Matones en los Colegios


Por Director

04/12/2006

Publicado en

Educación

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“Me decidí por no enviarlo más a clases, no soporta el maltrato de sus compañeros, ha bajado sus notas, pero me tiene más preocupada el hecho que está perdiendo peso” nos relata sollozando la madre de Antonio, estudiante de 12 años; quien tras una tortuosa educación básica tuvo que abandonar el colegio en que sus padres confiaran para educarlo.


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Los matones al interior de los establecimientos educacionales son un elemento que se repite a lo largo de las aulas de nuestro país. Ataques sicológicos y físicos de parte de los “más fuertes” dejan secuelas en los niños, quienes en numerosas ocasiones bajan su rendimiento escolar, como también caen en profundas depresiones.
“Mi Antonio es un niño muy bueno, nunca esperé que estos infames le hicieran pasar este calvario. Yo no me di cuenta en un principio de lo que sucedía, hasta que una noche al pasarle su pijama vi que tenía unos moretones bien feos en la espalda y en una de sus piernas”, narra acongojada, Marcela Sepúlveda, madre del infante.
Marcela presentó reclamos en el colegio – reconocido establecimiento particular de la Región de Los Lagos- en el que se le aseguró que se tomarían las medidas del caso. Lamentablemente, tras aplicarse un llamado a los padres de los agresores, para encontrar una solución, los niños actuaron con más ira sobre Antonio, a quien finalmente decidieron trasladar de establecimiento.

PRÁCTICAS ABUSIVAS

Los niños que generalmente son abusados por sus pares, tienden a ser o el más gordito o el más chico, el mejor alumno o el de más bajas calificaciones; el más tímido o el que ante los juegos físicos y psicológicos que se emprenden, aparece como el más débil. En alguna medida, el que se diferencie del resto.
En el caso de las niñas, los abusos son más bien de tipo psicológico, aunque también aluden a rasgos físicos, como los que se dan hacia la “más feita del grupo”; tal como cuenta a El Ciudadano, Carolina, “ me sentí discriminada desde pequeña, llegué a odiarme por considerarme fea, mis compañeras me peinaban y todo, como para ponerme más bonita, pero igual siempre me dejaban aparte”, señala que fue una etapa en que sufrió mucho y que superó con la edad, tras conocer su sexualidad.
Los niños actúan generalmente de forma cruel cuando nadie los ve o cuando se sienten apoyados por el grupo, sus juegos van desde agarrar a patadas al más débil, estirarlos de brazos y piernas, en una acción conocida como chicle y otros actos vinculados a la sexualidad, como el llamado “aborto” y los ultra conocidos “mamones”.
“Yo no sé si pensábamos los actos, pero hacíamos puras leseras. Inventábamos palabras, sobrenombres y weas por el estilo, al más sensible le tocaba. Ahora, tal vez más grande pienso que era una forma de protegerse uno mismo” me cuenta Fernando Silva, mientras recordamos los tiempos del colegio.

LA VÍCTIMA Y EL AGRESOR
En esta historia siempre habrá dos personajes claves, aparte del ambiente que rodea la situación de conflicto. Uno de ellos es el agresor, quien según la Sicóloga Claudia Vásquez, asume este tipo de conducta por distintos factores, “podemos reconocer factores de riesgo de tipo individual, como ausencia de empatía, baja autoestima, impulsividad, fracaso escolar, consumo de alcohol y drogas; existiendo también Factores de riesgo familiares, como las prácticas de crianza inadecuadas: autoritarias o negligentes, maltrato familiar, una familia disfuncional y pobres o escasos canales de comunicación, entre otros”
En la conversación que sostuvo El Ciudadano con la experta, ésta subrayó la importante misión que tienen las políticas educativas, las que actualmente “no sancionan adecuadamente las conductas violentas, tienen ausencia de transmisión de valores, transmiten estereotipos sexistas y manifiestan una falta de atención a la diversidad escolar”
Sobre los factores que caracterizan a las víctimas, la especialista destaca las prácticas de crianza autoritarias, y baja autoestima del niño, situación que no le permite contar con las herramientas necesarias para defenderse de un posible ataque; así, la sicóloga apuntó: “Manteniendo el criterio centrado en la víctima, podría afirmar que se presenta acoso escolar cuando ésta se siente intimidada por el agresor, cuando se siente excluida de su entorno, cuando percibe al agresor como más fuerte y cuando las agresiones son cada vez de mayor intensidad”.

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