El conflicto docente, entre el premio y el castigo

    La crisis de la educación chilena se originó el mismo día en que la derecha ideológica, las corporaciones y las FF

Por Director

03/05/2015

Publicado en

Columnas / Educación

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 danieltilleria

La crisis de la educación chilena se originó el mismo día en que la derecha ideológica, las corporaciones y las FF.AA quebraron el régimen político-institucional y lo que en la actualidad emerge es simplemente producto de una suma de años de olvido, promesas incumplidas y conflictos irresueltos. Uno de ellos, el más obvio, es la problemática docente, que al día de la fecha sigue siendo para el Estado chileno un creciente desencuentro. Prima facie se observa cómo la realidad imperante excede a la cartera educativa y empiezan a fraguarse medidas erradas, autoritarias e incluso obscenas, que en lugar de favorecer e intentar buscar respuestas sólidas en conjunto, soluciones entre el Ministerio de Educación y el colectivo docente, sólo intensifican aún más los desacuerdos, diferencias que se arrastran por décadas de políticas ineficientes, desinterés y falta de diálogo. Desde el retorno a la democracia pasaron 25 años, nuestros gobernantes aún no entienden que los profesores no son el enemigo. El enemigo está en la exclusión, la ignorancia, la prepotencia, la insensibilidad, la indiferencia, la corrupción.

Con discursos demagógicos, aplausos fervorosos para el maestro del año y con celebrar su día cada 16 de octubre, no alcanza, no son acciones innovadoras ni resuelven demandas concretas, tampoco las postergaciones históricas. Los educadores pertenecen a uno de los gremios más postergados, sufridos y explotados de las luchas laborales, al que nunca se le dio el lugar y el reconocimiento que se merece y sin embargo, pese a todo, siempre los profesores están allí, incluso en las catástrofes, haciendo patria en las aulas, frente a sus alumnos, frente al curso, realizando lo único que saben hacer y para lo que se prepararon: «enseñar a aprender».

La ausencia de políticas concretas hacia el magisterio ha hecho que el malestar se profundice con el tiempo, ha sido la eterna bola de nieve de los gobiernos democráticos post-dictadura. Los sostenidos reclamos en defensa de derechos inalienables son mal ejemplo en un país desigual, la protesta suele soliviantar a otros menos organizados, de allí que en diversas épocas y oportunidades los maestros hayan sido considerados sujetos peligrosos pues, guste o no, contribuyen al uso de la inteligencia general de los aprendientes, organizando la construcción del conocimiento, articulando los diversos saberes, favoreciendo la producción de sentido; es decir, promoviendo el desarrollo del pensamiento, la curiosidad y el mundo de las ideas del alumnado; por lo tanto, una de sus principales acciones áulicas es estimular el pensamiento crítico, analítico y reflexivo, pero también educar en valores fundamentales, valores que algunos políticos, dirigentes y/o empresarios, ciertamente, no conocen y si los conocen, los ignoran por conveniencia. Todo indicaría que al rebelde, al que exige por derechos consagrados en la Constitución, categóricamente, hay que aislarlo, ¿sería útil para el sistema tener maestros sumisos y complacientes? La mesa de diálogo, con o sin conflicto, entre el Estado y el Magisterio debe ser una política pública permanente, no la excepción cuando estalla la crisis.

Cuando como sociedad democrática creíamos haber superado las prácticas autoritarias, abusivas, silenciadoras y excluyentes de la pasada dictadura cívico-militar, vemos que el nivel de improvisación en materia de derechos laborales hacia el sector no deja aún de sorprendernos, las medidas anunciadas por el Ejecutivo semanas atrás sobre la nueva Carrera Docente pretenden aplicarse a modo de escarmiento y no modifican ni revierten las exigencias elementales que incesantemente demandan los profesores en defensa de sus derechos en los múltiples contextos de intervención: mejores condiciones de trabajo, aulas menos pobladas, concursos de ascenso públicos, mejoras edilicias, estabilidad laboral, salarios justos, jubilaciones dignas, etc.

Lo citado en párrafos superiores sobre las reivindicaciones del magisterio, también hacen a la calidad educativa, al clima de convivencia áulica e institucional. No obstante, ante la premura, se legisla contra reloj para aplicar simples parches, maquillajes de opereta, que no conducen a dar las respuestas básicas y precisas ante los puntuales requerimientos de los trabajadores de la educación; muy por el contrario, lo que se anuncia hoy como medida central para revertir lo que sucede al interior de las aulas, el «por qué niños y niñas no aprenden», se queda en el terreno de la intimidación, es la continuidad de la ideología perversa del premio-castigo, evidencia nefasta heredada del régimen pinochetista, pues en uno de sus puntos clave el texto expresa: «El proyecto del Ministerio contempla que los profesores que no estén certificados sólo podrán trabajar bajo contratos a plazo fijo y no de titular». La evaluación docente es una herramienta para modificar lo que no funciona correctamente, orientadora y válida para ayudar, revertir y transformar, no para expulsar, anular, desechar o proscribir sujetos que, pasados los cinco años de espera y superada la nueva evaluación, regresen desde exilio profesional. Planteado así es lesivo para la dignidad de las personas. Es la copia feliz del retorno a la flexibilización laboral.

Las mejoras salariales, por cierto, son importantes, mas no lo único a corregir. El neoliberalismo a ultranza triunfa, está exultante, agita su bandera de exclusión docente, la evidencia se lee en otra sección del documento, donde afirma que el Ministerio, tal cual lo exige la OCDE, «establecerá nueva causal para despedir a los profesores con mal desempeño». Son las leyes del mercado por sobre la dignidad del magisterio, queda claro lo retorcido del proyecto, en él se afirma, entre otras medidas, que el sueldo promedio de un «buen docente» rondaría en $1.400.000, casi el doble de los $730.000 actuales. Así, ante el reto por sobresalir, por ser «el mejor», por unos pesos más, quizá emerja lo más abyecto del sujeto: coerción, desigualdad, competencia desleal, individualismo, insolidaridad, desconfianza, oportunismo. Huele a proyecto «outlet», ofertón de fin de temporada, ¿se tentará el gremio ante semejante embeleco económico?

Los docentes no son material de desecho, no son descartables, son sujetos de conocimiento, pero también sujetos de derecho. Con una tasa de desempleo a nivel país que ronda el 6.11%, cesantear a los más vulnerables, a los eternamente avasallados por el sistema, no es la solución; la expulsión es inmediatez, facilismo, no soluciona el fondo del problema, ¿es preciso despedir profesores, sabiéndose de antemano que en el mediano plazo se precisarán sobre 14.000 nuevos maestros dentro del sistema educativo? ¿Qué evaluación certera podría corroborar el mal desempeño del enseñante si no se los prepara debidamente y tampoco se les otorga capacitación continua y en servicio? ¿Se habló de año sabático para capacitación? ¿Son de calidad las actuales ofertas de perfeccionamiento? ¿Están pensadas estas acciones en conformidad a las reales necesidades y requerimientos del actual universo educativo?

En pleno siglo XXI, las evaluaciones estandarizadas no revelan si hay «buenos» o «malos», no otorgan resultados objetivos suficientes que puedan revertir o modificar las carencias detectadas desde el inicio de la carrera docente porque, tal vez, estos malos resultados del presente sean directa consecuencia de una formación de grado deficiente del pasado, cuando los centros de formación pedagógica aún estaban bajo las políticas educativas de la dictadura, políticas que se han perpetuado al día de hoy con un currículo precario, empobrecido e insuficiente, carreras de pedagogía que apenas se han modificado y estas limitaciones eclosionan justo en un momento en que el paradigma educativo ha cambiado drásticamente. ¿Sabrán las autoridades que la educación chilena formadora de docentes, o sea, las pedagogías, siguen preparando profesores para el siglo XIX? La cartera educativa no acusa recibo.

El horizonte es complejo, pero no inamovible. ¿Existe salida en el corto plazo, tiene solución la problemática? Con decisión política y una buena planificación estratégica nada es irresoluble. Creo en los docentes, apuesto por los formadores, entonces no me interesa quedarme únicamente en la queja, en la crítica fútil del fracaso ni tampoco en la exigencia sin fundamento; por lo tanto, luego de la opinión y el análisis también presento una propuesta que, de existir voluntad política, generaría cambios importantes e innovadores.

Mi propuesta, como política de aplicación al detectar las «supuestas falencias», parte del trabajo colaborativo, mancomunado, situando a aquellos docentes mal evaluados en otra dirección, reubicarlos en contextos múltiples y diversos, otros espacios del quehacer pedagógico y de la vida institucional, donde sus saberes disciplinares contribuyan a la creación de tutorías, porque son personas formadas en el hecho educativo; o sea, digo, en vez de ser expulsados, en vez de aniquilarlos como sujetos de conocimiento, deberían ser convocados para trabajar en grupos de apoyo pedagógico, con niños y niñas que presenten dificultades de aprendizaje, tal vez a contraturno, dentro de las mismas escuelas donde ejercen o en otras del sector, tipo trabajos en red; la siguiente alternativa impulsa la formación de grupos de lectura en bibliotecas, igualmente sería novedoso con ellos habilitar ludotecas escolares para realizar o fomentar actividades recreativas durante recreos y jornadas de extensión.

Al interior de las escuelas existe una gran escasez y necesidad de material didáctico en las diversas áreas del conocimiento, el docente reubicado puede producir conocimiento científico, las herramientas las posee. Otra acción son los rincones de aprendizaje en las diversas áreas y asignaturas: espacios de arte; rincón científico; rincón tecnológico; sala de los inventos; deportes y salud; rincón matemático; producción de textos; laboratorio y TIC’s; museo y cultura; etc. Asimismo, los docentes mal evaluados pueden capacitarse dentro de las universidades en investigación educativa, herramienta ineludible para detectar problemas de aprendizaje en las aulas. La capacitación bien aplicada (y mejor entendida) promueve cambios fundamentales, pues estos mismos docentes, conformando redes colectivas de trabajo por áreas, circuitos y distritos, podrían ser autores y ejecutores de diversos proyectos educativos de integración, interdisciplinarios, intrainstitucionales e interinstitucionales.

Las posibilidades de cambio, superación, inserción o reubicación son ilimitadas. El espectro de acción es amplio, diverso y con funciones muy disímiles para ejercer la docencia, lo que escasea son las propuestas del Ejecutivo y la creatividad de las autoridades de la cartera. Claro, resulta más fácil y cómodo etiquetarlos de «malos docentes» y destituirlos, que mediar y  buscar soluciones creativas (y humanas) en conjunto. Estamos ante la demagogia más perversa, porque coloca a la sociedad contra los profesores.

Entonces, tal como actuamos ante el alumnado en dificultades, dando apoyo, seguimiento permanente y diversas estrategias de intervención, brindándole disímiles alternativas profesionales, no es necesario castigar a nadie, excepto a los corruptos. La expulsión, la exclusión, la humillación y el aniquilamiento del sujeto pueden reemplazarse por acción directa, por nueva praxis, una nueva coyuntura laboral hacia todos aquellos que, tal vez, precisan seguir aportando a la educación pero desde otros espacios, tan significativos como estar frente a los alumnos, tan importantes como el dictado de clase, tan necesarios como apoyar a los aprendientes que más lo necesitan y presentan problemas, es, en suma, buscar opciones para la transformación educativa mediante propuestas superadoras en beneficio de todas y todos, tanto del docente como del alumno, actores centrales del sistema educativo.

Concluyendo, debemos considerar y preocuparnos con urgencia de ahora en más, siendo mucho más rigurosos, mucho más exigentes, en la formación de grado si buscamos excelencia educativa. No deben egresar de las pedagogías aquellos que no estén en condiciones, no deben ingresar al sistema educativo docentes mal evaluados desde las propias universidades, la responsabilidad está allí, en la formación académica, prestando especial atención en las prácticas docentes, que deben desarrollarse desde el inicio de las carreras formativas y hasta el último año de cursado, en todos los ciclos, niveles y modalidades del sistema educativo y en los diversos contextos de intervención. Es en las prácticas profesionalizantes donde no deben detectarse fallas ni fisuras de los próximos profesores, allí es donde encontramos el principal indicador que nos permite descubrir el desempeño a futuro.

La problemática docente es compleja, diversa y multidimensional, no puede ni debe resolverse simplificando o parcelando la realidad imperante.

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