Ganancias privadas y pérdidas socializadas

Insólitas ganancias de la industria salmonera se levantan sobre el desastre de Chiloé

La industria del salmón nuevamente exhibe una capacidad de recuperación sorprendente. A poco más de un año del bloom de algas, que provocó una mortandad sin precedentes en los cultivos de peces, hoy ostenta las mayores ganancias de la década. Tras las altas inversiones y precios de las acciones, que han tocado las nubes, se esconde una máxima neoliberal: ganancias privadas y pérdidas socializadas. Mientras inversionistas y especuladores de la bolsa celebran, Chiloé aún sigue tapada de desechos de esta industria.

Por paulwalder

29/05/2017

Publicado en

Chile / Economí­a / Portada

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La industria salmonera vuelve a exhibir una capacidad de recuperación sorprendente. A un año del bloom de algas, que afectó al sector con una mortandad masiva de peces, pérdidas económicas profundas y, como efecto colateral, una marea roja con niveles de toxicidad sin precedentes en las costas en Chiloé, renace este año con los mejores índices de utilidades en casi una década.

Al observar las ganancias del primer trimestre de 2017, la industria exhibe valores no registrados desde el 2009, impulsados hoy en día por un aumento de los precios internacionales del salmón. Un incremento global, a su vez, estimulado por la menor producción mundial derivada del bloom de algas: como consecuencia de la caída de la producción en Chile, el precio del salmón chileno aumentó en los mercados internacionales en un 41 por ciento.

La magnitud de la industria salmonera chilena, que funciona con capitales nacionales y extranjeros, sólo podemos compararla con la gran minería del cobre. En ambos casos, se trata de grandes productores a escala mundial, con capacidad de influir en los precios de los mercados internacionales. Si la huelga de Escondida en marzo pasado tuvo como consecuencia un alza temporal en el precio de la libra de cobre, el mismo fenómeno lo recogió la industria salmonera nacional tras el bloom de las algas. La gran pregunta que surge tiende un manto de sospechas en cuanto el actual esplendor comercial es consecuencia directa del reciente desastre que, vale recordar, ha malamente absorbido el medio ambiente, las costas de Chiloé, sus habitantes y pescadores.

Varamiento moluscos en Chiloé

SalmonChile, la asociación gremial de esta industria, explica que el diez por ciento del total de las exportaciones chilenas corresponde a la industria de salmónidos, “la que durante los últimos 20 años se ha consolidado como un productor de salmón a nivel mundial, al concentrar un tercio de la producción global, antecedido por Noruega y seguido por Reino Unido y Canadá”.  Con una producción de casi un millón de toneladas, el 2014 esta industria exportó más de cuatro mil millones de dólares. Más adelante, la misma asociación releva a Chile como el segundo productor mundial, sólo superado por Noruega.

Como todos los sectores orientados a la exportación, una buena parte de la producción del salmón está también concentrado en pocas y grandes empresas, sociedades anónimas rentables, de grandes capitales, que cotizan sus valores en la bolsa de comercio. Al considerar a cuatro grandes empresas salmoneras registradas en la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) éstas tuvieron ganancias totales al primer trimestre por US$ 64 millones, un aumento de más de un mil por ciento al registrado un año atrás. Aun cuando la industria terminó el año pasado con exportaciones por más de US$ 3.500 millones, con un crecimiento anual del doce por ciento, la gran recuperación se observa en diciembre. En el último mes del año pasado, las exportaciones de salmón aumentaron casi un 50 por ciento respecto a diciembre del 2015.

Ganancias y precio de acciones en plena alza

Al observar el comportamiento bursátil de las principales productoras que se cotizan en la Bolsa de Santiago, el 2016 fue un año sobresaliente. Las acciones de Multiexport, que generó ganancias por más de US$ 34 millones al 31 de marzo, tuvieron una rentabilidad superior al 200 por ciento durante el año pasado, en tanto en lo que va del 2017 ya han subido casi un 50 por ciento. Camanchaca, pese a haber obtenido una utilidad baja este trimestre, también tuvo un comportamiento excepcional en la bolsa, con un alza en el precio de sus acciones del 117 por ciento durante el 2016 y de casi un 50 por ciento en lo que va de año. Las acciones de Australis también lograron rentabilidades impresionantes pese al bloom de algas. El 2016 rentaron 142 por ciento y en los primeros cuatro meses del año en curso han crecido un 80 por ciento. AquaChile, un poco más rezagada, logró aumentar los precios de sus acciones en un 64 por ciento, menos que su competencia pero sensiblemente más altos que los promedios bursátiles.

Los precios de las acciones subieron el año pasado en un rango bastante menor. El IPSA, que es el indicador con las principales empresas de la Bolsa de Santiago, subió sólo un doce por ciento, en tanto las acciones de empresas de la talla de Copec o Cencosud aumentaron en torno a un siete y un 38 por ciento por ciento respectivamente.

Al observar estos impresionantes resultados de las salmoneras, desde el aumento de sus ganancias a la inflación en los precios de sus acciones, las sospechas en torno a este sector se redoblan. ¿Por qué motivo inversionistas y especuladores han acudido a comprar instrumentos de empresas que estaban hace un año atrás con enormes pérdidas?

Otra vez la ayuda del Estado chileno

Aun cuando no es posible obtener una respuesta directa a estas interrogantes, sí existen no pocos antecedentes que apuntan a la resiliencia demostrada por esta industria en crisis pasadas. Una capacidad de salir a flote no por sí mismas, sino con la ayuda del Estado. El episodio del virus ISA de finales de la década pasada fue remontado por este sector con el apoyo del sector público y de la clase política. Sin el descaro de entonces, en cuanto el Estado actuó como aval financiero, el rescate realizado el año pasado a los pescadores y habitantes de Chiloé víctimas de la marea roja generada por los desechos vertidos al mar por la industria salmonera revivió aquella máxima neoliberal en cuanto las ganancias son privadas y las pérdidas socializadas.

Uno de los argumentos sociales que levanta la industria salmonera son sus empleos. En la página de SalmonChile destaca que “nuestros asociados generan más de 70 mil empleos directos e indirectos, de los cuales el 30% corresponde a mano de obra femenina y el 40% a jóvenes”. Lo cierto es que pese a estas cifras, en varias de las regiones en las que está presente (La Araucanía, Los Lagos, Aysén y Magallanes) hay altos índices de pobreza. Un informe de la FAO del 2014 concluyó que “el salario básico de los trabajadores de procesamiento suele ser bajo, y sólo los bonos basados en rendimiento permiten que el sueldo exceda el mínimo legal (de 264 mil pesos)”.

Este mismo informe de la FAO difunde luces que aclaran el alza de la rentabilidad y de las acciones. La industria chilena compite en el mundo de forma muy desigual, reduciendo sus costos sobre los trabajadores. En el informe, el organismo de la ONU acusa a esta industria de dumping: “Si el dumping social está ocurriendo, se debe a la incapacidad de las instituciones reguladoras para supervisar y hacer cumplir la ley. Esto parece ser el caso para Chile”.

El éxito empresarial en Chile se basa en fuertes distorsiones y contradicciones, las que son especialmente intensas en la industria salmonera. Todas estas tensiones, que van en línea opuesta a los salarios, el empleo de calidad, la justicia económica y social y la sustentabilidad ambiental, se reproducen de manera extrema en este sector.

Las miles de toneladas de salmones muertos por el bloom de algas del año pasado fueron vertidas al mar con la ayuda directa e indirecta del Estado chileno. Volúmenes de desechos descargados en las costas de la isla de Chiloé que generaron una de las mareas rojas más intensas y letales. Según informó entonces la ONG Ecoceanos, que dirige Juan Carlos Cárdenas, el procedimiento de descarga de las miles de toneladas de salmones muertos que debía haberse realizado a trece kilómetros al noreste de la isla de Chiloé, se habría realizado mucho más cerca de las costas. El senador por la región de Los Lagos, Rabindranath Quinteros, a su vez informó haber recibido numerosas denuncias de organizaciones ciudadanas y de la pesca artesanal relacionadas con un conjunto de efectos nocivos generados a partir de la descarga de mortalidades de peces muertos y en descomposición.“Según sostienen quienes nos han entregado esta información, la descarga no se habría realizado a la distancia necesaria del borde costero y ello estaría impactando fuertemente en la fauna marina”, dijo el político PS la primera semana de mayo del 2016.

El gobierno no ha cumplido con Chiloé

Tras las protestas de los pescadores y habitantes de Chiloé, afectados en sus formas de vida por la marea roja, el gobierno accedió, de mala gana, a cursar algunos subsidios: 750 mil pesos por pescador, una suma total de 4.125 millones de pesos o de poco más de seis millones de dólares. Si comparamos  esta cifra con las ingentes ganancias de la industria posteriores a la crisis de las algas, podemos decir que el Estado chileno, y no las empresas, han cargado con los costos sociales generados por las salmoneras. Una variante del dumping, esta vez como subsidio indirecto del Estado a los costos sociales de esta industria, al que hace referencia el informe de la FAO.

Las promesas del gobierno de ayudar a los pescadores de Chiloé corren por un carril numérico. A un año del desastre, la evaluación en la isla es dramática, en cuanto los efectos aún persisten y las ayudas del gobierno no se han concretado. El director de Greenpeace, Matías Asun, declaró a inicios de mes que “el Gobierno decidió sacrificar Chiloé permitiendo el vertido de casi 5.000 toneladas de salmón en descomposición frente a sus costas. Constatar cómo el gobierno aún no da la cara ni hace justicia a los habitantes de la isla es vergonzoso y violento. En otras palabras, dejaron morir a Chiloé y ni siquiera fueron al funeral”. Un desastre que tiene sus claros responsables. “Chiloé ha sido devastada por una industria cuyo crecimiento está fuera de control y que no cuenta con planes adecuados de respuesta ante este tipo de crisis. Aquí las autoridades no dudaron en apoyar ciegamente la expansión salmonera a costa de Chiloé, sacrificando a la isla y usando al mar como vertedero”, señala Asun.

Estas declaraciones quedan confirmadas con los testimonios de pescadores y habitantes de la isla. El dirigente de la comunidad de Chacao, Andrés Ojeda, explicó al diario El Ciudadano a mediados de mayo y a un año de desastre, que “nos llama la atención que muchos de los bonos que se pagaron, fueron pagados por nuestros propios recursos, los del gobierno regional, que dejaron muchos proyectos atrás. Por ejemplo, el edificio público de Chacao lleva esperando un año porque con eso se pagaron bonos a nuestros pescadores, cuando esas platas deberían haber venidos del gobierno central”. Una mirada compartida por Richard Ojeda, buzo mariscador: “El gobierno no ha cumplido prácticamente en nada con nuestras demandas. En un principio se creía que ellos podían cumplir -me refiero al Estado-, pero hasta la fecha, de todo lo que se firmó, han cumplido un 30 por ciento”.

Las declaraciones de Greenpeace son certeras en cuanto la industria salmonera ha sido abiertamente apoyada y protegida por todos los gobiernos de turno desde sus inicios. Una expansión descontrolada que pasa por encima de reglamentaciones sociales, laborales y ambientales ha significado el descalabro ambiental, laboral y cultural en Chiloé, sino que ha generado efectos similares en todas las costas que está y ha estado presente.

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