¿La cultura o las culturas? Los desafíos y deudas que arrastra el nuevo ministro del CNCA

A casi un mes de su nombramiento, Ottone ha dejado en claro que no tiene problemas en reconocer la falta de gestión que alcanzó la cartera de cultura en el periodo de Claudia Barattini

Por Carlos Montes

27/06/2015

Publicado en

Columnas

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Viñeta Mafalda

A casi un mes de su nombramiento, Ottone ha dejado en claro que no tiene problemas en reconocer la falta de gestión que alcanzó la cartera de cultura en el periodo de Claudia Barattini. Y es que la ex ministra, llegó con una alto grado de expectativas de parte del mundo cultural. Su independencia, el nulo pasado televisivo como actriz o figura pública carismática y lo que parecía un currículum que destacaba por sus gestiones culturales y labores claves en el Festival de teatro Santiago a Mil. No obstante y al poco andar, las gestiones de Barattini se enfangaron en una serie de supuestos, dilatación de proyectos y reuniones, ausencia de visibilidad, manejo político, una positiva pero larga consulta indígena, entre otros, que dejaron muy al debe el cargo y a su persona.

Reactivar el principal, pero alicaído y fragmentando organismo cultural que posee el país no resulta tarea sencilla. Tras la nueva designación se ha manifestado que la preparación profesional y las competencias técnicas que posee Ottone, lo dejan en mejor condición que cualquiera de sus predecesores. La puesta en marcha del nuevo ministerio hoy más que nunca se encuentra lejos de su punto final, pero ha develado que existe premura y urgencia por su promulgación, pero no de eficiencia en la generación de su proceso. Sin embargo tras el posible diseño final y la promulgación de un ministerio de Cultura para el país, la disyuntiva ha evidenciado que tanto los gobiernos de la Concertación, Derecha y Nueva Mayoría se encuentran al debe, al no entender problemáticas de fondo.

Si reflexionamos acerca de las condiciones históricas en las que fueron concebidas las actuales instituciones que promueven la cultura, el arte y el patrimonio (como la actual DIBAM y el CMN a inicios del XX, tanto como el CNCA a inicios de la década del 2000), es posible comprender que la fragmentada y dispersa institucionalidad cultural, claramente no promueve una adecuada gestión de los recursos, ocasionando duplicidad de presupuestos, programas y actividades en algunas ocasiones, así como la carencia absoluta en otros departamentos y oficinas, puesto que nunca han sido organizadas y dispuestas desde una matriz o eje común. Sin embargo suena irrisorio que los dos últimos ministros salientes hayan ingresado nuevas y diferentes modificaciones e indicaciones sustitutivas a un proyecto que aún no ve luz verde, que parecía estar listo el año 2010, pero que no resuelve problemas internos de los trabajadores, que no se hace cargo de los temas gremiales o sectoriales y que peor aún, posee un alto grado de desconocimiento y misterio por parte de los propios trabajadores del CNCA y las otras instituciones culturales, cuando la lógica debiese apuntar a transparentar la información, mejorar el estatus laboral de los trabajadores del arte y la cultura (los que muchas veces ejercen responsabilidades legales sin siquiera estar debidamente contratados), garantizando también el acceso de la comunidad a las expresiones artísticas, todo esto, con el interés de fortalecer y esclarecer la precaria y dispersa institucionalidad cultural que actualmente poseemos como país y una adecuada bajada descentralizada.

En una reciente entrevista, Ottone manifestó que se abría a reflexionar y dialogar acerca de la pluralidad o no del atrasado ministerio. ¿La cultura o las culturas?; ¿Las artes o el arte?; ¿El patrimonio o los patrimonios?. Son interrogaciones que más bien nos siguen remitiendo a una definición y postura semántica, pero que no esclarecen el contenido, ni tampoco fortalecen el diálogo y la esperada estructura que condensará la nueva institucionalidad. La inclusión de “Patrimonio” por ejemplo, plantea asuntos de fondo que debiesen ser resueltos bajo la forma de un nuevo ministerio. Como la ratificación de Convenciones Internacionales, el diseño de políticas, medidas y programas que se hagan cargo y protejan el patrimonio arquitectónico de las ciudades, comunas y barrios del país, así como medidas de protección a la cultura de los pueblos originarios y el particular e híbrido patrimonio intangible que poseemos, sólo por nombrar algunos requerimientos.

Habrá que estar atento a ver cómo articula la nueva Política de la Lectura (obra de la saliente ministra), que entre sus novedades, incluye nuevos sectores y agentes en una muestra clara que el fomento lector debe ser entendido como un proyecto país transversal y abierto. Habrá que ver cómo se articula una nueva realidad para los teatros y sus gestores, los que actualmente sólo subsisten a través de herramientas que el Fondart entrega y otros mecanismos, quiénes necesitan una ley que ampare y regule a los trabajadores artísticos más a largo plazo. Si habrán recursos o no para que el GAM tenga una nueva sala de teatro, no es algo de fondo, sino más bien, siguen demostrándonos que Santiago es Chile y la prevalencia de un discurso centralista. Habrá que estar atento y ver cómo se soluciona este y otras problemáticas, deudas y desafíos que subsisten y se arrastran en el sector cultural.

Hugo Ramos Tapia

Licenciado en Historia

Estudiante Magíster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural

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