Columna de Opinión

La semana de los tres grandes: Rusia, China y Estados Unidos

El mundo multipolar sigue caminando para su concreción, y aparecen nítidamente los nuevos referentes mundiales que buscan su afianzamiento, así como ampliar sus redes de contactos políticos, económicos y militares.

La semana de los tres grandes: Rusia, China y Estados Unidos

Autor: El Ciudadano

Por Carlos Gutiérrez P.

Estas dos últimas semanas han sido abundantes y muy demostrativas de los movimientos estratégicos de los tres grandes Rusia, China y Estados Unidos por establecer y consolidar sus respectivas posiciones en el tablero político mundial.

La Federación Rusa ya obtuvo un éxito político-diplomático muy relevante en el marco de la conmemoración de los 80 años de la Victoria sobre el nazi-fascismo, con una gran asistencia de jefes de gobierno y Estado de todos los continentes, varias reuniones de alto nivel que concretaron acuerdos en los planos económicos, políticos y estratégicos y declaraciones bilaterales con Brasil y China que reafirman la solidez de sus planteamientos comunes en torno a la situación mundial y el liderazgo que empujan de conjunto en los BRICS+.

Se consolidó aún más con el llamado del presidente Putin a iniciar conversaciones de paz con Ucrania el día 15 de mayo bajo los auspicios de Turquía, sin condiciones previas, entre ellas la tan anunciada exigencia de un alto al fuego por 30 días, que Rusia rechazó desde un principio debido a la vasta experiencia de violación de los acuerdos por parte de Ucrania, y que efectivamente solo sería ocupada para recuperar fuerzas militares, teniendo en cuenta que sus propios socios europeos aseguraron que seguirían enviando armamento, reclutamiento e instrucción a sus soldados.

Definitivamente la reunión en Estambul se realizó con delegaciones de ambos países que no incluyeron a sus respectivos jefes de Estado, ni la participación de representantes de la OTAN, como lo había exigido Rusia.

Como era de esperarse los acuerdos fueron mínimos, pero ya ocurrió el primer paso, que podría abrir nuevas posibilidades de diálogo. Por ahora, las visiones están muy distantes, especialmente por la falta de realidad y reconocimiento del acontecer militar por parte de Ucrania y sus aliados otanistas.

En China se llevó a cabo la IV Reunión Ministerial del Foro China-Celac que congregó a todos los países miembros, excepto Argentina, y con la asistencia de la más alta representación en el caso de Brasil, Colombia y Chile en la persona de sus respectivos presidentes.

Los resultados, expresados a través de la intervención del presidente chino y la declaración final, reflejan una visión común de los actuales acontecimientos mundiales, de los necesarios cambios en la configuración del sistema internacional y un compromiso por seguir avanzando en relaciones justas con respeto a los proyectos nacionales autodeterminados por los pueblos.

La presencia del jefe de Estado colombiano que está ejerciendo la presidencia temporal de la Celac y la del presidente brasilero que encabeza este año la presidencia de los BRICS+, sitúan a América Latina y sus gobernantes progresistas en una coyuntura oportuna para ubicar a nuestra región en un mapa multipolar renovado.

La coordinación entre nuestros países y el gigante asiático debe apuntar a defender el multilateralismo, particularmente en el campo del comercio, y así enfrentar el “egoísmo hegemónico”, como lo definió el ministro adjunto de relaciones exteriores chino Miao Deyu.

En la declaración conjunta entre los presidentes chino y brasilero, se hace una referencia fundamental a la necesidad de modernizar y reformar las instituciones de gobernanza mundial, la resolución pacífica de las disputas, y especialmente la reforma de Naciones Unidas con el objetivo de hacerla más democrática, representativa, eficaz y eficiente. Para esto es clave la defensa del multilateralismo, salvaguardar la equidad y justicia internacionales y rechazar el unilateralismo, el proteccionismo y la hegemonía.

China reconoce en Brasil un actor principal en la influencia y el papel en los asuntos regionales e internacionales.

Se reconoce que China es el segundo mayor socio comercial de la Celac y uno de los principales inversores directos en la región. El presidente Lula lo expresa muy bien cuando plantea que el respaldo de China es clave para avanzar en proyectos de carreteras, ferrocarriles, puertos y líneas de transmisión.

La conectividad interna de nuestra región ha sido históricamente la variable frágil para cualquier proyecto económico de desarrollo autónomo, y por eso el compromiso del presidente chino de disponer de una línea de crédito de inversión para infraestructura de 9.200 millones de dólares, es una excelente noticia.

Del mismo modo relevante es la información sobre las áreas en que se priorizará la colaboración. Las áreas de inteligencia artificial, telecomunicaciones, energías limpias, espacial y otras, concluyen que es un apoyo sustancial para avanzar en las cadenas de valor y en tecnología, para superar una región esencialmente extractivista.

Ambas líneas de cooperación apuntan al centro de gravedad de nuestra necesidad actual: conectividad e industrialización.

En los compromisos bilaterales también se llegaron a acuerdos relevantes. Colombia anunció que se unirá a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y espera que su participación ayude a desarrollar la llamada industria de última generación. Perú expresó su deseo de promover la Ruta de la Seda, desarrollar el puerto de Chancay y avanzar en nuevos convenios para profundizar la cooperación integral.

Esta puede ser una nueva gran oportunidad para nuestros países, pero no está exenta de los riesgos históricos, particularmente por la presión estadounidense en base a su declarado Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe que justifican la comprensión que tienen del rol del continente americano en su política.

En el caso de Estados Unidos, el presidente Donald Trump podría considerar que acaba de lograr su primera gran victoria en el proyecto de repotenciar internacionalmente a su país, debido a su exitosa gira por Medio Oriente, con importantes resultados políticos y económicos.

Acordó con Arabia Saudita un alto nivel de compromiso en inversiones y compra directa. Un trato por una inversión de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos y la compra de armas por 142.000 millones de dólares.

También aprovechó de reunirse con el jefe de la administración siria, Ahmed al Sharaa, por mediación del príncipe saudí. Trump le pidió que normalicen las relaciones con Israel y que controle a “grupos terroristas” (el actual gobernante sirio sigue estando en la lista del FBI de personas terroristas). Por su parte se comprometió a reducir la presencia de sus fuerzas militares de 2.000 a 900.

A cambio levantó las sanciones que se mantenían durante décadas sobre Siria, y obtuvo una invitación a las empresas estadounidenses para invertir en el petróleo y gas sirio (de hecho, hay una parte del territorio sirio ocupado por Estados Unidos donde se explota el petróleo que nunca fue autorizado por el legítimo gobierno sirio).

En su gira por Qatar, se firmaron acuerdos económicos y militares por miles de millones de dólares. La empresa aérea Qatar Airways comprará 160 aviones modernos Boeing 787 Dreamliner y 777X por valor de 243.000 millones de dólares; ocho drones MQ-9B por 2.000 millones de dólares a la empresa General Atomic; sistemas anti drones por valor de 1.000 millones de dólares a la empresa Raytheon; fortalecerán su relación militar bilateral y realizarán inversiones potenciales de 38.000 millones de dólares, de la cual una parte se destinará a la base aérea de Estados Unidos en Al Udeid.

En Emiratos Árabes Unidos logró un compromiso por una inversión energética de 440.000 millones de dólares para los próximos diez años y una compra de 28 aviones Boeing para la línea aérea Etihad Airways por 14.500 millones de dólares.

La gira de Trump está estrechamente vinculada a todos sus movimientos geopolíticos en la región que apuntan a mejorar sus relaciones comerciales con los países más importantes en la energía petrolera y moverse cautelosamente por un frágil camino de estabilidad entre sus socios regionales.

Obtuvo relevantes acuerdos económicos por miles de millones de dólares, especialmente para su industria militar, y mantuvo su presencia política que también busca contrapesar la importante y creciente presencia de China y Rusia en estos países.

Debe ser la primera vez en la historia que un presidente de Estados Unidos realiza una gira por Medio Oriente sin pasar por Israel, ni referencias públicas a la guerra en Gaza, y aparentemente sin informar al gobierno de Netanyahu sobre los movimientos políticos estadounidenses.

Genera una calculada crítica a Israel por su manejo en la franja de Gaza, y con eso tranquiliza a los países árabes circundantes que tienen un retórico apoyo al pueblo palestino; dejó de atacar al pueblo huti para no aumentar la presión en esa zona que podía afectar directamente a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que ya sufrieron derrotas en su enfrentamiento con los hutíes. Sí hay que agregar que a Estados Unidos también le convino alejarse de esa confrontación, para esconder su fracaso militar. Pero, como los hutis siguen siendo un problema, le dejó esa tarea a discreción de la fuerza militar israelí (sí es curioso, debido a su incontinencia verbal, su declaración sobre los hutíes afirmando que los yemeníes son los más valientes de los árabes y en vez de condenar sus acciones, los describió como resistentes y tenaces).

Sigue amenazando a Irán, a pesar de las negociaciones en curso, y con eso articula a todo el resto de sus socios: Israel y países árabes, reuniendo y satisfaciendo a toda esa coalición contra su enemigo común que es Irán.

A Israel le sigue apoyando implícitamente, ya sea por acción o por omisión, sobre todo ahora que se avecina, según los israelíes, una nueva ofensiva territorial en la franja de Gaza.

El mundo multipolar sigue caminando para su concreción, y aparecen nítidamente los nuevos referentes mundiales que buscan su afianzamiento, así como ampliar sus redes de contactos políticos, económicos y militares.

La presencia territorial ampliada de cada uno de estos grandes referentes está en disputa. América Latina pudiera emerger con algún grado de resonancia por el papel de Brasil en la dirección de los BRICS+. El caso de África nos muestra una continuidad de la escasez de su presencia específica, todavía con las huellas impregnadas del colonialismo. Y Europa, que, en su enceguecida lectura del mundo actual, camina aceleradamente a su irrelevancia en el diseño del nuevo sistema internacional.

Por Carlos Gutiérrez P.

Carta Geopolítica 45, 20/05/2025

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