El desafío del nuevo gobierno:

Frenar la disminución de los ingresos fiscales

Frenar la desaceleración de la economía chilena, el legado del ex ministro de Hacienda, Felipe Larraín a la Nueva Mayoría, es un tema abordar en el corto plazo. Cómo mantener el crecimiento sin seguir aumentando la brecha de la desigualdad el otro desafío.

Por Director

25/03/2014

Publicado en

Economí­a / Portada

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La administración Piñera finalizó en medio de una acentuada desaceleración de la economía.  La caída en los niveles de actividad se produjo cuando los vientos externos favorables dejaron de impulsarla, cesaron de estar presentes los aumentos de inversión pública y privada  post terremoto y se consumieron los factores productivos disponibles generados durante la recesión. Durante todo el periodo la estimación de crecimiento potencial de la economía permaneció prácticamente inmodificada.  Quedó al descubierto la reducida magnitud de factores productivos nuevos generados en los cuatro años y al desnudo la carencia de una concepción de desarrollo que no fuese otorgarle mayores garantías al 1% de la población de mayores ingresos.  El último trimestre de 2013 registró un crecimiento de solo 2,7% en doce meses y la serie desestacionalizada lo hizo en 2,2%.  La Encuesta de Expectativas del Banco Central cifra el crecimiento de los primeros meses de 2014 en un porcentaje ligeramente superior.  En este escenario comenzará a moverse el nuevo gobierno, que contará con un presupuesto de bajo crecimiento del gasto público y un creciente déficit fiscal en la medida que aparece más lejana la proyección de variación del producto realizado para el año por Felipe Larraín, lo que disminuye los ingresos fiscales.  Es una situación que se debería enfrentar por el nuevo gobierno desde el primer momento.

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En el último trimestre de 2013, el indicador mensual promedio de actividad económica del Banco Central creció solo un 2,7%, siendo su punto más bajo diciembre cuando lo hizo en apenas 2,6%, a pesar de que hubo un día hábil más que el mismo mes en el año 2012. La serie desestacionalizada fue aún más baja, con un incremento en doce meses de 2,2%. El crecimiento anual descendió a 4,1%, muy por debajo de las estimaciones efectuadas en la elaboración del presupuesto, lo que reduce los ingresos fiscales y  lo conduce a la parte baja de la estimación efectuada recién en diciembre por el informe de política monetaria del Banco Central, que cifró el crecimiento anual entre 3,75% y 4,75%, disminuyéndolo por tercera vez consecutiva. La desaceleración fue mayor a las previsiones oficiales, influyendo en ello, entre otros factores, la política fiscal restrictiva en aplicación.  La disminución con relación al año anterior alcanzó a 1,5 puntos porcentuales.

La disminución en los ritmos de actividad se manifestó nítidamente en la demanda interna, que en el tercer trimestre –última cifra disponible- creció solo en 1,3%,  cuando doce meses antes, se expandía sobre el 8%.  El freno fue particularmente notorio en la formación bruta de capital fijo, es decir en la inversión productiva, empezándose a manifestar más claramente en los últimos meses también la desaceleración en el consumo.  En diciembre la importación de estos bienes se contrajo un 38,4%, la más grande disminución mensual en los últimos cinco años, lo que condujo a una reducción en doce meses de 4,4%. La disminución promedio en la importación de bienes de capital en doce meses fue en el cuatrimestre octubre-enero de 28,6%.  La desaceleración condujo también a la caída de los ingresos fiscales, que en el año se redujeron 1% en comparación a 2012, por primera vez desde 2009.

 El Banco Central, en los antecedentes para su reunión de política monetaria en febrero, constató “que en el cuarto trimestre de 2013 la desaceleración de la actividad y de la demanda fue algo mayor a la prevista en el Informe de Política Monetaria (IPoM) de diciembre”.  Ello como consecuencia “particularmente de una desaceleración más intensa en aquellos sectores relacionados con la inversión”, al tiempo que el consumo privado continúa “con un ritmo de moderación gradual” (18/02/14).  Esta desaceleración superior a la proyectada llevó al Consejo del Banco Central a reducir nuevamente la tasa de interés de política monetaria a 4,25%, en 0,25 puntos porcentuales.  En su comunicado adelantó posibles nuevas bajas.  “El Consejo estima –declaró- que en los próximos meses podría ser necesario agregar un mayor estímulo monetario para asegurar que la inflación proyectada se ubique en el 3% en el horizonte de política”.  Mostrando así preocupación de que el debilitamiento económico  lleve a disminuir el IPC que en el momento de la reunión se encontraba en cifras anualizadas en 2,8%.

 En el cuarto trimestre la producción industrial manufacturera, comparada con los mismos meses del año anterior, fue negativa. Descendió de acuerdo a las cifras del INE en 1,5% y las ventas industriales, según Sofofa, en 3,4%.  La producción metalúrgica metalmecánica, cayó aún más, anotó Asimet, un 9,6%, completando en diciembre catorce meses consecutivos con indicadores a la baja.  La mayor reducción se produjo en las industrias básicas de hierro y acero (-17,1%), que enfrentan una difícil situación a nivel mundial. “Las causas de la violenta contracción ha estado principalmente –declaró Gastón Lewin, presidente de Asimet- (…) en el  cierre de algunas industrias, no es menor el término de una línea completa  de CAP (…) y tenemos una parte importante de sustitución de producción local por importaciones”.  Las perspectivas para 2014 siguen siendo negativas.  “Esto principalmente –recalcó Lewin- debido al cierre de una línea entera de Huachipato, el cierre de Madeco, todo lo que es manufactura de cañería; la sustitución por importación de artículos electrodomésticos (…).  La industria metalúrgica y metalmecánica se está volviendo –agregó- menos competitiva, por un alza de costos, entre otros, energía eléctrica” (13/02/14).

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Ello en una economía que viene experimentando un grave proceso de desindustrialización, tema no abordado en el programa de gobierno de Michelle Bachelet, causada en no poca medida por la fuerte apertura de la economía chilena y la carencia de políticas para estimular su recuperación. Chile requiere contar con una política manufacturera. “Si queremos dar el paso siguiente –señaló José Gabriel Palma, académico de la Universidad de Cambridge- hay que pensar cómo captar mejor la renta de los recursos naturales, cómo industrializar el sector exportador primario, cómo tener un tipo de cambio más competitivo y estable, y una inversión pública que le permita a la mayoría tener una educación y salud civilizada” (11/02/14).

La Encuesta de Expectativas Económicas de febrero del Banco Central, construida con cincuenta estimaciones, proyectó un incremento de 3,2% en doce meses para el primer trimestre y un crecimiento promedio en el año de 3,8%, dos décimas porcentuales menos que la efectuada en enero.  Fue el pronóstico más pesimista desde diciembre de 2009 cuando se enfrentó un año recesivo.  De ser así crecerían en forma significativa los factores productivos no utilizados.  Y se ubicaría 1,1 puntos porcentuales por debajo de la estimación con que se elaboró el presupuesto.  Ello equivale aproximadamente a US$770 millones menos de recaudación fiscal, haciendo crecer el déficit efectivo.

Evolución del PIB desde 2008

(Fuente:  Banco Central. (*): Proyección de encuesta de expectativas)

Año % Año % Año %
2008  3,3 2011 5,9 2013 4,1
2009 -1,0 2012 5,6 2014 (*) 3,8
2010  5,8

Los pronósticos de desaceleración de la economía chilena se encuentra en línea con las estimaciones para América Latina, indicando así la incidencia de factores económicos  comunes externos.  La encuesta de LatinConsensus Forecast de febrero mantuvo  la proyección de enero que la región crecería un 2,8%, influyendo en ello el bajo incremento siempre de Brasil (2,1%), el de Argentina (2,3%) y la contracción de 0,1% en Venezuela. México, la otra gran economía latinoamericana, se expandiría un 3,4%.  El cuadro es aún más preocupante si se considera que el Banco Central de Brasil adelantó la evolución del producto en la mayor economía regional con cifras negativas en los dos trimestres del segundo semestre de 2013, -0,21% y -0,17% respectivamente, con lo cual si se utiliza el poco científico mecanismo de determinar como recesión cuando una economía disminuye  dos trimestres consecutivos se habría caído en ella.  Los datos definitivos debe proporcionarlos el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, cuyo PIB disminuyó en julio-septiembre un 0,5%.

Esta es la realidad con que se inicia 2014, contándose con un presupuesto fiscal que contempla un reducido crecimiento del gasto público, que dificulta no solo como se enfrenta la desaceleración sino como se atienden las demandas sociales existentes y problemas profundos de la economía como por ejemplo los elevadísimos costos energéticos y desarrollar imprescindibles obras de infraestructura. Se plantea, por tanto, ¿qué hacer?

El Mercurio editorialmente calificó al curso tomado por la actividad de “giro adverso”. Es de opinión que el mercado, a través de la depreciación de la moneda, “se está haciendo cargo de parte del problema. Pero su contraparte – añade equivocadamente – ha de ser la restricción en el poder adquisitivo de los salarios y el consumo”, dando como argumento el peligro de inflación (10/02/14). En un contexto de desaceleración si se “restringe” el poder adquisitivo su curso se acentuaría, lo que el país requiere es, al contrario, detener el proceso de debilitamiento de la demanda interna, adoptándose medidas para estimularla, particularmente en el plano de la inversión.

El economista de Gemines Alejandro Fernández afirmando “que no hay evidencia de que la economía (…) pueda entrar en recesión” sostiene que no se justifican medidas fiscales anticíclicas. Es una visión limitada, políticas de estímulo fiscal solo las concibe si existe recesión y los recursos con que cuenta Hacienda ve su utilización únicamente en ese momento, como se hizo al finalizar el anterior gobierno de Michelle Bachelet. Si existe desaceleración y se produjo especialmente una reducción de las inversiones, que es uno de los componentes de la demanda interna, obviamente se debe buscar cómo estimularlas. “Ahí yo creo – expresó Hernán Frigolett, economista de Aserta – que las inversiones del sector privado deben ser incentivadas por la vía de incrementos de gasto e instrumentos de estímulos” (10/02/14). Además habría que plantearse concretamente objetivos en materia de inversión pública.

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El programa de Gobierno se propone en cuanto a niveles de actividad económica “un incremento estimado en torno al 4% en 2014. Sin embargo – agrega -, a partir del 2015 retomaremos la senda sostenida de crecimiento y en la segunda mitad de la próxima administración Chile crecerá en torno al 5%, es decir, al nivel de su PIB potencial”. Ello amerita dos comentarios. Primero, el proceso de desaceleración en curso exige que se garantice el crecimiento de 4%, a lo menos en 2014, lo cual no se puede dejar entregado al mercado. Segundo, en una economía pequeña y abierta como la chilena su tasa de crecimiento está fuertemente en dependencia de los vientos externos, cuya dirección es muy difícil preverla acertadamente con tanta anticipación. Por lo demás, en su evolución la economía chilena no incide, pero debe adoptar medidas internas para estimular sus efectos positivos o contrarrestar los negativos.  Lo importante no es señalar un porcentaje de crecimiento a futuro, sino como  lograrlo.  De otra manera se puede caer en el mismo voluntarismo que se dio durante la administración Piñera.

En las primeras semanas de 2014, la volatilidad financiera en los mercados internacionales acentuó la devaluación del peso, lo cual repercute positivamente en el sector exportador y mejora la posición de los productores internos del sector transable que compiten con bienes importados. Ello revirtió el proceso devaluatorio que se vivía y que producía en el comercio exterior los efectos inversos. El Banco Central en los dos momentos se limitó a ser un observador, pronunciándose por una evolución cambiaria en que la paridad sea determinada por el mercado.

En enero el país experimentó un déficit comercial de US$268 millones, por cuarto mes consecutivo se redujeron las exportaciones, con relación al mes anterior, igual cayeron las importaciones pero a un ritmo menor.  El déficit en el primer mes de 2014 no puede explicarse por el largo paro portuario, dado que sus efectos se produjeron simultáneamente en las exportaciones y las importaciones. Eso sí repercutió en el monto del intercambio comercial total. Las exportaciones descendieron en doce meses un 18,9%. Un déficit comercial incide negativamente en el crecimiento económico, constituyéndose en otro factor de la desaceleración.

 

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