El mundo está loco

¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de quienes hacen el negocio de la guerra?”. Parece que la respuesta no es otra que hasta el fin de la humanidad. Pero no venimos aquí a desempeñar el papel que juegan la mayoría de los medios occidentales para que todos y todas pisen el palito demonizando unilateralmente a Putin, el monstruo de turno, y simplificando procesos históricos que de simple no tienen nada.

Por Ciudadano

01/03/2022

Publicado en

Editorial / Portada

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El mundo flota al interior de una licuadora donde se mezclan los más diversos e inverosímiles ingredientes. La globalización nos ha nutrido de información y desnutrido de amor. El american way of life (AWL) se expande por doquier al ritmo de un consumo irracional y autodestructivo mientras las sociedades foráneas a ello son catalogadas como primitivas y obsoletas y por supuesto, aunque no solo ellas, dignas de sufrir invasiones y usurpaciones que colman las portadas, mas no se mencionan como tales, se describen como acciones de paz que toleran tanto eufemismo como el lenguaje permita para vestir de seda la explotación y el saqueo en la aldea global. Así ocurrió con la campaña militar denominada “Pacificación de la Araucanía” comandada por el coronel Cornelio Saavedra que suena obsoleta en los libros pero que permanece vigente en el Wallmapu. Como dijera el escritor uruguayo Eduardo Galeano, “Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: yo mato para robar, las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre de la civilización, en nombre de la democracia. Y por las dudas si tanta mentira no alcanzara, ahí están los medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero. En Rey Lear, Shakespeare había escrito que en este mundo los locos conducen a los ciegos. Y cuatro siglos después los amos del mundo son locos enamorados de la muerte que han convertido al mundo en un lugar donde cada minuto mueres de hambre o de enfermedad curable 10 niños, y cada minuto se gastan 3 millones de dólares en la industria militar que es una fábrica de muerte. Las armas exigen guerras y las guerras exigen armas. ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de quienes hacen el negocio de la guerra?”. Parece que la respuesta no es otra que hasta el fin de la humanidad. Pero no venimos aquí a desempeñar el papel que juegan la mayoría de los medios occidentales para que todos y todas pisen el palito demonizando unilateralmente a Putin, el monstruo de turno, y simplificando procesos históricos que de simple no tienen nada. Bien sabemos las atrocidades que ha cometido la OTAN y en particular EE.UU. en Yugoslavia, Libia, Siria, Irak y Afganistán por mencionar las más recientes. Mas no se trata tampoco de jugar al empate, la guerra es una mierda venga de donde venga y siempre son los más débiles quienes más sufren las consecuencias mientras la historia de los ricos enriqueciéndose y los pobres empobreciéndose se repite como un dèjá vu infinito. Vivimos en el año 2022 de la era cristiana y el vaticinio del escritor británico nacido en India, George Orwell en su célebre obra 1984 se quedó chico en comparación con la intromisión de la inteligencia artificial y la tecnología que todo lo vigila, escucha y registra. Zuckerberg  ha dicho que opera de este modo con fines publicitarios para ofrecernos los productos y servicios que deseamos consumir, pero simplemente hay que leer un poco al respecto para enterarnos que los alcances del desarrollo sin regulación de estas “ciencias” va mucho más allá de aquello. Basta con conocer la historia del ex empleado de la CIA Edward Snowden o la implacable persecución imperial hacia Julian Assange para hacernos una idea de lo que estamos hablando. El desarrollo tecnológico aún promete el incremento en la calidad de vida, siendo el factor clave para determinar el estrato socioeconómico de las personas, sin embargo y sin desmerecer las mejoras que puede acarrear si se le da buen uso, bien sabemos que hoy esclaviza más que libera. Mientras tanto, el desafío de acabar con la pobreza en un mundo donde campea el despilfarro desmesurado del que los ricos se jactan en el espacio virtual, ya parece un mal chiste. Bien sabemos que los altos estándares de vida y seguridad social de los países desarrollados no sería posible sin la explotación que protagonizan ellos mismos sobre los países subdesarrollados y así como el patrón amasa su utilidad gracias a la explotación del empleado, se requieren pobres para que existan ricos y es necesaria la mala educación y la segregación para perpetuar la desigualdad de la que los dueños del mundo requieren y por ello no desean superar por ningún motivo.

Por otra parte quienes predican y practican modos de vida divergentes del AWL, reproduciendo creencias y cosmogonías centradas en el equilibrio y el buen vivir en desmedro del enriquecimiento, como son los pueblos originarios, son también los principales conservadores de la naturaleza en todo el planeta. De la totalidad de tierras calificadas como indígenas en el mundo, dos tercios son esencialmente naturales, se trata de 38 millones de kilómetros cuadrados, distribuidos en 87 países. El Dr. Ian Leiper, de la Universidad Charles Darwin (Australia) ha evidenciado el papel que juegan la diversidad de pueblos indígenas en el mundo, con lo cual se concluye que, si se involucra en las asociaciones de protección ambiental a pueblos indígenas, estos producirían significativos avances en materia de protección de la naturaleza. Hay al menos 370 millones de personas que se autonombran como indígenas, que descienden de poblaciones que habitaron el mundo antes de la conquista y la colonización y que conservan entre ellos sus propias prácticas. El registro de estos es variante, mientras en África su proporción es alta, en Europa-Asia occidental se presenta la más baja. Los modos de vida natural y ecológicos despiertan hoy el interés y la esperanza en millones de personas y en particular en los países desarrollados, pero hay que tener cuidado con la manera en que nos relacionamos con estas tendencias. Bien sabemos que el mercado es rápido y astuto en hacer de todo una mercancía y le ha sido fácil disfrazar de sustentables, productos y servicios que de ello no tienen nada. La transformación hacia el equilibrio debe ser profunda y para ello hay conocimientos ancestrales albergados en nuestros propios territorios y pueblos que por siglos se han invisibilizado. Sin duda se ha errado la mirada para caminar hacia un verdadero desarrollo inclusivo y en armonía con la naturaleza, de la que no debemos olvidar, formamos parte.

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