Columna de Opinión

La reactivación del ideario marxista en la China de Xi

Si bien no falta quien piensa que el PCCh dejó de ser comunista prácticamente desde el abandono del maoísmo, la realidad es más compleja y quizá esta sea una conclusión precipitada. No es un partido revolucionario, es un partido de gobierno, pero el marxismo y su reafirmación constituyen aún una seña de identidad a la que nunca renunció y hoy, su revitalización, es un trazo singular del xiísmo.

La reactivación del ideario marxista en la China de Xi

Autor: Xulio Ríos

Una de las características más destacadas del xiísmo es la relevancia otorgada al papel del marxismo en la actual y decisiva fase del proceso de modernización. Con motivo del bicentenario de su nacimiento, el propio Xi llegó a calificar a Karl Marx como el más grande pensador de los tiempos modernos.

Xi ha definido el marxismo como “el alma de los ideales y las convicciones de los comunistas chinos” y atribuye el éxito histórico del PCCh a la especial atención prestada a la formación ideológica y teórica de sus militantes y cuadros. Al señalar que los principios generales del marxismo “siguen siendo totalmente válidos”, Xi reclama su estudio incesante pero igualmente su innovación constante, su continuo desarrollo y apela a la apertura de una nueva frontera para adaptar el marxismo al contexto chino y las necesidades de los tiempos.

Si Mao y Deng reclamaron la adaptación del marxismo a la realidad china, Xi pone el énfasis en la necesidad de un esfuerzo adicional e imperioso para adaptarlo a las necesidades de la época presente, en un momento de inflexión histórica, de cambios vertiginosos en China y en el mundo. “El marxismo se desarrollará ineludiblemente en función del progreso de la época, la práctica y la ciencia, no será invariable”, asegura Xi. Esas nuevas realidades deben servir para promover la innovación teórica.

La renovación del compromiso con el marxismo tiene como propósito gestionar esa nueva realidad persistiendo en la fidelidad a los fundamentos ideológicos fundacionales. Además, constituye una reafirmación de la legitimidad del PCCh para liderar el proceso e instar la adaptación tanto en el trazo grueso como fino sin que de ello se derive un cambio en su orientación principal. Y reclama basarse en la experiencia práctica y no en “ilusiones infundadas”.

El marxismo, además, provee de la razón ideológica para que el PCCh siga desempeñando su papel nuclear y vertebrador en la sociedad china, reforzando su propia autoridad. Dicho proceso se complementa con el énfasis en la “auto-renovación”, sustentada en una más estricta observación de la disciplina y la ética militante como garante del servicio al bien común.

Xi, en suma, reafirma la utilidad del marxismo para China y, en paralelo, refuerza el eclecticismo ideológico del PCCh incluyendo a la cultura y la civilización china en un mosaico de influencias que integra sus respectivas sinergias a modo de blindaje frente a la penetración del ideario liberal.

Las indicaciones de Xi a propósito de la promoción de una confianza cultural más fuerte cabe inscribirlas en ese afán de desarrollar las teorías culturales marxistas en línea con la procura de una fuerte garantía ideológica. Y recuerda que el marxismo no puede adaptarse al contexto chino ni a las necesidades de los tiempos sin considerar la raíz de la cultura tradicional china. El énfasis en este aspecto es más apreciable que en sus antecesores, si bien ya se apuntaban maneras en el denguismo tardío de Hu Jintao.

La enunciación del pensamiento de Xi Jinping sobre la cultura (que se suma a los formulados sobre la política exterior, el estado de derecho, la economía, la política ambiental o la defensa nacional) y las “nueve adhesiones” que plantea tienen como sustrato esencial el reforzamiento del papel rector del marxismo en la esfera ideológica.

El bicentenario del nacimiento de Karl Marx sirvió también al PCCh para auspiciar un ejercicio de reivindicación de este ideario de origen. A muchos puede sorprender tal proceder a la vista del rumbo seguido por China tras la muerte de Mao (1976) y la adopción de la política de reforma y apertura (1978) con tantos trazos a simple vista asociables al capitalismo incluso salvaje en determinados momentos. Pero lo cierto es que el marxismo, con sus altibajos, siempre ha estado ahí y en un acto conmemorativo que reunió a los máximos líderes del país, Xi Jinping elogió su papel como garante del éxito económico que le catapultó desde la condición de una de las economías más pobres a la de segunda economía del mundo con un modelo mixto que tanto mezcla propiedad pública o privada como también planificación y mercado.

Estas iniciativas, que a muchos desconciertan y a otros sorprenden, no suponen un giro ideológico sino una reafirmación. Lo realmente novedoso en los últimos años han sido las innovaciones promovidas por el PCCh y que se han sumado a ese marxismo ab initio que marcó su origen en 1921, de la mano, sobre todo, de Li Dazhao (1889-1927). Los comunistas chinos, aunque admitan la propiedad privada o el mercado, no por eso dejan de serlo ni formal ni realmente. A ello han sumado otras categorías como fruto de la adaptación a sus peculiaridades culturales de los idearios extranjeros (tanto el marxismo como el leninismo lo son) derivando en un eclecticismo ideológico que no rechaza tampoco el confucianismo o el legismo, movimientos propios que se han conducido de forma antagónica a lo largo de la historia y que el PCCh ha sumado a su ideario en cuanto contribuyen a fortalecer y blindar su liderazgo.

Bien es verdad que Xi se muestra más activo que sus predecesores en la defensa y promoción de la sinización del marxismo, es decir, de una adaptación que tenga en cuenta las innovaciones teóricas que son producto especialmente de su combinación con la realidad de China, reiterándolo como la ideología directriz pero que no obstante debe tener en cuenta que han pasado 170 años desde la publicación del Manifiesto Comunista. Xi reiteró que no existe un modelo único e inmutable de socialismo y que sus principios básicos deben integrarse con la realidad, historia y cultura de cada país.

Marx y el marxismo han sido siempre objeto de estudio en las diferentes etapas de la China del PCCh (1949) y constituyen un elemento central del proceso formativo y académico y también de la capacitación político-burocrática. Bien es verdad que lustros atrás, cuando se trataba de atraer capital exterior para desarrollar la economía, algunos retratos desfilaron de las paredes al desván probablemente como signo de la misma estrategia que Deng ideara en el orden internacional y que aconsejaba ser prudentes y esperar el momento o “sin portar la bandera ni encabezar la ola”. Pues bien, el momento de desempolvar, como también de alzar la voz en el concierto internacional, parece haber llegado.

Si bien no falta quien piensa que el PCCh dejó de ser comunista prácticamente desde el abandono del maoísmo, la realidad es más compleja y quizá esta sea una conclusión precipitada. No es un partido revolucionario, es un partido de gobierno, pero el marxismo y su reafirmación constituyen aún una seña de identidad a la que nunca renunció y hoy, su revitalización, es un trazo singular del xiísmo.

A mayores, ello se refuerza con la reivindicación de los “valores socialistas centrales” expresados con el lema “442”, es decir, las “cuatro conciencias” (integridad, altura de miras, lealtad al aparato y protección del nº1), las “cuatro confianzas” (en la civilización china, la metodología del Partido, su teoría política y su sistema centralizado) y las “dos protecciones” (la posición del nº1 como núcleo y la prevalencia del Comité Central).

Por Xulio Ríos

Fragmento del último libro de Xulio Ríos «Marx&China. La sinización del marxismo», publicado en Akal.


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