El Derecho a la Educación en Chile:

Nueva Ciudadanía tras el Ocaso Neoliberal

  “Yo puedo ganar más que tú robando y vendiendo drogas,” dijo un alumno a su orientadora en un liceo de Curico

Por Director

18/04/2014

Publicado en

Artes / Educación / Literatura

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“Yo puedo ganar más que tú robando y vendiendo drogas,” dijo un alumno a su orientadora en un liceo de Curico.

Oí el eco de sus palabras en cada página del excelente libro El Derecho a la Educación en Chile: Nueva Ciudadanía tras el Ocaso Neoliberal escrito por Sebastián Donoso, investigador del instituto de educación de la Universidad de Talca.[1]

Donoso rastrea la historia de los debates públicos sobre el papel del estado en la educación durante el período 1980-2010. Es una historia de discursos técnicos sesgados por el poder. En las palabras de Michel Foucault es una genealogía de pouvoir/savoir.

Las voces del magisterio y del alumnado, alejadas del poder, pasaron 17 años silenciadas, y luego 16 años margenadas.

Juan-Eduardo García-Huidobro y Cristián Cox (citados por Donoso) lamentaban en 1999 la ausencia de “…los temas caros a la tradición docente como: educación pública como función crucial del estado, la educación como actividad esencialmente moral –y secundariamente instrumental—rol central de liderazgo de MINEDUC, solidaridad y no competencia, participación y no tecnocracia.” (p. 67)

Temas ausentes.

El Colegio de Profesores, lentamente comenzando a recuperar protagonismo, plantea desde 1996 objetivos como “capacidad de cambio, innovación, y creatividad,” “capacidad de autocrítica,” y que tanto el profesor como el alumno llegue a ser “investigador permanente.” (p. 77, citando a Iván Núñez)

Temas margenados.

En el escenario principal se realiza desde 1990 un debate entre sordos. Los unos predican la competencia entre proveedores.   Esgrimen (falazmente) estudios empíricos mostrando la eficacia y la eficiencia de la competencia, justificando así la subvención pública del lucro privado.   Los otros declaran que la educación es una responsabilidad del estado porque es un derecho.   Es deber del estado garantizar la integración social en la forma de educación de calidad para todos.

Comenta el autor: “…entre ambas políticas, competencia vs. integración, no hay diálogo, sus racionales no se comunican.” (p. 118)

El autor nos aporta una esmerada documentación de hechos palmarios. La educación actual es la consecuencia de una economía neoliberal.   Es la consecuencia de un estado neoliberal. Es la consecuencia de subvenciones estatales iguales para las escuelas públicas de municipios pobres, y para las privadas que cuentan con co-financiamiento privado y con alumnos (¡seleccionados!) dotados de mayor capital cultural.

Conclusión: La tan anhelada educación de calidad para todos pasa por una nueva ciudadanía tras el ocaso neoliberal.

Agrego mis hipótesis: La educación de calidad es necesariamente personalizada. Preguntemos con Lev Vygotsky, ¿Cuál es la zona de próximo desarrollo de esta alumna determinada, sitiada y fechada, embarazada, con padre violento y madre drogadicta? ¿De este alumno determinado, sitiado y fechado, soberbio, viciado y egoísta, aunque sea adinerado y de “buena familia”?   Por ser la calidad necesariamente personalizada la auto-denominada evaluación de calidad que mide variables descontextualizadas necesariamente castiga a los profesores con vocación.   Segunda hipótesis: Hay una cultura del garabato que rechaza los valores de la escuela; sus adeptos no se auto-definen como “vulnerables.” Se burlan de los Mateos y de los profesores. En las palabras de Pink Floyd es una cultura de we don´t want no education. Hecho estructural fundamental: La cultura del garabato es funcional para importantes estrategias de sobrevivencia de las clases castigadas por el mercado generación tras generación. Clases ahora escolarizadas. Más hipótesis: Platón tuvo razón cuando dijo que la primera educación debe ser canto, baile, y cuentos.   Schiller tuvo razón cuando dijo que el ser humano no llega a la ética si no pasa por la estética.   Padre Hurtado tuvo razón cuando dijo que la tarea primordial de la educación es cultivar una actitud social.

Conclusión: La tan anhelada educación de calidad para todos pasa por una nueva ciudadanía y por una nueva civilización.

 

Howard Richard es Dr. en Filosofía en la U. de California y Dr. en Planificación Educativa en la Universidad de Toronto. Es miembro del Consejo Académico de Universitas Nueva Civilización.

 

[1]           Sebastián Donoso Díaz (2013), El Derecho a la Educación en Chile: Nueva Ciudadanía tras el Ocaso Neoliberal. Santiago, Bravo y Allende Editores.

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