En la edición del 16 de julio pasado del semanario Izquierda Socialista (IS), vocero del partido del mismo nombre e integrante del FIT-U, se publica una nota de Mercedes Petit, “Algunos debates sobre el legado de Nahuel Moreno”. Petit fue estrecha colaboradora de Nahuel Moreno, principal inspirador del Partido Socialista de los Trabajadores, en los 1970; y del Movimiento al Socialismo, en los 1980. Además, Moreno fue dirigente de una corriente internacional en el movimiento trotskista. Petit es dirigente de IS.
Entre otras consideraciones, Petit sostiene que Moreno combatió a los “sectores del trotskismo oportunista y revisionista” que, como Ernest Mandel “pronosticaban que el capitalismo podía aún crecer y desarrollarse. Moreno insistía en lo opuesto, en que el sistema capitalista-imperialista seguía en plena época de la decadencia que ya habían analizado Lenin y Trotsky desde la primera guerra. Y que desde 1968, esa decadencia se había agravado, y se había instalado una crisis crónica de su economía (…) El capitalismo vive la peor crisis de su historia (…) Moreno ratificó la vigencia de la ley de Carlos Marx de la tendencia a la miseria creciente”.
O sea, de nuevo la idea del estancamiento crónico, o decadencia secular del capitalismo. El capitalismo, según Petit, estaría estancado, si no desde el estallido de la Primera Guerra, por lo menos desde fines de los años 1960. Recuerdo que en las “Tesis sobre la situación mundial”, de la Liga Internacional de los Trabajadores [LIT], de 1984, se planteaba que desde fines de los 1960 la economía mundial estaba en crisis crónica, y que esa crisis se profundizaba sin cesar, provocando aproximadamente cada cinco años “crisis coyunturales cada vez más intensas”. 40 años más tarde Petit sigue con esa cantinela. Sin ánimo de agotar los argumentos, en lo que sigue presento una crítica a este “catastrofismo económico crónico”. Empezamos por la evidencia empírica.
¿Qué evidencia?
En el Programa de Transición, escrito en 1938, en su primer apartado, Trotsky dice que las fuerzas productivas han cesado de crecer, y la premisa económica de la revolución proletaria “ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo” y alega como prueba que “las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen al acrecentamiento de la riqueza material”.
Obsérvese que si las invenciones y el progreso técnico no llevan al aumento de la riqueza material (los valores de uso, según la noción de riqueza de Marx), el aumento de la productividad por obrero (consecuencia del progreso técnico) debería haber sido compensado por la disminución, en una proporción igual o mayor, de la masa de obreros productivos. Pero esto no es lo que ha ocurrido en, digamos, los últimos 50 o 60 años. Veamos algunas cifras:
Entre 1974 y 2024 el producto global creció al 3% anual promedio (es más del promedio al que creció Inglaterra en el siglo XIX). El producto per cápita, entre 1974 y 1999 aumentó al 1,32% anual; y entre 2000 y 2023 creció al 1,68% anual. De conjunto, el producto por habitante creció, entre 1974-2023 a una tasa promedio anual de 1,49%. Pero esto ocurrió a pesar de que la población mundial creció 2,24 veces entre 1970 y 2025: pasó de 3.657.000.000 a 8.195.000.000 habitantes. O sea, si aumentó la población y también aumentó el producto (o ingreso) por habitante, inevitablemente tuvo que haber crecido la riqueza material. Lo cual es lógico porque aumentó la productividad y aumentó la fuerza de trabajo explotada por el capital. Pero entonces no hay manera de sostener que las economías capitalistas están estancadas desde finales de los 1960.
Por otra parte, desde 1970 a la fecha el capitalismo reconquistó los territorios de la ex URSS, Europa del Este, Yugoslavia, Albania, China y Vietnam, y penetra de manera creciente en Cuba. Las relaciones de producción capitalista han penetrado también en áreas campesinas, que cada vez más se someten a las leyes del mercado y la lógica del capital. En este marco, se ubica el crecimiento del mercado mundial: aumentó a una tasa de aproximadamente el 4% anual en los últimos 50 años. Es más que lo que aumentó el producto mundial. Todo esto es inexplicable con la tesis “capitalismo estancado desde hace 50, 60 o 100 años”.
Otros datos significativos: la esperanza de vida mundial al nacer aumentó de 46,5 años en 1950 a 71,7 años en 2025 (ONU). La tasa de alfabetización, total de adultos, % de personas de 15 años o más, en 1950 era 66%, en 2023 había subido a 87% (Instituto de Estadística de la Unesco). La educación universitaria global pasó de 100 millones de estudiantes en 2000 a 264 millones en 2023 (en 2023 había 113 estudiantes mujeres cada 100 estudiantes varones; datos Unesco).
El resultado de estos desarrollos es que se acentúa la contradicción entre el capital y el trabajo. Es lo opuesto de lo que sugiere la tesis del estancamiento y senilidad progresiva del modo de producción capitalista. Este enfoque conlleva la idea de que el sistema tiende a extinguirse. En ese caso, las contradicciones se adormecerían; las crisis no serían de sobreproducción, sino de debilidad de la inversión. Es un enfoque más propio de Keynes (y su tesis de la eutanasia del rentista, y caída progresiva de la rentabilidad del capital) que de Marx.
¿El capitalismo hoy vive la peor crisis de su historia?
La realidad es que hoy el capitalismo, a nivel global, no está en crisis. En 2025 la economía mundial está creciendo al 2,8% anual; las economías desarrolladas lo hacen al 1,8% y las economías de mercados emergentes y en desarrollo al 3,7%. No son cifras de boom, pero tampoco de recesión o depresión global. No entendemos por qué Petit sostiene que el capitalismo vive la peor crisis de su historia.
Por otra parte, tampoco la crisis de 2007-2009 fue la más grave de la historia del capitalismo. Tengamos presente que del pico alcanzado en agosto de 1929, el PBI de EEUU cayó en términos reales un 33% hasta marzo de 1933. Entre 1929 y 1933 la producción industrial se derrumbó 53% y la inversión un 88%. La tasa de desempleo aumentó 22 puntos porcentuales. La deflación fue devastadora: los precios mayoristas cayeron 30%. Comparemos estos datos con lo sucedido entre 2007 y 2009. Entre el punto más alto y más bajo el PBI de EEUU cayó 4,6%; la inversión privada bruta disminuyó 34,5% (desde el tercer trimestre de 2007 al segundo de 2009); el desempleo aumentó 5,3 puntos porcentuales, pasando de 4,7% en el tercer trimestre de 2007 a 10% en el cuarto de 2009 (ocho millones de puestos de trabajo perdidos). Son cifras muy altas, pero no alcanzan la magnitud de los inicios de los treinta. Además, la deflación fue muy suave.
Si nos ubicamos en el plano de la economía mundial, vemos que entre 1929 y 1932 las exportaciones de 27 países líderes disminuyeron alrededor del 50%; el PBI en esos países bajó el 15%. Las tasas de desempleo por encima del 20% fueron comunes. Y a partir de la crisis financiera de 1931 el mercado mundial se fracturó, dando lugar a bloques monetarios y proteccionistas. Esto es bastante distinto de lo sucedido en 2007-09. En 2008 las economías desarrolladas de conjunto crecieron el 0,2%; EEUU tuvo crecimiento cero, Japón disminuyó 1,2% y la zona del euro creció solo 0,5%. En 2009 las economías desarrolladas decrecieron 3,2%; EEUU 2,6%, Japón 5,2% y la zona del euro 4,1%. Los países emergentes en 2008 crecieron el 6% y en 2009 el 2,5%. En cuanto al comercio mundial, en 2008 creció al 2,9% y en 2009 se contrajo el 11%. Fue una caída importante, pero se estuvo lejos de la ruptura del mercado mundial durante la Gran Depresión. De hecho, a partir de mediados de 2009 y en 2010 el comercio mundial recuperó casi completamente lo perdido durante la recesión.
También vale la pena señalar que la crisis por el Covid-19 fue mucho menos grave y dramática que la crisis por la gripe española, de principios del siglo XX. La razón última de esta diferencia es que el desarrollo de la ciencia, y del cuidado de la salud (incluida la producción de vacunas), era mucho mayor en 2020 que en 1920. Pero esto es incomprensible con la tesis “fuerzas productivas estancadas desde hace 100 años”.
Por supuesto, no niego que en el futuro se produzca una nueva gran depresión como la de los 1930; incluso es muy probable que ocurra. El capitalismo acumula contradicciones gigantescas, que terminan estallando en estas crisis y colapsos económicos también gigantescos. Pero eso no habilita a decir que hoy el capitalismo está ante la peor crisis de su historia.
¿Crisis cada cinco años y cada vez más graves?
Tampoco ocurrió que, a partir de los 1970 las crisis capitalistas ocurrieran cada cinco años; y menos todavía que fueran cada vez más graves, como pronosticaba la LIT en 1984. Me baso en Kose, M. A. y Ohnsorge, F. (eds), (2019): “A Decade After the Global Recession”, M. Ayhan Kose y Franziska Ohnsorge (eds), World Bank Group, Washington. He citado este trabajo en una entrada anterior, aquí.
Los autores utilizaron series anuales de 181 países (36 economías adelantadas y 145 conocidas como mercados emergentes y economías en desarrollo); y series trimestrales de 105 países. La tasa de crecimiento real global la calcularon como un promedio ponderado del crecimiento de las diversas economías. Definen la recesión global como una contracción del producto real por habitante global, acompañado por una declinación amplia en varias medidas de la actividad global: producción industrial, comercio, flujos de capital, consumo de petróleo, y empleo (o sea, en la tradición de la NBER y Mitchell).
Establecen entonces que desde 1950 hubo cuatro recesiones globales: en 1974:1 – 1975:1 (o sea, entre el primer trimestre de 1974 y el primero de 1975); 1981:4 – 1982:3; 1990:4 – 1991:1; y 2008:3 – 2009:1. El producto por habitante también cayó un trimestre en 1970, 1980, 1981 y 2001, pero sin alcanzar a conformar una recesión. Asimismo, hubo bajo crecimiento en 1958, 1998, 2001 y 2012; esto es, menor crecimiento que en el promedio de las siete décadas, con excepción de los años de recesión global.
En las cuatro recesiones globales, en promedio, el producto por habitante cayó 1,3%. La inversión, la producción industrial y el comercio disminuyeron, por lo general, más que el producto. De las cuatro recesiones la mayor fue la ocurrida en 2009. No solo cayó el producto por habitante, sino también el producto se contrajo 1,8% (el único año de crecimiento negativo en el período estudiado). En los países adelantados el producto por habitante disminuyó 4% (son 6 puntos porcentuales por debajo del promedio de los años sin recesión), y las exportaciones cayeron 9,9% (en 2007 habían crecido 7,3%).
Esas recesiones fueron seguidas por recuperaciones, que constituyen la primera fase de la expansión. Las expansiones fueron en: 1976-81; 1983-90: 1992-2008: y 2010 -2019 (el estudio termina en 2019; dada la caída que se está registrando en 2020, cerramos el período de expansión en 2019). En promedio, la economía mundial creció al 3,3% anual durante esas cuatro expansiones. La expansión más larga ocurrió entre 1992 y 2008, aunque se vio interrumpida por las desaceleraciones de 1998 (crisis asiática, luego de Rusia) y 2001 (recesión en Europa y EEUU). Una característica de estas recesiones es que cada vez fueron más entrelazadas internacionalmente.
Moreno no refutó teóricamente a Mandel
Contra lo que afirma Petit, Moreno nunca rebatió las tesis principales de Mandel, referidas a las crisis cíclicas, o las ondas Kondratiev. Ni siquiera refutó la periodización y evidencia sobre esas ondas. Además, Mandel ligó su planteo sobre las crisis y ondas largas a la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia; a la compresión de las ganancias por la presión de los salarios, en contextos de pleno empleo; al subconsumo; al control monopolista del cambio tecnológico; y a la explotación del tercer mundo por el colonialismo primero, y el intercambio desigual después. Nada de esto fue examinado o discutido por Moreno.
¿Por qué según Trotsky el capitalismo no podía desarrollarse a partir de 1914?
La pregunta es fundamental, pero Trotsky prácticamente no dio razón de por qué, a partir de 1914, el capitalismo ya no podría desarrollar las fuerzas productivas. En el Programa de Transición da como probado el estancamiento. Luego, en 1940, en la Introducción a El pensamiento vivo de Marx (de hecho, un resumen de El capital) parece atribuir el estancamiento al dominio de los monopolios. “La eliminación de la competencia por el monopolio señala el comienzo de la desintegración de la sociedad capitalista. La competencia era el principal resorte creador del capitalismo y la justificación histórica del capitalista. Por lo mismo, la eliminación de la competencia señala la transformación de los accionistas en parásitos sociales”.
Por lo tanto, si la competencia es el principal resorte “creador del capitalismo”, su eliminación provocaría el progresivo enlentecimiento del progreso tecnológico y de las fuerzas productivas. O sea, a partir del establecimiento del monopolio (que los marxistas ubican entre 1880 y 1890) debería registrarse un creciente estancamiento del progreso tecnológico. Sin embargo, eso no ocurrió. El desarrollo tecnológico en las dos décadas anteriores al estallido de la Primera Guerra mundial fue, por lo menos, tan intenso como el que hubo entre 1850 y 1870, años característicos de la libre competencia. Actualmente el grado de concentración del capital es muy elevado, pero la competencia vía cambio tecnológico sigue ocurriendo a un nivel, por lo menos, similar al de mediados del siglo XIX.
Por fuera del argumento “monopolio” no encontramos otra explicación de por qué el capitalismo debería haberse estancado a partir de 1914. Moreno y la LIT tampoco aportaron alguna explicación alternativa. En resumen, la tesis del estancamiento o crisis crónica no tiene soporte empírico ni teórico.
Precisión sobre Marx y el monopolio
En el texto de 1940 que hemos citado Trotsky escribe: “Marx fue el primero en deducir que el monopolio es una consecuencia de las tendencias inherentes al capitalismo”. Esto no es así. En El capital Marx sostuvo que la tendencia del capitalismo es a la concentración y centralización del capital (cap. 23 t. 1), que no es lo mismo que decir “lleva al monopolio”.
Es cierto que, lógicamente, no se puede negar la posibilidad de que en algún momento el sistema capitalista desemboque en el dominio de los monopolios. Pero hasta el presente la centralización del capital avanzó desplegando tendencias contradictorias. Es que a la par que avanzan la concentración y centralización, también aumenta el número de capitales que entran en competencia. “El incremento del capital social se lleva a cabo a través del incremento de muchos capitales individuales. Presuponiendo que no varíen todas las demás circunstancias, los capitales individuales -y con ellos la concentración de los medios de producción- crecen en la proporción en que constituyen partes alícuotas del capital global social. Al propio tiempo, de los capitales originarios se desgajan ramificaciones que funcionan como nuevos capitales autónomos. (…) con la acumulación del capital crece en mayor o menor medida el número de capitalistas” (El capital, t. 1, p. 777).
Constantemente surgen nuevas ramas de producción donde se generan nuevos capitales. También se incorporan países en los que se desarrolla el capitalismo, dando lugar a la formación de nuevos capitales que entran en competencia. Por eso, se trata de dos tendencias, a la centralización y concentración, por un lado, pero también al surgimiento de nuevas unidades del capital (véase aquí).
Mandel sobre la recuperación del capitalismo en los 1980 y lo que decía la LIT
Mandel sostuvo que el capitalismo había entrado, hacia mediados de los 1960 (en algunos pasajes, en los 1970) en una fase larga (25 años aproximadamente) de retroceso e incluso contracción del mercado mundial. Y sostuvo que eran pocas las posibilidades de superación de esa fase larga contractiva del Kondratiev. En Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista (publicado en inglés en 1980) sostuvo que la primera condición para esa recuperación era que el capital lograra “quebrantar decisivamente la fuerza organizativa y la combatividad de la clase obrera en los países industrializados más importantes” (p. 98). Debería atacar las libertades democráticas; integrar plenamente a la URSS y China en el mercado mundial: y cambiar la estructura de los países atrasados derrotando a los movimientos nacionales. Pero había pocos indicios de que cambios “tan trascendentales” estuvieran a punto de producirse (p. 101). La clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo entraban en este período en condiciones mucho más favorables que a fines de la década de 1920 y durante la década de 1930, aunque no lo hicieran “en condiciones ideales” (p. 104). La conclusión era que la “posibilidad técnica” de un nuevo y fuerte ascenso a largo plazo de la tasa de crecimiento del capitalismo dependería de los resultados de batallas cruciales entre el capital y el trabajo en Occidente y en algunos países semi-industrializados del Tercer Mundo; entre los movimientos de liberación nacional y el imperialismo; y entre los países no capitalistas y el imperialismo (pp. 103-104). Y lo menos probable era, a ojos de Mandel, que el capitalismo venciera a la clase obrera y las masas oprimidas.
Personalmente veo muchos problemas en esta explicación. Pero ahora enfatizo que en 1984 la LIT no decía algo tan distinto de lo que decía Mandel sobre la posibilidad de superar la crisis “crónica”. En las “Tesis” citadas, en el punto I. 10 se afirmaba: “Solo logrando un aumento permanente, prácticamente ilimitado de la explotación podrá el imperialismo superar la próxima o próximas crisis coyunturales y la crisis crónica, ya que el aumento del capital es incesante y vertiginoso”. Dejando de lado la incoherencia –si el capital aumentaba de manera “incesante y vertiginosa” había acumulación de capital “incesante y vertiginoso”, por lo cual no podría afirmarse que el capitalismo estaba estancado- el razonamiento es similar al de Mandel: si el capital derrotara a la clase obrera y a las masas oprimidas, el capitalismo podría remontar su crisis crónica (en Mandel, la larga fase B del Kondratiev). Sumo aquí un recuerdo personal: en charlas con Moreno este decía que, si en los “Estados obreros” se restaurara el capitalismo, este podría tener otro período de crecimiento. Esta misma idea me transmitieron trotskistas ingleses en 1990, cuando se derrumbaba el régimen stalinista.
Lenin, no hay crisis sin salida
Petit sostiene que Lenin adhirió a la idea de que el capitalismo estaba en decadencia, a fines de la segunda década del siglo XX, o principios de la tercera, lo que constituiría un aval a la idea de que ya no desarrollaba las fuerzas productivas.
En mi opinión, la cuestión no es tan sencilla. Es que si bien en muchos pasajes Lenin dice que hacia fines de la segunda década del siglo XX se asistía a la agonía del capitalismo, nunca afirmó que la crisis fuera crónica o sin salida (lo que sí sería sinónimo de estancamiento económico final). Así, en el “Informe sobre la situación internacional y las tareas fundamentales de la IC [Internacional Comunista]”, de julio de 1920, sostuvo, en polémica con los ultraizquierdistas que no hay crisis sin salida. “Situaciones absolutamente sin salida no existen” (…) “no se puede «demostrar» que no hay absolutamente posibilidad alguna de que [la burguesía] adormezca a cierta minoría de explotados con determinadas concesiones, de que aplaste cierto movimiento o sublevación de una parte determinada de oprimidos y explotados. Intentar «demostrar» con antelación la falta «absoluta» de salida sería vana pedantería o juego de conceptos y palabras”. Todo indica que la idea de la agonía del capitalismo, de su crisis mortal, en Lenin estaba asociada a que hubiera una ofensiva revolucionaria de las masas. Si esta no ocurría, o si fracasaba, la burguesía terminaría encontrando una salida, incluso apelando a concesiones. Y si no había crisis sin salida, no había estancamiento crónico, o secular.
Marx sobre pobreza, salario y plusvalía relativa
Petit dice que Moreno ratificó la vigencia de la ley de Marx de la tendencia a la miseria creciente. Así formulado el tema, es una afirmación imprudente, ya que pasa por alto que, en la teoría de Marx, la pobreza hay que medirla no solo en términos absolutos, sino también en relación con el desarrollo de las fuerzas productivas y la riqueza general de la sociedad. Por eso, según Marx, podía darse el caso de que disminuyera la pobreza absoluta, pero aumentara la relativa, y con ella la polarización social (véase aquí). Como además mostró Roman Rosdolsky, (en Génesis y estructura de El capital de Marx) no es cierto que Marx haya planteado, al menos en su obra madura, que en el capitalismo hay una tendencia al aumento de la miseria, en términos absolutos, de la clase obrera. Sí sostuvo que el salario debe medirse en relación al desarrollo de la riqueza social, y en ese respecto el salario relativo tiende a bajar con el desarrollo del capitalismo y la concentración del capital. Destacamos que también Rosa Luxemburgo puso el acento en el salario relativo. En su Introducción a la Economía Política sostuvo que para evaluar la situación de los obreros es necesario investigar el salario relativo, es decir su participación en el producto total del trabajo. De ahí la importancia de la plusvalía relativa, que surge por el cambio tecnológico. Por caso, en las últimas décadas en EEUU el salario real aumentó, pero la productividad aumentó en mayor medida, de manera que aumentó el grado de explotación de la clase trabajadora (aquí).
Señalamos estas cuestiones porque en el enfoque “estancamiento de las fuerzas productivas” la plusvalía relativa sale del radar. Una cuestión que se ve en las Tesis de la LIT (que están en línea con la manera en que Petit concibe la pobreza). En ellas, el eje está puesto en la plusvalía absoluta; la relativa es pasada por alto. Pero, como también señaló Rosa Luxemburgo, y reafirmó Rosdolsky, la noción de la plusvalía relativa es clave en la crítica de raíz –subversiva, irreductible– al modo de producción capitalista. Es que muestra que incluso con aumento de salarios la tasa de explotación puede aumentar si el aumento de la productividad es superior al aumento del salario. Por eso este es un punto de ruptura del marxismo con el reformismo burgués y pequeñoburgués. En consecuencia, no es un tema menor que la noción de plusvalía relativa, en un contexto de cambio tecnológico constante, como ocurre en el capitalismo contemporáneo, desaparezca del discurso crítico.
Por otro lado, y naturalmente, el énfasis en la plusvalía relativa y la noción de pobreza relativa no debe inducir a pasar por alto los millones de seres humanos que están sumidos en el pauperismo y el hambre. Actualmente, a nivel global, casi 800 millones de personas pasan hambre. Y otros 1.200 millones están en situación de inseguridad alimentaria (no tienen acceso a alimentos nutritivos y suficientes, aunque no necesariamente pasan hambre): La crítica marxista entonces se enfoca de conjunto en estas situaciones.
Sobre las premisas del socialismo
Volvamos a la afirmación central de Petit-Moreno, que las fuerzas productivas están estancadas desde hace medio siglo o más. El tema es que si la población mundial aumentó por más de dos veces en los últimos 50 años; y si las fuerzas productivas han estado estancadas, una eventual revolución socialista hoy solo repartiría miseria. Como sugería Trotsky, sería la base para una burocracia administradora de la miseria. Pero eso no sería socialismo. En otros términos, el desarrollo de las fuerzas productivas genera las condiciones materiales y sociales para la superación revolucionaria de la sociedad capitalista. Si esas condiciones no existen, la transformación socialista pasa a ser una utopía; o lleva a un nuevo Estado ubicado por encima de la sociedad. Incluso la mundialización de las fuerzas productivas es la base objetiva, material y social, del internacionalismo socialista. Enfatizamos, sin esas premisas objetivas, el socialismo caería en construcciones utópicas, idealistas, o sería puro voluntarismo.
Para terminar, es incomprensible cómo y por qué un sector de la izquierda radical sigue con estos desatinos. No se presta atención a los datos, se pasan por alto los razonamientos teóricos, y ni siquiera se busca respaldar lo que se afirma en algún estudio medianamente serio, y menos todavía en la teoría de Marx. La idea de que es necesario tratar al marxismo como una ciencia está borrada por completo. ¿Cómo se puede tener credibilidad cuando se hacen afirmaciones del tipo “el capitalismo está estancado desde hace 50 o 100 años»? Semejantes afirmaciones pueden convenir al mantenimiento de sectas, pero son insostenibles en cualquier debate con los ideólogos y apologistas del capitalismo. No hay manera de disimular esta indigencia teórica con slogans, y menos todavía con las descalificaciones personales (oportunista, revisionista, y semejantes) que usualmente circulan en la izquierda.
Por Rolando Astarita
Blog del autor, 20 de julio de 2025.
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