Si, es posible una educación de calidad y gratuita…

Simplemente en la frase del título resumo mi reciente respuesta a un buen amigo chileno que me preguntó acerca de la educación en Alemania

Por Wari

08/11/2011

Publicado en

Columnas

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Simplemente en la frase del título resumo mi reciente respuesta a un buen amigo chileno que me preguntó acerca de la educación en Alemania. Como desde hace dos años residimos en Heidelberg, él curioso solo quería saber de otras experiencias, luego que este 2011 en el paisito nuestros jóvenes dijeron basta e iniciaron su marcha en pos de una mejor educación, en calidad y obviamente en el acceso, es decir, sin que se les vaya la vida en pagarla a crédito.

Esto último, a todas luces un absurdo. Si la educación es un aliento para un mejor vivir, cómo se les puede condenar a las nuevas generaciones a un mal vivir –pues, ése es el sino de las deudas casi vitalicias. Ocurre que solo por participar en el noble gesto de aprender a ser libres –que es la impronta más íntima del conocimiento y la educación-, los jóvenes son obligados a iniciar su deriva por el mundo portando una onerosa “mochila” de deudas.

Antes de narrar mi experiencia en Alemania, debo confesar que de educación apenas sé un par de principios aprendidos en la vida y en mi formación académica primera, cuando estudié en el antaño Pedagógico de la Universidad de Chile, junto a profesores que enseñaban a futuros profesores todavía en el paradigma que la educación era un servicio y una fiesta. De ahí todo lo que sé, solo un par de principios que caben en dos párrafos.

Uno, que la educación es un gesto clave e inherente al vivir humano, ya que sin ella no habría reproducción de la vida social, no habría Historia ni memoria, ni evolucionaríamos en el lenguaje que moramos. La educación es socialización y es concientización –en el sentido de formar conciencias. Ergo, la educación es incluso más que un derecho fundamental, es lisa y llanamente la condición de la vida social. Aquí es pertinente un parafraseo: “dime la educación que tienes y te diré la sociedad que construyes”.

Y dos, que en la mediación sistemática intergeneracional, para que sea sana, es necesario un vínculo de respeto. Si bien desde la más profunda noche de los tiempos hemos transitado y usado la piedra, el palo, el fierro, la pluma, la pizarra y el Ojo… hasta la computadora; lo que permanece y que nada podrá superar es el vínculo o la relación empática, amorosa y de respeto, entre maestr@ y discípul@ ó, dicho más complejamente, entre educador-educando y educando-educador. Un proceso relacional, además, que siempre se ha dado en un entorno social pro-activo en la generación de esas condiciones, en el que no se confunda autoritarismo con autoridad.

En estos meses en que en Chile se ha dicho cada cosa por quienes son ciegos ante las voces nacionales e internacionales que desnudan la mala educación, he reflexionado sobre los ecos que conlleva la distinta catadura ética del presidente que en la primera mitad del siglo XX vivía en la máxima “Gobernar es Educar”, Aguirre Cerda, hasta el actual ocupante del Palacio de La Moneda que en su gobierno prioriza por el incentivo a la avaricia y que cree en la máxima “Educar para Lucrar” (Piñera). ¡Por qué eso es lo que subyace en sus palabras cuando considera obvio que la educación es un servicio que puede ofertar cualquiera que desee lucrar y que es un bien de consumo que se debe comprar por quienes mañana podrían lucrar con ella!

Bueno, confeso de mis únicos saberes en el tema, volvamos a la pregunta de mi amigo. A él respondí –en un e mail que es la base de esta nota- evocando solo la experiencia en el acto de educar a mis dos hijos en colegios públicos de Heidelberg y de escuchar conversaciones cotidianas de otros padres ocupados en el mismo oficio de educar a nuestros hijos. Por eso, aquí narro mi experiencia en tono coloquial:

– En Alemania, la educación es mayoritariamente pública y gratuita. Existen algunos colegios privados, muy pocos. La reconocida calidad de la educación alemana se encuentra en la educación pública.

Incluso, la superior ha sido siempre gratuita. Recién a partir del Tratado de Bolonia, que acuerda normas a nivel europeo para la educación superior, lentamente se ha empezado a cobrar una matricula (500 euros semestrales en la Universidad de Heidelberg); pero es algo casi simbólico, ya que hay muchas y diversas formas de pasar del pago (ayudas, exenciones basadas en el criterio de la diversidad, sea socio-género-etáreo-cultural). Y lo mejor es que el dinero que se recauda por ese concepto es devuelto al propio usuario del sistema, en tanto la decisión respecto a su uso la toman Consejos de Facultad, en los que participan estudiantes. Por ejemplo, suele usarse para contratar conferencistas o profesores ajenos a lo institucional o bien en la compra de insumos, como las fotocopias de libros obligatorios u otros. Con todo, en el Estado de Baden Württenberg, tras el triunfo de los Verdes este 2011, se ha anunciado el regreso de la gratuidad al cien por cien.

Y la educación primaria y secundaria no solo es gratis, sino que los profesores se ocupan en ayudar a las familias para que el costo de los insumos ineludibles sea económica. Ellos a conciencia minimizan los útiles solicitados y para abaratar costos acostumbran planificar y realizar compras colectivas. En el caso de uno de mis hijos que va a cuarto básico, por el año lectivo 2011-2012 pagamos a la profesora unos 100 euros (65 mil pesos chilenos aproximadamente) con el objeto que ella comprara todos los libros y materiales que se ocuparían en el año. Después de eso, ni un euro más. Y eso lo hacen quienes pueden pagar, si no, hay ayudas sociales para cubrir todos esos gastos.

– Es que acá la educación es un derecho y un deber. Un par de anécdotas para graficar esto. A las pocas semanas de radicarnos en el país, luego que mi señora informara en el Municipio local nuestro domicilio y luego que matriculáramos a nuestro hijo menor en un colegio un poco retirado (a 15 minutos caminando, al mismo lugar donde asistiría su hermana mayor), nos llegó a la casa una carta del “Municipio” preguntándonos por qué el niño aún no estaba asistiendo al colegio que por edad y domicilio le correspondía en el barrio, a una cuadra de la casa (3 minutos caminando). De inmediato, debimos dar las explicaciones de rigor: que habíamos optado por un colegio al que podría ir junto con su hermana, que no sabíamos, etcétera; explicaciones que obviamente fueron aceptadas. Así los funcionarios cautelaban que el niño y la familia hiciera uso de un derecho que es también un deber.

En otra oportunidad, decidimos no enviar a clases a los niños un día viernes. Pues, “ardió Troya”. En el colegio nos hicieron sentir muy asertivamente que asistir a la escuela es un derecho de los niños que ni siquiera es excusable por los padres. Una eventual ausencia debe avisarse y fundamentarse. Educarse es un derecho y una obligación, y el Estado tiene el deber de supervisar que el derecho se cumpla y la obligación de impartirlo. A nosotros latinos, a veces este rigor teutón y esas convicciones, nos son un tanto extrañas.

– Mención aparte merece la singularidad que está en la base de la reconocida calidad y a la vez complejidad de la educación alemana. Veamos.

La norma (hay excepciones) son colegios separados para las dos grandes etapas escolares: una primaria que termina en el cuarto año, léase hasta más o menos los 10 años, y otra secundaria –por llamarle de alguna manera- que termina en el año 13 contado desde el inicio escolar, ya sea para salir al mundo laboral o en algunos casos para entrar a la Universidad. Alemania ha resistido hasta ahora con sus 13 años de escolaridad, pero pos Bolonia poco a poco están siendo obligados a comprimirla a 12 para igualarla con el resto de Europa.

La etapa hasta cuarto básico es común para todos los niños, sin excepción. Todos los amig@s del barrio van al colegio que les corresponde en su mismo barrio. Estos tienen una cobertura extraordinaria, cada pocas cuadras hay un colegio. Y en esa escuela del barrio, extraordinariamente bien e integralmente equipada, por norma deben y pueden participar los padres. Son colegios puertas abiertas.

Del colegio, en este nivel escolar y más aún en el siguiente, los chicos salen libremente. Asisten sin uniformes y en cada recreo pueden ir a su casa, a comprar a la esquina, a tomar un café… Para salir los niñ@s hasta los 10 años deben ser autorizados por escrito, y solo una vez, por los padres; mientras los más grandes salen a su discreción. Y ese acto de libertad conlleva la génesis del actuar con responsabilidad. Los jóvenes salen del colegio y luego vuelven a sus clases. Ahora, si acaso no vuelven, ahí les cae todo el peso de la autoridad y disciplina alemana, que se las trae, aunque sin violencia ni arbitrariedades –claro que como en todo lugar igual a veces la hay.

El sistema escolar se complejiza pos cuarto. Y aquí entramos en algo distintivo de Alemania. A los niños a los 10 años, la junta de profesores que los ha observado académica y emocionalmente los 4 años previos, determina cómo seguirán educándose a futuro. Hay tres opciones. Si acaso han sido ‘porros’ son orientados a colegios en que les enseñan valores de ciudadanía y maneras generales para un buen vivir social; serán los futuros cajeros de tiendas y supermercados, los vendedores sin especialización, no sé. Otros, los menos inspirados pero aplicados, son orientados a colegios técnicos – profesionales, muy funcionales y eficientes en preparar a los futuros oficios. Y los niños aplicados, siempre asombrados y futuros atormentados –quién dijo que el conocimiento y la libertad eran sin sombra-, son orientados al Gymnasium o colegios en los que transitarán por un exigente camino de estudios que les lleva a la Universidad.

Se trata en suma de algo muy parecido a lo que en nuestro Chile fue el sueño allendista de la ENU. Ahora, el sistema es objeto de cuestión: ¿cómo es posible que a los 10 años, aunque sea por una junta cualificada, se determine tan radicalmente el futuro de un niñ@? Sin duda, algo polémico. La defensa institucional es que, con pruebas y méritos mediante, se puede transitar de un tipo de colegio a otro, así como quien termina su ciclo en cualquier colegio el camino a la U tampoco le está vedado por decreto.

Otros son críticos al hecho que los Gymnasium operan con una exigencia sin mesura. Esto lo hemos vivido observando a nuestra hija. Ella, cotidianamente exigida, debe rendir en ciencias, en comunicaciones, en matemáticas, en deportes y en las artes, amén de aprender con perfección gramatical lenguas y lenguas: junto al idioma nativo, los jóvenes deben estudiar obligatoriamente inglés y otra lengua (que suele ser Latín), además que en forma electiva deben ocuparse en una tercera lengua. Nuestra hija optó por el español, con el fin de simplificarse un poco la vida. Todos salen del Gymnasium hablando dos y hasta tres lenguas, sin contar el alemán.

Un tercera crítica es que el sistema tiende a reproducir en los hijos la condición cultural de los padres. Los hijos de padres con estudios superiores suelen ir al Gymnasium. Los hijos de padres técnicos y profesionales realizan su propia deriva en el mismo tipo de colegio al que asistieron sus padres. Y así… Ahora, la verdad es que acá pocos hacen cuestión de esto. Son nuestros ojos –de países con menos profundidad moderna y muy desiguales socialmente- los acostumbrados a mirar a la educación como un unilateral vehículo de movilidad social. Acá no… porque al menos hasta ahora casi todos tienen un buen pasar social: el mínimo bienestar material y social está resuelto. Es más, los técnicos y profesionales, por ejemplo, muchas veces tienen un mejor pasar económico-social que los universitarios.

– Otro rasgo de calidad y gratuidad de la educación radica en que además del colegio formal, los niñ@s participan en actividades extra-curriculares que otorga el Estado vía otros medios (directamente municipios, teatros, escuelas de música), ya sea gratuita o con pagos menores para practicar violín, piano, guitarra u otras artes y deportes.

– Y los profesor@s son respetados por la sociedad y académicamente respetables ya que suelen ser muy buenos. Su formación puede ser en sus ciencias básicas en universidades y luego aplican en colegios o bien provienen de escuelas pedagógicas. Las remuneraciones son acorde a la importancia del rol: se asume que son los profesionales llamados a la transmisión intergeneracional y sistemática de sentidos. La crítica más escuchada es que en su seno habría un corte jerárquico muy marcado: los que han aplicado y administrativamente están a tiempo completo y quienes, sin aplicaciones, solo cumplen con algunas horas y contratos parciales.

En fin, hasta aquí nuestra experiencia de la educación en Alemania. De ella, hasta ahora, emanan algunas convicciones.

Igual que en otros muchos países, si no la mayoría, la educación es un derecho que debe y puede ser gratuito. Alemania tiene más recursos, sin duda, pero no es solo un tema de recursos (así lo prueban países más pobres con buena y gratuita educación), sino que se trata de tener el derecho incorporado como principio en el disco duro cultural del país. El neoliberalismo también campea en Alemania en otros dominios, pero en la educación no se le permite su entrada. Acá, desde el origen de la modernidad, la educación es rol del Estado y eso nadie lo discute. Los recursos están garantizados vía los mismos canales con que podría obtenerse en Chile si hubiese voluntad política y cultural.

En Alemania, y en cualquier lugar, la educación es buena, entre otras razones, porque los profesores son tratados con dignidad, son bien formados y remunerados, y ellos son dignos; profesionales que creen en su misión.

La educación es buena porque hay libertad, autoridad y disciplina en su seno.

La educación es buena porque hay rigor y excelencia. Esto no lo había mencionado: a los niñ@s se les evalúa fundamentalmente por su participación en clases. Se valora el acto de comunicar con personalidad y la pro-actividad en preguntar. La máxima pedagógica la verbalizo más o menos así: una pregunta que nace desde el asombro, vale más que el sino provisorio implícito en cualquier respuesta.

La educación es buena porque es asunto de la comunidad.

Y finalmente la educación es buena porque se ocupa del cuerpo, de la mente y el espíritu; de las emociones, la razón y la voluntad.

Por Hernán Dinamarca

www.hernandinamarca.cl

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