Con dinero es fácil abortar en Chile


Por Director

01/01/2015

Publicado en

Chile / Educación

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Yo decido

Pese a que se estima que en Chile se realizan cerca de 160 mil abortos al año, el proyecto de ley para despenalizar tal práctica, presentado recientemente por los diputados Marco Enríquez Ominami y René Alinco, ya cuenta con la cerrada oposición de no pocos parlamentarios de gobierno y oposición. Se cerraron filas para que ni siquiera el proyecto se vea en sala, bajo el argumento de defensa de la vida. Si bien la intentona se vuelve testimonial, el Sernam reconoce que el 10% de las muertes maternas es por abortos. Otras investigaciones señalan que el 35% de los embarazos termina en aborto y ocurren 4,5 abortos por cada 100 mujeres de 15 a 49 años. Todo clandestino. Para dar la versión de las propias afectadas por esta situación, El Ciudadano conversó con Julia, quien alguna vez en su vida simplemente decidió no tener un hijo.


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– ¿Cómo crees que se ha planteado la discusión sobre el aborto en Chile?
– El tema está mal planteado. Se mira con una pacatería que asusta, y una mirada fundamentalista que impide que se hable de manera clara. Creo que los políticos actuales, sobre todo los que se dicen progresistas, en los temas de equidad de género y en la defensa de las libertades humanas son de un oportunismo e ignorancia tremenda. Es necesario decir que Chile tuvo aborto terapéutico hasta antes de concluir la dictadura y luego de ello el Estado chileno no ha manifestado intenciones de reponerlo. Y eso que se trata de gobiernos democráticos.

– Entonces, a tu juicio, no ha habido avance alguno…
– El Estado y los medios de comunicación debaten con la iglesia, sobre el divorcio, sobre la Píldora de Anticoncepción de Emergencia, e incluso debatirán sobre la unión civil entre parejas del mismo sexo. Sin embargo, no se ve que el Estado tenga mayores intenciones de avanzar en asegurar libertades a las mujeres frente a las decisiones de su propio cuerpo. Tampoco desea mejorar las políticas de maternidad, ni valorar el aporte que realizan las mujeres al realizar las dobles y triples jornadas de trabajo, piensa que además de lo laboral, las mujeres hacemos las labores de la casa, sin contar a las que tenemos algún trabajo de participación social o política.

– ¿Se aborta en Chile?
– Por supuesto. En Chile se realizan abortos y muchos de ellos se hacen en clínicas caras, con médicos colegiados, donde las mujeres no corren riegos ni de muerte ni de infecciones. Pero también se realizan abortos en malas condiciones, en clínicas clandestinas, con escasa seguridad e higiene. Las mujeres más pobres mueren, tienen enfermedades, van a la cárcel o quedan con secuelas psicológicas, porque nadie les ha dicho que es un derecho humano decidir sobre tu cuerpo. Todas estas cosas quedan al margen de la discusión valórica que habla tanto la iglesia. En Chile se hacen abortos y el rol del Estado debiera ser, al igual como se hizo con el divorcio que dio orden al cinismo de las nulidades, el asegurar la igualdad de condiciones en el acceso al mismo, asegurar que las mujeres tengan acceso a consejerías antes de tomar la decisión y sobre todo educación sexual para la prevención. El aborto es un tema de salud pública, no un tema moral. Las mujeres regulan su fertilidad desde los principios de los tiempos y es irregular que con el acceso a la modernidad no se modernicen y secularicen los valores y no haya igualdad de género.

– Un rayado que decía que si el Papa fuera mujer el aborto sería legal ¿Qué piensas de eso?

– Ese rayado alude al fondo del asunto. Las mujeres no acceden al aborto, como un derecho humano, porque en el fondo para la sociedad dominada por valores masculinos, son las mujeres las que tienen el problema. La iglesia se inmiscuye en los problemas de las mujeres, pero no resuelve la pedofilia al interior de su misma institución.

– ¿Cómo asumiste una decisión que involucraba a tu cuerpo, pero a la que se le imponen leyes penales?
– Yo me hice un aborto en 1996, tenía 23 años y no deseada embarazarme. Fallaron los métodos de anticoncepción, incluso la píldora de emergencia, lo conversé con amigas que ya habían pasado por lo mismo y me ayudaron a tomar la mejor decisión, es decir a sondear cuál era mi conflicto con el embarazo, cuáles eran mis dificultades para enfrentar una maternidad, luego tomé la decisión. Puse en una balanza lo bueno y lo malo de la decisión y opté por hacerme un aborto.

– ¿Tu pareja te apoyó?

– Conversamos del tema, aunque él no estaba muy de acuerdo, pero finalmente me apoyó porque entendió mis razones. Yo no quería ser madre, no está dentro de mi proyecto de vida. Luego conseguimos el dinero, ya que éramos universitarios los dos, y pagamos cuatrocientas lucas. Fue una experiencia fuerte por el susto de que ocurriera algo malo, como que llegara la policía, pues era una clínica clandestina y sobre todo porque podía pasar algo con la anestesia y todo eso. Finalmente sentí alivio porque fue la decisión correcta, sentí que si hubiera tenido acceso a mejores condiciones yo me habría sentido mucho mejor en el momento mismo.

– ¿Has tenido oportunidad de conversar con otras mujeres sobre tu experiencia?
– He trabajado con mujeres que han pasado por lo mismo, y siempre el tema que hace traumática la situación se relaciona con las condiciones en las que se hacen el aborto y no con la decisión tomada. De eso me he dado cuenta al poder compartir la experiencia. Finalmente yo sentí que era dueña de mi cuerpo, de mi futuro, de mi proyecto de vida que en ese momento no incluía, ni incluye hoy, la maternidad. También he ayudado a otras mujeres a tomar la decisión y muchas veces la consejería y el apoyo emocional resultan relevantes a la hora de decidir continuar o interrumpir un embarazo, debido a que los miedos se relacionan con las condiciones contextuales en que una mujer se encuentra frente a una situación no planificada, o las herramientas que se tienen para enfrentar, continuar o interrumpir un embarazo no planificado.

– También hay quienes luego de conversar deciden proseguir con el embarazo.
– Hay muchas que luego de reflexionar y de sacarle la carga al embarazo no planificado, toman la decisión de continuarlo. Eso también es posible, debido a que ambas decisiones requieren de una cuota de valentía y sobre todo de autonomía frente al cuerpo, de tener el derecho a decir: yo decido.

– ¿Es difícil abortar en Chile?

– No es difícil abortar en Chile para quienes tienen dinero. Eso es una realidad. Lo ideal es que haya mujeres que tengan información para compartir, que asegure una buena decisión, que no genere consecuencias en tu vida sexual y sobre todo en los aspectos emocionales. Las mujeres que tienen mayores recursos económicos y de información, se hacen abortos en buenas condiciones de higiene y seguridad, pero no necesariamente tienen contención emocional o el apoyo para tomar la decisión con objeción de conciencia. Con posterioridad al aborto siempre opera la culpa cristiana, el qué dirán y sobre todo es una experiencia que se vive o sola o con amigas.

– Resulta extraño que hoy, época en la que circula mucha información, aún muchas mujeres no estén al tanto de las implicancias de tal decisión.

– Es cierto. Hay acceso a información para que las mujeres pueden acceder con mayor seguridad a formas alternativas de interrumpir un embarazo, que son menos invasivas y menos traumáticas; pero esa información es de acceso restringido. Igual hay que cuidarla para que siga siendo una posibilidad para las mujeres que la requieran. También está el tema de la PAE, que hoy día es menos perseguida y hay mayor acceso.

– ¿Qué piensas del argumento contrario al aborto, que se justifica en la “defensa de la vida”?

– En fin, el tema se reduce considerablemente cuando la iglesia y los sectores conservadores o seudo progresistas, salen en defensa de la vida; pues la vida de las mujeres y sus proyectos de vida son los que se ponen en juego frente a un embarazo no deseado, o frente a un embarazo producto de una violación. A estos sectores defensores de la vida no les preocupa que una familia pobre se llene de hijos sin poder alimentarlos, vestirlos o darles buena educación, o que las mujeres accedan a buenas condiciones laborales, o que el Estado se preocupe de mejorar las políticas sociales que apuntan a la igualdad de oportunidades de los sectores más desfavorecidos y sobre todo de las mujeres.

Mauricio Becerra

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