La economía de las drogas

Las personas que nunca hemos estudiado economía estamos haciendo un máster intensivo en los últimos meses

Por Mauricio Becerra

01/02/2012

Publicado en

Columnas

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Las personas que nunca hemos estudiado economía estamos haciendo un máster intensivo en los últimos meses. Primas de riesgo, fondos de estabilidad o deflación han pasado a ser conceptos tan cotidianos como los juegos de azar, a fuerza de titulares, expertos y tertulianos. Para no ser menos, en esta columna sobre drogas presentaremos una breve reflexión sobre algunos aspectos económicos relacionados con las sustancias psicoactivas. Aunque he comenzado por señalar mis escasos conocimientos sobre esta materia, existen datos muy llamativos que invitan a pensar.

En 1980, el paquete de 20 cigarrillos de una de las marcas más comunes en el mercado español costaba 60 pesetas (0,36 euros). En 2011, el precio del mismo producto es de 3,80 euros en el estanco, lo que quiere decir que su valor se ha multiplicado por 12.6. En el mismo periodo la barra de pan pasó de costar 0,12 euros a 0,70 (cuesta ahora 5,8 veces más que en 1980). Parece evidente que el tabaco ha subido más de precio en los últimos 31 años que el pan y que el esfuerzo económico para adquirir un paquete de tabaco es mayor que hace dos décadas. En esta variación de precios han intervenido muchos factores: inflación, cambio de moneda, etc. Actualmente los impuestos suponen el 80% del precio del tabaco, lo que da idea de su importancia como fuente de ingresos para el Estado.

Si hacemos el mismo ejercicio con algunas drogas ilegales, obtenemos resultados bien distintos. El gramo de heroína de 1980 ha dividido su precio por dos (20.000 pesetas en 1980, 60 euros en 2011). La cocaína se habría mantenido estable o incrementado muy ligeramente su precio (40-50 euros en 1980, 50-60 en 2011). Una pastilla de éxtasis costaba en 1986 alrededor de 7.000 pesetas (42 euros) y actualmente puede comprarse por cinco o seis euros.

Muchos manuales simplones de drogodependencias siguen sugiriendo que “un signo de que un adolescente consume drogas suele ser que falte dinero en casa”. Es seguro que en la década de los ‘80 consumir drogas ilegales de forma habitual suponía un esfuerzo económico importante. Pero en el siglo XXI las sustancias ilegales resultan tan baratas y accesibles como las legales, en ocasiones mucho más. Una pastilla de MDMA o unos ‘tiros’ de cocaína cuestan menos que una copa en una discoteca de moda, y las estrategias preventivas rara vez tienen esto en cuenta.

Por otra parte, los usuarios de drogas ilegales no tienen la oportunidad de contribuir al sistema a través de impuestos sobre las sustancias que consumen. Es probable que muchos de ellos prefirieran pagar al Estado por un producto controlado en lugar de alimentar los oscuros negocios vinculados al narcotráfico. Alguien debería recordárselo a aquellos que en estos días buscan incrementar ingresos y reducir gastos.

Fernando Caudevilla

* Médico de familia y miembro de Interzona

Periódico Diagonal

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