Una madre, una médica, una masacre:

Que el dolor de la Dra. Alaa al-Najjar despierte finalmente la conciencia del mundo

Los hijos de la Dra. al-Najjar tenían nombres. Tenían dibujos pintados por ellos decorando lo que quedaba de las paredes de su hogar, juguetes en el suelo, sueños aún por cumplir. No eran estadísticas: Eran vida, eran infancia, eran Palestina.

Que el dolor de la Dra. Alaa al-Najjar despierte finalmente la conciencia del mundo

Autor: El Ciudadano

Por Vera Baboun

La Dra. Alaa al-Najjar no es un nombre más entre los escombros de Gaza: Es el símbolo vivo —y hoy desgarrado— del alma palestina. Pediatra de profesión, madre de diez hijos y figura esencial en los servicios de emergencia del Complejo Médico Nasser, dedicó su vida a salvar a los niños de Gaza, trabajando incansablemente bajo bombardeos, sin abandonar nunca su deber médico ni humano.

El pasado viernes, salió de su casa para acudir al hospital para atender a los heridos. Horas después, llegaron siete pequeños cuerpos calcinados e irreconocibles. Eran sus propios hijos. Yahya, de 12 años; Eve, de nueve; Rival, de cinco; Sadeen, de tres; Rakan, de 10 años; Ruslan, de siete; Jibran, de ocho; Luqman, de apenas dos años; y Sedar, que aún no había cumplido su primer año. Otros dos menores quedaron atrapados bajo los escombros. Solo Adam, de 11 años, logró sobrevivir. Su esposo, Hamdi al-Najjar, también médico, resultó gravemente herido.

Una familia entera aniquilada. Un hogar convertido reducido a cenizas. Una madre que, tras años de salvar vidas, tuvo que identificar los cuerpos de sus propios hijos en la morgue del hospital en que ha trabajado incansablemente. Esto no es historia pasada: Es Gaza, hoy. Y es el costo insoportable de una agresión militar desproporcionada y carente de toda humanidad.

No hay cálculo estratégico ni justificación legal o política que pueda explicar lo sucedido. No se trata de seguridad ni de defensa. Se trata de la destrucción sistemática de familias, de futuros, y del derecho de todo un pueblo a existir.

Los hijos de la Dra. al-Najjar tenían nombres. Tenían dibujos pintados por ellos decorando lo que quedaba de las paredes de su hogar, juguetes en el suelo, sueños aún por cumplir. No eran estadísticas: Eran vida, eran infancia, eran Palestina.

La historia de la Dra. al-Najjar no es un caso aislado. Es la expresión desgarradora de una tragedia colectiva. Pero su pérdida, en su brutalidad y profundidad, debe marcar el límite. El momento en que el mundo diga: ¡Basta!

¿Cuántas familias más deben ser borradas antes de que la Comunidad Internacional actúe? ¿Cuántos médicos más deberán enterrar a sus hijos con las mismas manos con las que solían salvar a los de otros?

No hay futuro entre escombros. No hay justicia en la tumba de un niño. Lo que está ocurriendo no es una represalia: Es un exterminio. No es estrategia: Es devastación.

Debemos decir su nombre: Dra. Alaa al-Najjar. Y los nombres de sus hijos. Debemos permitir que su memoria rompa el silencio, supere las excusas y sacuda la parálisis internacional que ha permitido que esta tragedia continúe. Que Adam, el único hijo que sobrevivió, nos recuerde lo que aún queda por salvar.

Gaza no necesita más declaraciones de preocupación. Necesita un alto al fuego. Necesita protección. Necesita que el mundo elija la humanidad.

Que esta sea la última masacre. Que este sea, finalmente, el despertar de la conciencia del mundo.

Por Alaa. Por Adam. Por cada madre que aún puede abrazar a su hijo, y por aquellas ya no pueden hacerlo.

Por Vera Baboun

Embajadora de Palestina en Chile.

Fuente fotografía


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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