Un libro de Fierro

Hay libros de papel, hay libros virtuales, hay libros de fierro

Por Wari

22/10/2010

Publicado en

Columnas

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Hay libros de papel, hay libros virtuales, hay libros de fierro. Un día de agosto me llamó Rodrigo Hidalgo, coordinador literario de Balmaceda Arte Joven y me dijo: Hay un poeta joven, se llama Juan Carreño, estuvo en tu taller hace un par de años, y también estuvo en el taller de Germán Carrasco y quiere que ambos presenten su libro, -y luego agregó Hidalgo- ¿lo recuerdas?

Sí, claro que lo recordaba, recordaba su nombre porque su poesía decía cosas. No era un juego, una invención, una simple choreza, sino que lo que yo recordaba, sobre todo, era que su poesía poseía algo urgente que nos estaba diciendo el poeta Carreño. Sí, le dije a Hidalgo, y le pedí el libro y me comprometí a presentarlo. Así llegó a mis manos Compro Fierro, del mentado Juan Carreño.

Cuando lo leí, recordé su poesía, y sentí que no me había equivocado al aceptar la invitación. Carreño nos habla de los confines de la sociedad donde vive la mayoría del país pero que, sin embargo, el poder los invisibiliza y los imbeciliza y finalmente, los pisotea y les llama “marginales”, cuando en realidad son “centrales”. Es decir, la mayoría que no tiene el poder, los así llamados proletarios, plebeyos, explotados, pobres, pobretones, pobletes, rotos, huachacas, cumas, flaites, son puestos al margen por el poder. Y la minoría dueña del 90% del país, son el centro de la sociedad. Carreño habla por/con esa mayoría desconocida, y estremece.

Su primer poema nos abre una puerta a la derrota humana: “Mi papá ve curao/una porno/solo/en su cama//hace poco vomitó//o trató//no hay parafina/nada en la radio/reloj a media luz//mi papá tose//la casa está vacía//la tele gime//las fotos en la pared ríen.» (El mismo día para todos, página 17). Así parte el libro y no para. Y Juan Carreño va, y va, y va, y va. Va tras esa imagen que te hace volver hacia el texto, hacia arriba, para descubrir donde te perdiste, el poema o el país, da lo mismo, y Juan Carreño continúa y no queda más que seguirlo. Todo el discurso burgués de la familia, la propiedad privada, la tradición, se va desarmando ante la insistencia de Carreño: “Te dí una oportunidá?/ Te di una oportunidá?/Rehponde conchetumare,/te di una oportunidá?//Pero mami…//¡Recoge tu ropa/y ándate al toque cabro culiao!/A quién le vendihte el regulaor?/Dime, culiao./a quién?//Y el cargaor del celular del Josué?/Dónde lo tení/A quién se lo vendihte?/Te di una oportunidá?/Sí o no?/Te la di?//¡Pero si no tengo ni mochila!//Échala a un saco entonce,/yo no te quiero en la casa/cuando llegue tu papá.» (Escena Familiar, página 42).

La desolación, la tierra baldía, el sitio eriazo,la plaza sin columpios, porque se los robaron, la mediagua de Puerto Montt que se llueve, adonde llega un ex presidiario de la Peni, con su mujer embarazada, gracias a la solidaridad de otro ex presidiario van conformando el ánimo, la escenografía, el espíritu de la obra de Carreño. Hay humor, hay brutalidad, hay ignorancia, necesidad urgente, de un pueblo que está en nuestras narices, frente a nuestros ojos y sobre los cuales Juan Carreño como un dios doméstico arroja luz.

¡Se los recomiendo amigos!. Compren Fierro. Es Fiero. Es Carreño. No apto para manuales. De Carreño.

Por Mauricio Redolés

El Ciudadano N°88, segunda quincena septiembre 2010

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