Renace la soberanía popular

Será la presión social ejercida en las calles y todos los espacios de organización la que asegurará que el Pueblo vuelva a ser el soberano

Por Leonardo Buitrago

26/10/2020

Publicado en

#ChileDespertó / Editorial / Portada

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Foto: Anahí Saa

Este 25 de octubre de 2020 ha sido un día de aquellos que quedan tatuados con fuego en lo más profundo del corazón y que desde allí viaja por las venas y arterias recorriendo nuestra humanidad por completo para estremecernos y luego alojarse en un rincón especial y único de nuestro cerebro donde permanecerá por siempre. Desde ese lugar podrá volver porque forma parte de nuestra conciencia, no solo individual, perdurará vivo en la conciencia colectiva del pueblo que unido y en lucha supo levantarse con todas las fuerzas de la historia para conquistar su dignidad y transformar la sociedad removiendo los cimientos que a balas, torturas y sangre impusieron los que solo creen en la propiedad y no en la solidaridad. 


Así como el 5 de octubre de 1988 quedó grabado en nuestra memoria cuando vivimos el triunfo popular al derrocar al tirano, hoy damos un nuevo y fundamental paso para la conquista de la verdadera soberanía.

Recordamos con singular emoción asistir a la marcha y acto de cierre de la campaña del “No” hace 32 años atrás. Ese 1 de octubre de 1988 quedamos alucinados no solo con la interminable masa de personas que se congregaron y colmaron la carretera Panamericana en Santiago si no con la fuerza, alegría, energía y esperanza de esas personas. Más de un millón de individualidades nos dimos cita ese día para dar vida, representar y conformar un sujeto social único y poderoso en rebeldía llamado Pueblo. Aquel Pueblo que una vez más había sido vejado hasta la ignominia de las formas más cruentas e inimaginables daba un paso adelante hacia la libertad. Luego celebramos alegres el triunfo del No en las calles de todo el país creyendo que habíamos derrotado la dictadura. Pero el plan estaba muy bien orquestado y el modelo de la dictadura se perpetuó, disfrazada de democracia, alternancia y gobernabilidad.

Tardamos más de lo que hubiésemos querido en darnos cuenta del engaño y traición de quienes prometieron la alegría pero no hicieron otra cosa que comulgar con el modelo de sociedad impuesto sobre el exterminio, provocando un daño profundo a nivel cultural que transmutó por años al Pueblo en consumidores. Pero, de la mano de los estudiantes y su “levadura”, se fraguó el despertar desde la segunda mitad de los noventa para ir tomando fuerza, paso a paso, año a año, hasta el glorioso estallido social del 18 de Octubre de 2019, concitando el apoyo transversal de la sociedad que dijo basta y se reunió en la que se cataloga como la marcha más grande de la historia de Chile, que congregó a más de un millón doscientas mil personas en la Alameda el 25 de Octubre de 2019. También estuvimos ahí ese día, cuando el sujeto social del que formamos parte se hizo carne nuevamente.

 Podemos decir con toda razón que el acuerdo político que pretendió zanjar el descontento mediante este plebiscito es espurio, mas, no les pertenece. Esta es una legítima victoria del Pueblo (los pueblos) conquistada en las calles, en la lucha, en la primera línea. Triunfo que se yergue como un hito fundamental en el proceso de transformación social que vivimos. No es un fin en sí mismo. Ahora comienza la tarea de construir la sociedad solidaria y justa que el pueblo de Chile merece y que esperanzados, conquistaremos a como de lugar. Más allá de que el órgano redactor de la nueva carta fundamental no sea una asamblea constituyente como venimos exigiendo hace décadas, somos los pueblos, la ciudadanía, quienes construiremos el nuevo contrato social con las herramientas de la organización social y la lucha popular. Es demasiado importante lo que está en juego para delegarlo en representantes elegidos bajo las lógicas del viciado sistema político aún imperante. Será la presión social ejercida en las calles y todos los espacios de organización la que asegurará que el Pueblo vuelva a ser el soberano que determine la sociedad en la que queremos y merecemos vivir. No podemos permitir que una vez más seamos engañados y que, mediante artilugios retóricos disfrazados de igualdad, se cree una Constitución que pretenda mantener en el fondo, el mismo modelo social que hemos sufrido desde que el 11 de septiembre de 1973 (y desde mucho antes) se quebrara la democracia en esta larga y angosta faja de injusticias.

Para que ello ocurra, debemos fortalecer la organización popular desde la base, los comedores populares, las asambleas barriales, y todos los mecanismos que en el cara a cara vayan fortaleciendo nuestra inquebrantable unidad como pueblo.

 Debemos imponer al sistema de partidos a que abra las puertas de las listas de candidatos a la constituyente a los movimientos sociales que han luchado contra el neoliberalismo y en defensa de sus comunidades y territorios. 

Como ciudadanía tenemos que instalar un programa mínimo, un mandato popular, que deba ser acatado por los convencionalistas que deben ser portadores y obedientes al mismo, y estar preparados para presionar a la Convención Constituyente para que redacte una constitución que sea reflejo de la voluntad popular y que devuelva el poder a las comunidades y despoje de él a la clase política y a la oligarquía.

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