OPINION

La caja negra del temor al delito

¿Qué es el miedo o el temor al delito? ¿Puede medirse y, de ser así, cuál es la utilidad de su medición? ¿O es un concepto que se utiliza con fines políticos? Son algunas de las preguntas que intentó responder una reciente investigación realizada por la Universidad Central de Chile con el financiamiento del Fondo Nacional de Seguridad Pública.

Por paulwalder

11/10/2017

Publicado en

Chile / Columnas

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Según datos de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), que implementó el gobierno del expresidente Lagos, las tasas de victimización en Chile han ido consistentemente a la baja, pasando de un 43% de hogares victimizados a un 25% solo entre los años 2003 y 2014[1]. Pese a ello, la misma ENUSC evidencia que la percepción de inseguridad o temor a ser víctima de un delito se ha mantenido prácticamente constante en la población, disminuyendo solo 4 puntos porcentuales en el mismo período de tiempo (47.8% – 43.8%).

Asimismo, y curiosamente, las personas que reportan mayores niveles de miedo o inseguridad son las que tendrían menores probabilidades reales de ser víctimas de la delincuencia, ya sea por razones etarias, de género o geográficas.

Es lo que los criminólogos y otros especialistas conocen como la ‘paradoja del temor al delito’ y fue lo que motivó al Centro de Investigaciones Criminológicas de la Justicia Penal (CICJP), dependiente de la Facultad de Derecho de la Universidad Central, a embarcarse en un estudio que arrojó interesantes resultados para el debate de lo que hoy seguimos llamando ‘seguridad ciudadana’.

La dimensión subjetiva de la criminalidad

La investigación, que fue financiada por la Subsecretaría de Prevención del Delito (SPD) a través del Fondo Nacional de Seguridad Pública 2016, muestra que dicha paradoja o la brecha constantemente reportada entre victimización (dimensión objetiva de la criminalidad) y temor,  miedo o inseguridad (dimensión subjetiva) puede explicarse porque la forma en que se ha medido esta última adolece de claridad y de precisión conceptual y metodológica.

 

Por esta razón, el grupo de investigadores que llevó a cabo el estudio y en el que participó activamente la reconocida criminóloga y directora del CICJP, María Angélica Jiménez, se propuso indagar en las respuestas subjetivas que los individuos ofrecen ante la victimización y/o la delincuencia como fenómeno social.

 

Luego de realizar una revisión sistemática de la literatura académica existente, y de aplicar 57 entrevistas semiestructuradas en el norte, centro y sur del país, se llegó a la conclusión de que si bien el miedo y la inseguridad son elementos centrales dentro de lo que se conoce como ‘dimensión subjetiva de la criminalidad’, están muy lejos de ser los únicos: las percepciones de preocupación y rabia, por ejemplo, aparecieron frecuentemente en el discurso de los entrevistados y hasta el día de hoy la ENUSC no las ha recogido en su set de preguntas.

 

Paralelamente, y en la línea de lo que han sugerido anteriores estudios a nivel nacional e internacional, se constató que tanto el temor como la inseguridad son conceptos polisémicos que pueden referirse a múltiples ámbitos de la vida (salud, empleo, jubilación, etc.) y no necesariamente a la criminalidad, lo que pone en cuestionamiento el hecho de que se pregunte por ellos genéricamente, asumiendo que hacen referencia exclusiva al problema delictivo.

 

Una vez alcanzado el objetivo de proponer una definición conceptual y operacional de la ‘dimensión subjetiva’ y sus componentes, donde el ‘miedo’ aparece como la respuesta más irracional y subreportada entre muchas otras posibles respuestas, la investigación se trazó la meta de construir un modelo estadístico que permitiera efectivamente medir dicha dimensión, o al menos aproximarse a una medición más precisa.

 

Así, tras la aplicación de técnicas de estadística avanzada sobre el módulo de la ENUSC 2015 relativo a inseguridad, se encontró que había tres factores que podrían jugar un rol crucial en dicha medición: la percepción de situaciones de desorden en el barrio (peleas entre vecinos con o sin uso de armas,  presencia de pandillas, venta y consumo de drogas, etc.); la evaluación cognitiva del entorno (paradas y buses del transporte público, plazas, centros comerciales, estadios, etc.); y las conductas evitativas, es decir, lo que las personas dejan de hacer por miedo o temor a ser víctimas de la delincuencia.

 

De esta forma se concluyó que mientras más situaciones de desorden o incivilidades se perciban, mayor será la probabilidad de que la evaluación del entorno sea negativa. Esta última, a su vez, repercutiría en el aumento de conductas evitativas y, por lo tanto, en el abandono del espacio público y en la consiguiente pérdida de cohesión social, fenómenos que surgirían como efectos de la instalación y propagación del miedo en el imaginario colectivo.

 

Arena política  

El jueves 14 de septiembre, en la Universidad Central y bajo el nombre de ¿Se puede medir la dimensión subjetiva de la criminalidad?, se realizó un seminario que tenía por finalidad presentar y comentar los resultados del estudio.

Junto con explicar detalladamente sus hallazgos, los criminólogos y colíderes del equipo, Paula Medina (CICJP) y Daniel Quinteros Rojas, expusieron las recomendaciones que le hicieron a la SPD para sus futuras versiones de la encuesta. Entre ellas se cuentan:

  1. La conveniencia de centrar los esfuerzos en consultar por los tres factores de mayor prevalencia que se identificó en el modelo estadístico, lo cual podría servir para enfocar la ENUSC sobre aquello que realmente pueda ser útil en materia de política pública;
  2. Incorporar ítems relacionados a otros elementos de la dimensión subjetiva de la criminalidad, como la preocupación o la rabia;
  3. Y la necesidad de perfeccionar el cuestionario mediante la elaboración de preguntas que especifiquen y den cuenta de lo que se pretende medir. En este sentido, si lo que se quiere conocer es la ‘percepción de probabilidad de victimización futura’, debiera denominarse así y no ‘percepción de inseguridad’.

Quinteros, quien es sociólogo y actualmente se desempeña como investigador en el Núcleo de Estudios Criminológicos de la Frontera (UNAP), también cuestionó el hecho de que la ENUSC se aplique anualmente, a pesar de ser un instrumento que a la fecha sigue presentando severas fallas metodológicas y conceptuales en sus intentos por sondear la dimensión subjetiva de la criminalidad en Chile.

Los expertos invitados al seminario coincidieron en la mayoría de los puntos, incluido el jefe de la División de Estudios de la SPD, Luis Vial, quien valoró los resultados de la investigación y se hizo cargo de las críticas, no sin antes reconocer que la ENUSC tiene sesgos y un trasfondo marcadamente político que se superpone a los intereses tecnocráticos: “Este es un instrumento que está en un campo que es tremendamente politizado, donde se juegan elecciones, donde aparecen los ofertones, qué sé yo. Y por lo tanto hay un interés permanente para que esto (inseguridad, temor al delito) baje. Es una presión tremenda para nosotros que estamos en un ministerio”.

En esa misma línea, la doctora en ciencia política y referente latinoamericana de este campo de estudios, Lucía Dammert, dio a entender que la ENUSC y otros sondeos similares no buscan realmente medir lo que prometen, sino instalar forzosamente el tema en la agenda pública: “Yo creo que tenemos una sobreabundancia de datos, que lo único que generan es que tengamos mucho temor dos veces al año, cada vez que salen la ENUSC y la encuesta de Paz Ciudadana (Índice Paz Ciudadana-GFK Adimark). Paz Ciudadana lo hizo a propósito, nadie tiene ninguna duda de que esa encuesta se hizo para lograr que la gente piense en los temas de inseguridad. Ahora tal vez ha cambiado, pero en general ese era el objetivo”.

 

Más allá de las posibles mejoras que puedan introducirse en la ENUSC, y a la luz de los resultados y los comentarios que recibió la investigación, vale la pena preguntarse qué tan necesario e importante es para el Estado chileno conocer la respuesta subjetiva de las personas frente a la criminalidad, considerando que otros ámbitos igualmente relevantes de las políticas públicas y sociales no incorporan la dimensión subjetiva en sus mediciones. ¿Son estas encuestas un insumo para disminuir la delincuencia y recuperar los espacios públicos y la cohesión social? ¿O, por el contrario, son utilizadas como un paraguas para la irrupción de discursos punitivos y populistas? La discusión recién comienza.

[1] Puesto que en 2015 se cambió la metodología de la encuesta, los investigadores prefirieron limitarse a la serie de datos comprendida entre el primer año de su aplicación (2003) y 2014.

 

@Polemizarte

 

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