De piscina olímpica a nido de mosquitos: la debacle de Río 2016

La piscina olímpica de Río, donde se despidió el gran Michael Phelps el pasado verano, es un festival para los mosquitos

Por Alex Ripne

27/02/2017

Publicado en

Deportes

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1488021571_433833_1488025385_noticia_normal_recorte1La piscina olímpica de Río, donde se despidió el gran Michael Phelps el pasado verano, es un festival para los mosquitos. La imagen ha dado la vuelta al mundo y se ha convertido en la enseña del legado olímpico de Río de Janeiro. Cinco meses después de apagarse la llama olímpica, no queda nada del brillo del mayor evento deportivo del mundo en una ciudad ahora en decadencia y maltratada por la crisis. El legado deportivo, la principal razón para justificar las inversiones millonarias que requirieron los Juegos, se encuentra en entredicho.

“Pasé por ahí el otro día y me dieron ganas de llorar. La Arena Olímpica [el pabellón que acogió la competición de gimnasia artística] está rodeada de escombros”, cuenta Renata Fernandes, que en agosto era una fan eufórica con un tótem de cartón de la gimnasta norteamericana Simone Biles bajo el brazo. Fernandes, que llegó a pedir vacaciones para aprovechar al máximo los Juegos, no entiende por qué el parque está “desaprovechado”: “Podrían usarlo para que desfilen cortejos de Carnaval. Es un lugar enorme, todos podríamos ir ahí y aliviaría el tráfico de la ciudad”.

Los bulevares del Parque Olímpico, que unían las principales instalaciones, están abiertos al público desde hace casi un mes, pero son pocos los que se acercan. El Ayuntamiento no tiene cifras de cuántas personas lo han visitado y no hay ni un solo baño, ni una fuente, ni un quiosco que alivie bajo un sol de 40 grados. El calor se agrava por el mal olor provocado por el alcantarillado que rodea el recinto y desagua en la laguna.

Desde agosto solo ha servido para una cosa: un campeonato de volley-playa. No hay un calendario cerrado de eventos deportivos y, de momento, el mayor acontecimiento previsto en sus bulevares será el festival de música Rock in Rio, en septiembre.

El espacio, de más de un millón de metros cuadrados de superficie, es responsabilidad de diferentes organismos, del Gobierno Federal a constructoras privadas.

El alcalde que trajo los Juegos a Río y que acaba de dejar el cargo, Eduardo Paes (47 años, del Partido Movimiento Democrático Brasileño), intentó varias veces ceder su gestión al sector privado, pero nadie se mostró interesado en costear un gigante que consume cerca de 30 millones de reales (9,2 millones de euros) por año. El Ministerio de Deportes tuvo que asumirlo en diciembre y aún no da detalles de qué hará con él.

El Ayuntamiento es responsable del desmontaje del Parque Acuático, que implicaba en un principio trasladar las dos piscinas olímpicas a diferentes partes de la ciudad pero que al final van a destinarse a entrenamientos de alta competición del Ejército. También debe trasformar el pabellón Arena 3, donde se celebraron las competiciones de yudo y taekwondo en un gimnasio olímpico para cerca de 1.000 alumnos. La inauguración no tiene fecha.

La Arena del Futuro, que acogió la competición de balonmano, aún espera licitación para ser desmontada y convertida en cuatro escuelas municipales. “No existe abandono”, defienden en la Secretaría municipal de Deportes.

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