Los tratamientos son peligrosos

«Durante dos años pensé en matarme», el trauma de las «terapias de reparación» de la homosexualidad

Miles de jóvenes en Estados Unidos son enviados a hacer "terapias" para que cambien su orientación y se conviertan en heterosexuales

Por Isailen Piñango

31/08/2018

Publicado en

Diversidad

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Según estimaciones del Instituto Williams, unas 700.000 personas han pasado  por «la terapia de reparación», la mitad de ellas tenía menos de 18 años.

«Las terapias tienen como objetivo cambiar la orientación sexual y también la identidad sexual de las personas LGTBI”, explica Christy Mallory, investigadora de ese instituto de California.

«Quienes ofrecen esa terapia todavía piensan que la homosexualidad es una enfermedad que hay que tratar”, añade Mallory, en entrevista con DW.

Además de los terapeutas, también hay consejeros religiosos que ofrecen ese método. «Está claro que la Iglesia es un gran problema”, subraya, por su parte, Mathew Shurka, una de las victimas que ha tenido que hacer una terapia para acabar con sus tendencias homosexuales. «Para muchos cristianos, ser lesbiana o gay es un pecado”.

El joven estadounidense inició su trauma cuando su padre lo envió y  no se lo esperaba, ya que este reaccionó con comprensión cuando su hijo le contó su secreto, a los 16 años. «Pensé que si alguien podía protegerme, ese era mi padre”, indicó el hombre de 30 años.

En estos momentos, unos 57.000 jóvenes que tienen entre 13 y 17 años están realizando un tratamiento de fondo religioso, según el Instituto Williams. Aún y cuando, en muchos Estados, ya hay leyes vigentes que prohíben las terapias reparativas a cambio de honorarios.

«Todas las personas son básicamente heterosexuales. La homosexualidad es solo una reacción a un trauma de la infancia”: ese era el argumento del terapeuta de Mathew.

A  Mathew lo separaron de su madre

El terapeuta del joven le diagnosticó «que había crecido con demasiados modelos de rol femeninos”. Según el «profesional», la cercanía a su madre y a sus dos hermanas fue demasiado grande.

«Por lo tanto, el primer paso de la terapia consistió en pasar menos tiempo con mujeres, y más tiempo con hombres”. A Mathew no se le permitió hablar con su madre durante semanas. «Me sentía muy mal, pero lo hacía porque pensaba que me iba a ayudar.”

Se empezó a deprimir, aumentó casi 30 kilos y tenía pensamientos suicidas. «Durante dos años pensé en matarme, pero no lo intenté nunca”, dijo.

Fin de la pesadilla de Mathew

«Pregunté una y otra vez si podía hablar con alguien que hubiera podido cambiar su orientación sexual con éxito”, cuenta. Pero su terapeuta nunca le presentó a nadie y en ese momento despertó de su pesadilla y se retiró del programa.

Cerca de 6.000 jóvenes podrían evitar tener que pasar por estas terapias, gracias a las leyes aprobadas en algunos estados, que no representan la mayoría. Es decir, aún falta mucho por hacer.

Hoy Mathew es un activista LGTBI y acepta su sexualidad, tiene una pareja estable y su padre se disculpó con él por el trauma causado.

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