Columna de Opinión

Reformar las instituciones internacionales: el surgimiento de los BRICS como respuesta a una gobernanza mundial estancada

El ascenso de los BRICS no es solo un reajuste geopolítico. Es una exigencia histórica impulsada por cientos de millones de habitantes del Sur global que aspiran a una representación más justa y un desarrollo más equitativo. La cumbre de Río y el Nuevo Banco de Desarrollo son solo los primeros hitos de una transformación más amplia.

Reformar las instituciones internacionales: el surgimiento de los BRICS como respuesta a una gobernanza mundial estancada

Autor: El Ciudadano

Por Pierre Lebret

El mundo multipolar del siglo XXI se enfrenta a una gobernanza desfasada respecto a las realidades contemporáneas, en gran parte diseñada tras la Segunda Guerra Mundial y dominada por los países del Norte y por las instituciones surgidas de Bretton Woods. Este desequilibrio, tanto político como económico, ha provocado una creciente frustración entre los países del Sur, cuyo peso demográfico, económico y geopolítico no deja de crecer.

Las instituciones internacionales fueron moldeadas en un contexto histórico muy diferente al actual. El FMI y el Banco Mundial, al igual que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reflejan correlaciones de fuerza que ya no se corresponden con las dinámicas económicas contemporáneas.

Según el Banco Mundial, los países del Sur (América Latina, África, Asia fuera de la OCDE) representaron alrededor del 58% del crecimiento económico mundial en 2023, frente a menos del 40% de los países del Norte. Solo China representa más del 18% del PIB mundial en paridad de poder adquisitivo, superando a Estados Unidos. Sin embargo, estas nuevas potencias aún se ven marginadas en las principales instancias internacionales de toma de decisiones.

¿Los BRICS: una alternativa al statu quo?

Ante esta inercia, los BRICS han buscado estructurarse política, económica y diplomáticamente. Creado en 2009, el grupo se ha ampliado con los años, hasta incorporar en 2024 a países como Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Estas ampliaciones reflejan una voluntad creciente de institucionalización, con el objetivo de construir una gobernanza más representativa y equitativa.

La cumbre de los BRICS en Río de Janeiro en 2025 fue una oportunidad para reafirmar estas ambiciones. Por primera vez, una declaración conjunta abogó claramente por una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU y una transformación profunda del sistema monetario internacional. No se trata solo de cuestionar el monopolio del dólar como divisa dominante, sino también de promover formas de cooperación Sur-Sur en igualdad de condiciones.

El Nuevo Banco de Desarrollo: una herramienta estratégica

Lanzado en 2015, el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), también conocido como el “banco de los BRICS”, tiene como objetivo financiar proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible en los países del Sur. Desde su creación, ya ha aprobado más de 35.000 millones de dólares en financiamiento. Su sede está en Shanghái, pero su alcance es decididamente global.

El nombramiento de Dilma Rousseff al frente del NDB en 2023 marcó un giro político. La ex-presidenta de Brasil representa tanto una legitimidad democrática como una voluntad de fortalecer la solidaridad entre países en desarrollo. Bajo su dirección, el banco ha acelerado las discusiones sobre el uso de monedas locales en los intercambios, reduciendo así la dependencia del dólar y de los sistemas financieros occidentales.

Un Sur global en busca de soberanía económica

La importancia de estas dinámicas no se limita a un enfrentamiento simbólico con Occidente. Se trata de un movimiento profundo hacia la recuperación de la soberanía económica. En varios países del Sur, las deudas contraídas con el FMI u otros acreedores tradicionales vienen acompañadas de condiciones consideradas neoliberales y contraproducentes. Por ejemplo, en África subsahariana, según datos de la UNCTAD, más del 60% de los países están en situación de sobreendeudamiento o en alto riesgo de estarlo, situación a menudo agravada por el aumento de las tasas impuestas por mercados dominados por el Norte.

Los BRICS y sus instituciones como el NDB proponen otro camino: préstamos menos restrictivos, orientados a proyectos de desarrollo sostenible, infraestructuras verdes o autonomía tecnológica. Sin embargo, tanto en el Sur como en el Norte, la democracia y los derechos humanos parecen haber quedado relegados a un segundo plano, a pesar de ser pilares esenciales y garantías indispensables para una sociedad más justa y equitativa.

En un mundo marcado por crecientes desigualdades y crisis globales, la reforma de las instituciones internacionales aparece como una necesidad urgente. Amartya Sen, filósofo y economista, señalaba que “la injusticia no solo radica en lo que las personas sufren, sino también en las estructuras que lo hacen posible” (The Idea of Justice, 2009). Esta perspectiva pone de relieve los fallos sistémicos de la gobernanza mundial, donde los países del Sur siguen estando a menudo marginados en los procesos de toma de decisiones. Necesitamos instituciones capaces de reflejar la diversidad de experiencias y necesidades humanas a escala planetaria.

El ascenso de los BRICS no es solo un reajuste geopolítico. Es una exigencia histórica impulsada por cientos de millones de habitantes del Sur global que aspiran a una representación más justa y un desarrollo más equitativo. La cumbre de Río y el Nuevo Banco de Desarrollo son solo los primeros hitos de una transformación más amplia. Reformar las instituciones internacionales ya no debe verse como una opción, sino como una necesidad para garantizar la estabilidad, la justicia y la legitimidad de la gobernanza mundial en el siglo XXI.

Por Pierre Lebret

Politólogo, especialista en América Latina.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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