Carta Geopolítica

¿Qué entenderíamos por un mundo multipolar?

Cierta equiparidad y distribución del poder mundial sería un antídoto sustancioso para inhibir y disuadir la arrogancia del occidente otanista que, con Estados Unidos a la cabeza, quiere seguir proyectando una única y excluyente visión del mundo a través del uso de la fuerza ilegítima, a pesar de su evidente decadencia, dobles estándares y pantomima ética.

¿Qué entenderíamos por un mundo multipolar?

Autor: El Ciudadano

Por Carlos Gutiérrez P.

La gran tensión mundial gira en torno a la disputa por la configuración del sistema internacional, entre un mundo que no termina de morir y que corresponde al unipolarismo encabezado por Estados Unidos y el occidente otanista, y el mundo que todavía no se consolida del todo y que es la opción por el multipolarismo, representado por los llamados países del sur global, que tienen a la cabeza a los cinco países originarios de la asociación BRICS.

El mundo unipolar se estrenó a partir del año 1990-1991 con el derrumbe del mundo soviético y su área de influencia, quedando solo el supra poderío de Estados Unidos, que fundamentó su nueva hegemonía total a través de cuatro componentes esenciales: el de la fuerza, a través de la potencia incontrarrestable de su capacidad militar; el de la economía, a través de la imposición total del dominio de la moneda para el comercio mundial, que es el dólar, y el nuevo proceso de globalización liberal; el político, con la narrativa universal de la democracia liberal que había que imponer a todo trance; y el sistémico, consistente en el uso arbitrario de los organismos internacionales, dependiendo si eran favorables o no al hegemonismo unilateral, lo que ha llevado a la decadencia de la gobernanza mundial. Es el fin de la historia de Fukuyama.

Este modelo es el que ha permitido la imposición de la visión occidental otanista sobre el mundo, como una versión renovada del colonialismo, el eurocentrismo y el intervencionismo. Se han multiplicado guerras en todas las regiones del mundo; han sido derrocados gobiernos contrarios a ese hegemonismo a través de sospechosas disidencias internas y agresiones ilegales externas, dejando estelas de crisis económicas y sociales, y en muchos casos fracturas nacionales que han desembocado en cruentas guerras civiles; como nunca antes ha sido usada la presión a través de las sanciones económicas a gobiernos incómodos, incluso la retención ilegal de sus activos económicos en bancos europeos; el abuso de las estructuras internacionales dominadas por su elite para imponer medidas económicas a su beneficio, como el FMI y el Banco Mundial; la expansión de alianzas militares declaradas “defensivas”, como ha sido el caso de la OTAN hacia el este de Europa en las fronteras con Rusia, y de Estados Unidos en el Asia Pacífico con sus socios japoneses, coreanos, australianos y neozelandeses, produciendo acoso a países que buscan su autonomía estratégica; la desvalorización de organismos e instancias de gobernanza global, partiendo por la propia Organización de Naciones Unidas y estructuras complementarias, así como en acuerdos climáticos, de derechos humanos y otros; la descomposición política a través de la aplicación de dobles estándares en el trato hacia el resto de los países, incluyendo la degradación y el fracaso del proyecto democrático liberal, que ha dado paso a las plutocracias, la elitización, la endogamia y la corrupción en los sistemas políticos.

Frente a este panorama desplegado y hegemonizado por el imperialismo estadounidense, desde la segunda década del siglo XXI empezó a producirse la oposición a ese estado de cosas, y como ha sido la constante en la historia, a través del uso de la fuerza militar.

Fue en la primera guerra contra Siria, llevada adelante por Estados Unidos y la Europa otanista, que un acuerdo entre Rusia, Irán y Turquía impidieron la caída del régimen acusado de no cumplir los estándares que ese occidente reclamaba, aunque sabemos que el fondo del asunto se remitía a las más antiguas aspiraciones de control de recursos naturales y espacios geopolíticos.

Pero, la coyuntura clave se remite a la guerra del occidente otanista contra la Federación Rusa, iniciada en 2022 y usando la mano de obra ucraniana. Ahí está la bisagra del cambio de época, que empieza a ser acompañada por otros acontecimientos en lo económico, lo político y lo militar. Esta larga guerra ha demostrado la impotencia militar de la OTAN y sus aliados extra regionales, que está siendo una demostración evidente de la decadencia de Europa. A este hecho se deben sumar, en el año 2023, el significativo hito africano de los tres países del Sahel que se autonomizaron del colonialismo francés, que resistieron la presión de una invasión externa y ahora se enfrentan a esa mano oculta a través del terrorismo. Ha sido un ejemplo de que es posible, para países del tercer mundo, optar por un camino soberano. En el año 2024, la cumbre de los BRICS en Kazán consolida este espacio multilateral con la ampliación de sus miembros, especialmente países del sur global, y que hoy agrupan a la mayoría de la población, la concentración de recursos energéticos y alimentarios, así como el mayor PIB mundial, y que concluye redactando un programa integral para avanzar en la multipolaridad con el lema de un mundo desarrollado, seguro y justo. En el año 2025 la resistencia palestina, iraní y yemení contra el proyecto expansionista y genocida de Israel para el Medio Oriente, que abre paulatinamente una puerta posible de un cambio estratégico regional.

En esa cumbre se fijó la toma de posición para trabajar activamente en la concreción de un mundo multipolar, que llevó a que los presidentes de Rusia, China e India, en la reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái a decir que el mundo multipolar ya es una realidad que avanza, y es irreversible.

Por lo tanto, ahora nos queda por preguntarnos ¿cuáles debieran ser los ejes de una proposición concreta y viable para acelerar el cambio de época, hacia el multipolarismo, minimizando los riesgos de escalada de conflictos? Enumeraré los que considero centrales, sin ánimo jerárquico ni de velocidad de su instalación.

1. Gobernanza política mundial

Ya está instalada en todos los circuitos mundiales la crítica al estado actual de la ONU, su franca decadencia e incapacidad de resolución ante las crisis actuales, pero a su vez también existe una opinión mayoritaria de que es un logro fundamental que no debe desecharse, por lo tanto, hay que concentrarse en su renovación. El punto clave es el cambio en el Consejo de Seguridad, que debe abrirse a la nueva realidad mundial, con espacio para representantes de América Latina y África, además de modificar su sistema de funcionamiento y resoluciones, a la par de lo mismo en la Asamblea General. Se requiere una reforma integral de Naciones Unidas.

También es urgente la necesidad de lograr una representación geográfica equitativa e inclusiva en la composición del personal de la Secretaría de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales de manera oportuna.

2. Gobernanza económica mundial

Así como la ONU ha perdido presencia efectiva en los acontecimientos críticos, los entes mundiales relacionados con el ámbito económico han ganado un protagonismo exorbitante, exigiendo y aplicando un manual del modelo liberal a ultranza, que ha significado impactos negativos en los países menos desarrollados. Se deben reformar profundamente las instituciones de Bretton Woods, en su forma y en su fondo. En la misma dirección es clave la inauguración de nuevos organismos para la mejora del sistema monetario y financiero internacional, como la creación de bancos de desarrollo regionales y/o globales con un enfoque más integrativo en lo regional y justo en lo social; es una democratización del acceso al crédito. El mejor ejemplo reciente es el banco de desarrollo creado al alero de los Brics.

3. Fortalecimiento del comercio mundial

El comercio mundial es fundamental para un mundo globalizado, pero es esencial que sea un sistema multilateral de comercio basado en reglas, abierto, transparente, justo, predecible, inclusivo, equitativo, no discriminatorio y basado en consenso, con la Organización Mundial del Comercio (OMC) en su núcleo, con un tratamiento especial y diferenciado para los países en desarrollo, incluidos los Países Menos Adelantados, y deben rechazarse las medidas unilaterales de restricción comercial que son inconsistentes con las  propias reglas de la OMC.

Hoy día hay que oponerse a las políticas unilaterales de Estados Unidos de utilizar el comercio como arma política, y los países menos desarrollados deben buscar la ampliación de sus mercados, así como fortalecer sus propios espacios regionales y subregionales de comercio.

4. La desdolarización en el comercio mundial

El uso de la divisa internacional dominante ha sido para Estados Unidos el arma privilegiada para dominar hacia afuera y controlar las crisis hacia adentro. Actualmente es esencial para la soberanía nacional generar alternativas de medios de pago para salir del círculo exclusivo del uso del dólar, como ya lo están haciendo muchos países, al menos en sus intercambios bilaterales, usando sus propias monedas nacionales. En las principales economías mundiales no occidentales, como Rusia, China e India, esta es la tendencia principal, y arrastran a países más pequeños en esta lógica, particularmente en África, América Latina y zonas de Asia. El mejor ejemplo es China, que pasó de 0,3 % de pago en yuanes en 2010 a 52,9 % en 2023 para las transacciones de su comercio exterior.

Asimismo, se puede avanzar en la creación de canastas de medios de pago, no necesariamente monedas, que pudieran ser aún más convenientes para países en vías de desarrollo y que tengan estructuras económicas ricas en recursos naturales.

5. Fortalecimiento de espacios regionales

La base de sustentación de un mundo multipolar está en la distribución del poder hacia espacios regionales acotados que contengan mayores condiciones y ventajas comparativas entre sí, para poder proyectar esa integración más justa hacia el exterior de su circuito.

Siempre será más fácil negociar colaborativamente entre estados, que, aparte de sus legítimas diferencias en sus proyectos políticos internos, gocen de semejanzas en otras variables sustanciales (idioma, religión, economía, culturas, historias, etc.) y compartan una continuidad territorial que tenga sentido valorizarla.

En América del Sur tuvimos una experiencia reciente muy importante en Unasur, que languideció por una desidia de nuestras elites, pero que debe intentarse nuevamente reconstruirla, aprendiendo de los errores cometidos en la anterior experiencia, sobre todo, en su exacerbada ideologización.

6. Una nueva agenda de desarrollo

Estamos a pocos años de la revisión de la Agenda 2030 de desarrollo sostenible, y al parecer lejos del cumplimiento de sus 17 objetivos centrales. Será un momento importante para la humanidad y el sistema de Naciones Unidas realizar un balance serio y comprometido. Aún queda tiempo para insistir en la naturaleza universal e inclusiva de sus objetivos, pero también debemos aprender de su implementación para un futuro nuevo compromiso. Es clave considerar las diferentes realidades nacionales, capacidades y niveles de desarrollo, considerando y respetando las políticas y prioridades nacionales diversas, y poner al centro la cooperación para abordar mejor los desequilibrios e insuficiencias del desarrollo.

7. La cooperación Sur-Sur

La globalización neoliberal ha tenido efectos muy desiguales en el mundo, mientras los países más ricos del hemisferio norte, esencialmente el occidente otanista, se ha visto favorecido, justamente por el dominio de los núcleos esenciales del proyecto liberal, la mayoría del hemisferio sur ha continuado en su histórico rol de periferia y subordinación del capitalismo central, con pocos impactos sustanciales para su desarrollo. Así lo demuestran las zonas atrasadas en África, América Latina y regiones de Asia.

Se debe superar la mirada de admiración del colonizado sobre su colonizador, y orientar también esfuerzos hacia los similares, para aprender, cooperar, trabajar y relacionarse juntos. El empoderamiento de los países del sur global debiera traer réditos importantes en la distribución de la renta mundial, debido a su potencial económico en recursos naturales estratégicos y producción de alimentos. Ya se ha demostrado la fuerza entre países que se sustentan en la economía material versus los que están en la economía financiera-especulativa.

8. El rol consistente de la mujer

Se debe reconocer el papel crítico de las mujeres en el desarrollo político, social y económico, para lo cual hay que subrayar la importancia del empoderamiento de las mujeres y su plena participación en igualdad de condiciones en todas las esferas de la sociedad, incluyendo su participación activa en los procesos de toma de decisiones, incluyendo en posiciones de alto nivel, que son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz.

Esta política de igualdad de género también debe ser llevada al plano internacional, con una activa participación en todos los organismos de gobernanza mundial, política y económica, en todas las instancias multilaterales, y en los nuevos espacios de cooperación que surjan.

9. Fin a las sanciones unilaterales

Eliminación de toda política de sanciones unilaterales y ajenas al derecho internacional, que operan contra los pueblos como herramienta política para subyugarlos a los intereses del occidente otanista. Nadie debe sumarse a esta presión inhumana contra otros pueblos.

La política de sanciones más larga de la historia contra Cuba, las actuales contra Venezuela, Irán, Rusia, Corea del Norte y otros, son digitadas desde Estados Unidos y sus aliados europeos, y tienen un claro sesgo ideológico, todas al margen de Naciones Unidas, con tremendos efectos negativos en los derechos humanos y la sustentabilidad de los pueblos.

10. Nuevos mecanismos para la seguridad externa

    La experiencia de los recientes conflictos armados, en Ucrania, Medio Oriente, Asia, África, entre otras razones, nos hablan de las deficientes estructuras actuales de seguridad externa. La más llamativa es la situación en Europa, en que el occidente otanista quiere imponer su modelo por la fuerza a través de la expansión de la OTAN, a pesar de la declaración de ser una alianza militar defensiva y de que se le plantearon alternativas de un nuevo régimen de seguridad europeo.

    Se debe avanzar en una concepción de seguridad indivisible, abierta y transparente; pensar desde los mismos espacios regionales en que fluya la cooperación económica y política. Debe estar subordinada a una diplomacia activa, franca, que fomente la coexistencia pacífica y la resolución pacífica de los conflictos.

    11. La lucha contra los flagelos transfronterizos

      La lucha contra nuevas amenazas que radican en las distintas formas que asume el crimen organizado, y que impactan en el interior de los estados, solo es posible asumirla exitosamente en base a la cooperación internacional, regional y global, usando los instrumentos, organismos y prácticas propias de una lucha contra delitos y no como amenazas a la soberanía nacional.

      No es aceptable presiones e injerencias externas que sean ajenas a una práctica de cooperación consensuado, y que tienen intenciones político-ideológicas, una vez más encabezadas por Estados Unidos.

      La cooperación es sustancial para trabajar contra el crimen organizado desde el punto de vista policial, de inteligencia y control financiero, así como también desde la óptica social y económica, asumiendo compromisos en los países donde se genera la producción y en los que crean los mercados de consumo.

      La existencia de un mundo multipolar en sí mismo no es la panacea para la humanidad mientras siga dominando la formación económica–social capitalista, esencialmente explotadora del ser humano y desgarradora del medio ambiente, pero es un paso sustantivo para un desarrollo y seguridad global más justo.

      En la máxima leninista de que los de arriba ya no pueden imponer su voluntad y los de abajo ya no están dispuestos a aceptarla, es que apreciamos cada día más noticias que nos hablan de esta tendencia, que además deja en un mediático ridículo a Occidente que aún cree que se impone. El uso de la fuerza, de su retórica, de su imaginario, de sus símbolos, de su mediática cultural, de sus sanciones, ya no tienen el mismo efecto de subordinación. Es más, son un muestrario de su patetismo, como la más reciente entrega del premio nobel de la paz a una correligionaria de su decadencia. Es la versión de la república de Saló para el occidente otanista.

      Cierta equiparidad y distribución del poder mundial sería un antídoto sustancioso para inhibir y disuadir la arrogancia del occidente otanista que, con Estados Unidos a la cabeza, quiere seguir proyectando una única y excluyente visión del mundo a través del uso de la fuerza ilegítima, a pesar de su evidente decadencia, dobles estándares y pantomima ética.

      De a poco asoman más cabezas dignas en los liderazgos mundiales. Falta un mayor compromiso de las intelectualidades críticas, y especialmente la consistencia y perseverancia de los pueblos, insustituibles para una nueva democracia, profunda y densa, que supere a la fallida promesa liberal.

      Por Carlos Gutiérrez P.

      Carta Geopolítica 66, 14/10/2025


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