Violación de derechos esenciales de lo humano en Chile

Cuando en Definitiva, por ignorancia, se desconoce la presencia de una dimensión Sutil de Derechos Humanos, como resultan ser los Derechos Espirituales, que la actual Constitución consagra en su artículo 1º y en su artículo 19º, no resulta sorprendente la presencia de una violación sistemática de libertades propias del espíritu humano, por parte del propio […]

Por seba

03/01/2013

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Columnas

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Cuando en Definitiva, por ignorancia, se desconoce la presencia de una dimensión Sutil de Derechos Humanos, como resultan ser los Derechos Espirituales, que la actual Constitución consagra en su artículo 1º y en su artículo 19º, no resulta sorprendente la presencia de una violación sistemática de libertades propias del espíritu humano, por parte del propio Estado para con sus ciudadanos.

Este perjuicio en Chile actualmente se realiza sobre muchos chilenos que se ven afectados por una persecución organizada realizada de modo cruel por instituciones del Estado, que además del vejamen individual que se practica sobre los perseguidos, significa incurrir en significativos costos de distinto orden de modo inconducente a través de distintas maneras. La responsabilidades se reconocen en distintos niveles, un primer factor es la ausencia de compresión de la autoridad responsable para significar la oferta del Estado para cautelar el desarrollo de este orden de derechos en su artículo 1º y esto, por la utilización de un paradigma en la construcción de realidad que margina dimensiones sutiles de ésta en la existencia humana y en la existencia toda, parece que desde hace mucho. El Estado deja de prestar atención a un espacio sutil por inmaterial, por insuficiente cobertura de su paradigma, por la presencia de una conciencia funcionalmente poco expandida, esta situación determina que los procesos educativos y de salud, y de servicio público en general, se encuentran limitados con techo para desarrollar sus iniciativas, trabajan considerando la existencia material solamente, en los hechos, esta desatención excluyente, trae como consecuencia que el estado de bienestar ético, del ser humano, está comprometido, y ésta es la plataforma para mucho del sufrimiento y desequilibrio que experimentamos y que se manifiesta a través de los niveles de angustia, de descontento, de agresividad, de desintegración individual y social, de degradación y deterioro, de las adicciones, la delincuencia y otros.

El consumo inadecuado de sustancias es otra de estas manifestaciones, para soportar las personas buscan respuestas urgentes para aliviar, para evadirse, para no sufrir, su profundidad excluida, su espiritualidad sin territorio, sin espacio para su atención. Mucho del uso recreativo está vinculado a la necesidad de recrear, de modificar la relación con los momentos, de alguna manera buscan generar oportunidades para asistirse espiritualmente de modo poco claro, con altos costos, sin embargo, administrando la realidad según la cobertura conciente que su estado evolutivo determina.

Son muchos los chilenos que haciendo uso de sus derechos espirituales, en la mayoría de los casos sin mucha conciencia de ello, y eso nos lleva a un punto significativo y relevante, relacionado con la participación potencial disponible para todo ciudadano, cuando recibe luces para iluminar el camino, y con el tremendo poder que en estas circunstancias se hace posible integrar. Sin embargo en la actualidad son muchos los que son acusados por delitos o faltas especialmente a propósito del cultivo de cannabis, en forma indiscriminada, se asocia automáticamente a narcotráfico, al aplicarse la ley 20.000, inspirada en la legítima necesidad de controlar la lacra del narcotráfico y sin distinguir, se trata como delincuente a ciudadanos que tan solo se encuentran haciendo uso de libertades para atender necesidades que el Estado no reconoce como efectivas o por lo menos para las que el Estado no ofrece ninguna respuesta.

El costo de un ciudadano en cárcel y las consecuencias en desintegración familiar, personas que quedan marcadas, que incluso en la mayoría de los casos terminan aceptando la connotación de delito para sus conductas, por el peso de la inercia social que opera dentro de una ignorancia institucionalizada, frente a la cual resulta difícil pararse con dignidad. Es más, hasta los “buenos” le aconsejan que acepte el mal menor, un lavado de cerebro perfecto, todos de acuerdo “los buenos y los malos” condenan al ciudadano. Una violación de derechos que se revierte cuando el ciudadano deja de participar, él de actitudes que reflejen la ausencia de contacto con su mundo espiritual, que es de donde es posible sacar las fuerzas para optar a la transformación, ciudadanos empoderados proponiendo otra lectura de la matriz jurídica existente, detectando y visibilizando la presencia de los derechos espirituales del ser humano en un lugar de privilegio de la Constitución, e invitando a otros a recrear la perspectiva mecánica para que así constaten por sí mismos la pertinencia de El Trabajo para impregnar de más dignidad nuestras dinámicas individuales y colectivas.

Sin embargo, nuestra realidad actual, que ya incluye primores para la liberación y transformación, es de violación sistemática, institucionalizada, coludidos usando el poder del Estado, como una inquisición moderna, que persigue a los espíritus que reclaman libertad, esto es una vergüenza hoy en día. Es de todos la responsabilidad: de los servidores públicos; de los científicos que con inteligencia deberíamos buscar los métodos para aplicar la sabiduría conquistada en los estudios ya realizados; de los responsables de cultivar la espiritualidad en todo el mundo; de todos los ciudadanos que a pesar de constatar el absurdo, por cobardía, por ignorancia, por comodidad nos hacemos cómplices de una dinámica humillante que nos tira sobras para calmar la angustia y fantasear con brillos ilusorios.

La violación existe, las victimas y victimarios somos todos en distintos grados y formas, sin embargo deberíamos concordar que la lucha contra la oscuridad e ignorancia es lo único que ofrece oportunidades para una libertad que no se concede sino se ejerce, y que en esta lucha resulta fundamental desplegar la unión como estrategia, esa que brota precisamente de los contactos humanos espiritualizados.

Por Dr. Milton Flores Gatica

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