Los Enteógenos como instrumentos evolutivos

“Que tal, si en vez de hablar tanto sobre la guerra contra las drogas, habláramos un poco sobre las drogas que podrían acabar con las guerras” Albert Hoffman Ya en tiempos del lejano oeste, se reconocía el rito de fumar la pipa de la paz, los “pieles rojas” en los esfuerzos por buscar la armonía […]

Por Mauricio Becerra

21/11/2012

Publicado en

Columnas

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“Que tal, si en vez de hablar tanto sobre la guerra contra las drogas, habláramos un poco sobre las drogas que podrían acabar con las guerras”

Albert Hoffman

Ya en tiempos del lejano oeste, se reconocía el rito de fumar la pipa de la paz, los “pieles rojas” en los esfuerzos por buscar la armonía con sus invasores, ofrecían la participación en ceremonias para trascender la guerra y alcanzar la paz, alcanzar alguna lógica, otra mirada por esa vía, para integrar realidades, para generar proyectos reconciliados, impregnados de unión, donde los intereses esenciales de ambas fuerzas fuesen incluidos.

¿Qué es lo que fumaban? Poco se decía, por lo menos en las películas del oeste que cuando niño mucho vi. Después me informé, que la cultura de los originarios de Norteamérica, utilizaban medicinas para iniciar a sus jóvenes, para expandir sus conciencias y compartir con ellos dimensiones de realidad más sutiles, para adquirir sabiduría y habilitarse para superiores responsabilidades.

A través de mi hija mayor, Arqueóloga, me entero de la cultura Tiwanaku, civilización que brota 400 años antes de Cristo y perdura hasta 1000 años después de Cristo alrededor del Titicaca, y se expande hasta al menos Ecuador por el Norte, San Pedro de Atacama por el Sur, Norte Argentino, Bolivia, La Amazonía por el Este y el Pacífico por el Oeste. Ellos, según los antecedentes arqueológicos, ofrecen señales de haber funcionado en paz, se expandieron a través de la instalación, en los lugares conquistados, de representantes de una elite que se irradiaba desde el centro, cuyo atributo relevante, al parecer, era que participaban de estados de conciencia más expandidos, que ponían al servicio de los esfuerzos por administrar realidades en forma eficiente. Los resultados alcanzados, permitían comprender la ineficacia, lo absurdo de la guerra como estrategia para el equilibrio y para el bien común. Esta elite daba señas del empleo de alguna sustancia o medicina para afectar ese estado de conciencia socialmente agradecido. Drogas, que han estado al servicio de la paz.

En Chile, como en otros lugares del mundo, el empleo de drogas para resolver, para evadirse del sufrimiento, para experimentar placer, para calmar la angustia, para alcanzar algún grado superior de tranquilidad y armonía, forma parte de la estrategias y herramientas que la cultura se ofrece a sí misma para mantenerse, para funcionar, para soportar y responder al Todo del desafío.

¿Como estas drogas logran realizar sus efectos?, ¿Cómo hacer para que el resultado sea entregar la paz?

La cannabis, protagonista de un debate en Chile, modifica la percepción y facilita la inclusión en la conciencia de dimensiones más sutiles de la existencia en quien la recibe. Después de un rato, dependiendo de la vía empleada -por vía aérea mas pronto que por vía digestiva- surge ante la conciencia la presencia de más y distinta información, que exige de la habilitación para soltar y confiar, para que la experiencia sea beneficiosa, iluminadora y generadora de paz. Para un temeroso de explorar, puede resultar una experiencia traumática, sus mecanismos tradicionales para mantener la estabilidad y el control se ven amenazados por la recreación de un escenario que obliga a operar con otro orden de principios.

Para aquel más intrépido puede aparecer relajación, alivio, “buena onda”, participa de un cauce más amplio en su conciencia que facilita la realización, más de la propia existencia en la conciencia, más armonía, todo bien, paz interior. Para otros, significa operativamente recrear las posibilidades de relacionarse con alguna dolencia de el plano físico, dolores articulares, jaquecas, nauseas secundarias al empleo de quimioterapia, son muchos. Para otros, y habitualmente a propósito de un entrenamiento de los usuarios, se logra emplear la expansión que la cannabis ofrece para cultivar el plano espiritual de la existencia, para explorara la dimensión más sagrada de la vida, ya estamos consagrando santa María a estas alturas, para dar cuenta de una cualidad del uso de un  modo que permita alcanzar la paz, esa que sin duda la mayoría de los usuarios de cannabis, fuera o dentro del clóset, sin duda ya alcanzan.

En este momento evolutivo, en que nos encontramos participando, es tan trascendente cualquier contribución que provenga desde nosotros para optimizar la oferta de cada uno y de todos. Es por eso que si cualquiera prospera  en la comprensión de la herramienta que emplea para calibrarse, para afinarse, se agradece.

En Chile -desde los estudios de psiquiatría comunitaria, realizados a través de procesos de investigación acción desde 1987- es posible reconocer el rol de la cannabis en distintos niveles de nuestra dinámica cultural para facilitar el acceso a estados superiores de alivio, satisfacción y creatividad en un número importante de ciudadanos. También es cierto que ha sido objeto de un uso perverso, utilizada desde la ignorancia, aprovechándose -como en muchos otros reflejos en la dinámica de la cultura- de necesidades y debilidades del ser humano para lucrar, para fomentar la oscuridad, para esconder la realidad que nos aleja de la prosperidad integral, con  materia y espiritualidad incluidas. Sin embargo, la cannabis aún pudiese estar más al servicio de la tranquilidad y la paz, si más allá de la Apocalipsis oficial dejáramos de luchar contra la fuerza de la Santa María o Cannabis, recibirla y conducirla con responsabilidad, podríamos otorgar un duro revés al narcotráfico y la delincuencia, y también a la ignorancia, que impregna nuestra cultura.

Es decir, en consideración a todos los análisis, que señalan sobre la necesidad de educar para participar de grados superiores de libertad, y sobre la pertinencia de liberarla como un acto lúcido y estratégico, tal como paulatinamente viene siendo a través del planeta, cuando la conciencia que conduce se rinde ante la información generada, como en algunos Estados de Norteamérica y en Holanda, Portugal, Uruguay…, podríamos efectivamente incorporar una medicina natural, utilizada en la lógica chamánica de la medicina, el poder Enteógeno de la cannabis para facilitar el desarrollo de respuestas evolutivas, transculturales, sintónicas con la física moderna y con muchas de las sabidurías ancestrales que hemos conocido de nuestro planeta.

La certeza de qué es lo que usaban para fumar la pipa de la paz no la tengo, mezcalina tal vez, si, lo más probable es que debe haberse tratado de algún Enteógeno, de algún regalo de la naturaleza, para -como la santa María- abrir nuestra conciencia y mejor comprender las distintas jerarquías de lo importante, al mostrarnos la realidad mas integralmente, cuando el uso es el correcto en el marco de esta perspectiva.

En síntesis, en Chile parece razonable, en  virtud de lo antecedentes, reivindicar el derecho a cultivar la dimensión espiritual de nuestra existencia, empleando Enteógenos para expandir nuestra percepción y saltar a otra jerarquía de observación, sintónica con los aportes de la física y la ciencia moderna, que sí se encuentra habilitada para incluir en la conciencia noticias de nuestra realidad situadas más allá de lo material.

Así, el rechazo, la guerra esencial contra la vida, declarada en forma inconsciente, por ignorancia, instalada como patrón oficial en nuestra convivencia, dará paso a una reconciliación con la realidad, con el Todo, con  Dios, con la Creación, a una Paz más verdadera y consistente, sostenida por seres humanos inteligentes, que brota cuando se recupera la dignidad y la conciencia.

Milton Flores

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