EDITORIAL

2016, un año para el gran capital y una nueva vuelta a la soga de la desigualdad

Las grandes corporaciones que mueven los mercados nacionales la hicieron nuevamente. Aumentaron sus utilidades en varios miles de millones de dólares con la misma producción y ventas que el año anterior. Un pase de magia sólo posible en un país como Chile. Lo lograron reduciendo costos y despidiendo en masa. Como efecto final, tenemos también a unos millonarios aún más ricos, un desempleo en auge y una precarización laboral que no da tregua.

Por paulwalder

04/04/2017

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Las empresas chilenas se han desarrollado en uno de los escenarios posiblemente más favorables del mundo, con altas tasas de ganancias a todo evento. De una u otra manera, han logrado sortear crisis tras crisis y paralizar el transcurso de la historia social, trabajo que han realizado, y este es un dato clave, con la colaboración de los gobiernos de turno. Un proceso virtuoso para ellas marcado por el lucro y la rentabilidad, que circula por un carril aparentemente aislado al resto del país.

Mientras la economía permanece estancada, los millonarios engrosan sus patrimonios sin tregua ni pudor

Mientras la sociedad en su conjunto se debate entre la sobrevivencia y el endeudamiento, en movilizaciones, dramas y tragedias más o menos cotidianas, en circunstancias cuando el país y sus estructuras sociales y políticas peleaban unas reformas, las grandes corporaciones, que habían pronosticado el apocalipsis económico como consecuencia de esos debates, exhiben sus flamantes resultados financieros. Como en los mejores tiempos de la transición y del auge neoliberal, las grandes empresas internacionales ancladas en Chile y las nacionales transregionales lograron romper marcas el año pasado. En medio de la supuesta crisis, aquella anunciada travesía por el desierto empresarial, las grandes corporaciones volvieron a llenar sus arcas.

Ni crisis china, ni caída de los precios de los commodities ni recesiones en la región. Tampoco tocan a estas empresas la corrupción generalizada, las manifestaciones y huelgas. El libre mercado en Chile funciona en un absoluto solipsismo, en una zona privilegiada y blindada a los conflictos externos.

Este 31 de marzo, fecha límite para la entrega de los informes financieros a la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), nos reveló que las empresas que cotizan en el mercado bursátil nacional registraron el año pasado un alza superior al 25 por ciento en sus utilidades, o un total de 18.025 millones de dólares.

Un dato aportado por el portal especializado Pulso consignó que estas utilidades no tienen una relación directa con los ingresos, los que apenas se movieron respecto al año anterior, con una expansión de 2,29 por ciento. Este fenómeno se venía registrando desde los primeros trimestres del año pasado: altísimas ganancias en un escenario económico de baja producción y ventas.

Un análisis similar realizó Economía y Negocios de El Mercurio. El matutino estudió a las 40 mayores empresas que conforman el IPSA de la Bolsa de Santiago, cuyas utilidades aumentaron un 22,8 por ciento el año pasado en tanto sus ingresos sólo un 2,5.

Este mismo periódico analizó por sectores los resultados, los cuales registran enormes diferencias. El liderazgo en las ganancias lo tiene el sector industrial, con un aumento superior al 800 por ciento. Tras este anormal dato aparece el retail, con un 55 por ciento, commodities, 17 por ciento, y utilities (gas, agua, electricidad), con un 15 por ciento. La banca, en tanto, fue el único sector que tuvo una rebaja en sus ganancias, con una caída del 4,4 por ciento.

Las empresas engrosaron una vez más sus utilidades en medio del peor escenario económico en casi una década. Con un escaso crecimiento del PIB de 1,6 por ciento para el 2016, el más bajo desde el 2009, con una nula expansión en las ventas y la producción, las grandes corporaciones llenan nuevamente los bolsillos de sus accionistas.

Este contexto de clara desaceleración, ya tiene sus efectos en el empleo, de modo que es posible observar que el número de trabajadores ocupados ha disminuido, no con fuerza, pero de manera sensible. Para ello es necesario observar de cerca la cifra gruesa del desempleo nacional, en este momento en 6,4 por ciento. Tras este número se esconde una caída de los trabajos asalariados y un aumento de las actividades por cuenta propia. Un proceso que conduce a una mayor desprotección y precarización laboral. Una expansión fuerte de la informalidad económica.

¿Cuál es el factor clave en este crecimiento de las utilidades? ¿Cómo se explica que son las mismas ventas las empresas ganen más? Desde la industria la versión canalizada a través de la prensa empresarial apunta a la buena gestión, operaciones cambiarias y a la reducción general de costos. Ante la desaceleración, la caída de los precios internacionales y las menores ventas, la solución ha sido recortar gastos. En palabras más claras: la reducción de personal, externalizaciones y recortes salariales. Es por ello que los efectos de tales medidas, puestas en marcha desde comienzos del año pasado, han comenzado a sentirse sólo a partir de ahora.

La economía, los mercados, transparentan la estrategia local e internacional del capital, la que queda demostrada con claridad meridiana bajo estos nuevos registros. Pero no es la primera vez que sucede. La rentabilidad histórica de las grandes corporaciones corre por un carril diferente y aislado al resto de las actividades, económicas y laborales. Es por ello que Chile ha sido señalado por organismos económicos neoliberales desde el fin de la dictadura, y no sólo entonces, como el líder en productividad y rentabilidad en la región.

La alta rentabilidad empresarial en tiempos de desaceleración económica confirma la óptima relación que mantiene el aparato político, la institucionalidad estatal y el mercado, controlada éste por las grandes corporaciones. Una relación modelada, desde siempre, por el gran sector privado.

Hay otro aspecto aún más oculto por las elites controladoras. Aquí vemos con nitidez la maquinaria neoliberal a plena marcha. Las grandes corporaciones crean su propia riqueza sin crear empleos ni estimular la economía. Si las empresas aumentaron en un virtual estancamiento sus utilidades, hay otros que las duplicaron sin moverse de sus butacas. Los Forbes chilenos, los ricos entre los ricos, aumentaron en varios puntos y millones su capital durante el magro 2016 y le dieron una nueva vuelta a la soga de la desigualdad. Los Luksic, Matte, Paulmann, Solari, Angelini y Piñera consiguen, en un país estancado, engrosar sus fortunas.

Una dinámica que nos conduce al deterioro social, que tiene a la política en el resumidero de la historia y al país bajo el control del gran capital. Desde aquel lugar, un país sin salidas.

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