y no sólo la condena al maltrato de género o la garantía de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, como derecho político instalado en el consciente social y no sólo en un segmento de la población dependiendo de su condición sexual.

En definitiva, problema de género no es un tema de porcentajes de mujeres en la instituciones, esto es un problema político, de visión política, porque no queremos cuotas de género, queremos garantizar nuestro derecho político, queremos participar, decidir, debatir, hacer política, hacer comunidad con todas y todos aquellos que son parte de ella. Si avanzamos en reconocernos como iguales en derechos y condiciones, habremos avanzado, porque el derecho a la igualdad no estará garantizado mientras tengamos que defenderlo como minoría La igualdad no existen mientras se reclama, existirá cuando tanto hombres y mujeres asumamos que es una condición de vida y no de cuotas.

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones

Comparte ✌️

Comenta 💬