Venezuela: Un Socialismo del Siglo XX

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro se indigna porque desde otros países latinoamericanos surgen críticas a su gobierno y al régimen que dirige, afirmando que sobre lo que ocurre en Venezuela sólo corresponde que opinen los venezolanos, sin ninguna ”injerencia externa”

Por Director

01/03/2015

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Columnas

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razeto

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro se indigna porque desde otros países latinoamericanos surgen críticas a su gobierno y al régimen que dirige, afirmando que sobre lo que ocurre en Venezuela sólo corresponde que opinen los venezolanos, sin ninguna ”injerencia externa”. Pero el gobierno bolivariano se ha propuesto ante el mundo, y especialmente ante los países latinoamericanos, como un modelo y un proyecto revolucionario que traspasa los limites del país, en cuanto corresponde al ‘sueño bolivariano’ de una América Latina integrada. Si espera que otros países sigan su modelo, y en tal sentido el gobierno chavista ha actuado con fuerza para influir en países como Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Argentina, Honduras, etc., y si el propio presidente Nicolás Maduro invita a los gobiernos ‘amigos’ a pronunciarse contra la oposición venezolana y sus intentos ‘golpistas’, es inconsecuente pretender que su gobierno y su régimen no puedan ser objeto de críticas desde el exterior.

Ello es aún más claro si se trata de los derechos humanos, que por definición y acuerdo internacional reiteradamente confirmado por las Naciones Unidas, constituyen derechos de valor universal, que en los países civilizados son el valor ético y el principio jurídico principal, que están por sobre cualquier razón de Estado, constitución política o ideología. Actualmente muchos gobiernos los violan, y otros callan por conveniencias económicas y políticas. Pero los ciudadanos tenemos la obligación de defender los derechos humanos en cualquier circunstancia. Y hay que tener en cuenta que mientras más grande sea la crisis institucional y politica de un país, más probable es que allí se violen los derechos humanos de una u otra manera, y en unas u otras circunstancia.

El hecho es que Venezuela está viviendo una gran crisis económica, política e institucional, que genera gran inquietud no sólo en Venezuela sino en todos los países latinoamericanos, y los organismos internacionales que vigilan los derechos humanos están haciendo severas advertencias respecto a violaciones recientes relacionadas con encarcelamiento de dirigentes políticos opositores y represión militar desmedida en movilizaciones sociales y estudiantiles.

Personalmente tengo una gran preocupación por lo que está ocurriendo y, sobre todo, por lo que temo que ocurra en Venezuela en los próximos meses y años. He estado muchas veces en Venezuela, desarrollando allí dos tipos de actividades: por un lado, en relación a organizaciones cooperativas y de economía solidaria, autónomas respecto al gobierno y que practican cuidadosamente el principio cooperativo de la neutralidad política, a las que he conocido y admirado por su coherencia y su capacidad de prestar servicios eficientes a sus asociados y a la socieda venezolana en general.

Por otro lado, en diversas ocasiones fui invitado por el gobierno, en tiempos de Hugo Chavez, a dictar conferencias y dar cursos a los funcionarios de varios Ministerios (en especial el Ministero de la Economía popular y el Ministerio de la Economía Comunal, que fueron posteriormente suprimidos, y el Ministerio de Planificación, que entonces estaba a cargo del prof. Jorge Giordani, quien ya no está en el gobierno), y tambén una serie de asesorías al Banco Central de Venezuela en relación con el desarrollo de una metodología para cuantificar la actividad económica de la economía popular, informal, cooperativa, comunal y solidaria.

En todas esas ocasiones conocí bastante la realidad social, económica y política de Venezuela, tanto en Caracas como en otras ciudades, y por cierto, establecí muy buenas relaciones de amistad con muchas personas excelentes, fuertemente comprometidas con el desarrollo democrático y social del país. Como mis actividades se desarrollaron durante varios años, pude también apreciar la evolución política e ideológica del gobierno.

Al comienzo, la propuesta de un ‘socialismo del siglo XXI’ era básicamente un espacio abierto, de debate y de experimentación, centrado en pensar e inventar un nuevo modelo de socidad, libre, autónoma, justa y solidaria. Como resultado de aquellos debates y búsquedas teóricas y prácticas fueron decantando dos concepciones, o dos ‘almas’, que convivían en el mismo gobierrno, bajo la conducción flexible y oscilante de Hugo Chávez, que por entonces no tenía un proyecto político muy definido. Por un lado, estaban aquellos que propiciaban un socialismo estatista fuertemente centralizado, con una marcada orientación marxista, y que veía en el socialismo cubano un ejemplo a imitar. Por el otro, estaban las propuestas de un socialismo descentralizado, de amplia participación popular, que otorgaba gran importancia a las cooperativas, a las formas emergentes de economía popular y solidaria, y a iniciativas productivas centradas en desarrollos locales de nivel comunal.

En mi opinión, tres fueron los factores qiue inclinaron decididamente al gobierno venezolado a tomar el camino de las expropiaciones y del socialismo estatista centralizado. 1. La fuerte influencia que empezaron a ejercer Fidel Castro y el gobierno de Cuba sobre  el presidente Hugo Chávez, que terminó asumiendo el marxismo como ideología guía, y el modelo cubano como ejemplo. 2. Las urgencias político-electorales del gobierno, que lo llevaron a impulsar programas populistas y de beneficio directo a la gente a través de las llamadas Misiones, las que contradecían la lógica de la economía popular, cooperativa, comunal y solidaria, que no se fundan en donaciones y beneficios otorgados gratuitamente por el Estado, sino en iniciativas de organización y trabajo autónomo, por cierto más exigentes y de más lento impacto en la opinión ciudadana. 3. La insuficiente formación teórica de los impulsores de la economía popular, solidaria y comunal, que los llevaron a incurrir en muchos errores, frente a los cuales no fueron suficientes mis reiteradas advertencias. En realidad, en aquél contexto ideológico y político no era fácil comprender que para el desarrollo de estas formas económicas basadas en la autonomía organizativa y en la cooperación libre de los asociados, el Estado sólo podía cumplir funciones facilitadoras, y no directamente impulsoras y financiadoras de iniciativas inducidas desde arriba. Cabe comentar, de paso, que cuando ya era claro el predominio de la concepción estatista, mis servicios de asesoría y formación fueron reemplazados por los de un intelectual español de orientación marxista, que de la economía cooperativa y solidaria no entendía mucho, como pude comprobar personalmente en una conversación que tuvimos en ocasión de mi último viaje a Venezuela.

En el contexto de aquellos debates y búsquedas a los que hice referencia, en todas las charlas, cursos y asesorías que realicé durante esos años (de los cuales quedan registros en videos y en un artículo publicado por la Revista Nueva Economía, Año XV, Diciembre 2006, de la Academia Nacional de Ciencias Económicas), intenté poner de manifiesto que el modelo del socialismo estatista y centralizado conduciría, en lo económico, a una severa reducción de la producción, a una distorsión del sistema de precios, a desabastecimiento e inflación; y en lo político, a una muy probable deriva autoritaria, sostenida más por la fuerza militar que por la adhesión ciudadana.

En lo positivo, mi propuesta consistía (expresada en extrema síntesis), en facilitar el desarrollo de la economia cooperativa, popular, solidaria y comunal como un sector económico relevante, a desplegarse en el marco de una economía pluralista, que considerara un importante sector de economía privada de mercado (pero regulada y sujeta a una dinámica de democratización del mercado), y un sector de economía pública o estatal (pero descentralizada y ampliamente participativa a nivel laboral y comunitario).

Debo aclarar que al formular estas ideas, yo evitaba emplear la palabra ‘socialismo’, entendiendo que por razones históricas y culturales era prácticamente inevitable que se lo asociara a propuestas centralizadoras y estatistas, sea por el ‘socialismo real’ de los regímenes comunistas, o por los socialismos ‘social-demócratas’ europeos que enfatizaban el Estado de bienestar, o por los socialismos populistas de América Latina. Mis propuestas, tal como vengo haciendo desde hace más de 35 años, se enmarcan en la perpectiva de una nueva civilización, post-capitalista y post-estatista.

Lo que está ocurriendo actualmente en Venzuela es el resultado obvio, que era previsible teniendo en cuenta las opciones económicas y políticas adoptadas en las últimas fases del gobierno de Hugo Chávez y durante la actual presidencia de Nicolás Maduro. Es muy preocupante la crisis económica, que está significando una acentuación de la pobreza, y la crisis institucional y política, que está implicando un severo deterioro de la democracia, la acentuación del autoritarismo y la militarización de la política, e incipientes pero no por ello menos graves violaciiones a los derchos humanos.

Lo que se esperaba fuera una autónoma y creativa experiencia económica y política de nuevo tipo, propia del siglo XXI, se está demostrando incapaz de ir más allá de lo que han sido los socialismos del siglo XX.

Luis Razeto M.

Univérsitas Nueva Civilización

 

 

 

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