Música Vienesa, Historia de Amol

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces le había bastado asomarse, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río le dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts… (*) Esto […]

Por Director

29/05/2006

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Columnas

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¿Encontraría a la Maga? Tantas veces le había bastado asomarse, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río le dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts… (*)

Esto quedaba un poco más allá, en la rue de Sèvres, cerca de la torre. Esta vez no tuvo que encontrarla, porque llegó a su casa como a las ocho. Se veían tres veces por semana, a las horas en que se podía, porque ella estaba casada. Llevaba años con el marido, pero el problema, le había dicho, era que “lo tenía muy chico”.
Tras la segunda copa de rouge sec -y encendiendo un “Gauloise”-, rió nerviosamente y le dijo:
-Mon amour, ¿por qué no alquilamos una de esas películas…?-, e indicó con gesto pícaro hacia la tienda de enfrente…
-Verdad, dicen que eso inspira.
Bajó corriendo y trajo una.
Perfecto.
Deteniéndose un segundo mientras la desvestía, conectó el DVD.
La película era bien buena. “Mon amour, mon amour, tu me fais mouriiiir…!”, gemía la rubia, enredando la cabellera en el torso granítico de su compañero. Era igualita a la Nicole Kidman, pensó él con amargura.
-Estee,…es igualita a la Nicole Kidman, ¿no, mi amor…? ¿Quieres que baje a alquilar “La Intérprete”?
-¡Qué va a ser igualita!- contestó la Maga, soltándose y cubriéndose con la sábana- ¿Que no ves que tiene las tetas pura silicona? Y mírale las cicatrices por todos lados: ésa se ha hecho quizás cuantas operaciones…-La sábana marcaba un contorno esférico. Casi esférico.
“Mon amouuur, il est ÉNORME, je t’adooore…!!!
Y era. Pero bajo el contorno -bastante esférico- de su propia sábana se palpó con inquietud. Iba bajándose, bajándose. Aunque todavía era más grande que el del marido. Mientras, en el DVD, la segunda vez -17 minutos y contando- parecía todavía mejor que la primera.
Con la mirada fija en “un sector” de la pantalla, ella exclamó: -¡Uyyy, mi amorcito, pero qué rica cosita tienes! Ay, qué pena ¿cuándo voy a tener un hombre así? Siempre me tocan guatoncitos que la tienen chica… Y mira, ¡llevan como media hora!…
-¿Otra copita de vin rouge Mouton-Rothschild cosecha 1958, mon amour?
-¡Hasta cuándo me das vino! ¿Quieres que siga engordando? Y tú, estaría bien bueno que dejaras de tomar y empezaras a ir al gimnasio. Mírate la panza que tienes…
Ya se estaba vistiendo. Arrancándole la copa que le tendía, la hizo añicos contra la alfombra. La mancha oscura se extendió cubriendo el preservativo fláccido, que se había salido solo.
-Pero, pero…, ¿qué? ¿Te vas? ¿Y lo nuestro, mon amour?
-Sí, me voy, porque tengo que cocinar para Abdul. ¡Y no quiero verte más!
Quedaban unas gotitas de Mouton-Rothschild cosecha 1958. Pero todavía estaba abierto el Monoprix (cadena de supermercados parisina). Se hirió los pies con los vidrios rotos al levantarse, pero bajó corriendo a comprar una de rhum agricole; hacía falta algo más fuerte para la ocasión. Alcanzó a alquilar “La Intérprete” antes de que cerraran. Se durmió sin terminar de verla ni recordarla, con la botella vacía en la mano.
-¿Monsieur Lenoir? Quería avisarle que hoy volveré a faltar. De nuevo me vino mi ataque de tortícolis…
-¡¿Otra veez?! Mire, señor Dupuis, todos sabemos cuál es su problema. Es mejor que se lo diga de una vez: queda despedido.
A la madrugada siguiente, la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río invitaba a tirarse al señalado sistema fluvial. Sólo faltaban unas gotitas de rhum agricole. Para darse valor.

(*) Párrafos iniciales de “Rayuela”, de Julio Cortázar.
Víctor Rodríguez-Sandova

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