El cerebro adolescente tiene un enorme potencial que la sociedad está desaprovechando

Se ha vuelto lugar común eso de que la adolescencia es la parte mas difícil de la crianza

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Se ha vuelto lugar común eso de que la adolescencia es la parte mas difícil de la crianza. Es muy usual bromear con que los críos están poco comunicativos, distraídos, más pegados al teléfono que interesados en la familia y, sobre todo, muy difíciles de abordar. Pero entre todos estos aspectos negativos nos perdemos una increíble oportunidad de darle forma al cerebro adolescente positivamente durante este periodo.

El neurocientífico y autor Laurence Steinberg, de la Universidad del Temple en Filadelfia, Estados Unidos, en una conferencia de Learning and the Brain, en Boston, dijo que «Es una etapa de la vida en la que realmente podemos prosperar, pero es necesario sacar el mejor provecho de la experiencia». El investigador ha pasado su carrera estudiando cómo se desarrolla el cerebro adolescente y cree que hay una desconexión fundamental entre las clásicas caracterizaciones que hacemos de los jóvenes y lo que realmente está pasando en sus cabezas.

Steinberg explica que durante la adolescencia el cerebro aún se está formando y es muy parecido al de un niño en los primeros 5 años de vida, lo que hace que su estructura sea muy plástica, susceptible de cambiar y evolucionar notablemente de acuerdo a los aprendizajes y experiencias. No como el cerebro de un adulto, que tiene menos plasticidad y sufre menos cambios ante nuevos desafíos.

La adolescencia es la última oportunidad en la vida de una persona, en que el cerebro puede pasar por enormes ajustes que marcarán su futuro.

«El cerebro adolescente es exquisitamente sensible a la experiencia«, señala Steinberg. «Es como si el dispositivo de grabación estuviera ajustado a un nivel diferente de sensibilidad». Por eso es que los humanos tienden a recordar hasta los más banales detalles de su adolescencia, mucho mejor que eventos importantes que pudieron haber ocurrido más tarde en la vida. Esto también significa que la adolescencia puede ser una ventana extremadamente importante para aprender. El experto también hace notar que esta ventana se está ampliando -como han observado los científicos en el ultimo tiempo- en que el inicio de la pubertad se está adelantando y las personas jóvenes están tomando roles adultos más temprano en la vida. Entre estos dos factores, uno biológico y otro social, los investigadores de la adolescencia generalmente dicen que el periodo dura 15 años, entre las edades de 10 y 25.

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«Cuando la adolescencia es así de larga, no podemos mirarla solamente como un periodo al que debemos sobrevivir», dice Steinberg.

Los púberes tienen la mala reputación de ser muy arriesgados porque su cerebro es mas plástico que el de los adultos, lo que crea un desbalance. La corteza prefrontal, que controla aspectos como la planificacion, el pensamiento previsor, el balance de riesgos y recompensas y el razonamiento lógico, es el área más maleable durante este periodo de vida. Mientras tanto, las hormonas sexuales liberadas en la pubertad afectan el funcionamiento cerebral agregando más dopamina al sistema. Cada vez que un adolescente se siente bien acerca de algo, recibe un «chorrito» de dopamina. Es por eso que los adolescentes buscan experiencias placenteras, a pesar de exponerse a riesgos.

«Por el resto de tu vida, nada se volverá a sentir tan bien como lo sentiste cuando eras adolescente», recalca el experto. Hay un desequilibrio entre un sistema cargado de dopamina y una corteza prefrontal aún en desarrollo, que tendría que hacerse cargo de inhibir algunas de las conductas que persiguen el placer. Es por esto que la adolescencia es una etapa peligrosa. Mientras los jovencitos son extremadamente saludables, las tasas de mortalidad aumentan en un 200-300% debido a la conducta temeraria. La ciencia también muestra que los canales de recompensa en el sistema nervioso del adolescente se activan al estar con el grupo de amigos, y es por eso que se comportan de forma mas riesgosa en grupo.

Este desbalance se oye terrible, pero es una oportunidad única para ofrecerles estímulos que serán difíciles de emular en su adultez. Lamentablemente, la mayoría de las escuelas y familias no están tomando ventaja de esto. 

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«Nuestras escuelas son demasiado aburridas», dice Steinberg, y menciona que en el contexto de la cultura estadounidense, los estudiantes de intercambio que van a otros países tienden a reportar experiencias más estimulantes, mientras que los que visitan ese país, señalan haberse aburrido (es muy probable que un estudio bien conducido, arroje similares resultados en Chile y la mayoría de las culturas con sistemas educacionales tradicionales).

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El investigador afirma que las escuelas no proponen desafíos a los chicos, los empujan al aburrimiento. A veces los mismos estudiantes confiesan que pueden pasar los cursos sin hacer mucho. «Cuando en la escuela secundaria no les planteamos desafíos a los jóvenes, no solo les estamos entorpeciendo su desarrollo académico, sino que ademas estamos desperdiciando el potencial de su corteza prefrontal». Esta área del cerebro se fortalece mediante el desafio y la novedad.

«Este es el momento en que queremos desafiarlos a ir mas allá, porque es ahora cuando se puede desarrollar pensamiento avanzado y auto-regulación», agrega Steinberg.

El problema es que en la educación secundaria se confunde ‘desafíos de aprendizaje’ con ‘cantidad de trabajo’. Los estudiantes se estresan por el volumen de tareas que deben completar cada día o semana, pero no es lo mismo que ser incentivado por un trabajo interesante.

«La ansiedad y los trastornos en los jóvenes están alcanzando niveles de récord». Criamos generaciones de estudiantes que están locos con lo que les pedimos». Reconocer esta falla es importante para maximizar la oportunidad de un impacto mayor en los cerebros extremadamente maleables de los estudiantes, pero también porque un cerebro con tanta plasticidad es muy vulnerable a influencias dañinas.

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El tiempo de la adolescencia es el más propenso para desarrollar enfermedades mentales, y el abuso de sustancias es 10 veces más probable si un estudiante empieza a usar drogas antes de los 15 años. «No se trata del tipo de persona que empieza a consumir drogas tempranamente, sino de la forma en que el cerebro adolescente responde a su uso«, recalca Steinberg. El sistema cargado de dopamina, en el cerebro adolescente produce ansias de consumir drogas, nicotina o alcohol, de una forma muy diferente que en otros momentos de la vida.

Comprender la neurociencia aplicada a las salas de clases llenas de adolescentes, puede ser de gran ayuda para que los profesores -y planificadores y diseñadores de la educación- desarrollen programas y clases que sean un desafío para los estudiantes, que representen interés y búsqueda de novedad. Esas experiencias, a cambio pueden ser algunas de las más significativas en sus vidas. Si los educadores y los padres no toman en cuenta lo que ahora se sabe del cerebro adolescente, los chicos seguirán desconectados, buscando placer en el peligro y terminando el colegio con una preparación mediocre.

La investigación ha mostrado que apuntar al desarrollo de la corteza prefrontal en los adolescentes, ayuda. Y aunque suene cliché, Steinberg menciona los hallazgos de otro estudio, que señala que el desarrollo de la meditación (mindfulness) en los colegios puede mejorar la auto-regulación, la cualidad más importante para tener una vida satisfactoria.

La auto-regulación y las recompensas a largo plazo son habilidades importantes para crear las condiciones básicas de una vida exitosa (en términos de felicidad, realización y productividad). El investigador dice que, básicamente, si los educadores y familias enseñan a los jóvenes a auto-regularse, estarán ayudando a reducir la pobreza.

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Traducción y adaptación, CCV.

Fuente, KQED (Katrina Schwartz).

 

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