Fútbol argentino

¡Feliz cumple, maestro!

Ricardo Bochini cumplió 62: 'La escuela del Bocha' reune en una entrevista especial al ídolo de Independiente, a Gustavo Cordera y a Daniel Bertoni

Por Javi Gumucio

26/01/2016

Publicado en

Argentina / Deportes

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Por Javi Gumucio

-Una especie en extinción, gambeteando en do menor-, dice el tango de Mariano Siccardi.

-¿Con qué pagar tanto gozoso instante, que nos dieron, a toda orquesta, la pelota y tus pies calzando guantes?-, relata la poesía de Héctor Negro.

-Usted sabe, querido Bocha, la dirección de un potrero, la magia por sobre los cheques de un extranjero-, adhiere el candombe de Carlos Andino.

-Solo le pido a Dios, que Bochini juegue para siempre, para toda la alegría de la gente-, confiesa el himno que el mismo León Gieco modificó de su versión original.

-Porque soy de la escuela del Bocha, voy con la fantasía a la estrategia fría-, manifiesta ‘El baile de la gambeta’, una de las canciones más populares del rock nacional de los últimos años, escrita por Gustavo Cordera.

Las diferentes representaciones artísticas se refieren a Ricardo Enrique Bochini, historia viva de tiempos gloriosos del fútbol argentino y hombre de una sola camiseta, aunque su enorme jerarquía lo habilitaba para jugar en cualquier club del planeta. El destino lo depositó en Independiente y él nunca se fue de Avellaneda.

Un enganche pausado, que le gustaba jugar andando, con las medias caídas y decoloradas, con la frente siempre hacia adelante. No pateaba penales, ni tiros libres, ni cabeceaba, pero hacía goles decisivos, los que ganan campeonatos (él solo tiene más Libertadores e Intercontinentales que River, por ejemplo). Recordado por su gran visión del juego, su elegancia y sus pases milimétricos, es un mito viviente de las Copas y de los milagros.

En los pasillos del fútbol, se describe como pase bochinesco al adjetivo que define el pase perfecto, “ese último pase preciso, que deja al delantero mano a mano frente al arquero, después de pasar por el medio de todas las piernas rivales”.

Luego vino ‘la escuela del Bocha’ y después, el verbo ‘bochinear’. El autor de las denominaciones, Gustavo Cordera, cuenta que siendo fanático de Lanús, asistía a la platea de Independiente, sólo para ver a Bochini.

– ¿Qué es la escuela del Bocha, Gustavo?
– Es una escuela imaginaria, creada por una forma de ser. Es jugar en el mismo equipo toda tu carrera, no gritar el gol para ofender al contrario. Es la fantasía por encima del resultado.

Es el arte llevado al deporte, la gracia. Es el juego por encima del sacrificio, algo que en occidente no está permitido. Es la celebración de la magia como espectáculo, la locura…

Bochini era y es un loco sin ninguna violencia, sin ninguna maldad. La escuela del Bocha es el pase gol. Es el jugador más generoso que he conocido, le hizo hacer goles a todos los jugadores que estuvieron a su lado.

Antes, un diez era imprescindible para el espectáculo, hoy los jugadores se comportan como trabajadores a sueldo. En la escuela del Bocha se enseña la imaginación al poder.

– ¿Qué sensación te generaba el juego de Bochini?
– Sorpresa, siempre me sacaba una sonrisa, una alegría.

– ¿Qué es lo que tiene El Bocha que no lo tiene nadie más?
– Irreverencia, rebeldía… Magia.

– ¿Te acordás cuando lo conociste?
– Lo conocí en su mejor momento, él no lo recuerda. Era callado y tímido. Teníamos un amigo en común, yo todavía no había formado Bersuit.

– ¿Qué es bochinear?
– Bochinear es pensar más rápido que los demás. Es el pensamiento artístico, intuitivo, no el racional.

En el ‘Diccionario Fóbal Club’, de Juan José Panno, la palabra Bocha aparece como: “Apodo que remite incontrastablemente a Ricardo Enrique Bochini, campeón mundial de asistencias, el jugador con más partidos disputados en un mismo club (714) en la historia del fútbol nacional. Ganó 13 torneos con Independiente, o sea que él solo obtuvo más títulos que Racing o San Lorenzo en todo el profesionalismo”.

Y es que el Bocha (Zárate, Provincia de Buenos Aires, 1954) fue partícipe de gran parte de la historia rica de Independiente, donde ganó la Libertadores en 1972, 1973, 1974, 1975 y 1984. Es ídolo absoluto del club en el que jugó casi 20 años, de 1972 a 1991.

¿Son ciertas estas historias? ¿Este personaje existe? Ese gol difícil de creer en Roma a la Juventus por la Intercontinental 73, cuando el equipo de Turín no quiso venir a jugar a Sudamérica e Independiente tuvo que definirlo en un solo partido en Italia. Aquel gol imposible a Talleres en Córdoba en el empate 2 a 2 que lo proclamó campeón del Nacional 77, cuando el Rojo sufrió tres expulsiones, un gol con la mano y un penal dudoso y otra vez, con todo el público en contra. Ambas definiciones en sendas paredes con su socio y amigo, Daniel Bertoni. Dicen también, que le hizo un gol a Peñarol por la Copa Libertadores del 76 arrancando atrás de media cancha y dejando en el camino a más de la mitad del equipo rival, jugada que diez años después emuló Maradona, uno de sus fanáticos.

Una de esas noches frescas de septiembre, Ricardo Bochini me abre la puerta del lobby de su edificio de Palermo. Es la primera vez que lo veo en vivo. Campera de cuero negra para el Bocha y un suéter del color que lo identificó durante varios años, el rojo. Me da la mano. -Pasá, ¿cómo estás?-, me saluda. -Un placer-, atino a responder.

Era un genio silencioso, había creado un estilo que murió con él. En un mundo banal, introdujo la esencia, la belleza, la sutileza. No quiso tener una vida de famoso con lujos, era escurridizo a ese sistema de estrellas. Su interés pasaba por otorgar magia al público de Independiente y a otros fanáticos que lo venían a ver. Era un dios ermitaño, no tenía la vulgaridad de los humanos.

Se pone los anteojos para leer la opinión de Cordera sobre él. Sonríe. No lo tuteo, claro.

– ¿Usted prefería dársela a un compañero antes que convertir el gol?
– No, yo prefería jugar en equipo. Si yo tenía mejores posibilidades de hacer el gol, lo hacía, pero si tenía un compañero mejor ubicado se la daba. Lo que valía ahí era que el equipo gane el partido. Así ganamos varios campeonatos.

– ¿Cómo hacía para gambetear con la cabeza arriba, mirando a sus compañeros?
– Esa es la condición natural que uno tiene. Por el puesto, como jugaba de diez, siempre arrancaba con la pelota en los pies, pero ya había mirado dónde estaban mis compañeros. A veces tenía que ir ligero, despacio y a veces tenía que esperar la llegada de algún compañero. Según la situación, iba viendo qué era lo mejor para terminar la jugada.

– Entonces ¿se nace con la condición?
– Se necesita práctica y condiciones. Uno puede nacer con alguna habilidad, pero las tenés que perfeccionar con la práctica. Ahora, si un tipo no tiene condiciones, no va a llegar ni aunque esté con la pelota las 24 horas.

– En esa práctica constante para pulir las condiciones, ¿tiraba paredes varias horas a solas con Bertoni?
– Si, con Bertoni vivíamos juntos. Íbamos mucho a practicar solos en una canchita de la Cervecería Quilmes. Nos entendíamos una maravilla pero por las condiciones de cada uno: yo era un diez gambeteador, tocaba bien la pelota; él la sabía devolver y le pegaba fuerte. Yo le metía pases en profundidad y el era un gran definidor, podía definir de 30 metros o de cerca, cuando le salía el arquero.

– ¿De esas prácticas salió el gol que le hicieron a la Juventus?
– No, no. Porque cuando le hicimos el gol a la Juve recién nos habíamos conocido.

– Entonces, ¿Bertoni fue su mejor socio dentro de la cancha?
– Siiiiii, fuimos muy profesionales.

– ¿A cuántos goleadores fabricó?
– Con Outes y Alzamendi me entendí muy bien. Outes era de jugar corto. Mientras que con Alzamendi era para meterle pases largos. Con Burruchaga e Insúa, que eran volantes que llegaban cerca de uno, la tocaban y picaban. Percudani, Morete, Alfaro Moreno. No sé si llegaron a ser goleadores del torneo, pero cada uno hizo varios goles conmigo.

– ¿Que tenía Bochini para hacer tantos goleadores?
– Yo me destacaba en el último pase. Ahora no miran el último pase, patean por encima de un jugador. Yo siempre veía a un jugador solo para hacer el último pase.

– ¿Existe esa característica en algún jugador actual?
– No.

– ¿La técnica y la habilidad mental están por encima del físico?
– No, el físico también lo tenés que tener. De mí se habla mucho de que yo era chico de físico, pero yo tenía mucha resistencia, pique corto y cambio de ritmo, que es fundamental. No tenía físico para ir al choque ni al cabezazo. Igual que a un tipo grande le cuesta gambetear e ir esquivando, porque tiene que tener cintura, reacción y estar liviano.

– ¿Por qué piensa que estos artistas le hicieron estos homenajes?
– Yo creo que es porque les gusta el fútbol. Uno jugó un fútbol que tuvo una parte de arte y otra parte de espectáculo, y yo hice eso en un determinado momento. Después me siguieron Maradona y hoy Messi. Seguro antes de mí hubo otros y los artistas se inspiran en este tipo de expresiones que ve y le gustan.

– Si usted es el ídolo de Maradona. ¿De Bochini quién era?
– Cuando era chico a mí me gustaban mucho Clemente Rojas, el de Boca; y Ermindo Onega, de River. Eran jugadores del fútbol local que jugaban en mi puesto y que eran muy talentosos.

– ¿Por qué la gente que no es de Independiente también lo idolatra?
– Me respetan porque yo nunca cargué a nadie. Yo siempre hacía un gol o hacía hacer un gol y me abrazaba con mis compañeros y festejábamos, pero nunca fui de ir a cargar a la hinchada contraria ni al rival. Mi interés era ganar los partidos y si le hacía un túnel al contrario, o una pisada, era porque era el único recurso que me quedaba. Si a vos te viene un jugador y te abre la pierna para cortarte un pase, yo se la tenía que tirar por debajo, era lo lógico. Yo le hice así un gol a Fillol en Mar del Plata, el me tapó todo el arco pero abrió las piernas y se la tiré por ahí.

– ¿Lo aplaudió la hinchada visitante alguna vez?
– Siiii. La de Boca, la de Gimnasia en La Plata, la de Newell´s en Rosario, la de Gremio en Porto Alegre. Después de una jugada, como al final del partido, por cómo había jugado.

– ¿Sabía que existe le verbo bochinear?
– Sí (sonríe sin levantar la cabeza), lo escuché alguna vez. Bochinear es jugar para divertirse y que los que vayan a verte también se diviertan y pasen un lindo momento. Que la gente disfrute lo que uno hace dentro de la cancha. Bochinear es hacer algo por el espectáculo, por el bien del fútbol, de los hinchas y de su alegría, que es lo que uno siempre intenté hacer, darles alegrías.

– Para terminar ¿Qué es la escuela del Bocha, Ricardo?
– Es lo que dice la canción: la estrategia fría.

***

Avellaneda lo quiere tanto, que desde 2007 rebautizó una parte de la calle Cordero, con el nombre de Ricardo Bochini, porque según los autores del proyecto, es una parte importante de la cultura de la ciudad.

Su sociedad con Bertoni fue maravillosa, ambos dibujaron jugadas de museo, tiraron paredes que derribaron todos los muros defensivos. Por eso nos comunicamos con el delantero y coautor de varias de las fechas memorables que tuvo Bochini y la historia del club que los unió…

– ¿Hola?
– Hola Daniel, necesito hacerte una nota ¿tenés unos minutos?
– Ahora no, llamame el martes.
– Es que necesito cerrarla hoy, Daniel.
– Estoy en camino a Mar del Plata, no puedo, estoy manejando.
– Es sobre el Bocha… (Se produce un silencio de unos segundos)
– Al Bocha yo lo quiero mucho, ¿qué querés preguntarme?
– Me dijo que fuiste su socio ideal dentro de la cancha…
– Con el Bocha parece que nos conocíamos de siempre, de toda la vida.
– ¿Te acordás del primer encuentro con él?
– Fue en una práctica en el Monumental. No nos conocíamos y en la primera jugada tiramos paredes hasta el arco e hicimos el gol.
– ¿Cuál fue tu obra cumbre con el Bocha, ante la Juventus o contra Talleres?
– La Intercontinental no tiene comparación, fue el primer campeonato mundial de Independiente.
– Te agradezco, Daniel. La última: Vos jugaste con varios diez, como Maradona, Kempes, Alonso… ¿Por qué Bochini fue diferente a los demás?
– Era un adelantado a la jugada. Me hizo hacer un montón de goles. Esperaba que el defensor mueva el pie. No hubo en la historia una pareja que juegue tan de memoria como nosotros.

***

Muy pocos jugadores fueron capaces de definir un torneo y marcar la historia de un club. Independiente de Avellaneda se ganó el apodo de ‘Rey de Copas’ por ser el equipo más laureado de América y el más ganador de la Copa Libertadores. Y en gran parte, se lo debe a Ricardo Bochini.

Fue campeón del mundo con la selección en México 86, donde fue llevado por Bilardo, después de que Maradona convenza al entrenador para su convocatoria. Jugó seis minutos del partido semifinal contra Bélgica y la leyenda cuenta que Diego lo recibió en el campo de juego con la frase: “Bienvenido maestro, lo estábamos esperando. Dibuje.”

Así, El Bocha, lejos de ser un objeto comercial del fútbol, no solo provocó expresiones artísticas, frases y hasta verbos, sino también es parte de decenas de cuentos. De autores que lo vieron jugar, que, indistintamente del equipo que sean hinchas, lo recuerdan como un genio, lo adoran como a un ídolo y aseguran que no hubo ni habrá otro igual. Un verdadero crack del fútbol.

Fuente: www.golcafe.com

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