Todo tiene su momento

A medida que se investiga sobre la capacidad de aprendizaje de los niños, se ha visto que pueden aprender infinitas cosas a más temprana edad

Por Wari

29/04/2013

Publicado en

Columnas

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A medida que se investiga sobre la capacidad de aprendizaje de los niños, se ha visto que pueden aprender infinitas cosas a más temprana edad. De hecho, si antes comenzábamos el proceso de lecto-escritura entre los seis y siete años, ahora ya en pre kinder los niños están preparándose para ello. Llegan a 1º básico leyendo y muchos también escribiendo. Los colegios se lo están poniendo como meta y esto es preocupante.

¿Por qué estamos adelantando los procesos de aprendizaje? “¡Porque ellos pueden!” Y claro que pueden, pero si descubrimos que logran realizar ecuaciones a los cuatro años, ¿vamos a incorporarlo al currículum del pre escolar? ¿En qué momento perdimos el foco?

La creencia detrás de este promover el “aprendizaje precoz” está en que “mientras antes mejor”, mientras antes se escolaricen, usen el computador, comiencen a escribir, sumen, resten y multipliquen, mejor. Así se piensa que este niño tendrá un “mejor cerebro”, estará más preparado para los aprendizajes futuros, y así para ser un profesional exitoso.

Sin embargo, la mayoría de los países que encabezan anualmente el informe PISA (algo así como un SIMCE a nivel internacional), son países como Finlandia, en que los niños son escolarizados más tarde, empiezan a leer y escribir a partir de los seis o siete años y tienen jornadas escolares bastante más cortas que las nuestras.

Chile es uno de los países que no sólo los adultos trabajamos más y rendimos menos, sino que también nuestro sistema educacional es uno de los que tiene horarios más largos, con mucha sobrecarga de tareas para los alumnos, y ocupa lugares en los ranking de calidad que dejan mucho que desear. Qué coincidencia. Parece que con más horas de trabajo, no lograremos mejores resultados.

Los actuales estudios en neurociencia son enfáticos en respaldar que, iniciarse precozmente en matemática o lenguaje, no predice mejores aprendizajes futuros; sin embargo, lo hace el haber tenido un buen apego, buenas interacciones afectivas, con figuras significativas sensibles y responsivas que, además, son la clave para un desarrollo saludable. Por lo tanto lo que debiera procurar el currículum del párvulo es que los niños tengan educadoras muy contenedoras, que respeten sus motivaciones y períodos sensibles, que los guíen en sus procesos de socialización, cognitivos y emocionales, utilizando las múltiples vivencias del día a día para apoyarlos, dándoles mucho tiempo para jugar, para descubrir el mundo entregándoles un ambiente seguro, cálido y creativo.

Una de las características de un buen apego es ser capaz de saber leer las señales del niño y sus necesidades. Si un niño se motiva por el proceso de lecto-escritura espontáneamente, quizás porque es hijo de padres lectores o porque sus hermanos grandes están en este proceso y él quiere aprender o por sus propias características, bienvenido. El problema es cuando se estandarizan estas metas por etapa, se les entregan directrices y actividades externas que no permiten la exploración propia del niño y el despliegue de su mundo interno, se le está perjudicando.

El transformar a los escolares en pequeños ejecutivos, sin respetar la diversidad, con trabajos que se llevan “para la casa” y copados de actividades extraprogramáticas, no nos garantizará obtener “mejores resultados”, y corremos el riesgo de hipotecar lo más preciado de nuestros hijos, su niñez, que más que una etapa es “la morada de la vida”, como decía Gabriela Mistral.

Quizás si las investigaciones futuras nos den cuenta de que los niños pueden aprender chino mandarín a los siete o que podrían resolver ecuaciones de segundo grado a los nueve… Sea como sea, no debiera importarnos, porque el foco, tanto de los padres como de los colegios, sobre todo en la educación preescolar, debiera ser proteger el espacio de juego de los niños, de sus relaciones sociales, de cómo se va formando su autoestima, reconociendo sus períodos sensibles, respetándolos como protagonistas activos de sus propios aprendizajes. Como decía María Montessori, el profesor debe ser un guía que facilita y se preocupa de prepararle el entorno más que dirigir sus procesos. Si en estos procesos avanzan en áreas lógico matemáticas, apoyémoslos, lúdicamente, respetuosamente, al igual que el que quiere avanzar en arte, o se apasiona por los bichos, o quiere sólo jugar, que no es menos importante y es donde están aprendiendo más de lo que nos imaginamos.

Apoyarlos en su ser niños sería la mejor educación para que puedan ser adultos sanos, creativos, inteligentes, críticos y libres.

Por Mariana Assís Garibaldi

Abril 29 de 2012

Publicado originalmente en Momwo

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