Desobediencia Civil: Simplemente decir ¡No!


Por Director

09/11/2006

Publicado en

Educación

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Hoy por hoy en Chile, en nombre de la ‘seguridad ciudadana’ o del ‘orden público’, se coartan derechos ciudadanos como el caminar libremente por algunas calles o expresarse en determinados espacios públicos. Ante tal ofensiva es adecuado revisar el viejo tópico de la desobediencia civil. ¿Cuándo tienen derecho los ciudadanos a oponerse a la ley? Tal decisión y el modo dependen de cada cual, siempre que no afecten a terceros. Una breve reseña nos entregará algunos elementos a sopesar, y el caso de algunos compatriotas desobedientes nos indicará que tan legítimas son algunas leyes en Chile.


Jacobo Fijman dijo que no. Para el poeta,los psiquiatras que le daban el alta, luego de 30 años recluido en un manicomio de Buenos Aires, no tenían altura moral para ofrecérsela. Dijo no al veredicto y tiempo después moriría allí. «Dicen que estoy loco. Es posible. Yo, por mi parte, no puedo entender para qué sirve un contador público», había escrito alguna vez. Gesto sutil, cotidiano e infinito, que quizá revela lo cotidiano que puede ser a veces la desobediencia civil.
Thomas Jefferson, uno de los primeros presidentes de Estados Unidos, había señalado ya a principios del siglo XIX que,»las leyes se refieren a las lesiones provenientes de otros, no de nosotros mismos», refiriéndose a las primeras intentonas de regular de manera legal el consumo de bebidas o drogas por parte de grupos puritanos. Hoy no alcanzan los dedos de las manos para contar las leyes que no sólo coartan nuestras libertades, sino que se meten de lleno en el territorio del cuerpo. La ley de drogas, el derecho aún reconocido a los psiquiatras de atiborrar de fármacos a alguien que manifiesta una conducta distinta, la prohibición de abortar o cédulas que convierten la identidad en una cárcel, son leyes o disposiciones sociales en las que extrañamente la víctima es a la vez victimario.
Henry Thoreau (1817-1862), fue quien llevó al papel la desobediencia civil. Escribió un ensayo así titulado, luego de ser apresado por negarse a pagar impuestos en 1846. Thoreau se oponía a la guerra contra México, emprendida por Estados Unidos, y a mantener la esclavitud. A partir de la sentencia, «El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto, y cuando los hombres estén preparados para él, éste será el tipo de gobierno que todos tendrán», se explaya en el derecho de todo individuo a vivir como obre su conciencia.
A juicio de Thoreau, el gobierno no debe tener más poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle. Para muchos fue el primer ecologista (vivía del autocultivo en el bosque de Walden), e influyó en Tolstói y Mahatma Gandhi.
Otro norteamericano, el psiquiatra Thomas Szasz, acusa que en la sociedad contemporánea hemos ido ganando derechos electorales inútiles, a cambio de derechos personales decisivos. Hemos perdido nuestro derecho a las drogas, a no pagar impuestos y a la automedicación. Es más, para Szasz es hora de acusar a la psiquiatría por crimen contra la humanidad, al llamar a quienes tienen conductas divergentes, enfermos mentales. Acusa que las enfermedades hoy tienen una categoría política y que tal noción siempre tiene un correlato físico, jamás demostrado cuando se habla de enfermedades mentales. Para Szasz la pérdida del propio cuerpo ocurre con el Estado Terapéutico, que no es otra cosa que un Estado Totalitario.
Szasz compara las leyes que existieron en la URSS contra salir del país, delito llamado ‘deserción’, con el tener opio en Estados Unidos, «Si un gobierno cree que sus ciudadanos no tienen el derecho de abandonar su país, esto generará una política que, a su vez, creará el ‘problema de la deserción’. Igualmente, si un gobierno cree que sus ciudadanos no tienen derecho a usar ‘drogas peligrosas’, generará unas políticas que, a su vez, crearán el problema del ‘abuso de drogas’. De este modo, muchos de los problemas nacionales y sociales existen, no por lo que la gente hace, sino por la forma en que los gobiernos definen lo que hacen».
No se hace la ley para quien arriesga su vida ante el poder, comentaba Michael Foucault en 1979 sobre la revolución iraní. Para el filósofo francés, el poder, más que ser un mal «por su naturaleza es infinito. Las reglas nunca son lo suficientemente rigurosas como para limitarlo; y los principios universales nunca son lo suficientemente estrictos para desasirlo de todas las ocasiones en las que se ampara». Por ello no dejaba de asombrarse ante las sublevaciones que, según Foucault, pertenecen a la historia, «pero en cierto modo se le escapan. El movimiento mediante el cual un solo hombre, un grupo, una minoría o un pueblo entero dice ‘no obedezco más’, y arroja a la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su vida -tal movimiento me parece irreductible- Y por ello ningún poder es capaz de tornarlo absolutamente imposible… el hombre que se alza carece finalmente de explicación; hace falta un desgarramiento que interrumpa el hilo de la historia, y sus largas cadenas de razones, para que un hombre pueda realmente preferir el riesgo de la muerte a la certeza de tener que obedecer».

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DESOBEDIENTES

1. Sebastián Fernández, objetor de conciencia: «¿Qué me ha dado la patria?»

¿Por qué no quieres hacer el Servicio Militar?
– Tengo prioridades más importantes. Quiero estudiar una carrera el próximo año y estoy haciendo un preuniversitario, así que hacer el servicio sería una pérdida, tanto del sacrificio de mis padres en pagarme el preu, como del tiempo invertido.

Para sus defensores es un servicio a la patria, que todo chileno debiera hacer.

– Está bien que quieran defenderlo, total es su opción personal. Para mí lo de la patria no es un buen argumento porque, ¿qué me ha dado la patria a mí? Nada. La patria no me alimenta, no me viste, no me dio educación. No nos da nada más que el simple hecho de decir «soy chileno», como si fuera la gran cosa. No veo motivo del por qué tendría que prestarle un año de mi vida a algo que no ha hecho nada por mí.


¿Te sientes obligado por el Estado chileno a hacer algo que no quieres?

– De más. Basta ya de obligarnos a hacer lo que no queremos, si se supone que estamos en democracia, no en dictadura. Uno no elige donde nacer y si pudiera elegir, lo más probable es que elegiría un lugar donde no lo obliguen a hacer determinadas cosas.


¿El servicio militar discrimina por clases sociales?

– Obvio, siempre y en todo sentido se privilegia a ciertas clases por sobre otras. Creo que los jóvenes de la clase social más acomodada tienen muchas más posibilidades de «sacarse» el SMO, que una persona de condición social más baja.

¿Cómo piensas que debiera ser la relación con el Estado en estos casos?
– Si quieren parecerse tanto a los países europeos, deberían aceptar la Objeción de Conciencia. Pero como estamos en Chile, los que se dicen encargados de velar por el país, cuando tienen la posibilidad de lograr algo importante lo hacen a medias. Las personas están en su derecho de hacer lo que más les parezca. Hay personas que no tienen mayores expectativas y que creen que haciendo el servicio van a tener nuevas posibilidades y está bien, súper bien, pero hay quienes tenemos otras metas que se pueden ver frustradas por tener que hacer algo que no queremos hacer.

2. Josué Campos, estudiante del Liceo Industrial de Puente Alto: «La ropa no influye en tus estudios»

¿Cómo es el trato de los profesores con quienes se visten de manera diferente al común?
– Los profes son conservadores. Yo he tenido problemas con los piercing siempre. Me dicen que me los saque o no me dejan entrar al liceo. Yo no me los saco.

¿Y cuál es la respuesta de ellos ante tu negativa?

– Me dicen que ‘qué me creo’, o no me dejan entrar a clases.

¿Y qué les dices tú?
– Que son las modas de nosotros y que estamos en el siglo XXI y no en los ’70 u ’80 para que nos anden paqueando así. Son viejos amargados y vinagres, ¿por qué se tienen que meter con mi cuerpo? Si la cara es mía y no de ellos.

¿Qué otras cosas les molesta a algunos profesores?

– Si vamos con zapatillas ¡mueren! Que no vayamos con camisa, usemos un polerón que no tenga que ver con el colegio o estemos sin corbata, les molesta y te joden.

¿Qué es para tí usar corbata?

– Usar corbata y uniforme es su deseo de uniformarnos, amarrarnos a un sistema donde caben los milicos y pacos. Yo no quiero ser así.

¿Qué otros mecanismos de disciplinamiento ves en lo cotidiano?
– El corte de pelo, entrar a clases a las 8 de la mañana ¿para qué usar uniforme?, porque con la ropa que vayas no influye en cómo te vaya en los estudios. Deberíamos ir con ropa de calle al colegio, como queremos y no como nos quieren uniformar.

desobediencia civil  data-src=3. Naty, transgénero: «La identidad no es algo genital»

¿Qué tan a menudo te sientes discriminada?
– Muchas veces, sobre todo cuando tienes que hacer un trámite y al mostrar la cédula de identidad, quien te está atendiendo, al ver un nombre masculino te trata de una manera distinta.

¿Te ha pasado últimamente?

– La otra vez fui al juzgado porque me había llegado una citación. Llego donde un funcionario y se la muestro y le digo que me llegó esto, mostrándole el papel, y le pregunto de qué se trata. Me dice que tiene que ir el caballero que está citado, yo le digo que él está acá. Él me dice que, a tí no te voy a atender, tiene que venir él personalmente. Soy yo, le digo. Me estás tomando el pelo – me dice. Le muestro de nuevo el carné de identidad y me dice ¡Ah! No me di cuenta de que eras así.

¿Cómo así?
– No sé que habrá querido decir con ‘así’ ¿leprosa? ¿lacra? ¿a punto de morirte?

¿Qué dice tu carné de identidad?
– Juan Carlos.

Habrás desarrollado alguna estrategia para enfrentarte a esos momentos.

– Sí, por supuesto que nosotros siempre tenemos que estar listas para defendernos, porque siempre vamos a ser atacadas. Tienes que responder sin violencia, con educación, porque si actúas de forma violenta le das la razón a ellos en su discriminación.

¿Qué piensas de que tu identidad está presa en un carné, donde además se hace especial hincapié, a diferencia de otras características de los humanos, al sexo?
– En nuestro país el sexo está asociado a lo genital, que si bien es importante, en el tema de la identidad no determina tu género. Yo soy mujer, me siento mujer, actúo como mujer, vivo como mujer las 24 horas del día.

¿Y de parte de quién has recibido el peor trato?
– Los carabineros son lo peor. Yo ejercí el comercio sexual de ignorante, al pensar que por ser trans no podía hacer otra cosa que no fuese puta. Frente a una, la represión que ejercen los carabineros es exacerbada. Si tratan con trabajadoras sexuales las invitan a subirse al carro, las llevan detenidas, les comprueban domicilio y para la casa. Pero para nosotras, como transgénero, no llega un furgón sino que la micro. Cada paco con un palo en las manos. Atrévete a correr; te muelen a palos sin siquiera preguntarte nada. Te llevan a la comisaría y te sueltan como a las 6. Te tratan como hombre, exacerbando lo masculino, en tono de burla.

Recalcando el género es una manera de ejercer el poder muy sutilmente…
– Por supuesto, al ser más psicológico te sientes más mermada. Por ejemplo, cuando van a discos gays los pacos apagan la música, encienden las luces y dicen ya ‘hombres acá y mujeres acá’, separando inmediatamente por género espacios que no se reconocen en esa dicotomía. Si te vas al lado de la femeninas, como es mi tendencia, al controlar la identidad lo primero que va a hacer es enviarte al lado de los hombres y ridiculizarte. No te respetan tu identidad. Aunque ahora estamos más patudas, tenemos más claridad de nuestros derechos, porque antes nuestras compañeras eran más ignorantes en el tema. Ahora sabemos dónde llegan los límites del poder.

Llama la atención la obsesión de occidente por el sexo genital. Se nota en el momento de nacer, cuando lo primero que se dice es si es hombre o mujer. Tal enunciado va más allá de ser una constatación anatómica y pareciera señalar un camino de vida.
– Es irresponsable porque la identidad no es algo fijo, sino que se va construyendo con el tiempo. Si bien uno nace con una genitalidad, la identidad se construye a lo largo de tu vida. No te pueden imponer una identidad, es violento y agresivo ya que el género lo decide cada uno.

4. Andrés, portador de VIH y cultivador de cáñamo: «El autocultivo es para defenderse del narcotráfico»

¿Hace cuánto cultivas tus plantas?
– No llevo más de un año, desde que un amigo me regalara unas semillas. He aprendido mucho y podría decir que es parte de mi vida en estos momentos. Coseché una este año y tuve muy buenos resultados.

¿Qué cambio te ha significado cosechar?
– Evidentemente el comprar marihuana es súper complicado y mal visto. Eso de andar como delincuente es molesto, andar urgido por los pacos o que no te asalten. Me complica mucho. Así que ahora estoy feliz porque con mi autocultivo no debo recurrir a narcos. Hay razón en la frase de que la mejor forma de terminar con el narcotráfico es el autocultivo.

Si te escuchara algún político pondría el grito en el cielo

– Si tengo la posibilidad de poder cultivar mi planta y consumirla con quien estime conveniente es genial, aunque creo que difícilmente las leyes me reconozcan ese derecho en un buen tiempo. A ellos les diría que si fumo un pito no molesto a mi compañero, ni a mi vecina, ni a los pacos. El fumar una planta no molesta a nadie, además que es tan natural.

¿Conoces casos de portadores de VIH que necesiten cannabis por su enfermedad?
– Sí, conozco a hartos que al ser inapetentes y como tienen que engordar fuman su pito, generalmente en la noche. También es mucho mejor para su hígado, que fume un pito a tomar pastillas para dormir; además de que hay algunos que lo ocupan para no sufrir los efectos eméticos de la triterapia.

¿La has ocupado?

– Sí, en un comienzo, cuando me enteré de que era 0 positivo usé cáñamo para aumentar mi peso, pero el consumo que tengo es porque me gusta la marihuana.

Llama la atención este tipo de prohibición, al jugarse en el territorio del cuerpo. Que tú consumas no genera daño a nadie y es una decisión personal que raramente está prohibida y genera mucho consenso, por lo menos en el poder.
– Es una lucha importante que la ciudadanía tiene que dar, porque uno decide qué le pone a su cuerpo y qué no. Existen estudios, además, que señalan que el cannabis no tiene efectos nocivos. Es una lucha por la independencia del cuerpo.

5. Alex, Okupa de República 550, Santiago: «Queremos al Estado fuera»

¿Cómo surge esta iniciativa de okupar una casa?
– Soy actor. Hacer teatro en un sistema capitalista requiere tener dinero para tener una sala de ensayos, para la difusión o vestuario. Eso produjo la necesidad de tener un espacio, habitar uno o construirlo; que no funcionara bajo esos términos. La solución es okupar un espacio abandonado, como esta casa que estaba botada y así crear un espacio para el arte.

¿Qué le han hecho a la casa?

– Cuando llegamos era un basurero, luego de estar por 5 años desocupada y ahora está habilitada en todos sus espacios, con talleres abiertos a la comunidad de manera gratuita. La tuvimos que limpiar, sacar camionadas de tierra y escombros, se recuperó el piso original de 1925, que es cuando fue hecha. Entendemos la línea arquitectónica de la casa, por lo que hay lugares que no se pueden pintar o intervenir, pero otros, como el subterráneo se les ha renovado su energía.

A diferencia de otros okupas, ustedes no están postulando a fondos concursables del Estado, y han señalado que lo mejor que puede hacer el Estado es mantenerse afuera ¿Por qué esa posición?

– Nuestra idea es la autogestión. La casa en estos momentos no produce dinero y nosotros lo hemos querido así. Con la presencia del Estado tendríamos que empezar a producirlo y trabajar bajo el logo del Estado de Chile, a nosotros no nos acomoda, sólo nos trae problemas. A la gente que trabaja aquí no nos interesa tener ese vínculo, porque nosotros mismo hemos levantado esto.

¿Es válida la desobediencia civil?
– Todos tenemos derecho a hacer lo que queramos en nuestras vidas y creo que la tierra pertenece a todos. Que alguien te mande es dictatorial. Yo soy mi soberano y tengo la madurez en tomar mis propias decisiones. Yo no quiero vivir como ellos quieren que viva, porque en la práctica somos socios a la fuerza.

Mauricio Becerra

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