Plurinacionalidad y escaños reservados para pueblos originarios. Reflexiones desde un colectivo

Junto al Grupo de Estudio de Pensamiento Indígena en REPROFICH.

Por Carlos Montes

22/10/2020

Publicado en

Columnas

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A pocos días de un hito histórico para nuestro país y sus futuras generaciones, no podemos dejar de lado uno de los temas más relevantes para América Latina y el Caribe en los últimos siglos. Me refiero al reconocimiento de la amplia diversidad cultural, lingüística, económica, espiritual y política de los pueblos originarios que han habitado estas tierras desde mucho antes que la conquista y su violento encubrimiento.

Dicho reconocimiento no puede seguir siendo parcial, solapado, restrictivo, acotado a las leyes y vertical. Por el contrario, debe ser uno de orden constitucional y en sintonía con la Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales. Y con los diversos derechos de los pueblos y naciones indígenas.

Pero, sobre todo, debe reafirmar la autonomía y autodeterminación como principios básicos de participación individual, colectiva y ciudadana. Garantizar aquello es fundamental para lograr una verdadera interculturalidad.

Una interculturalidad que se distancie de la otrora multiculturalidad basada solamente en la tolerancia y coexistencia sin articulación. O de la pluriculturalidad que, si bien logra un reconocimiento, éste es parcial y vertical, dado que mantiene la idea de una cultura imperante que integra y se enriquece (no en un sentido monetario) de las demás.

En cambio, la interculturalidad (desde un enfoque occidental, primeramente) se basa en el sentido del respeto mutuo y un diálogo horizontal que fomenta un reconocimiento legitimado desde la autonomía de las partes.

Más aún, si profundizamos desde las cosmovisiones de los diversos pueblos originarios, aparece un concepto que puede ser la clave para diferenciarse de la definición occidental de interculturalidad. Y es fundamental porque no se nos presenta desde la teoría o definición enciclopédica y porque es común al actuar de los diversos pueblos y sus culturas. Me refiero a la reciprocidad, lo que podría denominarse en mapuzungun como Kelluwiyu Epuñpüle (agradezco a un buen amigo y poeta mapuche por la traducción) que significa “nos ayudamos unos a otros”, relacionado con la idea de Wellukechi que significa “ayudarse mutua o recíprocamente”.

Este concepto fue materia principal de nuestra reflexión en el Grupo de Estudio de Pensamiento Indígena, el cual es parte de la Red de Profesores y Profesoras de Filosofía en Chile (Reprofich), mientras conversábamos sobre el concepto de interculturalidad, pero también sobre la contingencia política en el país.

Es por eso que hacemos un llamado a la clase política en Chile, especialmente al conjunto de senadores y senadoras de Chile Vamos, a que aprueben la reforma y establezcan un acuerdo que represente y refleje el real sentido de reciprocidad descrito más arriba, favoreciendo un proceso constituyente que sea paritario e inclusivo (nunca más sin las personas con y en situación de discapacidad), pero que también contemple escaños reservados para los pueblos originarios, dando cumplimiento al Convenio 169 suscrito por el Estado chileno.

La autonomía y autodeterminación son valores esenciales en una sociedad democrática y comprometida con los derechos humanos de todes. Y si la nueva Constitución contempla la definición de un Estado plurinacional que sea por la debida participación de las comunidades y pueblos/naciones indígenas y no porque se logre un eventual acuerdo entre winkas. El objetivo logrado puede ser el mismo, pero el sentido y respeto por la dignidad individual y colectiva no lo sería.

Juan Alejandro Henríquez Peñailillo

Becario ANID Doctorado en Ciencias de la Educación

Profesor de Filosofía

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