La ciudad contra los niños y las niñas

Por Javier Ugarte La Fundación Ciudad del Niño (CODENI) es uno de los organismos colaboradores más importantes del actual SENAME, y un actor protagónico en la discusión nacional sobre políticas de niñez

La ciudad contra los niños y las niñas

Autor: El Ciudadano

Por Javier Ugarte

La Fundación Ciudad del Niño (CODENI) es uno de los organismos colaboradores más importantes del actual SENAME, y un actor protagónico en la discusión nacional sobre políticas de niñez. Su historia, remontada a la emblemática Ciudad del Niño (1943), la encarna públicamente como una fundación que sostiene un acervo importante de conocimientos, valores y proyectos vinculados al bienestar de los niños y niñas del país. En este sentido, no es raro leer y escuchar a la fundación sostener la importancia de la crianza y el cuidado de los niños y las niñas en ambientes positivos y estimulantes, que operan como factores cruciales para el desarrollo integral de sus capacidades. La provisión de servicios básicos, la seguridad en los espacios públicos, la disponibilidad de áreas verdes y el acceso a una ciudad inclusiva, promotora de recursos protectores, constituyen factores que emergen permanentemente en las charlas, seminarios, documentos técnicos, y discusiones de política pública que sostiene la fundación.

Por lo anterior, duele profundamente que la manera en que esta fundación piensa la ciudad de los niños y niñas que actualmente viven cerca de las ruinas de la ex ciudad del niño, sea la construcción compulsiva de 24 torres de gran altura (entre 15 y 23 pisos cada una), y un total estimado de 5.600 departamentos nuevos que aumentarán fuertemente la densidad poblacional (aprox. 17.000 personas más) de un sector ya altamente densificado. Estas torres se agregan a las 11 torres ya dispuestas en el Condominio Parque Ciudad del Niño (5 torres) y el Condominio Ciudad del Niño (6 torres).

Este último condominio ya es un triste ejemplo televisivo de los problemas que trae la venta de departamentos particulares sin una mirada pública y colectiva del bienestar. Superados por el estrés de convivir cotidianamente con violencia, prostitución, narcotráfico, robos, consumo de drogas en espacios públicos, y ruidos molestos que impiden el descanso, especialmente de adultos mayores, niños y niñas, y, por otro lado, ignorados por las autoridades locales, los pocos propietarios de los departamentos del Condominio Ciudad del Niño se cansaron y levantaron la voz ante las cámaras de televisión. Pocos propietarios, puesto que el modelo de negocio se sostiene en compradores de muchos departamentos que luego los arriendan, impidiendo la configuración de solidaridades comunitarias, identidad, control social informal y predisposición a la acción colectiva.

Por otro lado, estos proyectos multiplican los problemas asociados a la densidad poblacional, tales como una baja y a veces nula presión de agua, desborde de las estaciones de metro, copamiento de autos estacionados en la vía pública, y colapso de las vías de acceso al sector. De hecho, ya es usual encontrar atochamientos crónicos en el cruce de Gran Avenida José Miguel Carrera y Avenida Centenario, lugar de acceso a la ex Ciudad del Niño. Estos problemas de densificación se radicalizan, a su vez, por la completa ausencia de áreas verdes en el sector. Los vecinos de Ciudad del Niño se encuentran a 3,5 kilómetros aproximados de distancia del parque El Llano o la Plaza Llico, lo que anula cualquier posibilidad de esparcimiento de los niños y niñas en espacios públicos de la comuna.

El argumento que hoy entrega el municipio es demoledor: Los proyectos y los permisos para levantar las 24 torres fueron ingresados justo antes de que entrara en vigor el nuevo plan regulador de la comuna. En este sentido, el nuevo consenso normativo sobre el bienestar de las personas y las comunidades, que opera como un piso moral para pensar y proyectar un futuro común, se suspende por la preexistencia de un trato distinto, y maltrata arbitrariamente a un sector de la población. Aunque la violencia no haya sido ejercida, aunque los terrenos no hayan sido aún intervenidos, aunque los niños y niñas de la ciudad sigan soñando con un espacio verde, seguro, cultural y común, un resquicio legal impone formas de convivencia que hoy le parecen indeseables y caducas a toda la población de San Miguel.

La Fundación Ciudad del Niño trabaja con los conceptos de reparación y superación en circunstancias de daño, y recalca permanentemente un enfoque preventivo en aquellos espacios y relaciones que se encuentran vulnerables. ¿Por qué la fundación no adopta estas mismas premisas cuando se enfrenta a un escenario concreto de prevención de vulneraciones de derechos? En este mismo sentido cabe preguntarnos por qué Chile importa una y otra vez modelos comunitarios de intervención (Communities That Cares, Planet Youth o Modelo Islandés) sin que se hagan carne en la sociedad chilena. Y es que las propias fundaciones que lideran las políticas de niñez desconocen el lenguaje de un bienestar cotidiano, que se nutre de contextos, ambientes, relaciones, intereses, comunidades, espacios comunes, o afectos, y no de intervenciones psicosociales individuales que se ejecutan cuando el maltrato se ha consumado. Paradójicamente, la fundación busca liquidar activos para financiar intervenciones que reparan los daños que producen ambientes precarizados de desarrollo, tales como los que muestran los matinales en torno a los efectos de las inmobiliarias que gestionan los terrenos de la ex ciudad del niño.

Entre las ruinas de la ciudad del niño, la fundación se encuentra en la disyuntiva de hacer caja para reparar daños, o bien contribuir preventivamente a la construcción de una ciudad inclusiva, amable, estimulante y cuidadora de los niños y las niñas. Una ciudad amiga de la infancia (UNICEF) implica valoración, respeto y trato justo para los niños y niñas dentro de sus comunidades, lo que significa respetar los consensos normativos que los afectan, tales como la actualización de un plan regulador que impacta directamente en su calidad de vida, y la disposición de áreas verdes, equipamiento y recursos culturales para su desarrollo integral.

Javier Ugarte, Sociólogo, FLACSO Argentina, Vecino de San Miguel


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