Naomi Klein: Los soportes socialistas de Chile

Desde que la desregulación provocó una crisis económica en todo el mundo en septiembre del 2008 y todos se volvieron keynesianos de nuevo, no ha sido fácil ser un fanático del difunto economista Milton Friedman

Por Leonel Retamal

05/03/2010

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Desde que la desregulación provocó una crisis económica en todo el mundo en septiembre del 2008 y todos se volvieron keynesianos de nuevo, no ha sido fácil ser un fanático del difunto economista Milton Friedman. Tan ampliamente desacreditada es su marca de fundamentalismo del libre mercado, que sus seguidores, de forma cada vez más desesperada, se han volcado a reclamar victorias ideológicas, aún cuando parezca descabellado.

Un caso especialmente desagradable sobre este punto. Apenas dos días después de que Chile fue golpeado por un terremoto devastador, el columnista del Wall Street Journal Bret Stephens informó a sus lectores que «seguramente, el espíritu de Milton Friedman se cierne sobre Chile», porque, «en gran parte gracias a él, el país ha sufrido una tragedia que en otros lugares podría haber sido un apocalipsis. No es por casualidad que los chilenos vivían en casas de ladrillo -y los haitianos en casas de paja- cuando llegó el lobo para tratar de soplarlos y dejarlos en el suelo.

De acuerdo a Stephens, las políticas radicales de libre mercado prescritos para el dictador chileno Augusto Pinochet por Milton Friedman y sus infames «Chicago Boys» son la razón de Chile sea una nación próspera con «algunos de los códigos de construcción más estrictos del mundo».

Hay un problema bastante grande con esta teoría: el código moderno de construcción sísmica de Chile, elaborado para resistir los terremotos, fue aprobada en 1972. Ese año es sumamente importante, ya que fue un año antes de que Pinochet tomara el poder en un sangriento Golpe de Estado respaldadao por Estados Unidos. Esto significa que si una persona merece el crédito por la ley, no es Friedman, o Pinochet, sino Salvador Allende, presidente socialista de Chile elegido democráticamente (en verdad, muchos chilenos merecen crédito, ya que las leyes fueron una respuesta a una historia de terremotos y la primera fue adaptado en la década del ’30).

Parece importante, sin embargo, que la ley fue promulgada, aun en medio de un embargo económico impuesto («hacer gritar la economía», como gruñó famosamente Richard Nixon después de que Allende ganó las elecciones de 1970). El código fue posteriormente actualizado en los noventa, mucho después de que Pinochet y los Chicago Boys estuvieran finalmente fuera del poder y la democracia fuera restablecida. No es de extrañar: como señala Paul Krugman, Friedman fue ambivalente acerca de los códigos de construcción, ya que lo veía como otra infracción de la libertad capitalista.

En cuanto al argumento de que las políticas de Friedman son la razón de que los chilenos viven en «casas de ladrillo» en lugar de «paja», es claro que Stephens no sabe nada de antes del golpe en Chile. El Chile de la década del ‘60 tuvo la mejor salud y educación en el continente, así como un dinámico sector industrial y una rápida expansión de la clase media. Los chilenos creyeron en su Estado, por lo que eligieron a Allende para llevar aún más adelante el proyecto.

Después del golpe de Estado y de la muerte de Allende, Pinochet y sus Chicago Boys hicieron todo lo posible para desmantelar la esfera pública de Chile, subastar empresas estatales y promulgar «tramposamente» reglamentos financieros y de mercado. Gran cantidad de riqueza fue creada en este período, pero a un costo terrible: a comienzo de los ochenta, las políticas de Pinochet prescritas por Friedman habían causado las desindustrialización, un incremento de diez veces en el desempleo y una explosión de barrios claramente inestables. También llevó a una crisis de corrupción y una deuda tan grave que, en 1982, Pinochet se vio obligado a despedir a sus asesores clave Chicago Boy y nacionalizar varias de las grandes instituciones financieras desreguladas (¿suena familiar?).

Afortunadamente, los Chicago Boys no lograron deshacer todo lo logrado por Allende. La empresa nacional de cobre, Codelco, permaneció en manos del Estado, bombeando riqueza en las arcas públicas y evitando que los «Chicago Boys» se aprovecharan por completo de la economía chilena. Tampoco, nunca consiguieron destrozar el código de construcción resistente de Allende, un descuido ideológico del cual todos debemos estar agradecidos.

Por Naomi Klein

3 de marzo de 2010

Publicado en The Huffington Post

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