La recuperación pospandemia: larga y lenta, con más desigualdad y pobreza

Por Alfredo Zaiat

Por Sofia Belandria

07/12/2020

Publicado en

Columnas

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El avance de la vacuna contra el COVID-19 implicará el regreso a la «normalidad» en el funcionamiento de las economías, al interior de cada una y en relación al resto. La cuestión que empieza a debatirse es qué tipo de «normalidad» habrá en la pospandemia.

Existen varios interrogantes acerca de las características que tendrá la recuperación de la economía mundial. Se estima que puede ser en forma de V, o sea un dibujo que muestra que luego de una fuerte caída le sigue una suba de esa misma intensidad.

Para vislumbrar ese tipo de recuperación tienen que operar en simultáneo cuatro componentes clave:

  • La vacuna que frena la expansión del coronavirus.
  • Una mayor movilidad de personas vinculadas a la producción de bienes y servicios.
  • El diseño de políticas fiscal y monetaria expansivas.
  • La mejora del ingreso en términos reales de la población.

Sin esos factores interviniendo con intensidad la economía mundial corre el riesgo de hacer un dibujo de raíz cuadrada: fuerte caída, recuperación sin alcanzar el nivel anterior y estancamiento en ese umbral más bajo respecto al punto de partida.

En un evento organizado por la plataforma Outthinker, el premio Nobel Paul Krugman postuló que el dibujo de la probable evolución de la economía mundial se asimilaría a la de la pipa del logo de Nike, donde la curva de crecimiento tendría una angulación más plana que la de la caída. 

Tendencias

El último informe publicado por Programa sobre emprendimiento e innovación en América Latina (PRODEM) junto al Universidad Nacional de General Sarmiento, de Argentina, avanza en reflexionar sobre cómo será el mundo pospandémico. Define la existencia de siete tendencias probables: 

  • La recuperación económica llevará tiempo.
  • Aumentará la pobreza y la desigualdad social.
  • El papel de los Estados en la economía será más importante que en las últimas décadas.
  • La liquidez financiera será elevada y las tasas de interés bajas.
  • Los patrones de consumo y los hábitos de consumo cambiarán.
  • El cambio tecnológico será más rápido.
  • Se reconfigurarán las cadenas de valor mundiales

Ciudades y cambios tecnológicos

Una de esas tendencias sigue consolidándose, la de los canales de comercio electrónico que continúan creciendo rápidamente. La interacción social ha perdido terreno y el hogar ha recuperado importancia, al igual que la vida familiar y el trabajo desde casa.

Esos especialistas apuntan que el nuevo el consumidor buscará combinar la distancia física con la conexión social. La distribución espacial del consumo está cambiando debido al aumento del valor asignado a las ciudades más pequeñas sobre las grandes áreas metropolitanas.

Durante la pandemia, las aglomeraciones urbanas se consideraban más riesgosas y eso llevó a una parte importante de la sociedad a apreciar las comunidades más pequeñas.

El ritmo acelerado del cambio tecnológico tendrá un impacto en las sociedades. La masificación de la economía digital impulsada por plataformas y fintech, se complementará con el desarrollo de la biotecnología.

El informe explica que la producción y el ciclo de vida de bienes y servicios que son sensibles a la velocidad del cambio tecnológico serán afectados, con un impacto compuesto derivado de cambios en las funciones laborales con el teletrabajo.

Deuda

Otra tendencia que, a diferencia de los cambios tecnológicos, puede generar un escenario conflictivo es el financiero: la elevada liquidez y bajas tasas de interés están coexistiendo con importantes niveles de endeudamiento y quiebras.

En estos días, Zambia se convirtió en el sexto país en desarrollo en incumplir o reestructurar sus deudas en este año de pandemia. Y se esperan más episodios traumáticos con deudas soberanas y corporativas a medida que aumenta el costo económico del virus, incluso en medio de buenas noticias sobre las vacunas.

Esto estima el economista marxista Michael Roberts. Escribió en su blog el artículo «G20: la solución a la deuda», destacando que el Financial Times advirtió que algunos analistas piensan que grandes países en desarrollo, como Brasil y Sudáfrica, podrían enfrentar severos desafíos para obtener financiamiento en los próximos 12 a 24 meses.

Roberts apunta que «hasta ahora, los gobiernos del G20 han hecho muy poco para evitar o mejorar este desastre de deuda que se avecina».

La única medida que las potencias económicas han coordinado en estos meses de crisis global fue la iniciativa de suspensión del servicio de la deuda de los países muy pobres.

Ese programa permitió a 73 de los países más pobres del mundo posponer pagos, pero no se ha eliminado esa deuda, que sería la solución permanente para esas economías devastadas.

Desigualdad

El informe de PRODEM explica que otro signo de estos tiempos está asociado con el aumento de la desigualdad, el desempleo, la pobreza y la polarización de las sociedades.

«Estos resultados negativos serán más fuerte en aquellos países donde las estructuras prepandémicas ya eran débiles», indica.

UNICEF calculó que unos 150 millones de niños se han sumado a vivir en pobreza multidimensional, sin acceso a servicios esenciales, debido a la pandemia. 

Es un escenario que exigirá una intervención más importante de los Estados, ya sea en forma directa en la promoción de la reestructuración y revitalizaciónde la economía y en la ampliación de la asistencia a los más afectados por la crisis.

De hecho, desde el inicio de la pandemia, incluso aquellos Gobiernos considerados más ortodoxos lanzaron importantes planes de apoyo para las personas y empresas afectadas.

Sin embargo, la continuidad de estos esfuerzos en el mediano plazo y su impacto vendrá determinado, en gran medida, por la capacidad de cada país para implementar políticas fiscales en un contexto de mayor deuda pública.

La tendencia general hacia una mayor intervención pública estará condicionada a las capacidades de intervención de cada país. Aquí aparece, como quedó expuesto durante la pandemia, una relación desigual entre países desarrollados y en desarrollo.

Gasto público

El FMI calculó que el estímulo fiscal y monetario combinado en las economías desarrolladoras fue equivalente al 20% del Producto Interno Bruto.

En cambio, los países de ingresos medios ese saldo fue del 6 al 7% del PIB, mientras que los países pobres apenas pudieron hacer políticas expansivas equivalente al 2% del PIB.

Esto ha dejado a estas economías en una situación mucho más vulnerables a esta crisis, lo que incrementó los niveles de pobreza con la consiguiente fragilidad social.

Los economistas del FMI Vitor Gaspar, Paulo Medas, John Ralyea y Elif Ture escribieron que los países han tomado medidas enérgicas para amortiguar el golpe del coronavirus, por un total de 12 billones de dólares a nivel mundial.

Señalan que «esos fondos han salvado vidas y medios de subsistencia. Pero son costosos y, junto con las fuertes caídas de los ingresos fiscales debido a la recesión, han llevado la deuda pública mundial a un máximo histórico cercano al 100 por ciento del PIB».

Transición

A medida que las economías comienzan a recuperarse, los Gobiernos deben aprovechar este momento para alejarse del modelo de crecimiento anterior a la crisis y acelerar la transición hacia una economía digital y con bajas emisiones de carbono.

También para construir una sociedad que reduzca la desigualdad y mejorar el bienestar general.

El precio del carbono debería ser una característica clave de esta transición, porque impulsa a la población a reducir el uso de energía y cambiar a alternativas más limpias y, además, genera ingresos que pueden usarse en parte para apoyar a los más vulnerables.

En ese sentido, Hugo Kantis, director de PRODEM, adelanta que se esperan cambios en los patrones de consumo, más allá de los alterados por los efectos negativos de la pandemia en el escenario social.

Estos cambios en las preferencias de consumo impactan los niveles de gasto de los hogares y, en última instancia, las condiciones de la demanda.

Consumo

En estos meses ha mostrado que el aislamiento ha llevado a los consumidores a reordenar sus preferencias, priorizando la demanda de los bienes y servicios más necesarios (imprescindibles) sobre los superfluos.

El informe de la CEPAL «COVID 19: hábitos de consumo de alimentos y malnutrición» apunta que «los consumidores han tendido a preferir dietas menos nutritivas, menos frescas y más económicas». 

Es una decisión que puede explicarse por una disminución significativa del ingreso familiar y las restricciones a la movilidad. El documento advierte que «es sabido que una mala nutrición supone mayores riesgos de contraer enfermedades. En América Latina y el Caribe hemos convivido con alarmantes cifras de malnutrición por sobrepeso, obesidad y desnutrición».

Existe un círculo vicioso entre la pandemia y la malnutrición. Al extenderse el impacto y duración de la crisis del COVID-19 aumentan los problemas de malnutrición y, por lo tanto, se incrementa la vulnerabilidad sanitaria.

Por Alfredo Zaiat

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