Chile es sede de la cumbre internacional Democracia Siempre, un encuentro convocado para responder con urgencia a una de las amenazas más graves que enfrentan nuestras sociedades contemporáneas: el avance organizado, estratégico y global de la extrema derecha.
Esta no es una preocupación ideológica ni una disputa entre visiones políticas legítimas. Es una alerta democrática. Porque cuando se distorsionan los valores fundamentales de la convivencia —como el respeto a los derechos humanos, la participación política o la libertad de prensa— lo que está en juego no es un matiz ideológico, sino la propia estructura que permite la diversidad, el disenso y la construcción colectiva del futuro: la democracia.
La amenaza ya no es silenciosa
Durante años, la extrema derecha operó en los márgenes, reciclándose con nuevas formas, símbolos e idiomas. Hoy ya no necesita esconderse. Se organiza a escala internacional, comparte tácticas, financiamiento y discursos, y ha logrado articular un relato que mezcla miedo, nacionalismo, negacionismo climático y odio contra minorías, instituciones públicas, movimientos sociales y defensores de derechos humanos.
Este relato se cuela por medios de comunicación, plataformas digitales y partidos políticos, apelando a una supuesta “libertad” que, en la práctica, socava los pilares democráticos. Plantean soluciones autoritarias para problemas estructurales, como si las fórmulas de ajuste, privatización y mano dura no hubieran ya fracasado, multiplicando la pobreza, la exclusión y el deterioro ambiental.
La desinformación como estrategia
Uno de los elementos más alarmantes de este avance es el uso sistemático de la desinformación. Se reescribe la historia, se desdibuja el pasado, y se presentan los abusos del autoritarismo como simples “errores del pasado” o como “necesidades de orden”. Se relativizan las dictaduras y se ataca cualquier intento de memoria como “revanchismo”.
La memoria histórica —esa herramienta colectiva que nos permite aprender del dolor y no repetirlo— se convierte en blanco constante. Y cuando la memoria se esfuma, el terreno queda abierto para que se normalicen discursos de odio, xenofobia, misoginia, y ataques a la diversidad.
Una respuesta democrática y global
En este contexto, la cumbre Democracia Siempre, celebrada en Santiago, es un hito fundamental. Tiene un mensaje claro: la defensa de la democracia debe ser organizada, transversal y global.
Frente a una derecha radical que se articula sin fronteras, las fuerzas democráticas no pueden actuar de manera dispersa o reactiva. Se requiere una nueva arquitectura de cooperación que defienda las instituciones, promueva políticas públicas robustas, y garantice la justicia social y ambiental como pilares del desarrollo.
Porque la democracia no es solo el acto del voto. Es la construcción cotidiana de sociedades más justas, con igualdad de derechos, participación efectiva, acceso a servicios públicos de calidad, y políticas que enfrenten los desafíos comunes como la crisis climática, la migración forzada, las pandemias y la concentración de poder económico.
Condenar no es censurar: es defender la democracia
Hasta hace no mucho, denunciar a la extrema derecha era un acto de responsabilidad democrática. Hoy, quienes lo hacen son acusados de atentar contra la “libertad de expresión”. Pero no se puede confundir libertad con impunidad. No se puede tolerar que se promuevan ideas que buscan destruir las propias condiciones que hacen posible la libertad.
Condicionar la democracia para que conviva con quienes quieren desmantelarla desde dentro es un riesgo que no podemos permitirnos. Por eso, también es necesario exigir responsabilidad a los medios de comunicación y plataformas digitales que vehiculan discursos de odio sin filtros ni consecuencias.
El desafío del presente
Defender la democracia no es tarea solo de políticos o gobiernos. Es una labor colectiva, que necesita del compromiso ciudadano, de la memoria activa, del periodismo libre, de la educación pública, de los movimientos feministas, ambientales, sindicales y de derechos humanos. Todos ellos, pilares esenciales de una sociedad democrática.
La historia ha mostrado —y con dolor— que cuando el autoritarismo avanza, lo hace primero socavando el lenguaje, debilitando las instituciones y dividiendo a la sociedad. Hoy estamos a tiempo. Pero solo si actuamos con decisión, sin ambigüedades y sin relativismos.
Porque no se trata de ideología.
Se trata de democracia.
Y la democracia, para ser verdadera, debe ser defendida siempre. Sin condiciones.
Pierre Lebret
Politólogo, especialista en América Latina
Columna de Opinión
No es ideología, es democracia
La cumbre Democracia Siempre, celebrada en Santiago, es un hito fundamental. Tiene un mensaje claro: la defensa de la democracia debe ser organizada, transversal y global. Frente a una derecha radical que se articula sin fronteras, las fuerzas democráticas no pueden actuar de manera dispersa o reactiva. Se requiere una nueva arquitectura de cooperación que defienda las instituciones, promueva políticas públicas robustas, y garantice la justicia social y ambiental como pilares del desarrollo.
