Entrevista: Anahí Berneri, directora de «Aire Libre» y «Un año sin amor»

La realizadora habla acerca de la mirada de género en sus películas, las relaciones en el S.XXI y la realidad del cine argentino actual.

Por Estefanía González

12/09/2015

Publicado en

Argentina / Cultura

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Anahí Berneri prepara café en su oficina de la Chacarita mientras el sol del mediodía entra por el amplio ventanal. Sonríe y hasta pide disculpas por no tener otra cosa que ofrecer que no sea café del instantáneo, el cual sirve en dos pocillos de vidrio.

Pareciera, por su trato genuino y amable, que ninguna de las nominaciones o premios internacionales que han puesto en valor su carrera se le hubiesen subido a la cabeza.

Por ejemplo, en 2005 fue galardonada con el Teddy Award del Festival de Cine de Berlín por su ópera prima “Un año sin amor”, película que sigue los días de Pablo (Juan Minujín), un escritor portador del virus de HIV que, a mediados de la década del ´90, se las rebusca para sobrellevar su soledad y su enfermedad.

En 2007, Berneri recibió el FIPRESCI (International Federation of Film Critics) por “Encarnación”, film que narra la decadencia en la carrera de una mujer que treinta años atrás fue una gran estrella del espectáculo de revistas y hoy convive con la inevitable vejez.

Su último largometraje, “Aire libre”, protagonizado por Celeste Cid y Leonardo Sbaraglia, estuvo compitiendo el año pasado en el Festival de San Sebastián. En “Aire libre”, Berneri hace foco en un matrimonio que, mientras construye una mega casa en las afueras de Buenos Aires, atraviesa una fuerte crisis de pareja.

No es la primera vez que Berneri se introduce en el universo de las relaciones: “Por tu culpa”, descrita por la directora como “una pesadilla doméstica”, transcurre en una sola y fatídica noche donde el personaje principal (Érica Rivas) debe llevar a su hijo más chico al hospital. Su marido –con quien no está pasando el mejor momento- la carga con un pilar de acusaciones y el pediatra tensa aún más la situación al sospecharla de maltrato infantil.

En una entrevista decías que vos no hacías películas de género femenino ni masculino, pero en “Por tu culpa” hay una clara denuncia.

No es que yo no haga películas de género. Lo que hago es tratar el tema del género en mis películas, porque son películas que te llevan a ponerte desde una mirada de género.

De hecho,  “Un año sin amor”,  que es una película que habla desde un protagonista homosexual con HIV positivo en el año ´96,  se planta en la mirada del deseo y no en la mirada de la identidad de género. Entonces, lo que hago es intentar adoptar ese punto de vista aunque no sea el mío, aunque no sea el de mujer.

Y “Encarnación” de algún modo también es una película de género, porque habla de cuál es el lugar de la mujer y cuándo es tratada como un objeto, cuándo tiene el lugar de sex symbol y qué pasa con el paso del tiempo y con el paso de los años, con el objeto sexual que cuando pierde su juventud es mirado con risa, con sarcasmo, con burla.

Ridiculizada…

Ridiculizada. Desechada porque perdió su juventud. Y cómo es el no haber formado una familia y el no haber sido madre. Eso también estigmatiza a ese personaje.

“Por tu culpa”, en cambio, es hablar desde el lugar de la maternidad.

Y la sorpresa en “Por tu culpa” es que fue muy bien recibida por los hombres y a muchas mujeres les generó rechazo.

¿Por qué?

Porque no querían verse reflejadas de esa manera. Y  muchos hombres la entendieron porque es la realidad de sus mujeres: tratan de hacer malabares entre tener una vida profesional y exitosa, criar hijos, ser hijas y ser esposas sexys también. En algún lugar me parece que los hombres la vieron con ojos más benevolentes.

También las reacciones fueron desde “me pusiste una cámara oculta en mi casa” hasta “ella está completamente loca”.

Decís que “Por tu culpa” podría ser la precuela de “Aire Libre” ¿Creés entonces que hay una continuidad en las tramas de tus películas?

“Aire libre” es una película de transición, de quiebre hacia otro lugar y, a la vez, tiene una continuidad temática con “Por tu culpa”.

Yo me había quedado con ganas de explorar el universo de la pareja de “Por tu culpa”, de cómo habían llegado hasta ahí con tantas cosas sin hablar y sin resolver, y cómo lo físico aparecía, cómo la violencia aparecía por todos estos silencios. Así que me di el gusto de continuar de alguna manera esa temática en “Aire Libre”.

Hasta “Por tu culpa” trabajaba con un único punto de vista, con películas de personajes, de retratos. Yo creo que “Aire Libre” también tiene algo de la trama como excusa para mostrar a los personajes, pero ya el punto de vista se bifurca y aparece la mirada masculina con la que quise intentar meterme en sus zapatos. “Por tu culpa”, en cambio, es casi un manifiesto feminista (ríe). No… pero tiene ese lugar, el de pensar cuál es el lugar de la mujer.

“Aire Libre” compitió en San Sebastián: en los portales de noticias vascos la palabra que más se utilizó a propósito de esta película fue “incomodidad” ¿Era tu objetivo apelar al público desde la incomodidad?

No, hay dos situaciones muy distintas: una tiene que ver con el público vasco y  otra con lo que genera la película. En “Aire Libre” la incomodidad forma parte y también forma parte de las intenciones.

En San Sebastián yo creo que fue recibida como una película casi molesta, pero por el tipo de historias con la violencia de género que ellos tienen; les es muy difícil ver a la mujer, no como una víctima, sino como parte de una relación violenta.

De hecho, en la conferencia de prensa se trató mucho ese tema, me decían: “Pero esa película habla de la violencia de género encubierta”. No habla de la violencia de género, habla de los vínculos violentos que muchas veces se generan en nuestras parejas. De las crisis que, al no instalarse en palabras, aparecen en forma de violencia. Del fin del amor, de seguir manteniendo vivo el deseo a pesar del paso de los años. De eso habla “Aire Libre”.

Ahora, por otro lado, es una película que construye – al igual que mis anteriores películas, sobre todo “Por tu culpa”- la identificación. Y cuando la identificación nos lleva a reflejarnos en espejos que no nos muestran la mejor parte de nosotros, nos pone en un lugar que sí es incómodo.

No es una película provocadora “Aire Libre”. Sí es una película que entrás o no entrás, te identificás con los personajes o no.

No es una película liviana….

No es una película liviana. Pero tampoco la veo como una película provocadora. Sí es una película que invita a la identificación y que tiene un registro muy realista. Creo que es una película que, por sus situaciones cotidianas y por la liviandad de las situaciones -porque no se dicen todo en la cara- se va generando una tensión que no termina en un insulto o en un golpe, que no concluye, pero que va cargando al espectador. Y esa tensión tal vez es de malestar porque lleva a pensar: “¿Por qué no reaccionan?”. Es mucho más fuerte ver una pareja negando la confrontación, negando resolver sus problemas, que verlos discutir.

En “Aire Libre” mostrás los modos de relacionarse de una generación.

Sí, es una película generacional. Retrata una generación de parejas de una clase social determinada, una clase media.

Igualmente, todos estamos atravesados por un mundo en donde la juventud eterna es un valor; antes, cuando llegabas a los cuarenta era otra manera de verse, hoy a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta necesitamos seguir siendo deseados, seguir siendo activos, y nuestra generación tiene padres que son abuelos de nuestros hijos y que siguen trabajando, que siguen activos, cambian de pareja.

Entonces hay un punto donde el concepto de familia ha cambiado. Y todo lo que nos rodea tiene de alguna manera fecha de vencimiento. Y eso cambia las relaciones, los vínculos, el matrimonio.

Yo llevo dieciocho años de pareja y no hay parejas que duren dieciocho años, no es común, no es lo que sucede. Lo más común es que no tengamos la tolerancia, la capacidad y la paciencia para crecer del mismo modo, para entender al otro, para seguirlo deseando sino que a la primera de cambio ya está, ya se quiere huir de la familia.

Empezaste filmando las realidades de los cines porno de Buenos Aires y terminaste mostrando los suburbios de la clase media alta argentina ¿Qué te llevó a trabajar sobre cuestiones tan disímiles?

Yo siempre digo que uno empieza por donde puede. A mí me llegó el libro de “Un año sin amor” porque  estaba dirigiendo un magazine en un canal satelital. Me encantó el libro de Pablo Pérez y sentí que esa mirada con distancia que yo tenía al dirigir ese programa y al leer ese libro, era una mirada mucho más piadosa y mucho más romántica de la que tenía la comunidad gay de ellos mismos. Y me interesó abordarlo desde una mirada extranjera pero que de alguna manera construyera un puente.

Y sí creo que uno es mucho más valiente cuando una se va acercando a su universo cotidiano que cuando se va alejando. Así que no descarto ni una cosa ni la otra. De hecho, el personaje de “Encarnación” surgió porque también me maravillé con el trabajo de una actriz con la que había trabajado y veía ese lugar de soledad, de haber sido y ya no ser, que me dio a empezar a tratar ese tema.

Soy de las que creen que, como decía Borges o como decía Bresson, los temas lo eligen a uno y no al revés.

Tu primera película fue hace 11 años. De 2004 hasta ahora ¿Qué cambios ves en el panorama del cine nacional?

Ha habido muchos cambios. Hace diez años había más apoyos al cine argentino en cuanto a ayudas internacionales, hoy es mucho más difícil por la situación internacional. Recién ahora el cine argentino está volviendo a tener su lugar en festivales, el 2014 fue un gran año. Pero es otro panorama: hay, para mí, una apertura más grande hacia el público desde el cine argentino actualmente en producción.

¿Más convocante?

No, hay una intención un poco más comercial. Hay una intención de no darle la espalda al espectador. Es un cine un poco más maduro. Si vos ves los nombres de directores ya consagrados haciendo cine de autor, el año pasado todos probaron con figuras convocantes: “Aire Libre” con Leonardo Sbaraglia y Celeste Cid, “El Ardor”, de Pablo Fendrik, con Gael García García Bernal, “Jauja”, de Lisandro Alonso, con Viggo Mortensen, Trapero que hace varios años viene filmando con Darín.

Hoy no es sencillo, lo sabemos, llevar gente al cine. Y es dificilísimo, también, estrenar películas en Argentina, de autor o no de autor. Si no tenés un elenco que más o menos sea convocante, si no podés hacer prensa con esa película, no vas a conseguir una distribución, no vas a conseguir una exhibición, no te van a dar la sala.

Seguimos teniendo apoyo del INCAA, sin el cual  no se podría filmar, pero son menos los fondos y las productoras que arriesgan al cine argentino.

Por otro lado, el cine argentino en producción, en calidad, en forma de contar tiene una madurez muy interesante, más aún comparada con Latinoamérica. No es un momento que esté de moda, pero somos muchos los directores argentinos reconocidos que tienen una carrera interesante para atender. Pero es necesario tentar el proyecto para ir haciendo lo que uno quiere y que por el otro lado sea viable. No te digo rentable, no te digo comercial: viable. Que el proyecto se pueda hacer, que los productores no pierdan plata haciendo nuestras películas.

Me parece que es un súper desafío y que es algo que es posible. En el caso de estos directores que te acabo de nombrar, son directores que no han perdido su personalidad, que no han perdido su impronta y que han hecho películas que, como Platero, por ejemplo, han llegado casi al millón de espectadores.  Los directores intentamos seguir haciendo nuestras películas de alguna manera.

Anahí Berneri

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