EE.UU.: no se superó la línea de la estupidez

  El 17 de octubre Estados Unidos no entró en cesación de pagos

Por Director

18/11/2013

Publicado en

Economí­a

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El 17 de octubre Estados Unidos no entró en cesación de pagos.  Un acuerdo promovido en el Senado, al igual como a mediados de 2011, nuevamente lo evitó.  Pero, el aumento del techo de la deuda se extendió hasta los primeros días de febrero y el presupuesto federal hasta mediados de enero.  Además se estableció un comité para que hasta  mediados de diciembre llegue  a un acuerdo fiscal, mecanismo que no dio resultado hace dos años.  El país sigue moviéndose en una cuerda floja al borde del barranco.  ¡Se trata de la mayor economía mundial!  Las repercusiones negativas no se producen solo en Estados Unidos.  ¿Los adquirentes extranjeros de los títulos de deuda de su Departamento del Tesoro seguirán haciéndolo en este marco de inestabilidad?  Los acontecimientos vuelven a demostrar la necesidad de modificar profundamente un sistema monetario mundial que tiene al dólar norteamericano como su instrumento principal.  A la vez, el liderazgo estadounidense en los asuntos internacionales experimenta un deterioro extraordinariamente rápido.  La carencia de una política fiscal afecta negativamente la recuperación de la economía norteamericana e incide sobre las decisiones que imprudentemente la Reserva Federal adelantó que procedería a adoptar de darse determinadas condiciones.  La teleserie fiscal en Washington sigue viva.  Si bien los republicanos resultaron las principales víctimas de la confrontación producida, al no lograr los objetivos que se propusieron, en definitiva el daño lo experimenta el país y la economía mundial.  

 

Al igual que a mediados de 2011 y a fines del año pasado a pocas horas que se tocase el techo de la deuda externo o se cayese en un abismo fiscal fructificaron las conversaciones para postergar que se sobrepasase, como señaló Warren Buffett –uno de los hombres más ricos del mundo- “la línea de la estupidez” que significaba en esta ocasión entrar a suspender pagos.  Nuevamente el acuerdo se alcanzó manteniéndose pendientes los temas de fondo, en otras palabras dejando vivos los factores de incertidumbre.  Los presupuestos federales se prorrogan hasta el 15 de enero próximo y se amplió el límite de la deuda hasta el 7 de febrero.  Por tanto, ambos temas tienen una postergación de algunas pocas semanas.  También otra vez se establece una comisión encargada de concordar antes del 13 de diciembre un acuerdo presupuestario, mecanismos que en 2011 no dio resultado.

 

La posición dura de congresales republicanos debió ceder sin lograr nada en cuanto a su exigencia de modificar la reforma sanitaria, que fue el primer acuerdo que la Cámara de Representantes en esa orientación puso como condición para salir del atolladero, siendo rechazado por el Senado  y la Casa Blanca.  “Han sido dos semanas –constató el senador republicano Lindsey Graham, refiriéndose al lapso en que se debieron suspender diversos servicios públicos- realmente malas para el Partido Republicano” (17/10/13).  El jefe de la mayoría demócrata en el Senado, a su turno, después de constatar que el país estuvo al borde “de un desastre”, sostuvo que el “compromiso va a otorgar a nuestra economía la estabilidad que necesita de manera desesperada” (17/10/13).  ¿Se consigue estabilidad con una “solución” por unos pocos meses?

 

En verdad, se estuvo cerca del “desastre”, pero se corre el riego de volver próximamente a un escenario similar.  Las consecuencias de no alcanzarse el compromiso habrían sido gigantescas.  “El fracaso para pagar las deudas por parte del mayor deudor del mundo, sin precedentes en la historia moderna –había advertido la agencia Bloomberg News-, devastará los mercados financieros desde Brasil a Zurich, congelará un mecanismo de préstamos para inversores que confían en los Tesoros por valor de US$5 billones, hará estallar el precio de los préstamos para millones de personas y empresas, destrozará el valor del dólar y enviará las economías de EE.UU. y mundiales a una recesión que probablemente desembocará en una depresión mundial” (17/10/13).  ¿Puede la economía norteamericana y global continuar enfrentada a previsiones de esta naturaleza?  La calificadora de riesgos Fitch ya había advertido que de no alcanzarse un acuerdo procedería a bajar la puntuación de la economía norteamericana.

 

La parálisis fiscal deteriora la imagen de EE.UU. a nivel mundial y muestra a un país que se mueve de una crisis política-económica a otra.  La dura confrontación, que no quedó superada, impide tener una política fiscal, establecer criterios en materia de gastos e impuestos.  Ello necesariamente afecta el magro proceso de actividad económica estadounidense.  El Fondo Monetario Internacional, en sus proyecciones para el presente año presentadas en su última asamblea semestral, estimó un crecimiento para EE.UU. de solo 1,6% considerando que el cierre administrativo fuese breve, se aprobase un cierto programa de gastos y que el techo de la deuda se elevase.  El acuerdo mantuvo la reducción de gastos establecida desde marzo que sectores demócratas buscaban a lo menos reducir.

 

Las consecuencias políticas negativas en el plano internacional son grandes.   Obama en el lapso durante el cual no se llegaba a acuerdo debió suspender viajes al exterior, no concurrir a la reunión de la APEC, lo que hizo evidente –como debió constatar incluso El Mercurio en su columna Enfoques Internacionales- “que perdió liderazgo, China tomó la batuta, y  se permitió advertir a Estados Unidos que le convendría solucionar sus problemas políticas pues sería inadmisible que no cumpliera sus  compromisos de deuda” (14/10/13), que tienen precisamente a Beijing como el principal acreedor.  En el plano interno, no permitió avanzar en iniciativas como la reforma migratoria, que se hace cada vez más imprescindible y lleva a concluir que no se puede esperar progresos significativos mientras no se supere la confrontación política, que debe tener como condición obligatoria que se resuelva el enfrentamiento presupuestario que conduce a crisis sucesivas.  Desde que asumiese la presidencia Barack Obama el Congreso no ha aprobado ningún    presupuesto anual.  El conflicto tiene por tanto una larga duración, “que se remonta –señaló Paul Krugman- al momento en que los republicanos se hicieron con el control de la Cámara de Representantes el 2010” (20/10/13).  Van tres años.

 

Un enfrentamiento tan duro como el producido deja necesariamente víctimas.  Una de ellas es el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, que el día en que se superó transitoriamente la crisis debió reconocer que “bloquear el acuerdo bipartito alcanzado hoy por los miembros del Senado no es la táctica que debemos emplear.  Además del riesgo de una suspensión de pagos, oponerse supondría abrir la puerta a la mayoría republicana de Washington que quiere elevar los impuestos y deshacer los recortes que ya pactamos en 2011” (17/10/13).  El acuerdo en la Cámara fue acordado con 285 votos favorables y siempre 144 en contra.  Barack Obama pudo finalmente firmar la ley pasada la medianoche del día en que se cumplía la fecha límite que ponía un cerrojo para que el Departamento del Tesoro no pudiese incrementar su endeudamiento por encima de los US$16,7 billones.

 

El tema no es menor.  Boehner es la segunda persona en la línea de sucesión de Obama, después del vicepresidente, Joe Biden.  Tuvo la posibilidad  de darle una salida a la situación mucho antes, permitiendo la extensión del presupuesto y elevar el techo de la deuda, poniendo en votación una resolución en esa dirección que contaba con mayoría,  sin embargo no lo hizo, siendo el único en el arcaico sistema existente que podía llamarla.  Es quien controla lo que se vota en la Cámara, hecho que le proporciona un poder enorme.  Un día antes tampoco fue capaz de alinear a los congresales de su partido para que aprobasen una resolución que permitiese una salida, teniendo finalmente que hacerlo después del dificultoso acuerdo bipartidario registrado en el Senado.  Los republicanos son un partido profundamente dividido, con un ala extraordinariamente recalcitrante.  Wall Street Journal editorializó destacando que hubiese sido mejor si “hubiera entregado el mazo de mando al líder de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid” (16/10/13).

 

Más aún, Boehner inmediatamente después de ceder declaró que “la batalla continúa” (18/10/13).  Por su parte, el Tea Party responsabilizó de la derrota a la cobardía de los miembros centristas de su partido.  La solución del conflicto es aprobar o prorrogar el presupuesto, pero ellos vuelve a plantear divergencia con el Tea Party, que empuja a los republicanos a no aceptar ningún incremento de gastos y oponerse tajantemente a cualquier aumento de impuestos.  La confrontación se repetirá con la reforma migratoria, aprobada en el Senado, pero que debe todavía superar la valla que constituye la Cámara de Representantes.

 

Paralelamente, EE.UU. debe enfrentar el deterior de su imagen externa.  “Nada habrá hecho más daño a nuestra credibilidad en el mundo -constató Obama –que el espectáculo que hemos visto estas últimas semanas (…)” (18/10/13).  “He estado todo el verano en Estados Unidos –escribió el académico de la Universidad de Oxford Timothy Gorton Ash- y he podido observar con alarma creciente a un país tan decidido a hacerse daño a si mismo, que, si fuera un adolescente, cualquier amigo se vería obligado a gritar pidiendo urgentemente un médico.  Ahora que vuelvo a Europa, mi conclusión es esta: Estados Unidos (…) ya no necesita descubrir América, pero es urgente que América descubra lo que el mundo piensa de ella.  Porque eso nos indica que la erosión  del poder de Estados Unidos está produciéndose a más velocidad de la que casi todos predecíamos, mientras los políticos de Washington se comportan como ciervos en celo en una pelea de cornamentas” (17/10/13).

 

Desde luego la inestabilidad fiscal incide sobre las determinaciones que pueda adoptar la Reserva Federal y, en particular, sobre su política de relajamiento cuantitativo”.  “Los bancos centrales –explicitó Daniel López- Salido, director adjunto de Asuntos Monetarios de la Fed- no tomamos las decisiones en función de una fecha, sino en función de lo que pasa en la economía (…)” (19/10/13).  Sus determinaciones las tiene vinculadas con la tasa de desempleo, que no debe superar el 6,5% de la fuerza de trabajo, la inflación no ser inferior al 2,5% anual,  y la estabilidad financiera.   El libro beige de la Reserva Federal en octubre constató que “los contactos en los distritos permanecen cautamente optimistas en el futuro para la actividad económica, pese a que muchos también notan un incremento en la incertidumbre mayormente debido al cierre del gobierno federal y al debate sobre el límite de la deuda”.   Ya Ben Bernanke  señaló  que la recuperación de la economía no  dependía solo de las políticas monetarias, sino que exigía un aporte fiscal.  Este no existe y se mantiene la incógnita política sobre su manejo a futuro.  “(…) el punto crítico en el debate político sobre el techo de la deuda –constató Financial Times- solo se ha aplazado” (17/10/13).  ¿Hasta cuando puede mantenerse una situación que ya lleva años?

 

Necesariamente  en todos los países sus determinaciones de política económica deben tener en cuenta la realidad norteamericana.  En Chile durante estos días la disminución de la tasa de interés del Banco Central tuvo entre sus considerandos lo “temporal” del acuerdo fiscal alcanzado en EE.UU., que hace previsible nuevos momentos agudos de tensiones y un escenario de incertidumbre.

Por Hugo Fazio

El Ciudadano

 

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