Marcha contra las AFP: «Es tiempo de la Gente»

El domingo 21 de agosto, más de un millón de chilenos y chilenas marcharon para exigir el fin del sistema de AFP, pensiones justas y dignas, los gritos, bailes y discursos, estuvieron centrados en la gente

Por Jose Robredo

29/08/2016

Publicado en

Columnas

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El domingo 21 de agosto, más de un millón de chilenos y chilenas marcharon para exigir el fin del sistema de AFP, pensiones justas y dignas, los gritos, bailes y discursos, estuvieron centrados en la gente.

El día sábado 20 de agosto en el hotel Fundadores, se dieron cita partidos y movimientos, liderados por Revolución Democrática de Giorgio Jackson y el movimiento autonomista liderados por Gabriel Boric. En la cita estaban también el partido Humanista y el sindicalista y ex militante comunista Cristian Cuevas. El objetivo del encuentro era dar los primeros pasos para la creación de un Frente de Izquierdas.

El millón de personas que marchó, lo hizo para criticar uno de los pilares del modelo neoliberal, que la casta política chilena no deja de defender y desde la izquierda siempre hemos querido reemplazar. Sin embargo, nos encontramos con familias completas que no sólo no se identifican como de izquierdas, sino que ni siquiera les interesa definirse.

La marcha contra las AFP, al igual que las marchas de 2011 por educación pública, gratuita y de calidad, tienen la particularidad de convocar a una mayoría ciudadana, que no se ve reflejada por las dicotomías derecha/izquierda, y más bien apelan al sentido común y a una demanda muy simple de reconocer: La necesidad de una patria justa y democrática, donde el Estado esté al servicio de su gente y no de la casta.

Sabemos que esta demanda está en franca contradicción con el modelo neoliberal, y que las transformaciones que se requieren para lograr la construcción de una sociedad para la gente requieren de su superación, sin embargo, es esa misma gente la que quiere que hablemos en común, con sentido práctico y sin rotularla con las lógicas del pasado, sabe que los de arriba quieren una patria para una minoría, mientras los de abajo, la queremos para todos y todas.

Con la misma sapiencia que la gente identifica que nuestra disputa es con la elite, la casta, la política tradicional y el modelo, intuye que en un horizonte más amplio se abre la posibilidad de una mayoría, mientras que en un terreno exclusivo, acotado y repleto de estigmas es imposible disputarle a los “de arriba”. Sería torpe que quienes nos consideramos fuerzas de cambio, decidamos abandonar la transversalidad que la ciudadanía exige para situarnos en una posición reducida del tablero político, justo en el momento, de mayor descrédito del duopolio político.

Es evidente que un frente de izquierda en sí mismo no tendrá capacidad de arrastre por su carácter intrínsecamente reduccionista. Lo sustancial no es quien representa a la izquierda, lo importante -y ahí va un tópico- es la gente.

La casta, de la misma forma que nos quiere divididos,  quiere que estemos preocupados en colocarnos en un plano ideológico que nos defina por nuestra identidad, que nos arrincone, quieren que la palabra izquierda esté en nuestro nombre, que en nuestros actos estén todos los símbolos de la izquierda y, si es posible, que suene la Internacional. Pero si somos capaces, en unidad,  de construir un lenguaje que emocione, movilice y trabaje con gente de muchos pensamientos y domicilios y con vocación de transformar la mayoría social que existe en mayoría política, probablemente El Mercurio no nos dará cobertura, entonces sí significará que los de arriba están preocupados y avanzamos por el camino correcto.

 

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