Más democracia, nunca menos

Espero que, de entre las y los intervinientes del nuevo ejercicio constituyente “protegido” por el parlamento en ejercicio, particularmente de la mayoría de los obedecen al modelo actual, se inspiren en la necesidad de cambiar lo que permita ajustar el Estado de Chile a la realidad de quienes lo habitamos y no a la quimera subsidiaria, mentirosa y cruel que vivimos

Por Marian Martinez

16/03/2023

Publicado en

Columnas

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Por Manuel Woldarsky, abogado, Defensor de Derechos Humanos, ex constituyente

“Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada”, dijo Mark Twain ya antes de 1900. Una frase preocupantemente vigente hoy en este país del sur del mundo y luego de 200 años de historia “democrática”, pues nos tiene viviendo esta pantomima de reforma constitucional que, con falta de pudor, engrupe con ser un “consejo Constitucional” cuando son los mismos eligiéndose entre sí, asumiendo de manera colectiva el costo de tomar decisiones antidemocráticas organizadas por los representantes democráticamente elegidos. ¿Lo hicieron para permitir la oportunidad, para que nadie les apunte con el dedo frente al fracaso de su propia receta o para fomentar la impunidad?

El 6 de marzo, leía las noticias sobre el inicio de la redacción de una propuesta de nueva constitución y me llamó la atención el “grupo de expertos”: personas elegidas a dedo respecto de quienes no emitiré comentario, salvo por algunas provocaciones específicas que podrán leer. Trataré de abocarme al hecho histórico y al diseño político enquistado -de nuevo- en unos pocos, menos que la vez anterior, pero no puedo sino proponer preguntas y algunas reflexiones frente a todo lo que hemos vivido en estos últimos años.: ¿es un genuino proceso constituyente?, ¿es paritario?, ¿es plurinacional?, ¿es territorial?, ¿nos representa como país? ¿cuenta con participación ciudadana trazable, incidente, vinculante?, ¿estamos acaso frente a la segunda parte de la Comisión Ortúzar de la Constitución del 80? Resulta inevitable pensar que su propuesta será conocida como “la constitución de los partidos políticos”… ¿Es la Comisión mixta del plebiscito de 2020? Juzgue usted.

Me incomoda ver a personas que históricamente se han negado a las transformaciones sociales ofreciéndose a través de marketing publicitario como “moderados” con la intención de participar en este impulso recortado para “reformar” el estatus quo, pues no debemos olvidar que cuando teniendo la oportunidad no lo hicieron, considerando especialmente que las reformas ya no sirven (por lo menos, desde el 2019); y lo que es peor, toleraron el relato que criminaliza a quienes llegan con nuevas ideas a la política, mientras se hacían los tontos ante la inmoral acumulación de riqueza que existe en Chile bajo la cómoda miopía de los partidos que han mantenido el poder desde que lo “soltaron” los militares. ¿Para qué? ¿Para que propongan una nueva, o reformada- constitución entre ellos?, ¿o para ellos?; pero no han tenido en cuenta algo muy importante: que este nuevo esfuerzo relega a los pueblos de Chile, a la ciudadanía, solo a mirar. Eso es una nueva manifestación de la democracia tutelada, la metástasis política que contagió Jaime Guzmán en el inconsciente colectivo, de la que no hemos sanado.

Recordar a los arquitectos del sistema que vivimos es necesario, pues permite no perder de vista que lo vivimos durante la conmemoración de los 50 años del golpe cívico militar chileno, trauma sociocultural no superado por nuestro país, demostrado en el hecho de que sigue siendo un momento de reivindicación de heridas aún abiertas y de dolores provocados por la indolencia de quienes pensaban recibir elogios y tuvieron cárcel. La carta fundamental no se aleja del tema, pues siendo el texto legal más importante en un estado de derecho, la chilena (la actual) la impuso Pinochet: el criminal, el ladrón, el narcotraficante, el asesino que encabezó esos 17 años de horror que provocaron las penurias que aún tratamos de resolver, 50 años después. No me vengan con la estupidez de que “dividirnos en torno al pasado no ayuda”, pues esa no es una respuesta para alrededor de 2000 familias que aún buscan a sus detenidos desaparecidos, no 50 años después que comenzaron esas pesadillas. Y ojo, mi énfasis está basado en la falta de justicia y de mecanismos de reparación integral que permitan a esas familias -por lo menos- aprender a vivir con el dolor que el estado (que defienden los partidos políticos de la ex concertación, alineados con las derechas) les provocó.

Con eso en mente, recuerdo e interpelo a los partícipes de este proceso que no están en posición de solucionar algunas de las demandas del pueblo chileno, deben proponer una solución integral, el nuevo proceso debe ponerse delante de las necesidades de dignidad que la ciudadanía tiene y brindar mecanismos que ofrezcan soluciones y respuestas, pues la administración del poder político en Chile -hasta la fecha- no ha querido solucionar, y si antes eran demandas, hoy son exigencias, y si no lo han notado, simplemente les faltan esas cuotas de realidad. Estoy seguro que la aplicación de los derechos humanos como piso para la sociedad del futuro, no como recomendación, no como buenos deseos sino que como derechos, medibles y justiciables sacará al país de estas crisis. Algo menos que eso, es mantener el problema.

A pesar del dolor y la incertidumbre que provocó el rechazo a la propuesta de la que tuve el honor de participar (a pesar de saber que su diseño estaba enfocado en su fracaso y que, pese a eso, trabajé sin descanso), espero que este segundo proceso Constituyente destaque por ideas que mejoren la calidad de vida, la reproducción de la vida, la satisfacción de necesidades como derechos, el respeto por el medioambiente de todas y todos y no solo de quienes pueden pagar por ello, pues lo contrario sería profundizar el legado espurio del actual texto, el que precariza la vida, que aquello que merecemos por derecho lo vuelve un bien de consumo. El crecimiento económico será de mi interés cuando en sus ganancias puedan comprobar que mejoran la vida de sus intervinientes sin necesidad de precarizar sus condiciones materiales, pues así se vive hoy entre quienes ganan el sueldo mínimo o con un sueldo variable basado en ventas, o entre quienes trabajan para aplicaciones, que solo son algunas menciones a trabajos difíciles, mal pagados y con mucha publicidad para ocultarlo.

No hay tiempo que perder, y como nos ocurrió por primera vez en este siglo a los primeros 154 constituyentes de Chile: si sienten el peso del país en sus hombros con su trabajo, entonces tienen la obligación de lograr lo que no nos permitieron a las y los pioneros. No juzgaré como lo hicieron con nosotros, esperaré el resultado, pues es el producto lo que hay que evaluar; pero no me pidan estar de acuerdo ante una comisión mixta porque no puedo, va contra el derecho a la autodeterminación que tenemos todas y todos solo por ser personas. Es una torcida aplicación del derecho, es una violación de los derechos humanos colectivos que tenemos como chilenas y chilenos. A pesar de eso, espero que logren -por lo menos- terminar el proceso y generar una propuesta, al mismo tiempo que propongo un análisis crítico frente a lo político y a la política contingente, pues no debemos ni merecemos ser tratados como rebaño. Este país (y su estado) lo financiamos entre todas y todos, y el ejercicio constituyente es provechoso si logra más derechos, si nos permite más democracia; porque si es reducida será exactamente lo mismo que nos heredó la dictadura chilena, y la consecuencia es la ruptura social, que siempre es traumática, dolorosa y dura más de lo que quisiéramos, y ya tenemos hace 50 años un ejemplo que aún no superamos, y ha sido una experiencia muy dolorosa, por mucho que no le importe a un sector mínimo de la población.

Espero que, de entre las y los intervinientes del nuevo ejercicio constituyente “protegido” por el parlamento en ejercicio, particularmente de la mayoría de los obedecen al modelo actual, se inspiren en la necesidad de cambiar lo que permita ajustar el Estado de Chile a la realidad de quienes lo habitamos y no a la quimera subsidiaria, mentirosa y cruel que vivimos. No olviden que fueron esos intereses, más la corrupción, más la violencia aporofóbica, racista, institucional e indolente que vivimos, los detonantes que provocaron las crisis y la Revuelta Social de Octubre.

Un punto que merece preocupación es la ausencia de representantes de pueblos originarios. ¿Cuánto tendrán que ceder aquellos representantes indígenas que participen en el nuevo proceso para defender aquello que han ganado hasta hoy? Porque si la institucionalidad actual permite dicha participación, en mi opinión, la nueva constitución debería asegurar su presencia y el respeto por su cosmovisión. ¿Ocurre esto? La diversidad es una fortaleza, no una amenaza.

Podemos ser opositores, pero no indolentes como quienes se opusieron tenazmente que pudiéramos siquiera terminar nuestro trabajo, como varios -hoy- candidatos. Nunca fuimos extremistas, solo buscábamos radicalizar la democracia, un verdadero estado social de derecho que garantice su eficacia y un reconocimiento institucional a los más oprimidos a través de la historia. Lo demás fue un discurso de odio encubierto, solapado, de quienes tuvieron miedo de perder sus privilegios por la constitución ilegítima que rige hasta hoy. Lo contrario genera populistas como Kast, o neonazis como el del sombrero o el sheriff en el Parlamento u otros indeseables que solo desprestigian el lugar donde más necesitamos sensatez, donde se toman las decisiones difíciles.

Tomaré una frase del presidente socialista Salvador Allende, elegido democráticamente y derrocado por un golpe de estado de las Fuerzas Armadas de Chile para decir que “Tengo fe en Chile y su destino”. Tengo fe en las decisiones que tomamos como pueblo aunque a veces no las entienda, y trabajaré sin descanso pues creo que podemos transformar Chile y devolverlo a los territorios, a las comunidades, y arrebatárselo a los dueños del capital.

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