OPINION POLITICA

La mansa cueva del sultán Bracitos Cortos, también llamado Alí Babá

Bracitos Cortos o Alí Baba, que así lo llamaron después los historiadores, fue un famoso Sultán de los más ricos de Las Mil y Una Noches, escrito en farsi y tayico entre los siglos IX y XIV

Por paulwalder

09/01/2018

Publicado en

Columnas

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10 de Diciembre de 20177SANTIAGO

FOTO.VICTORPEREZ/AGENCIAUNO.

Bracitos Cortos o Alí Baba, que así lo llamaron después los historiadores, fue un famoso Sultán de los más ricos de Las Mil y Una Noches, escrito en farsi y tayico entre los siglos IX y XIV.

Fundó su riqueza, una de las cinco más grandes de su país, en las pillerías que solo o acompañado de 40 ladrones, cometió en toda la comarca persa y siria y, especialmente, en la gran cueva que lo acompañó toda su vida.

 

“¡Mansa cueva que se gasta el Califa Bracitos!” se comentaba en la comarca, antes de que el también Alí Babá llegara a ser, por decisión de su pueblo el Sultán. Se decía: “Mejor que Califa, y ahora Sultán, debió llamarse Rajá.”

Y se decía: “Hace muchos años Alí Babá o Bracitos Cortos, fue interventor de Muammar Pinochet en un banco de Talca con el título de Califa , pero tuvo que huir a su cueva, incluso protegido por la CIA, porque le había puesto ruedas al banco, pero lo salvó una visir de Pinochet, el Gran Asesino de Bagdad, que era muy fea y flaca y que estaba enamorada de una amiga de él, esclava del harén y odalisca”.

Si no es por su cueva y la flaca fea el califa Bracitos no habría tenido un escondite seguro y un lugar donde ocultar sus preciados robos -bancos, tarjetas, líneas de aviación, naves peruanas pescadoras, billetes de todos los tipos y una que otra joya- que no podían ser ni siquiera vistos por ojos extraños, porque estaban ocultos en una inmensa cueva con portones de rocas gigantes.

La cueva de Ali Baba o Bracitos Cortos ocupaba un lugar más allá del mar, en el también desierto de Las Islas Vírgenes (que de vírgenes no tenían nada) y sólo se abría a la consigna mágica de ¡Sésamo Ábrete!, las dos palabras esdrújulas y mágicas de la lengua farsi que se hablaba en los alrededores de Bagdad, gran ciudad árabe posteriormente destruida en mil pedazos y un millón de muertos por un político y militar occidental llamado George Bush, un ladrón extranjero aún mayor que nuestro Bracitos, también llamado Alí.

Pero la cueva de Bracitos Cortos o Alí Babá, que -como hemos visto- así se llamaba “El de los Brazos Cortos y las Uñas Largas”, que así también lo nominaba la leyenda contada por Sherezada- pasó a llamarse La Mansa Cueva y no cualquier día sino el día en que los Chinos, que no tenían arena para armar su indispensable cemento y construir sus doradas playas artificiales, llenaron las faltriqueras de Bracitos a penas éste asumió como Sultán, importándole toneladas y toneladas del preciado y sencillo mineral a los más altos precios, sin que el Califa, ahora Sultán Bracitos hubiera hecho algo, porque, como se sabe, ni él ni nadie ha sembrado arena, la arena está a la mano de los ocupantes del desierto y el piso y fondo del mar.

Hasta los veleros cargados de arena los pagaban los chinos.

-”La mansa cueva de Bracitos Cortos”- se voceaba por todo el planeta.

-”Este califa y ahora sultán tiene cueva como para sacarse todas las loterías y también las pollas”, repetían.

Y Bracitos, como si lloviera, sólo sonreía con una especie de mueca de felicidad, en medio de sus tiritones de hombros y cuello, y sus movidas incontroladas de rodillas.

Los 40 ladrones lo aplaudían, decían y mentían: “¡Qué grande es el califa Bracitos!” cuando todos sabían que si no hubiese sido por los Chinos, el sultán Bracitos habría vivido sólo y simplemente de sus fechorías”. “¡Apenas se supo en China de su triunfo para Sultán en la consulta a los de Bagdad, los Chinos importadores decidieron comprar como nunca antes las arenas del desierto!” agregaban y mentían sin embargo sus cuarenta ladrones, el Merculo y la Quinta.

Entre los 40 podía verse a la familia de su segundo, el Sha Duig, primo hermano de Bracitos o Alí Babá, que era el visir que mentía con más cinismo, que cuando niño de 15 había sido del mapu pero que en toda su vida aventurera militó en la Udi. El Sha Duig tuvo también un sobrino síndico en la mezquita de Rancagua, gordito y chico como había sido él, que fue ajusticiado por meter las manos. El síndico era sobrino también de Bracitos, porque Bracitos era primo hermano del Sha Duig, pero nadie lo decía y todos lo negaban.

-”No hay nepotismo” decían los hijos y hermanos de Bracitos, que trabajaban en La Moneda y ocupaban también, algunos con odaliscas, el castillo de los sultanes en Viña del Mar.

También componía el lote gente tan famosa como los jeques Gabriel Ruiz, Pablito Wagner, Golborne, Orpis, Novoa, y los emires Paulmann, Julio Ponce, Angellini y los Luksic, tan ricos o más que Bracitos. Muchos de ellos ajusticiados. O sea en manos de la justicia.

También componían la patota odaliscas como Ena, Andrea y Lily pero ellas terminaron pronto, lo fueron en las elecciones o fueron ajusticiadas.

-”Estaba bien buena la Ena” dijo siempre Bracitos después de sus bailes.

La concreta es que Bagdad y sus cercanías, con el dinero que le llegó al ahora Sultán Bracitos, triplicaron en un dos por tres su PGB; los pobres de Bagdad y provincias se ilusionaron y vitorearon al también llamado Alí Baba pero solamente eso porque al poco tiempo enmudecieron: los dos tercios o los nueve décimos de las nuevas ganancias de Bagdad quedaron como siempre en poder de los 40 ladrones encabezados por Alí Baba o Bracitos Cortos.

¡Mansa Cueva!

 

(Fuente: Las Mil y Una Noche, siglo IX)

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