Permacultura: Una salida con mil puertas

El cambio en nuestro paisaje producto del cambio climático se nos ha presentado como un proceso irreversible, como si no nos quedara nada por hacer

El cambio en nuestro paisaje producto del cambio climático se nos ha presentado como un proceso irreversible, como si no nos quedara nada por hacer. La contradicción se hace evidente si consideramos que jamás en su historia la especie humana tuvo las posibilidades que tiene hoy de evidenciar lo irracional del actual modelo de desarrollo y de poner en práctica diversos saberes, y hacer que circulen, para vivir de manera sustentable. Un concepto que ha ganado fuerza en el último tiempo es el diseño de Sistemas de Vida Sustentable, basados en la integración de investigaciones de grupos de base alrededor del mundo, la sabiduría ancestral, y la ciencia ecológica moderna. La Permacultura es la cultura y agricultura permanente, idea acuñada por Bill Mollison y David Holmgren en Australia en los ’70 y puesta en práctica en diversos lugares del globo. Si bien, en Latinoamérica las experiencias de Argentina, Brasil y Cuba han alcanzado importante desarrollo, en Chile hay quienes ya se la juegan y ponto se anuncia un Instituto de Permacultura.

Rodeado de monocultivos de frutilla está el proyecto experimental Eluwn, desarrollado por el diseñador en permacultura, Gustavo Lerner. Unos kilómetros más allá las chancherías de Agrosuper mantienen a millón y medio de cerdos en una zona de 70 mil habitantes, y los días de viento costero el aire de la zona, en el kilómetro 42 del camino a Pichilemu desde Melipilla, se torna fétido.

Pero eso es un detalle para Gustavo, concentrado en recuperar los bosques de espino, quillay y boldo, especies originarias. “Más que una protesta, somos una propuesta. La pregunta que debe hacerse es ¿qué hago yo para generar un cambio y no depender de ellos? Para saber cómo empezamos, primero hay que indagar respecto de nosotros mismos”-reflexiona.

La zona es de secano y Gustavo junto a su madre imitan las terrazas incaicas con camas altas, en donde cultivan papas, habas y rábanos en rotación por cada temporada. Siguen los principios de agricultura natural de Masanobu Fukuoka, por lo que no usan arados, “al ser una de las principales causas de polución mundial, además que no te conviene ser una oruga por donde pasa”- comenta Gustavo. La idea de hacer camas es por zonificación del espacio.

En vez de monocultivos, prefieren los cultivos amigos, como amaranto y tomate, ya que el primero necesita poca agua y succiona nutrientes de las partes más bajas del suelo, lo que levanta las defensas del tomate. También Gustavo recomienda plantar el tomate en suelos ácidos, así al plantarlo junto a zanahorias se obtendrá un PH neutro, mezcla que no estresa el suelo. “El aprendizaje exige probar cada cosa y saber asociar. Plantas de las mismas especies y familias compiten –relata Gustavo- juntar una que tolera mucho agua con una que tolera bien la sequía, raíces profundas con raíces cortas”.

Como el primer paso es la observación, Gustavo cuenta que “cuando llegamos acá nos dedicamos a mirar por mucho tiempo el paisaje para ver como es la naturaleza y así ver la manera de integrarnos al proceso, en vez de llegar, cambiar todo lo que hay y ponerlo a nuestra disposición”.

Un poco más allá de la huerta comienza un sendero que permite conocer la biodiversidad del lugar. La tierra se cubre con pastos, musgos u hojitas. “La sucesión ecológica siempre es de baja biomasa a alta biomasa –cuenta Gustavo, mientras observa de lo alto de las 13 hectáreas de Eluwn como sus vecinos frutilleros cultivan año y medio y deben dejar 5 años reposar la tierra.

Lo único permanente es el cambio. La energía viene del sol, llega al árbol, una oruga y un pájaro son partes de la escala descendente de la energía. “Es nuestra entropía, en la que el desorden mantiene y produce el equilibrio –añade- la idea es aprovechar esa energía antes que llegue a su punto más bajo de entropía”. Gustavo confiesa que para un permacultor elegir un terreno erosionado es gratificante, ya que “tu trabajo será un aporte a la naturaleza. Y pese que al principio éramos unos extraños para los vecinos, hace poco uno me preguntó cómo hacer barro porque ahora no tiene plata para cemento; otro chico me contó que, a diferencia de sus hermanos, no quiere abandonar su tierra». Todo un avance. Luego irá a hablar con el director de la Escuela de Loica porque la idea es hacer Centros Comunitarios y Culturales para que los lugareños reaprendan a construir sus hornos de barro.

“Hay mucho por hacer: regenerar el bosque, hacerlo productivo y que dé de comer y termine siendo un modelo para la gente de la zona. No le puedes decir a un frutillero que deje ese cultivo si no le das múltiples opciones” -confiesa. Fabián Guerrero, llegó de Tumán hace poco y quiere replicar el saber en una hijuela que le dejó su abuelo. Cuenta que quiere desarrollar allí las “buenas prácticas agrícolas: no ocupar todo, que los pájaros puedan comer de los árboles y los zorros puedan vivir”.
www.eluwn.cl


Álvaro Pumarino
, ingeniero agrónomo, se interesó por los cultivos orgánicos cuando conoció la parcela del CET de Colina, a fines de los ’80, en donde vio un modelo de bancales sin agroquímico. A la semana empezó en su casa a hacer compost y bancales. “Prefiero cultivos amigos que uno solo. El ajo repele los pulgones que atacan al tomate, establecer una relación de simbiosis entre las plantas. La experiencia más conocida es la de las bacterias de las legumbres que fijan nitrógeno y las micorrizas que se fijan a las raíces de árboles y arbustos, prolongando la superficie de extensión de las raíces y fijando fósforo para la planta”- comenta.

Para Álvaro la permacultura es mezclar diseño con arquitectura: “Es agricultura permanente, pero luego aparece el concepto de paisaje y empiezan a aparecer otros saberes, como la bioconstrucción, el uso de las tecnologías apropiadas; en el fondo es un sistema de diseño funcional y adaptable al lugar en que estés. Es la relación que hay entre esos saberes, juntarlos y hacerlos interactuar”.

Por ello exige pensar ya una permacultura urbana para gestionar de mejor manera la ciudad. Para ello cree importante “conjugar el cambio con lo que permanece: observar la naturaleza, luego fijarse en los patrones que permanecen en la cultura local, integrando el saber de los antiguos agricultores de la zona”.

“La actual crisis energética es una oportunidad para repensar la sociedad que estamos armando. Los biocombustibles van a dar un par de años, pero el fin de este modelo de sociedad es inevitable –comenta-.  Todo esto es exponencial”.

Un ejemplo de los errores en el agro es el tomate Rocky larga vida, producido por bloqueo de una enzima para ampliar su duración, evitar tratamientos químicos y hacer su forma más lisa. “Pero se perdió sabor y cualidades nutritivas. No fue gratis, y ahora la promesa transgénica es volver a eso –cuenta-. En cambio, el tomate limachino, pese a que duraba poco, era muy sabroso y hoy es requerido por la nueva cocina chilena, los que buscan alimentación orgánica y la comida lenta. Si hasta desde el punto empresarial conviene la seguridad alimentaria. Ante una crisis ambiental, como las heladas del año pasado, tener distintos cultivos de tomate permiten estar mejor preparados. Unos cultivos podrán morir, pero otros sobreviven. Y acá tenemos, además del limachino, el tomate malloa y el corazón de buey en Talagante y Catemu”.

El mismo tiene 15 variedades de tomate en su huerto, en las faldas del cerro Calán de Santiago. “A partir de la observación fui estabilizando distintas semillas. Si haces un manejo orgánico y biodinámico, el producto será muy superior a un convencional y mucho más que un hidropónico”.

Álvaro acusa el retraso de estas experiencias en Chile. “En el continente están las ferias orgánicas y de intercambio de semillas, pero acá Indap sigue el mismo modelo viciado. Por ello más que esperar algo de las políticas públicas, lo espero de las organizaciones y bases sociales. Creo que hay muchas experiencias al respecto. No nos conocemos todos, pero creo que para allá vamos”.

Julio Pérez, arquitecto y miembro de Gaia International Architect, nunca estuvo conforme con los métodos de diseño de sus profesores en la universidad. “Se dedicaban a diseñar las casas y se despreocupaban de lo que ocurría alrededor de ellas: la energía, los jardines, la sustentabilidad” -cuenta.

Hoy vive en Noruega y trabaja en red con otros 15 arquitectos del país escandinavo y de Escocia proyectos de arquitectura ecológica. “Para nosotros el arquitecto es un facilitador del proceso de diseño. Se trabaja con metodologías participativas, no con esa idea del arquitecto como el Dios de la obra”- afirma.

Sus ideas se fueron desarrollando a principios de los ’80 ayudando a amigos en construcción de casas de barro y aplicando la técnica de la cama alta en cultivos. “Nos íbamos a recorrer Limache y San Felipe a hablar con los viejos que cultivaban en forma tradicional, mezclando todas las plantas, les preguntábamos cómo lo hacían. Fuimos aprendiendo en el saber popular sobre el problema de las semillas del tomate limachino”-cuenta.

“Lamentablemente en Chile el sistema económico neoliberal está destruyendo la sociedad. Cada vez que estoy acá veo a la gente con menos autonomía en sus vidas: le hacen las casas, le importan los autos, lo visten en las tiendas” –se lamenta.

En Noruega está investigando sobre el uso de revoques de arcilla en la construcción. “Eso no es comercial, porque a ningún empresario le va a interesar el desarrollo de pisos de arcilla porque la encontramos en todos lados, nadie te la vende” -comenta. Propone desarrollar estructuras híbridas, como estructuras de madera revestidas con arcilla. Para evitar el quiebre de ésta cuando se seca, se mezcla con diferentes tipos de arena. Respecto al uso del adobe en Chile aconseja que lo mejor es el diseño de paredes autosoportantes, circulares.

Tales materiales le permiten generar murallas vivas que puedan respirar, no como el cemento tan propio de nuestras ciudades. “El cemento es aislamiento y enfermedades – sostiene-  además que usado en lugares cerrados produce el radión”, gas que puede llegar a los pulmones. Si bien no atraviesa la piel, al ser inhalado las partículas no salen del cuerpo y se depositan, pudiendo ocasionar lesiones o patologías.

Julio añade una reflexión de sustentabilidad: “Para fabricar un kilo de cemento, emites 1,2 kg de CO2. Si calculas un edificio de los que por estos días se hacen en Santiago de unos 14 pisos, la cantidad de CO2 que emiten es absolutamente insustentable e irracional. Además usan toneladas de fierro. Por cada kilo de fierro que se produce se emiten 1,8 kg de CO2  a la atmósfera. A eso súmale la cantidad de CO2 que produce la fabricación del aluminio usado masivamente en Chile en ventanales y terminaciones. Por cada kilo de aluminio, se emiten 6 kg de CO2”.

Julio usa la permacultura para el diseño permanente porque le permite diseñar con tecnologías alternativas, huertos orgánicos, reciclaje de agua, árboles frutales, captaciones de agua natural, techos de tierra, árboles arriba de los techos o paredes de barro. No por nada se declara cercano al arquitecto alemán Gernot Minke.

“Todo es abordable de acuerdo a la cultura –sostiene Julio- En Chile tenemos 5 biorregiones distintas y hay un saber de cultura permanente desarrollada por los pueblos indígenas y que mi experiencia con arquitectos de diversas partes del mundo me ha hecho revalorizarla”.
www.gaiaoslo.no

Coloro recibe en la aldea de Reñaca a los participantes del taller de construcción en barro. Verán durante el día diversas técnicas aplicadas en muro y piso, los que se sellan con aceite y cera virgen de abeja. Usan materias naturales locales y tratan de reciclar lo máximo posible.

La aldea lleva ya 30 años y hay 15 familias y algunas huertas orgánicas. En el piso de la casa de Coloro se usaron neumáticos reciclados en los alrededores. “Yo nunca pagaría por que me den mi casa hecha“ –reflexiona Coloro.

Alejandra Méndez, a cargo del taller de huertas orgánicas cuenta que “queríamos tener una huerta hace un año y fue maravilloso todo el proceso. Tenemos tres camas de 3 m2 y hemos cultivado varias hortalizas. Hay seis variedades de choclos y estamos produciendo semillas orgánicas. Quienes llegan acá están buscando alimentarse más sanamente y  relacionarse de manera saludable con los ecosistemas”.

Para Alejandra “es una gran vivencia comer el tomate cosechado por ti mismo. Si bien cuesta tener resultados al principio, la ganancia del huerto es que se enriquece tu vida”.

Coloro cuenta que mezclan el método biointensivo con la biodinámica. “Si todos nuestros abuelos tenían sus huertos, sus casas quintas y producían sus huevos. En pocas generaciones nos cortaron ese equilibrio con la tierra. Eso ha producido múltiples enfermedades que somatizamos como estrés” -comenta.

Diego Eloy, instructor del taller de construcción en barro, cuenta que éste tiene como ventajas “una alta durabilidad, requiere poca energía en su producción, lo que es un aporte en la situación actual del calentamiento global; regula la humedad muy bien en un baño; respira, funciona como una membrana biológica. Hace lo mismo con la temperatura, regulando el frío de la noche y acumula energía solar pasiva”.

Añade que “las casas acá en Chile en el lado norte y oeste reciben más sol, por lo que hay que poner una masa más térmica con más arcilla y arena, elementos que guardan calor y lo van soltando en la noche. En el lado sur de la casa se pone más paja, que aisla para que no se enfríe la casa”.
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Luis Valenzuela se propuso hace casi dos décadas transformar una hectárea de Olmué en la Eco Granja Höma. “En la armonía entre un bancal y otro hemos tratado de leer bien la naturaleza, tratando de despejar nuestros sentidos y mantener un estado de conciencia muy fino y sutil para poder escucharla. Mi predio es muy distinto al tuyo y diferente al de él. Hay que hacer una lectura personalizada del huerto, del macetero, de la granja” -cuenta.

Lo primero que hizo fue observar el predio y mantenerlo interviniendo lo menor posible. Confiesa que “el esfuerzo inicial es grande al principio, pero se recompensa dejando a la naturaleza funcionar sola. Si quieres reemplazar un cultivo porque ya cumplió su ciclo, levantas lo que queda y lo depositas al compost para producir mejor material o sobre el mismo terreno. Jamás voy a incorporar a la tierra sustancias exógenas, porque tiene una capacidad de autocuración insospechada, de alto rendimiento y sólo ayudo a potenciar las capacidades latentes que tiene”.

En distintas camas de cultivo comparten espacio poleo, capuchinas, tomates, habas y una variedad de especies que Luis conoce en todos sus ciclos. “Los monocultivos atraen pestes y entramos en el espiral de la dependencia química, lo que termina matando la tierra, quitándole sus nutrientes; eliminando la capa biótica”- señala. Luis prefiere la agricultura biodinámica que ve los terrenos como algo vivo y trata a través de la meditación Höma conocer su terreno.

En su granja ninguna especie sobra. “La maleza como concepto no existe en la naturaleza, si no que es una invención para señalar una especie no esperada en el cultivo –cuenta Luis-. A veces las plantas entran a competir y se vuelven depredantes, pero eso se controla con otras plantas. Es aprovechar un sistema autoequilibrante, creando comunidades vegetales”. Todas las plantas cumplen un rol funcional en la parcela y hasta la chépica, rechazada por el campesino tradicional, sirve para mantener la ladera sin erosión, por las cualidades de sus raíces.

Luis valora en el último tiempo “un despertar simultáneo de muchas personas. El mensaje es muy claro: cultiva tu propio alimento y cultivarás tu propia medicina. Es necesario emprender el desarrollo de huertas orgánicas a cualquier nivel, hasta en un balcón. Muchas pequeñas y medianas huertas para producir el intercambio alimentario entre las familias”.

Para ello se está armando una red de intercambio alimentario en la zona. Porque para Luis “se debiera tender a fomentar las pequeñas huertas familiares y el intercambio alimentario por parte de los organismos públicos, donde se pueden desarrollar las propias semillas y no depender de la gran industria agroquímica”.

Gilda Bibiano recorre el laberinto que diseñó en su parcela de Olmué casi todos los días después del trabajo. Sigue el camino circular, diseñado originariamente para la meditación de los monjes en la vieja Europa. “Tranquiliza, relaja y desarrolla la paciencia” -señala mientras pasa por las acelgas, choclos, tomates, apios, berenjenas, calabazas, borrajas, maravillas, poleos y albacas.

También Gilda aplica el saber Feng Shui en su parcela de Limache, ya que la disciplina trabaja con los elementos de la naturaleza y en su equilibrio. En el centro del terreno está la plaza de la fertilidad y la abundancia con árboles frutales. Allí se realizan danzas sagradas. Más allá está la Plaza del Encuentro, con árboles nativos y en cuyo centro hay un canelo. Para ella es muy importante lo orgánico de la curvatura.

“El laberinto entrega muchas respuestas” –reconoce Gilda, quien partió el 2000 construyendo la casa. Hoy recibe muchas visitas que quieren conocer su experiencia, entre las que destaca el tratamiento que da a las aguas servidas a través de diversas cámaras y piscinas en las que las algas purifican el agua. También tiene un sistema para calentar el agua con un estanque puesto al sol.

Para Gilda el futuro es prometedor ya que “los agricultores orgánicos se están asociando y cada vez incorporan la permacultura, la bioarquitectura y el uso de materiales de la zona. Hay una apertura a vivir de una manera distinta”.

Por Mauricio Becerra

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PRINCIPIOS DE PERMACULTURA

1.Trabajar con la naturaleza no contra ella: Implica salir de la visión de la naturaleza como oposición a lo humano. Así, en vez de quitar las especies mal definidas como maleza, se busca su utilidad; se prefiere el control biológico en vez de pesticidas; el uso de recursos renovables. En vez de declarar la guerra al sistema actual, se prefiere asistir los procesos naturales desde una perspectiva positiva.

2. El problema es la solución: Se parte asumiendo que todo opera en dos sentidos, o sea, todo puede convertirse en un recurso positivo. Lo que puede parecer un problema encierra una oportunidad y depende de cambiar nuestra forma de pensar. Es darle una vuelta a las cosas.

3. Mínimo cambio para el máximo efecto: Toda actividad propuesta hay que desarrollarla considerando causar cambios mínimos en los ecosistemas para lograr grandes efectos o beneficios.

4. El rendimiento de un sistema es teóricamente ilimitado: Los límites de rendimiento o las posibilidades de uso de los recursos, corresponden únicamente a la información disponible y a la imaginación.

5. Todo afecta a todo: En un ecosistema todos los elementos están conectados entre si, un cambio que afecta a uno podrá tener una consecuencia en otros y eso es utilizable en nuestro favor.

El Ciudadano

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