El rechazo de la comunidad científica al traspaso de Conicyt al Ministerio de Economía

 El anuncio de traspasar Conicyt desde el Ministerio de Educación al de Economía dejó helados a muchos investigadores

 El anuncio de traspasar Conicyt desde el Ministerio de Educación al de Economía dejó helados a muchos investigadores. Si la Sofofa, la CPC y la Cámara Nacional de Comercio salieron a aplaudir la medida, la comunidad científica en su totalidad se opone. La propuesta permite discutir las políticas de ciencia y tecnología de un país que entrega un magro 0,4% del PIB a investigación. La medida, trabajada sigilosamente por el ministro Longueira, es tan polémica que hasta la revista Nature manifestó su preocupación por el futuro de las ciencias básicas en Chile.

Con su sigilo característico Pablo Longueira prepara la fórmula para traspasar la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (Conicyt) desde el Ministerio de Educación al Ministerio de Economía. Si bien la operación fue anunciada en septiembre, todo parece indicar que se espera el relajo estival para concretar el amarre de la institución a cargo de las políticas y el financiamiento del desarrollo científico del país. Así pasó en España recientemente, cuando los investigadores volvieron de vacaciones y encontraron que el CSIC, instancia española de ciencias, ahora dependía del Ministerio de Economía y Competitividad.

Según las propias palabras de Longueira, el asalto a la institucionalidad científica implica atar todas las pesquisas a la industria. “Toda la inversión pública que hacemos en I+D en Chile y en ciencia y tecnología tenga un vínculo mayor con el aparato productivo”- dijo en una entrevista al diario El Mercurio. Su horizonte es fomentar una relación más estrecha entre el mundo de la academia con el de la empresa privada. Su objetivo es que “todos los recursos que se destinan para la investigación en Chile tengan una planificación estatal mucho más vinculante al valor agregado que queremos incorporar a los sectores productivos”.

Longueira fundamenta esto en que «así han avanzado los países que han logrado el desarrollo».

Francisco Claro Hunneus, ex decano Facultad de Educación UC, pide que “estos anuncios debieran ser precedidos de una consulta a la comunidad científica y tecnológica. Cualquier solución que salga es bueno que se discuta extensamente. Es muy delicado hacer cambios sin un conocimiento cabal del sistema”.

Jaime Retamal, de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago, hace ver que “el mensaje es claro al llevar las ciencias al Ministerio de Economía: es entender el desarrollo tecnológico simplemente vinculado con lo económico, cuando no todos los saberes están reducidos a eso. Eso lo entienden en otros países, donde las instancias de fomento de ciencias son entidades autónomas orientadas a desarrollar la calidad de vida, el desarrollo humano y de otras variables”.

EL IDEÓLOGO

El ideólogo detrás de la iniciativa es quien fuera el primer titular de Economía del gobierno de Piñera, Juan Andrés Fontaine. De concretarse el traspaso, las políticas de ciencia y tecnología serán gestionadas de manera similar a la época de la dictadura, cuando Conicyt dependía del ministerio que hoy dirige Longueira.

Fontaine no sólo es un neoliberal de típica formación en Ingeniería Comercial de la PUC con un master en Economía de la Universidad de Chicago. También es un intelectual del libre mercado que comparte sus clases de Macroeconomía y Teoría de Precios con un puesto en los directorios de Quiñenco, del grupo Luksic; del Banco Santander Chile; del Grupo Mall Plaza y de HQI Transelec, entre otras empresas.

El raciocinio de Fontaine es simple: “El Ministerio de Educación está muy absorbido en el manejo de los temas de educación primaria, secundaria y universitaria. Y eso son problemas que tienen urgencia y que involucran un manejo de recursos muy altos. Inevitablemente, los temas vinculados al desarrollo de la ciencia a través de Conicyt quedan relegados, tienen una prioridad más baja”.

Mario Sobarzo, investigador del Observatorio de Políticas Educativas (Opech), comenta que “nunca es bueno colocar la investigación bajo parámetros económicos, sobre todo en un país como Chile, donde la economía está monopolizada por las grandes empresas, si fuese un sistema de pequeñas y medianas empresas vinculadas con la investigación se entendería. En el fondo es una forma de privatizar las investigaciones”.

Cuando Fontaine fue consultado sobre los énfasis que tendría su idea respecto del financiamiento, asegura que es un malentendido que a algunas áreas del saber se les quite prioridad. “Eso es otro malentendido, incluso un prejuicio. Basta conocer las empresas exitosas de Silicon Valley para ver la importancia que le dan a la contratación no solamente de científicos, sino también de antropólogos y diseñadores. Hoy día, las humanidades, las ciencias sociales y el diseño son muy importantes para crear valor en las innovaciones”- argumenta el intelectual de Libertad y Desarrollo.

Claudio Pérez, Ph.D. en Química y vocero de la Asociación Nacional de Investigadores de Postgrado,  comenta que “no nos parece correcto porque se enfoca en una línea que realiza el Conicyt que es el ámbito de la ciencia y tecnología, pero se olvida el financiamiento a otras áreas como Humanidades, Ciencias Sociales y Artes. Esto va a dar paso a que las áreas menores rentables en lo económico quedarán en desmedro”.

A juicio de Retamal, se trata de “vincular la ciencia y tecnología a un modelo empresarial corto placista que no tiene mucha conciencia ecológica ni le importa el desarrollo sustentable. Es una mala señal para las ciencias y disciplinas que no son rentables a corto plazo. ¿Qué van a pasar con estas ideas que no generan un valor inmediato?”.

Claro confiesa que la iniciativa “me asusta porque conozco los razonamientos de los ministerios de Economía y Hacienda. Es muy pragmático su razonamiento y para definir políticas de ciencia se requiere una racionalidad sobre lo humano más complejo. Hay que tener presente que en Chile el discurso científico incluye Ciencias Sociales, Humanidades y Ciencias Naturales. Y a veces, cuando se habla de ciencias y tecnología se incluye sólo a las Naturales”.

AMPLIO RECHAZO

Desde su anuncio, la iniciativa recibió el rechazo de los círculos académicos. No cayó bien en el Consejo de Rectores (Cruch) y mucho menos aún en las academias científicas y organizaciones de investigadores. Para el Cruch, el Ministerio de Economía no es una instancia en la que los investigadores puedan definir prioridades y asignar recursos de manera autónoma.

El rector de la Universidad de Santiago, Juan Manuel Zolezzi, calificó la idea como “un error garrafal”, argumentando que ya existen instancias de apoyo para las empresas que realizan proyectos de investigación científico-tecnológica. Por su parte la comunidad científica se sumó al rechazo de la propuesta ya que no sólo carece de fundamentos técnicos, políticos y sociales, sino que por sobre todo, va en contra del modelo de desarrollo científico que necesita el país.

En las universidades del Cruch se realiza más del 90 por ciento de la investigación científica y tecnológica del país.

Claro dice que está “en contra del paso del Conicyt al Ministerio de Economía porque dicha área no potencia lo que produce recursos a mediano y largo plazo. Al hacer investigación hay que tener una mirada muy amplia, que va más allá de los vínculos con lo económico”.

Incluso la revista Nature, prestigiosa revista de divulgación científica, manifestó su preocupación por el futuro de las ciencias básicas, que no se haya consultado al mundo científico y la real necesidad de una institucionalidad que coordine las políticas de ciencias e investigación en Chile.

ESCASO PRESUPUESTO

En la comunidad científica chilena hay cierto consenso en que la actual administración y financiamiento a cargo de Conicyt es lo pertinente, aunque urge aumentar el presupuesto que destina el país a la ciencia e investigación. Esta inversión apenas alcanza un 0,4% del PIB. En Brasil la investigación es mayor al 1% del PIB, en China, casi 1.5% y en Corea 3.4%. En los países de la OCDE, el promedio es de un 2,3%, lo que ubica a Chile en el penúltimo lugar del ranking.

Otra estimación que da cuenta de la precariedad en ciencia y tecnología es que el número total de científicos es menor a 3 mil en Chile, una cifra muy pequeña comparada con una población de 600 mil estudiantes universitarios. Es decir, hay un científico por cada 200 estudiantes.

Así las cosas, los objetivos de la propuesta del gobierno para Sobarzo apuntan a “pauperizar más aún lo que ya no tiene incidencia en las políticas públicas de investigación. Ya se están dando menos becas de postgrado a ciencias sociales y humanidades. Dedicarse a la investigación hoy en Chile es casi ser un apóstol”.

Claudio Pérez, quien hoy se afana en dilucidar la aplicación de líquidos iónicos para hacer investigación de nuevos sistemas de síntesis, orgánica explica que “nuestro foco no es la rentabilidad. Llevar eso a un ámbito más macro para una empresa no es un enfoque al que ahora esté concentrado”.

El investigador en química teórica añade que “es incierto eso de darle una rentabilidad inmediata a la ciencia y la tecnología, considerando que para llegar a generar aquello es necesaria una investigación profunda y puede que sea hasta de años. Las ciencias básicas desarrollan las bases para que quienes después se enfoquen a la ciencia aplicada lo hagan en lo productivo. Pero es un proceso de años”.

UN GIRO HACIA LA EMPRESA

Tanto Conicyt como Corfo, que depende del Ministerio de Economía, tienen ya programas destinados al vínculo entre investigación y empresas. En la primera instancia está la Línea de Inserción en el Sector Productivo a cargo de Carmen Luz Latorre, directora del Programa de Atracción e Inserción (PAI) de Conicyt.

Donde se han centrado los esfuerzos es en el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC), presidido por Fernando Flores e integrado por Manuel Krauskopf, quien estuviera a cargo de Conicyt durante la dictadura y en el último tiempo fuese rector de la Universidad Andrés Bello; Juan Claro, quien fuera presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa) y de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC).

En un reciente encuentro de acercamiento entre Conicyt y dirigentes empresariales, Cristóbal Philippi, secretario general de Sofofa e integrante del CNIC, sostuvo que para el vínculo entre ciencia y la empresa “se requieren traductores y unificar objetivos y métodos para una inserción exitosa y viceversa porque esperamos que surjan emprendimientos en el mundo del conocimiento”.

Tanto la Sofofa, la CPC y la Cámara Nacional de Comercio (CNC) están de acuerdo con integrar Conicyt al Ministerio de Economía. En un seminario realizado en octubre el presidente de la CNC, Carlos Eugenio Jorquiera, manifestó su apoyo a la decisión del gobierno. “Le dije al ministro de Economía que estamos muy contentos con la noticia de Conicyt, porque nosotros sabemos que el emprendimiento ha sido un objetivo fundamental de la dirección suya en la cartera y confiamos que dentro de toda su tramitación llegue a buen puerto”- comentó Jorquiera en la ocasión.

Por su parte, el presidente de la Sofofa, Andrés Concha, indicó que “vemos como algo positivo avanzar en esta línea, por cuanto una de las aéreas pendientes que tenemos por desarrollar en la economía, es un mayor vínculo entre empresa e investigadores. En ese sentido, Conicyt debiera cumplir un rol muy relevante en esta materia”.

Francisco Claro comenta que “la ciencia es mucho más vasta que aquellos saberes que tienen una aplicación. Asusta que todo lo que no tenga conexión con la tecnología sea menospreciado. La ciencia tiene una racionalidad más vasta que la económica”.

César Leyton,  historiador de las ciencias biomédicas, advierte que “cuando el conocimiento termina atado a los intereses económicos empresariales tiende a estancarse en su multidisciplinariedad. Desde el siglo XVI al XIX los esfuerzos científicos se abocaron al estudio de las enfermedades del gusano de la seda por la gran industria asociada a ese negocio. De Antony Van Leeuwenhoeek, uno de los padres de la microscopía, hasta Luis Pasteur las investigaciones se limitaron al ámbito industrial, retrasando sistemas sanitarios o de salubridad para la población”.

UN EMPRESARIADO POCO INNOVADOR

La propuesta del ministro Longueira también obliga a revisar el rol del empresariado en el desarrollo científico y tecnológico del país, ecuación que no los deja muy bien parados.

La estructura productiva de Chile es de explotación de recursos básicos, fundamentalmente minería, agricultura, productos forestales, pesca y comercio. Cuando los empresarios chilenos invierten lo hacen en negocios en los que el retorno del dinero sea lo más rápido posible: centros comerciales, supermercados y centros de educación superior que escasamente investigan.

Claudio Pérez comenta que “la idiosincrasia del empresariado chileno es querer tener rentabilidad a corto plazo. Cuando se den cuenta que para mejorar sus sistemas de producción para rentabilidad a largo plazo, según la mentalidad de ellos no van a querer invertir. O cuando las medidas que apliquen no tengan los resultados de retorno que esperan, menos. El empresario chileno tiene la visión de que necesita rentabilidad a corto plazo, le sale menos costoso salir a buscar productos afuera. Menos tienen visión de país, aún cuando a largo plazo la investigación les sea más rentable”.

César Leyton, hace ver que “a partir de Thomas Kuhn se pueden hacer interpretaciones críticas a los paradigmas científicos y a los contextos culturales en los que se cimentó la ciencia, lo que ha permitido tener una visión más amplia de cómo se ha desarrollado esta. En cambio si vuelve el conocimiento científico a ser controlado por los industriales y comerciantes se corre el peligro de que la ciencia se vuelva a ensimismar o que se produzca un proceso larvario de conocimiento focalizado en desarrollo económico y las promesas de progreso social que las ciencia trae sean para un ámbito reducido”.

POLÍTICAS DE CIENCIA

 La discusión planteada remite ineludiblemente a la definición de políticas de ciencia para el país, vinculadas a un modelo de desarrollo consensuado. Hay acuerdo entre los investigadores de que no toda la investigación puede ser traducida a productos transables en el mercado y menos aún reducirla al valor agregado de algún bien de consumo.

Claudio Pérez considera que “la formación de capital humano avanzado es un pilar de las políticas de ciencia y tecnología. Hoy solo se quiere mejorar los índices respecto de los países desarrollados, en número de doctores y postgrados. Ese ha sido el enfoque de los últimos gobiernos y no se ha pretendido tener una política de Estado según las necesidades del país”.

Para Mario Sobarzo “hay que generar una política nacional de desarrollo que dure y no dependa del gobierno de turno. Si dependiera de los ciclos electorales ni siquiera se alcanza a probar lo que resultó y lo que falló. El Estado tiene que definir hacia donde quiere ir. Tampoco se escucha a las universidades”.

Claudio Pérez pone de ejemplo el caso de las industrias más grandes de Chile. “Tenemos mucha industria minera y de celulosa, pero no nos enfocamos en como mejorarla”. Para Jaime Retamal “el desarrollo sustentable necesita mucho más investigación, innovación aplicada, algo que no es rentable al corto plazo”.

Retamal se pregunta “¿a quién le puede interesar investigaciones de punta en áreas de ciencias sociales? En mi caso, por ejemplo, tuve que hacer un doctorado de Filosofía en Educación y con el sistema actual tuve que hacer toda una búsqueda de un tema en políticas publicas para insertar mi investigación”.

Claro cree que “juntar la investigación científica a aplicaciones es razonable. No estoy en contra de que se busque una mayor sintonía entre estas, pero hay que hacerlo con mucho cuidado porque se puede terminar matando la investigación científica”.

 MINISTERIO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Una declaración del Consejo de Sociedades Científicas de Chile suscrita a fines de septiembre llamaba a generar una política de Estado para el desarrollo científico del país que trascienda los gobiernos de turno. Su materialización institucional sería un Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Retamal propone que “el Conicyt debiera salir del Ministerio de Educación para conformar una institucionalidad nueva de ciencia y tecnología. Si la opción de quedarse en Mineduc era mala, llevarlo a Economía es peor”. Concuerda en que se debe tratar de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. “dadas las tareas que tiene, los recursos, las necesidades del país, el contexto de sociedad de innovación, se necesita dicho ministerio que le de mayor autonomía al desarrollo científico y tecnológico”.

Un modelo interesante es Brasil, país que creó un Ministerio de Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Un plan de metas para el año 2022 contempla alcanzar un gasto en investigación del 2,5% del PIB, tener 450 mil investigadores y el 5% de la producción científica mundial.

 Jorge Babul, presidente Consejo de Sociedades Científicas de Chile, en carta a La Tercera llamó a destinar a ciencia y tecnología “un porcentaje del PIB mayor que el actual, que debiera ser por lo menos un 1,2 % de dicho producto. La actividad empresarial, preocupada de alcanzar resultados específicos en corto tiempo, no puede destinar recursos para investigaciones de largo alcance que van más allá de los intereses particulares de una empresa”.

“Me gusta la idea de un ministerio para darle más presencia a la ciencia en el frente político, claro que con la condición de que el ministro sea un científico y no un político”- sostiene Claro.

Claudio Pérez propone que es prioritario “pensar en cómo invertir para mejorar los centros de investigación de las universidades y la relación entre estas y las empresas. Además se debe fomentar programas que fomenten centros a nivel regional. Esto exige una línea a largo plazo de ciencia y tecnología. Hoy están enfocados en la competitividad y eso deja fuera a muchas áreas, entre ellas a las basales, las Ciencias Sociales y las Humanidades. Hay que desarrollar bien una política que se ocupe desde la formación cuando parten los programas de investigación. Es importante una formación de capital humano avanzado de manera transversal, fomentando programas de investigación nacionales”.

 César Leyton va más allá y propone “un Ministerio de Ciencia que se preocupe de incentivar un conocimiento público de las ciencias a todos los sectores. Son interesantes las experiencias de Explora de Conicyt. Además, las instituciones científicas deben tener relaciones con las organizaciones sociales, escuelas y juntas de vecinos. Un conocimiento científico se legitima con su entorno social, no se enfrasca en un entorno universitario y mucho menos empresarial”.

Mauricio Becerra Rebolledo

@kalidoscop

El Ciudadano

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