Educación VIII

Mercantilización del espíritu y cultura del silencio

La mantención de la sociedad despolitizada, o cultura del silencio, se efectúa a través de la educación “bancaria”, que reproduce el sistema de dominación vigente en las relaciones sociales capitalistas, al mercantilizarse la educación.

Mercantilización del espíritu y cultura del silencio

Autor: Hervi Lara

I

La crisis de la educación obedece a un plan de las élites del poder para mercantilizarla y destruir la educación pública, para así colonizar las mentes de los oprimidos y reproducir una cultura del silencio. De esta manera, a los oprimidos se les llama ignorantes. Sin embargo, ignorante no es quien no sabe, sino quien establece relaciones causales míticas y que se dan en las sociedades en las que se niega el diálogo, convirtiéndose así en sociedades “mudas”. El paso del silencio al diálogo es la politización, que es realizada por la educación liberadora. De esta manera, la persona politizada “es la que pasó de la percepción de la vida como mero proceso biológico, a la percepción de la vida como proceso biográfico, histórico y colectivo” (1).

La mantención de la sociedad despolitizada, o cultura del silencio, se efectúa a través de la educación “bancaria”, que reproduce el sistema de dominación vigente en las relaciones sociales capitalistas, al mercantilizarse la educación. Aquí se naturaliza que el profesor detenta el monopolio del saber que le han ordenado enseñar. El alumno paga y se sacrifica para obtener una parcela de ese saber, el cual se convierte en poder cuando reproduce la ideología de la clase dominante.

En estricto rigor, la educación es historia porque existe una estrecha vinculación entre educación y política. Por tanto, la educación no es neutral, puesto que es un acto de conocimiento y un acto político al mismo tiempo, tendiendo a la transformación de la persona en cuanto clase social y en cuanto a su mundo personal. Al decir que la educación es un acto de conocimiento, se está señalando que es expresividad y no sólo transferencia de datos. Es liberadora para ser realmente educación. Es decir, la educación liberadora requiere superar la “concepción nutricionista del conocimiento”, para invitar a los educandos a conocer y descubrir la realidad en forma crítica. Este proceso se llama concientización y consiste en la inserción crítica de las personas en la acción transformadora del mundo. Por tanto, la educación entendida como el “aprender a decir la palabra”, debe ser precedida de la lectura rigurosa del mundo, porque ello permite desocultar y no esconder la realidad en función de los intereses de la clase dominante. Esto es hacer la historia, lo que significa “estar presente” en ella y no sólo “representado” en la misma. Cuando los oprimidos están sólo representados en la historia, es una indicación de que la educación no es neutra sino política, porque se les está imponiendo la cultura del silencio por “orden” de la clase dominante.

II

La cultura no es atributo exclusivo de la clase dominante. Los llamados “ignorantes” en las concepciones de las élites del poder, son personas cultas a las que se les ha negado el derecho a expresarse y, por ello, son sometidas a vivir en una cultura del silencio. La escuela clásica emanada de la clase dominante cumple la función de castración de la capacidad creativa y participativa, porque la producción del saber sigue las reglas de la economía capitalista: búsqueda de ganancia, acumulación de plusvalía, división social del trabajo. Por este motivo, “el niño popular tiene muchas dificultades para aprender, a partir de un universo y un vocabulario que no le pertenecen” (2).

La cultura del silencio cosifica a la persona, pues no la considera como un ser hecho para la transformación, sino como un ser que debe adaptarse y “ser llenado” por la cultura de la clase dominante. En consecuencia, la cultura del silencio impide la concientización, la que se comprende como el proceso que se instaura cuando la conciencia se hace reflexiva y, al serlo, asume a la persona como un ser tanto histórica como ontológicamente para la transformación. Al negar la concientización, la cultura del silencio instaura la “domesticación”, que es un proceso de mitologización. En esta “domesticación” contribuye un sistema educacional que prohíbe pensar y adapta a las personas a la no-conciencia.

III

En Chile, reiteradamente se han formulado reformas educacionales sin la participación de profesores y sin reflexiones sobre el significado y el sentido de la educación. Todos los procesos de supuestas reformas han sido impuestos sobre la base de los intereses de la clase dominante, reduciéndose a rendiciones de cuentas para alimentar a las “autoridades” educacionales con información administrativa y sin considerar a quienes realizan el trabajo pedagógico. Los profesores son tratados como receptores y aplicadores de las órdenes emanadas de la clase dominante y edulcoradas por burócratas ajenos a la educación y, no obstante, definen las políticas educativas. Se incrementa la desconfianza hacia los profesores, a quienes sólo se les controla y se les reglamenta en torno a lo que se extralimita de las reglas de los centros escolares. Los profesores no tienen peso en las discusiones y en las adopciones de decisiones que se les imponen. La consecuencia es la afectación a la salud mental traducido en elevadas licencias médicas y en la desafección y violencia estudiantiles.

La raíz de esta educación “domesticadora” está en la mercantilización de la misma a través de la privatización, encubierta en una encomiástica “alianza público-privada”, que desemboca en el incremento de la desigualdad y la ausencia de democracia. Esto se valida por autoridades intermedias, locales y de las mismas escuelas que carecen de calidades teóricas e intelectuales, lo que se traduce en condición indispensable para el establecimiento de la cultura del silencio. El medio impositivo radica en los paradigmas de evaluación: todas las pseudo reformas mantienen el SIMCE, la PSU y las innumerables calificaciones cuantitativas, puesto que las autoridades no permiten instancias de reflexión sobre las políticas educativas. Las salas de clases permanecen sobrecargadas de estudiantes; las infraestructuras son deficitarias; los materiales ofrecidos llegan tarde o se acumulan en bodegas; los ruidos exteriores impiden la concentración; las decisiones son unilaterales; jamás se hace alusión al bienestar de los profesores, ni a la falta de coherencia institucional y menos a la participación efectiva (3). Siguiendo a Nietzsche, el efecto es el nihilismo, esto es, aquella situación en que los valores supremos han perdido su vigencia, falta la finalidad y falta la respuesta a la pregunta por la finalidad de la educación.

Hervi Lara B.

La educación permanecerá en crisis porque se ha mercantilizado para mantener la “cultura del silencio” impuesto por las élites del poder en una sociedad capitalista, cuyo único principio rector es la rentabilidad, se encuentra ajena a la ética, a la integridad, al respeto, a la colaboración, al compromiso y a la educación liberadora. Ya Plutarco afirmaba que “las almas no son vasos que se hayan de llenar, sino fuegos que se han de encender”. En cambio, al entrar la educación al mercado, se mimetiza en lo burdo de éste: vender caro, comprar barato, cobrar rápido y pagar lento. Todo lo demás es inútil. Así se ha domesticado a Chile.

Por Hervi Lara B.

Santiago de Chile, 13 de octubre de 2025.

NOTAS

  1. Frei Betto. Esa escuela llamada vida (Diálogo de Frei Betto con Paulo Freire. Editorial Legaso, Sao Paulo, 1985). ↩︎
  2. Palabra de Paulo Freire (Conferencia dada el 21 de noviembre de 1991, en Santiago de Chile, publicada por la revista El Canelo de Nos (Revista chilena de desarrollo local, Año VI, N° 30, diciembre de 1991, páginas 36-39). ↩︎
  3. Planteamientos extraídos de comentarios de la investigadora educacional Francisca Corbalán. ↩︎

Fuente fotografía


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