El falso pluralismo de la derecha venezolana

Cuando falta muy poco para las elecciones presidenciales venezolanas -este domingo 14- la coalición de derecha denominada MUD (Mesa de la Unidad Democrática), organizó esta semana una «mesa redonda» en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, con un grupo de expositores en que destacaban en el panel periodistas de El Mercurio (que finalmente no fue) y La […]

Por Leonel Retamal

10/04/2013

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Cuando falta muy poco para las elecciones presidenciales venezolanas -este domingo 14- la coalición de derecha denominada MUD (Mesa de la Unidad Democrática), organizó esta semana una «mesa redonda» en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, con un grupo de expositores en que destacaban en el panel periodistas de El Mercurio (que finalmente no fue) y La Segunda, y un par de académicos de la Universidad de Chile y la USACh.

En el panel no había nadie que pudiera ni lejanamente representar el punto de vista del bloque revolucionario, el chavismo. Aunque el evento se realizó en la Escuela de Derecho, tampoco invitaron a profesores y estudiantes de la escuela, ni menos le avisaron al centro de estudiantes.

«Nosotros creemos que debe haber espacio para todos los puntos de vista en la Universidad, pero se debe hacer en el marco del respeto a los integrantes de la comunidad universitaria, y promover su participación», dijo a El Ciudadano el presidente del centro de estudiantes de Derecho, Juan Pablo Ciudad.

En suma, la reunión no era otra cosa que un encuentro cerrado de partidarios del candidato derechista Henrique Capriles Radonsky, para probablemente levantarse el ánimo frente a las encuestas que favorecen al candidato bolivariano Nicolás Maduro, y estimular la concurrencia a votar el domingo en el consulado. No se esperaba allí voces contrarias, ni opiniones diversas, sino pura autoafirmación.

En lo formal, el encuentro mostraba todas las características de la alta clase media de cualquier parte de América Latina: raza blanca, cortesía, buenos modales, moderación, junto a las galletitas y café para compartir, servidos por amables damas, ya mayorcitas, de impecable vestuario y peinado. Todo lo contrario de las «hordas chavistas» compuestas por aquellos despreciables representantes del vulgo, de piel obscura, modales toscos y lenguaje directo.

Grande fue la sorpresa, y la bronca, por tanto, cuando aparecieron voces disonantes en el encuentro, que en vez de proferir insultos cuestionaron los datos y la metodología (o no-metodología) empleada por algunos de los ponentes, en particular el periodista de La Segunda, Marcel Oppliger y el economista venezolano José Noguera, de la USACh, para sustentar sus opiniones.

Algunos de los asistentes protestaban que «no vinimos para esto», y otros, como un caballero de pelo cano engominado y fina campera de cuero trataba de «conchetumadre» y «mariconcito», y ofrecía golpes al ingeniero Juan Pablo Moreno, después que éste subrayó algunas de las contradicciones y errores contenidos en la presentación del economista Noguera (presentado además como PhD en la Universidad de Indiana).

Noguera era como un trasplantado en el encuentro: él y una bellísima chica eran los únicos representantes del vulgo afrodescendiente en todo el lote. Noguera se presentó a sí mismo como un ejemplo de las posibilidades del capitalismo: el hijo de «la negrita del pueblo» que pudo ascender socialmente gracias a que su padre obtuvo un empleo en la marina mercante. Pero luego confesó que estudió gratis en la Universidad Central de Venezuela (estatal y equivalente a la Universidad de Chile).

¿Qué dijo Noguera? Con una serie de gráficos sin fuente trató de demostrar que Venezuela comenzó a venirse abajo cuando cayó la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, en 1958. Que en los años 70 Venezuela tenía un ingreso per capita tres veces superior al de Chile y hoy tiene la mitad (10 mil dólares). Que el salario mínimo es de 200 dólares mensuales. Que en 2012 se gastaron 350 mil millones de dólares. Que el país debiera aprovechar los altos precios petroleros para inundar el mercado y obtener más recursos.

Juan Pablo Moreno le hizo ver que con diez mil dólares de ingreso es imposible gastar más de 200 mil millones de dólares, y un estudiante de la Universidad Arcis le preguntó por las fuentes de sus gráficos, que en todo trabajo académico deben ser claramente expuestos. Otro participante le recordó que Venezuela tiene uno de los índices de igualdad más altos de la región, y Chile de los más bajos del mundo.

Noguera no respondió las preguntas incómodas, pero se lanzó con una reflexión sobre la desigualdad que seguro no aumentará su popularidad entre estudiantes y académicos: «no importa la desigualdad», dijo, sino «que no haya pobres». O sea, la vieja teoría neoliberal del «chorreo»: que estén contentos de poder comer y no se fijen en detalles como que 1 por ciento de la población chilena se traga 30 por ciento del producto bruto.

El periodista de La Segunda, quien exhibió trazas del acento venezolano adquirido en 22 años de vida allá, intentó demostrar que la política venezolana no tiene los rasgos caballerosos y educados de Chile, donde los políticos son amigos. Que el carácter antidemocrático del Gobierno se evidencia en el hecho de que hay numerosos medios de comunicación nuevos, favorables a la Revolución. Que el comandante de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es fiel a la Revolución y no «independiente» como los militares chilenos.

Todos, más o menos, reconocieron que no tienen posibilidad alguna de ganar el domingo. Se enfurecieron cuando Moreno les recordó que ya no tienen militares para dar golpes de Estado.

Al terminar el encuentro, y para mayor desaliento aun del grupo «escuálido», afuera los esperaba un grupo de estudiantes y amigos de la Revolución Bolivariana con pancartas y una gran bandera venezolana. Tuvieron que salir escuchando «Alerta, alerta, alerta que camina, la espada de Bolívar por América Latina».

La noche enfriaba y el grupo, silencioso y cabizbajo, se perdió por Pío Nono. Se encontrarán de nuevo el domingo en la Embajada, para votar y más tarde desconocer su derrota y seguir promoviendo el golpe de Estado, según el libreto de desestabilización ya desvelado en Caracas.

Por Alejandro Kirk

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