Por Carlos Gutiérrez P.

Lo que comenzó con un ataque insurgente sorpresivo de la milicia Hamas en territorio israelí produciendo toma de rehenes, bajas al ejército y la vulneración de un complejo sistema de defensa, se ha convertido en una guerra genocida total del estado israelí, que reproduce conflictos anteriores superando los grados de violencia y sin una resolución de fondo porque siempre se buscó una suerte de equilibrio que no alterara profundamente la realidad geopolítica.
Hoy la situación es distinta. El actual gobierno israelí, con una coalición derechista encabezada por un radical como Netanyahu, parece convencido de querer dar una “solución final” al asunto palestino, que pasa por la eliminación física del grupo Hamas, la desarticulación de Hezbollá, la ocupación nuevos territorios en el sur de Siria, el copamiento total de la Franja de Gaza y el desalojo de su población palestina.
Estando cerca de los dos años de conflicto, y sin poder haber doblegado la voluntad y la capacidad de lucha de Hamas, lo que ha demostrado las limitaciones de unas fuerzas armadas consideradas de excelencia, el gobierno israelí redobla los esfuerzos por obtener un resultado militar.
La coyuntura regional le ha favorecido. Con la caída del gobierno de Assad en Siria, se le presentó la oportunidad de ocupar más territorio en el sur de ese país, evitar el flujo de ayuda en combatientes y equipos para la resistencia palestina que usaban ese corredor desde Irán y ahora gozar de un aliado ocasional espurio como lo son los actuales gobernantes terroristas.
El resto de los países árabes, que históricamente apoyaron la lucha del pueblo palestino, hoy día están convenientemente controlados y colonizados por Estados Unidos, lo que asegura la retaguardia israelí para su confrontación directa con los grupos insurgentes.
Pero, todo este escenario relativamente positivo para los intereses estratégicos de la élite sionista, que consiste en eliminar definitivamente la reivindicación territorial palestina, podría también incubar un doloroso traspié de largo plazo tanto externo como en su propia sociedad.
En el plano externo, curiosamente arreciaron las críticas de países europeos justamente después que el presidente Donald Trump mostrara un pequeño alejamiento de las decisiones tomadas por Netanyahu previo a su gira por Medio Oriente, donde obtuvo notorios acuerdos económicos y financieros beneficiosos especialmente para su industria militar.
Ahora leemos las críticas del Reino Unido que fueron muy llamativas en la voz del Secretario de Asuntos Exteriores en la Cámara de los Comunes; la Unión Europea que inició una revisión de sus relaciones comerciales que tienen desde hace 25 años; una declaración conjunta de Reino Unido, Canadá y Francia condenando la escalada “totalmente desproporcionada” y amenazando con acciones concretas; España que cortó determinados vínculos comerciales.
El ex jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell dijo el 22 de mayo que la UE tiene suficiente capacidad de influir en Israel, dado que la mitad de los proyectiles disparados contra la Franja de Gaza se fabrican en Europa, pero asimismo no tiene esperanzas de que ocurra ya que la UE ha perdido gravemente la confianza del resto del mundo por las diferentes actitudes ante los acontecimientos en Ucrania y Palestina.
La nueva ofensiva israelí, más allá de la militar, que ha cerrado los pases para la entrada de ayuda humanitaria a la población civil agravará enormemente la situación ya catastrófica de esta población. Así lo ha asegurado la ONG Oxfam que monitorea la ayuda solidaria.
Otra demostración clara de esta connivencia factual con Israel ha sido la no disposición de los países de la UE de ejecutar la medida de detención decretada por la Corte Penal Internacional. Ningún país europeo detendría a Netanyahu declaró el primer ministro belga Bart de Wever el 5 de abril, a pesar de haber surcado el espacio aéreo de varios países signatarios cuando realizó su viaje a Estados Unidos.
Pero, la mayoría de las declaraciones son más bien performativas, nada tiene un impacto real y concreto en lo inmediato. Reino Unido todavía no corta totalmente la venta de armas al igual que otros países de la UE; Alemania le ha aumentado sus exportaciones de armas; no hay sanciones duras contra empresas y personajes políticos; ni siquiera se ha suspendido la participación de Israel en eventos deportivos y de espectáculo como fue la reciente Eurovisión.
En estas semanas de mayo aumentaron las movilizaciones sociales en todo el mundo exigiendo el fin de la guerra, detener el flujo de armas, garantizar la ayuda humanitaria y un acuerdo integral de intercambio de prisioneros, teniendo en cuenta que todavía quedan 57 rehenes en posesión de Hamas.
En Alemania, una información oficial asegura que los delitos con motivación anti sionista durante el año 2024 fueron de 6.236 que significó un aumento del 21 % en relación al año 2023. En varios países se han registrado acciones violentas contra turistas israelíes.
Mientras tanto, Israel inició una nueva ofensiva militar agravada con la negación de la ayuda humanitaria, que busca una “implosión territorial” que tiene como objetivo cumplir con la misión de expulsión de la población palestina. Por esto el gobierno israelí está trabajando para cambiar a la agencia UNRWA por contratistas civiles privados estadounidenses ubicados en “centros de operaciones” en la zona sur de Gaza, desde donde entregarían la ayuda humanitaria, asumiendo el control para dirigir la expulsión de población.
La UE y Estados Unidos se han remitido a enviar solicitudes a Israel para permitir una entrega adicional de ayuda humanitaria, sin acordar medidas concretas de sanciones. Lo mismo pasó con un incidente del 20 de mayo, ante un ataque contra una delegación de diplomáticos europeos y de otros países que visitaban en terreno las condiciones agravadas de la población palestina. Una vez más los gobiernos reaccionaron solo con fuertes declaraciones diplomáticas.
Ante la opinión pública resulta difícil encontrar una explicación de sentido común sobre el comportamiento europeo, porque la razón es de fondo. El respaldo de Occidente a Israel es un eje estructural de su dominación global, no solo justifica lo injustificable, sino que financia, blinda y arma a una entidad que solo puede sostenerse mediante el exterminio sistemático del pueblo palestino.
Es la expresión de una arquitectura geopolítica cimentada sobre siglos de colonialismo, racismo y violencia imperialista. Donde hay imperialismo, hay genocidio. Palestina, desgraciadamente no es la excepción.
Pero, una situación nueva en estas crisis palestino-israelí se está manifestando en el plano interno.
Se han realizado numerosas movilizaciones sociales presionando para un diálogo serio con Hamas y encontrar acuerdos, que entre otras cosas permita la vuelta de los rehenes. Recientemente más de 1.000 colonos israelíes se manifestaron contra la guerra genocida, sosteniendo fotografías de niños palestinos asesinados.
La sociedad resiente la gravedad del conflicto y está alterando profundamente la convivencia social. Los medios israelíes publicaron un informe en que se destacaba que el 84 % de los jóvenes del norte israelí, fronterizo con el Líbano, no han regresado a sus hogares y que el 67 % no tiene intenciones de volver.
Los partidos ultra ortodoxos han presionado para exigir que se mantenga una tradición religiosa que es la no inclusión de sus jóvenes en el servicio militar obligatorio.
El Ministerio de Salud afirmó que las tasas de natalidad caerán un 15 % debido a la guerra en curso y a la emigración de parejas jóvenes, siendo la mayor caída en 20 años.
Por primera vez se produce un quiebre importante al interior de la elite gobernante por la disputa que se generó con la remoción del director del servicio de seguridad Shin Bet, que llevó a movilizaciones sociales importantes en todas las esferas.
El 21 de mayo, después de una conferencia de prensa de Netanyahu los colonos se manifestaron y prendieron fuego a la autopista Ayalon en Tel Aviv. En la conferencia aseguró que toda la franja de Gaza estará bajo el control de las fuerzas israelíes, retirándose de las negociaciones que se mantenían en Doha. En la semana anterior había iniciado una nueva ofensiva conocida como Operación Carros de Gedeón, con el que pretende derrotar definitivamente al grupo Hamas.
Según el diario Yedioth, del 9 de marzo, los heridos y discapacitados en el ejército ascendieron a 78.000 militares y la mayor preocupación dentro del Estado Mayor es la falta de efectivos, lo que conlleva una mayor presión hacia la sociedad. Posteriormente, el Ministerio de Defensa reconoció que ha calificado a más de 9.000 soldados como discapacitados mentales, recibiendo tratamiento por graves trastornos sicológicos y 42 soldados que se han suicidado desde el 7 de octubre de 2023.
El 26 de abril el ejército anunció la extensión del servicio militar debido a un déficit de 10.000 efectivos, en un momento crítico para las fuerzas armadas. Fue extendido por cuatro meses para cubrir déficit y garantizar la necesaria operatividad.
La desobediencia civil también se ha expresado en peticiones públicas sucesivas exigiendo el fin de la guerra y el regreso de los prisioneros: 200 soldados de la unidad de Comando Naval Shayetet 13; 150 ex oficiales de la Marina; 1.525 del cuerpo blindado; más de 1.600 veteranos paracaidistas y de infantería; más de 2.000 miembros del personal académico universitario; más de 250 ex miembros del Mossad; 170 graduados del programa Talpiot de la Unidad de Inteligencia; 100 médicos militares de las fuerzas de reserva; más de 1.000 guardias; más de 3.000 trabajadores del sector educativo; 150 soldados de la brigada de seguridad del Golán; 1.000 pilotos reservistas de la Fuerza Aérea; más de 100.000 reservistas se han negado a servir en el ejército.
Medios de comunicación han mantenido una posición crítica al accionar del Gobierno, como el diario israelí Maariv del 22 de mayo que afirma que Israel pasa por un aislamiento global sin precedentes y alertó sobre un tsunami diplomático por la continuidad de la guerra, el país ha quedado marginado en el orden internacional y crecieron las presiones desde Europa, Estados Unidos y Canadá para detener la ofensiva.
Otro capítulo importante se ha registrado a través de declaraciones y columnas en medios de comunicación por relevantes personeros políticos y ex militares muy críticos de la gestión del conflicto y enormemente preocupados por el futuro político y social de Israel.
El líder del Partido Demócrata y ex general que trabajó en el Estado Mayor, Yair Golan, acusó al Primer Ministro de fomentar el antisemitismo global y de llevar a Israel al aislamiento político. Lo declaró insensato afirmando “un país sensato no libra una guerra contra civiles, no mata bebés por deporte, y no se fija como objetivo expulsar a poblaciones… Este gobierno está lleno de rencorosos amorales incapaces de dirigir un país en tiempos de crisis, y pone en peligro nuestra existencia”.
El ex general y piloto Relik Shafir, asegura en una entrevista de la televisión israelí que no pueden destruir el programa nuclear iraní y no pueden hacer nada contra los misiles de Yemen, solo les queda soportar las consecuencias de estos golpes.
En un programa televisivo del Canal 12, el 27 de abril, el ex primer ministro Ehud Barak aseguró que “En Israel estamos al borde del colapso. Existe un peligro inmediato y evidente para la seguridad del Estado, ante todo, así como para la forma de nuestro régimen, la identidad del Estado y su futuro. Quien intenta empujarlo al abismo no es otro que el primer ministro. Israel se encuentra actualmente enfrascado en una guerra inútil, y Netanyahu está obligado a continuarla. Esta guerra continúa no por una necesidad de seguridad, sino porque constituye una necesidad política para Netanyahu”.
El año pasado, el ex mayor general Yitzhack Brik, en una entrevista al medio Urgente24 declaró que “la guerra ha perdido su propósito. Israel se hunde cada vez más en el fango de Gaza, perdiendo cada vez más soldados a medida que mueren o resultan heridos, sin ninguna posibilidad de lograr el objetivo principal de la guerra: derrocar a Hamas”. Asegura que si continua la guerra de desgaste, Israel se derrumbará. Cita que los ataques terroristas se intensifican en el interior del país, el ejército de reserva se está acabando y la economía se está desplomando. Han convertido a Israel en un Estado paria, lo que está provocando boicots económicos y un embargo de armas.
Y lo más preocupante, dice, es que están perdiendo la resiliencia social, a medida que el odio creciente entre las diferentes partes de la nación amenaza con encenderse y provocar su destrucción desde dentro.
Ahora, en una nueva entrevista al diario Haaretz del 12 de mayo, asegura que la expansión de las operaciones en Gaza solo aumentarán los problemas: se incrementarán las bajas en soldados; los prisioneros podrían morir en los túneles; no podemos derrotar a Hamas porque el ejército no es capaz de decidir la batalla; ante el fracaso todos nuestros enemigos levantarán la cabeza con mayor fuerza y nos encontraremos en una devastadora guerra de desgaste; perderemos las relaciones con la mayoría de países del mundo que seguirán acusándonos de cometer crímenes de guerra; perderemos nuestras capacidades económicas, no habrá dinero para rehabilitar el ejército ante crecientes amenazas; perderemos el interés del presidente Trump e incluso podría dejar de ayudarnos; el deterioro social dentro de Israel alcanzará un nuevo nivel.
El periódico Yedioth Ahronoth en su editorial del 8 de mayo, critica al jefe del Estado Mayor diciendo que está empujando a los soldados a convertirse en criminales de guerra y que la presión militar no salvará a los prisioneros de Hamas.
Otra demostración de la corrupción política y moral de Netanyahu se pudo apreciar el 17 de abril, cuando reanudó los ataques a la franja de Gaza violando el acuerdo de tregua, y que coincidía con la fecha de audiencia por el proceso judicial en que está acusado de corrupción y violación de la confianza pública vigente del año 2020. Sus abogados solicitaron cancelarla debido a “eventos excepcionales en el ámbito de la seguridad y la reanudación de los intensos combates en gaza”. El tribunal accedió a retrasar el proceso. ¡¡Simple coincidencia!!
El relato israelí carga hasta ahora con 53.939 víctimas mortales y 127.797 heridos palestinos, además de sus propios muertos, heridos y discapacitados permanentes. Efectivamente, como lo dicen los propios israelíes, enfrascados en una guerra que no pueden ganar definitivamente, más allá de victorias tácticas, el costo estratégico de ser un paria internacional, con un estado cuestionado inmerso en una base social fragmentada y resquebrajada nos habla de una derrota del proyecto y el relato mesiánico de Israel.
Por Carlos Gutiérrez P.
Carta Geopolítica 46, 27/05/2025
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