EE. UU. a cinco años del colapso de Lehman

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Por Director

06/11/2013

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Economí­a / Portada

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EE.UU., la mayor economía mundial, proporciona en estos días ejemplos elocuentes de a los extremo que lleva el fundamentalismo económico.  La administración federal y los servicios públicos se vieron obligados a cerrar sus puertas el primero de octubre, día en que debía entrar a regir el presupuesto fiscal 2014.  El proyecto de ley para aprobarlo quedó entrampado en el Congreso.  Peor aún, ni siquiera se autorizó a que se prorrogasen los gastos.  Los republicanos lo bloquearon en la Cámara de Representantes, poniendo como condición que se dejase sin efecto la reforma sanitaria aprobada el año 2010 o, a lo menos, se postergase su vigencia hasta el año 2014.  Ello acontece cuando se han cumplido cinco años desde que la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers agravó la crisis económica mundial.  Las grandes instituciones financieras estadounidenses, responsables en un alto porcentaje de la mayor crisis económica global después de la Gran Depresión, fueron masivamente rescatados y hoy son más poderosos que ayer.  Con el agravante que siguen utilizando los mismos mecanismos estimuladores de la crisis.  Los bancos demasiados grandes para quebrar y el proceso de securitización, expresó el economista norteamericano Barry Eichengreen, factores que contribuyen a la crisis continúan vigentes.  Sus efectos negativos volverán a expresarse, lo que no se puede precisar es el “cuándo”.  De otra parte, por la parálisis fiscal, de tocarse el techo de la deuda se pronostica una nueva recesión, ahora como consecuencia de un shock político.

 

En septiembre se cumplieron cinco años de la traumática quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, un momento emblemático en la crisis experimentada por el sistema financiero estadounidense.  “El colapso del banco –como escribió Martín Wolf- no era más que un síntoma de la crisis que se avecinaba.  (…) de todas maneras, la crisis financiera ya estaba en camino” (23/09/13).  La Reserva Federal y la Casa Blanca efectuaron grandes esfuerzos en salvar a los demás grandes bancos  en dificultades.  La Fed cifra en US$12 billones, más de un 80% del PIB norteamericano del año 2007, los recursos utilizados para detener la caída y contribuir a la recuperación del sistema financiero incluyendo grandes instituciones de otros países como el germano Deutsche Bank y los franceses BNP Paribas y la Societé Générale.

¿Qué ha pasado desde entonces?  Se reconstruyó y se amplió el poder de los grandes bancos causantes en gran parte al finalizar la década pasada de la primera recesión planetaria.  Estos rescates en la forma como se efectuaron crearon condiciones para que amplíen aún más su riqueza, que la consideran algo natural.  Las grandes empresas bancarias rescatadas continuaron cancelando primas astronómicas a sus ejecutivos.  Uno de los salvatajes más gigantescos, efectuado inmediatamente después de la quiebra de Lehman Brothers, fue el de la aseguradora American International Group (AIG), actor muy importante en la dimensión alcanzada por la crisis financiera al comercializar garantías por el incumplimiento de deudas, las cuales por la magnitud del colapso fueron incapaces de cumplir.   “Durante un tiempo –denunció Paul Krugman-, AIG fue en esencia una empresa tutelada por el Gobierno federal, que poseía la mayoría de sus activos, pero seguía pagando unas primas astronómicas a sus ejecutivos” (28/09/13).  Su consejero delegado, Robert Benmosche, comparó el poner fin a este escándalo de las primas millonarias, en una entrevista concedida a The Wall Street Journal,  con los linchamientos en el Sur de EE.UU, señalando que ponerle  fin es “igual de terrible e igual de erróneo” (29/09/13).

“El problema –concluyó el Premio Nobel- es que, en general, los ricos se han salido con la suya.  Se rescató a Wall Street, pero no a los obreros ni a quienes tenían casa (y que las perdieron con el estallido de la burbuja inmobiliaria).  Nuestra supuesta recuperación  -añadió Krugman- no ha hecho mucho por los trabajadores corrientes, pero los ingresos de los que ganan más se han disparado (…).  Entonces –se preguntó-  (…) ¿por qué lloriquean? Pero el dinero da poder y, gracias al aumento de la desigualdad, estas personas tan mezquinas tienen mucho dinero.  Así que sus lloriqueos (…) pueden tener consecuencias políticas reales.  ¡Sientan la cólera del 0,01%!”

“Hemos hecho –constató el académico de la Universidad de California Barry Eichengreen consultado sobre que había acontecido con los factores que causaron la crisis- un pequeño avance en el fortalecimiento del sistema financiero.  La Ley Dodd-Frank  -añadió- les exige a los bancos tener más capital.  El perímetro regulatorio se ha ampliado.  Más allá de esto –detalló-, desafortunadamente es difícil ver más progresos significativos.  Muchos de los problemas que condujeron a la crisis están todavía vigentes.  El gran fracaso ha sido la incapacidad de dividir a los grandes bancos.  Vemos que los valores derivados opacos están de vuelta.  (…) los bancos demasiados grandes para quebrar (…) y el proceso de securitización,  fueron los dos factores más importantes que contribuyeron a la crisis  Y todavía están con nosotros.  Podemos decir con certeza –concluyó- que habrá otra crisis.  Solamente no podemos decir cuándo” (15/09/13).

Los economistas Thomas Pihelty y Emmanuel Sáez, utilizando cifras del Tesoro norteamericano, calcularon la concentración de las rentas anuales en el 1% o 0,1% de ingresos más elevados.  Constataron la caída que registraron producida la Gran Recesión y el crecimiento que experimentaron  posteriormente, concluyendo que a partir de 2009 el 95% de los ingresos consecuencia de la recuperación económica fueron captados por el 1% y más del 60% quedó en manos del 0,1%, cuyas rentas anuales superan los US$1,9 millones.  “¿A que se deben estos astronómicos ingresos?” se preguntó Krugman, luego de citar las conclusiones de Pihelty y Sáez.  “(…) una gran parte de esas rentas super altas –se contestó- proceden del sector financiero después que su inminente quiebra amenazase con arrastrar al fondo a todo la economía” (15/09/13).

Los grandes bancos son hoy más poderosos que cuando se produjo la quiebra de Lehman Brothers.  J.P. Morgan, actualmente el banco norteamericano más grande, posee activos superiores a los US$2,5 billones, unas nueve veces el producto chileno.  Las cuatro mayores empresas financieras son un 30% más grandes que el período previo al derrumbe de Lehman.  Mientras tanto, el costo promedio para cada familia de las consecuencias de la Gran Recesión, según estimaciones de la Reserva Federal de Dallas, va a ser de US$120.000, lo que equivale a una pérdida adquisitiva casi similar al producto anual de EE.UU.  Nada de raro tiene entonces que las fortunas de los cuatrocientos estadounidenses más ricos alcanzasen, según el ranking Forbes del año 2013, a US$2,02 billones, con un incremento de US$300.000 millones, si se compara con el 2012,  algo más que el producto chileno, duplicando el monto que reunían hace una década.  Una cantidad similar se había alcanzado en los listados de la publicación norteamericana previos al estallido de las burbujas inmobiliarias y bursátiles en 2007 y 2008.

Desde luego que el crecimiento de las fortunas y su impacto en la distribución del ingreso no se expresa solo en grandes economías industrializadas, con poderosas instituciones financieras, sino también, en países en vías de desarrollo.  Un ejemplo relevante lo proporciona América Central, como lo constató el Informe Mundial de la Ultra Riqueza 2012/2013, confeccionado por Wealth K de Singapur, con apoyo de la poderosa institución financiera suiza UBS.  En su listado el estudio incluye a 245 multimillonarios de Guatemala, 215 de Honduras, 200 de Nicaragua, 150 de El Salvador y 115 de Panamá, cuyas riquezas en el último año crecieron  en US$9.000 millones.  En estos países, escribió Carmen Rosa Escribano de León, directora ejecutiva del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible de Guatemala, “hay históricas familias millonarias que han mantenido privilegios y negocios.  Empezaron por tierras, siguieron por bancos y ahora pertenecen a grandes consorcios de extracción de bienes primarios, como azúcar” (29/09/13)

Este número reducido de ricos, destaca Escribano de León, existe en una zona del mundo en que ni siquiera “el capitalismo está desarrollado.  Existe una visión feudal y monopólica comercial, económica y financiera, centrada en familias con incidencia directa en las decisiones gubernamentales: con su poder económico, influyen en las decisiones políticas”.  Paralelamente, en estos países subsisten cuadros agudos de miseria y grandes capas de la población que viven en la marginalidad, al igual como acontece en la generalidad de los países latinoamericanos.  En Guatemala, destaca el informe de Ultra Riqueza, el número de personas constatadas en el documento, constituyen el 0,06% de la población del país, en Honduras son el 0,036% de la población, en Nicaragua el 0,029%, en El Salvador el 0,041% y en Panamá el 0,031%. En todos los casos es un porcentaje aún inferior al 0,1%.  O sea la concentración alcanza expresiones extremas.

Al mismo tiempo,  la mala distribución de los ingresos se produce en Alemania, presentada como un ejemplo  a tener en cuenta de “buena conducción” económica.  Es la mayor economía europea y la cuarta a nivel mundial por la magnitud de su producto.  “En plena campaña electoral –destacó la agencia DPA poco antes de las elecciones germanas en que fue primera mayoría Angela Merkel-, el lado oscuro del milagro económico alemán vuelve a salir a luz para dejar patente que no es oro todo lo que reluce en la mayor economía de Europa.  El ‘niño enfermo de Europa’ –añadió- fue curado con un medicamento con fuertes efectos secundarios” (19/09/13).  ¿Cuáles son estos “efectos” en una economía en la que Angela Merkel constantemente destaca que tiene la tasa de desempleo más baja desde la absorción de la República Demócrata Alemana?  La explicación reside en el masivo trabajo precario consecuencia de una reforma laboral impuesta en la década pasada por el Partido Socialdemócrata (SPD).  Ello explica que en 2013 siete millones de personas tengan un “miniempleo”, por el que reciben una retribución extraordinariamente pequeña, 6,1 millones de personas deben sobrevivir con ayuda social, ocho millones apenas pueden cubrir los gastos más básicos con su sueldo, 1,3 millones de trabajadores son sobreexplotados al percibir menos que la ayuda social.

Los rescates de instituciones financieras en EE.UU. no pueden confundirse con las políticas de estímulo económico llevadas adelante para enfrentar la Gran Recesión.  Ellas salvaron a la economía estadounidense de una segunda Gran Depresión, pero fueron insuficientes.  Se necesitaba, señaló Eichengreen, “un estímulo más grande, junto con un acuerdo bipartidista de llevar a cabo la consolidación fiscal en el mediano plazo (…) una vez terminada la recesión y después de la crisis.  Más relajamiento cuantitativo por parte de la Fed (…) También una acción más rápida para recapitalizar a los bancos y una reforma financiera de verdad para generar confianza de que no va a ocurrir otra vez lo mismo”.

En su reunión de septiembre, el  Comité del Mercado Abierto de la Fed mantuvo la magnitud del relajamiento cuantitativo establecido desde diciembre de 2012 ascendente a US$85.000 millones mensuales en compra de bonos hipotecarios y del Tesoro.  La tercera fase del relajamiento se había iniciado en septiembre del año pasado adquiriendo US$40.000 millones en títulos hipotecarios.  En ese momento la Fed acumulaba activos financieros por un monto de US$2,8 billones, superando actualmente los US$3,6 billones.  “Hacemos –dijo Ben Bernanke en conferencia de prensa- lo que creemos que es mejor para la economía, no podemos dejar que las expectativas de mercado dicten nuestra política” (19/09/13), haciendo así referencias a las presiones del mercado para que la reducción del estímulo se iniciase rápidamente.  La fundamentación de la decisión residió en que aún el crecimiento  económico es “moderado” y las tasas de desempleo siguen siendo “elevadas”.   Se debe “aguardar más por indicios –recalcó Bernanke-  de que el progreso será sostenido.  Las políticas de la Fed no están diseñadas para estimular la economía por si solas depende de lo que resuelva el Congreso”, cuya parálisis en los días siguientes se profundizó.

La Fed considera que un 2013 el crecimiento promedio de la economía estadounidense será de 2,1% -nivel menor que su estimación anterior-  y la tasa de desocupación estaría al finalizar el año en un escenarios medio de 7,1%, para alcanzar el 6,5% de la población activa en el curso de 2014.  Estos porcentajes provienen de una fuerza laboral que ha disminuido.  Si se considera la tasa de desempleo real la reducción de los estímulos resulta entonces claramente prematura.  “(…) ese descenso del desempleo –escribió Paul Krugman- no es lo que parece a simple vista.  El desempleo no ha disminuido –argumentó- porque un porcentaje más elevado de adultos haya encontrado trabajo, ha disminuido casi exclusivamente porque un porcentaje cada vez menor de adultos forma parte de la población activa.  Y al menos una parte de los estadounidenses que abandonaron la fuerza laboral después de 2007 volverán a medida que mejore la economía, lo que significa que tenemos que recuperarnos más de lo que esa cifra de desempleo da a entender” (18/09/13).

Un desafío clave para la Fed –no logrado- es convencer a los mercados financieros y a los protagonistas de la economía real de que modificará su política de estímulos cuando claramente la economía salga adelante y se cuente con políticas fiscales adecuadas.  De no conseguirlo subsistirá el cuadro de incertidumbre existente desde que Bernanke efectuó por primera vez su anuncio de flexibilización a futuro.  Las expectativas tienen una incidencia en la economía real muchas veces muy poderoso, llevan en no pocas oportunidades a que determinen la evolución en el corto.

En septiembre las divergencias en materia presupuestaria entre la Casa Blanca y los republicanos en el Congreso alcanzaron niveles de irracionalidad al tenerse que prorrogar el gasto presupuestario en el nuevo año fiscal iniciado el primero de octubre y enfrentarse al hecho  que nuevamente en octubre se tocará el techo de la deuda.  “Nunca en la historia de este país –manifestó Obama- hemos visto que se utilice la negociación sobre el techo de la deuda para extorsionar a un  presidente o al partido en el gobierno” (19/09/13).  Los republicanos lo hicieron al condicionar la prórroga del presupuesto a la vigencia de la reforma sanitaria.

El presidente estadounidense advirtió tajantemente que no aceptará el chantaje de negociar temas económicos vitales –como el presupuesto fiscal y elevar el techo de la deuda pública- a cambio de la reforma sanitaria.  No aumentar el techo de la deuda tendría, recalcó Obama, “un efecto profundamente desestabilizador en (…) la economía mundial, porque América es el referente de la inversión mundial.  El dólar es la moneda de reserva.  La deuda que establece el Tesoro es la base de nuestro mercado de capitales.  Por eso –concluyó- no se juega con estas cosas” (28/09/13).  “La suspensión de pagos –recalcó a su turno el Departamento del Tesoro- puede ser catastrófica:  los mercados de créditos se pueden paralizar, el dólar se puede desplomar, los tipos de interés en EE.UU. pueden subir a las nubes.  Podemos encontrarnos en una crisis financiera y en un recesión similar o peor a los sucesos de 2008” (04/10/13).

Sin embargo, la irracionalidad se impuso.  El primero de octubre amaneció con un cierre indefinido en la mayor economía del mundo de servicios públicos e instituciones de la administración federal.  Para los fundamentalistas  republicanos la reforma sanitaria, al demandar gasto público, es inadmisible y su eliminación o la suspensión de su entrada en vigor, lo colocaron como condición para que los servicios públicos pudiesen seguir atendiendo normalmente.

Producido el cierre, Obama señaló que el país era rehén de “una cruzada ideológica” y que la “reforma sanitaria está aquí para quedarse”.  Ese mismo día comenzó la opción para personas que no cuentan con seguros para que escojan la institución privada obligada a ofrecerlos.  Aquellas personas con ingresos inferiores a los US$28.000 anuales percibirán subsidios públicos para cancelar los seguros, a lo que se oponen los sectores republicanos fundamentalistas.  “Cuanto más dure este cierre –alertó Obama- peores serán sus consecuencias” (02/10/13).  Desde luego, afectará las cifras de crecimiento del cuarto trimestre.

El escenario sería aún más grave de no aumentarse el techo de la deuda.  Obama responsabilizó directamente al presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, de la paralización producida y del peligro de que no se aumente el techo, dado que si propusiese una ley para extender el presupuesto y  ampliar el monto del endeudamiento público sin condiciones existiría mayoría para aprobarlo.  A su turno, Boehner la calificó como “una batalla épica” en la que no habrá “marcha atrás”

 Por Hugo Fazio

El Ciudadano

 

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