Vientos de izquierda

¡Qué tiempos estos! Vaya que sí, especialmente para quienes pensábamos que nos habíamos perdido la Comuna de París, la Revolución de Octubre, la china, la cubana, la crisis del 29, la Gran Guerra Patria, la lucha anticolonial, el mayo ’68, los yanquis huyendo como ratas de Saigón, y nos teníamos que conformar con el recuerdo […]

Por Wari

03/11/2010

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Columnas

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¡Qué tiempos estos! Vaya que sí, especialmente para quienes pensábamos que nos habíamos perdido la Comuna de París, la Revolución de Octubre, la china, la cubana, la crisis del 29, la Gran Guerra Patria, la lucha anticolonial, el mayo ’68, los yanquis huyendo como ratas de Saigón, y nos teníamos que conformar con el recuerdo de los tres años de Allende, tragarnos nuestra gran fenomenal derrota y el papelón de la «transición democrática», tan eterna como Aylwin, los Frei, los Larraín y el futuro esplendor.

¿Será por aquello de «las nuevas tecnologías»? Es domingo en la noche, y veo que la candidata de izquierda a la Presidencia de Brasil, Dilma Youssef, gana las elecciones con cerca del 47 por ciento de los votos, y que Marina Silva, la ambientalista amazónica, ex ministra de Lula, conquista 20 por ciento. Habrá segunda vuelta, sí, pero con un abrumador voto de izquierda por delante, en un Brasil que no es ni la sombra de lo que era hace sólo ocho años: 35 millones dejaron de ser pobres, dos veces la población de Chile, y su país es una potencia mundial.

Y están frescos los momentos dramáticos del Ecuador, cuando el presidente Rafael Correa se abrió el pecho frente a los gorilas, «mátenme si tienen cojones carajo», y ese pueblo salió a la calle y llenó las plazas y rodeó a los sediciosos, y acorraló a la subversión de la derecha, le quitó el aire a los milicos que esperaban a ver quién ganaba, y no sé si todos vieron a esos dos periodistas, conductores del noticiero de la televisión pública, serenos e irreductibles ante una turba de clase media que, comandados por el abogado del ex presidente Lucio Gutiérrez, irrumpió rompiendo puertas y ventanas en los estudios.

Y mientras los medios de aquí dicen que lo de Ecuador no fue golpe, que fue una reivindicación salarial, leo al Presidente Lula en Página12, el diario que falta en Chile: «La izquierda en América Latina hace opción por la democracia y por esa vía está llegando al poder en varios países. Los golpes no son de la izquierda. Nadie de izquierda dio el golpe en Honduras». No pues, nadie de izquierda da golpes, pero es la izquierda la que los recibe.

Parece que fue hace varios meses que la izquierda venezolana venció su enésima elección, pero no, fue hace una semana. Una «derrota» en que los partidarios del Presidente Hugo Chávez tienen 37 diputados más que la oposición, en un sistema electoral que garantiza -no excluye como en Chile-, la representación de las minorías, y las elecciones no se ganan o pierden en la TV, sino en lo que aquí llaman «terreno» y que allá es sencillamente lo que es: Donde está el pueblo. La derecha saca votos donde manda la TV, los socialistas ganan en las bases.

Y sigo leyendo que Susana Villarán, la candidata de izquierda a la Alcaldía de Lima, Perú, está peleando el primer puesto. Y no salgo de la perplejidad cuando escucho a Rodrigo Hinzpeter, el ministro del Interior, afirmar que los comuneros mapuche son sus hermanos y que llegó la hora de la justicia negada por siglos ¡Qué grandes son estos combatientes mapuche, en aquella sencillez de mate, humo y sopaipillas!

Y mientras todo eso ocurre, los diputados binominales aprueban una ley que castiga con cárcel a quien se atreva a gritar «paco culiao» y ponen el grito en el cielo porque Galvarino Apablaza se salvó del sartén de la injusticia chilena. Apablaza se salvó del sartén, pero sigue castigado: Un luchador que debiese portar medallas, vive en el exilio. Un día, tal vez, este pueblo estará a la altura y le pedirá que regrese en paz. Para que eso ocurra, como en toda la historia humana, ese pueblo deberá volver a la calle a defenderse a sí mismo. Como en Quito.

Por Alejandro Kirk

Polítika, octubre 2010

El Ciudadano N°89

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