Opinión

Marihuana: No todo es tan simple

Resulta claro que una de las temáticas que mayor revuelo y discusión ha generado el último tiempo, es la problemática del consumo de sustancias, donde particularmente la marihuana ha levantado un mayor número de opiniones respecto a los posibles daños o beneficios que pudiese tener para el desarrollo de una persona

Por paulwalder

27/01/2016

Publicado en

Columnas

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Alejandro Iglesias

Alejandro Iglesias

Resulta claro que una de las temáticas que mayor revuelo y discusión ha generado el último tiempo, es la problemática del consumo de sustancias, donde particularmente la marihuana ha levantado un mayor número de opiniones respecto a los posibles daños o beneficios que pudiese tener para el desarrollo de una persona.

Si hablamos de marihuana nos referimos a una sustancia que en términos de la percepción social, ha ido cambiando su significado, es decir, ya no tenemos como sociedad una sola opinión dominante para entender o significar lo que la marihuana puede o no representar para uno u otro grupo social.

Debo decir que si bien mi postura personal no es a favor de la marihuana (esencialmente porque no me he visto sugiriéndola como un estilo de vida) creo que es necesario poner en discusión lo que se observa en la gente y la experiencia que cada una de esas personas expresa respecto a lo que ha sido o no su vinculación con dicha sustancia. Parece indispensable entonces considerar el contexto socio-cultural en el que estamos situados a la hora de discutir sobre el significante “droga”.

En este contexto, observamos que nos encontramos en un período de la historia caracterizado por un cambio constante en las condiciones de vida, en el cuestionamiento de los referentes valóricos que anteriormente fueron un sostén para la humanidad (Iglesia, dioses, movimientos sociales, etc), donde todo sucede rápidamente, existiendo una gran cantidad de cosas que son desechables, por ejemplo, el que los zapatos (generalmente) cuando tengan un desperfecto ya no son llevados al zapatero, sino que sencillamente se compra otro par, tenga o no tenga como pagarlos , pues existen tarjetas bancarias que me permiten tener una gran cantidad de objetos de alto costo en una salvaje inmediatez.

Siguiendo esta descripción, observamos condiciones laborales generadoras de altos montos de stress, agotadoras jornadas de trabajo, dificultades para que nuestra opinión sea tomada en cuenta a la hora de cambiar las condiciones de vida, y como no, una gran dificultad cuando a esto se le suma el cuidado de los hijos como un área postergada frente al “hay que parar la olla”. A esto se le suma un sistema de transporte que no ayuda mucho a despejarse de los problemas cotidianos, sino que, potencia todo aquello de violento que cualquiera de nosotros pudiésemos tener. Luego se llega a la casa y seguramente nos encontremos con aquella realidad a la que nos enfrentamos diariamente, nos inquieta estar ahí, no tenemos fuerzas para enfrentar el gasto energético que es buscar una y otra vez soluciones a los problemas familiares o interpersonales. Se genera entonces la sensación de desesperanza frente a la vida, aquel malestar de no poder hacer algo que permita cambiar -aunque sea por un momento- la cotidianidad aplastante.

Los hijos demandan tiempo, la pareja demanda tiempo, la familia demanda tiempo, el hogar, las cuentas, los desencuentros, etc. Entonces no me queda más que plantear ¿Hasta dónde llega mi capacidad de resistencia para hacer frente a las dificultades cotidianas?.

Una de las cosas que puedo mencionar de la práctica clínica del consumo de sustancias –y de la marihuana en este caso- es que las condiciones de vida en las cuales estamos socialmente inmersos resultan un factor propicio para generar vías de escape, de no pensar, de relajarse, de bajar los niveles de ansiedad, de buscar modos para seguir funcionando en la rutina. En particular en este contexto ¿No es el uso de la marihuana un medio para hacer frente a tales dificultades? , ¿Lo hago porque simplemente tiene un sentido recreativo?, ¿Será una solución para enfrentar el vivir pues no se me ocurre otro modo?

En tal sentido, puede ser aclaratorio el visualizar dos formas de ver las problemáticas de salud en general: Por un lado, una mas focalizada a la comprensión de una problemática de salud mental desde el síntoma (biomédica), es decir, desde lo que se puede observar (insomnio, irritabilidad, escuchar voces, crisis de pánico, etc) y la otra que entiende al consumo problemático como la expresión de algo que va mas allá del fijarme si consumo o no consumo (situaciones traumáticas en la infancia, violencia intrafamiliar, problemas de autoestima,  etc). Hago mención a esta diferenciación, pues me atrevo a decir que el enfoque que mas prevalece en profesionales que trabajan el tema, en usuarios de salud mental y la comunidad en general, es entender la problemática de la marihuana desde fijarse solo en el síntoma (si consumo o no consumo), especialmente en situar a la persona como portadora de un problema por el solo hecho de consumir marihuana sin mirar y ayudar a superar los problemas que hay detrás.

En mi opinión, no es la estructura química de la marihuana la que me llevaría a tener un consumo excesivo, un consumo problemático, sino que, aquellos aspectos de la personalidad del sujeto, las relaciones familiares, las condiciones de vida que generan importantes montos de stress, harían  del uso de la marihuana una forma de enfrentar problemas diarios.

Asimismo toca observar una diversidad de casos en que, en personas con Parkinson por ejemplo, el consumo de té de marihuana ha servido para disminuir las incomodidades propias de la enfermedad y de este modo bajar las altas dosis de medicamentos (droga) que estarían consumiendo, como también personas adultas que utilizarían la misma infusión para bajar los montos de ansiedad producidos por las duras condiciones laborales y familiares, permitiendo tranquilizarse y así conversar de otro modo las problemáticas con sus seres más cercanos, es decir, la misma función que –de algún modo- buscan un gran número de médicos generales y psiquiatras en la actualidad, con el conocido y muy utilizado “Clonazepam” (fármaco de alto poder adictivo).

En resumen, el presentar estas ideas -e insisto-, sin ser promotor del consumo de marihuana, tiene el fin de aportar a una discusión crítica, situando el diálogo de los diferentes puntos de vista implicados en dicho fenómeno social, pues muchas veces como seres humanos cometemos el error de tomar las cosas que aprendemos y considerarlas como una verdad incuestionable.

¿Es adictiva o no adictiva? ¿Es buena o es mala? ¿Es su poder adictivo el problema o es la sociedad el problema?.

Y así podríamos seguir generando preguntas necesarias, para que justamente, se observen las diferentes perspectivas que tiene un fenómeno social, pues si algo ha demostrado el tiempo y el pensamiento humano, es que todo hecho y significación social es cambiante, determinada por los procesos socio-culturales, llevándonos a pensar que muchas cosas que hoy consideramos buenas o malas, normales o anormales, posiblemente en un futuro no lo serán.

 

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